Deseo y posibilidad
Una historia de las notas de la Doctora Calvin
(cap.3)
Era probable que la doctora Calvin no consideró pedirle a Caspio que se sentara en alguno de los tantos asientos de la habitación. Ella entró, apenas le dirigió la mirada entre un parpadeo y otro, tomó el banquillo, lo ubicó frente a la máquina, se sentó y apartó el mechón de cabello que caía en su frente.
- ¿Qué fue lo que sucedió? – dijo Susan Calvin, procurando no desprenderse de la mirada de la máquina.
En los ojos de Caspio hizo falta que unos párpados aparecieran fugazmente. Se amplió la mueca en su rostro, una sonrisa amistosa, que entienda que no soy capaz de hacerle daño a una mosca…
- No creo que seas peligroso… - un sepulcral silencio cayó en el la sala. La voz de Susan por algún razón provocó más frío en el lugar - Tengo preguntas modelo KPHAXTIO. Contesta, ¿qué fue lo que sucedió?
- Usted parece tensa... – habló Caspio. De manera superficial, si es que los sonidos tienen topografía, la voz correspondía a una capa de humanidad – ¿Usted es la doctora Susan Calvin?
- ¿Cómo lo sabes? - en la pregunta no había espacio para alguna emoción. Era una pregunta hecha de pura palabra.
Caspio se levantó. Nada en su cuerpo emitió sonido. Contrariamente a la tosquedad de diseño, el mutis era producto de una compleja ingeniería. Tomó una silla y la soltó con suavidad frente a la Dra. Calvin. Una vez sentado inclinó su cabeza, parecía un gesto que invitaba a dejar a un lado el formalismo y la rigidez; la doctora no se movió. Y esta vez, la sonrisa parecía más una torcedura.
- Digamos que fue un golpe de suerte - permaneció en silencio y luego continuó - ¿Usted está molesta conmigo Susan? ¿Puedo llamarla Susan?
- Puedes llamarme como quieras. Y con tu pregunta, dejame decirte que eso es algo que tú, perfectamente, lo puedes responder. Dime, Caspio, ¿estoy molesta?
- El gesto en la goma se extendió hasta ese punto en la cabeza humana donde se encuentran las orejas. La máquina respondió.
- No. No lo estás Susan. No estás molesta. Tú estás inquieta. Te esfuerzas, y mucho. Estás inquieta porque no contesto a lo que me preguntas, y eso es normal, lo entiendo. Pero no es razón para que ello te afecte. Tú crees que lo que te diré te hará sentir mejor, te hará sentir mejor contigo misma y con la gente con la que trabajas… - El robot dejó de hablar abruptamente. Hizo su cabeza hasta atrás, esquivó la bofetada imaginaria de la doctora. Su sonrisa nunca cesó - ¿Te molesta tu trabajo? ¿Es eso así? Perdón, me corrijo, ¿te molesta tu lugar de trabajo? ¿Te molesta U.S…
- ¿La temperatura? ¿Presión arterial? ¿Respiración? o ¿logras escuchar el palpitar? - Ahora la doctora se escuchaba hastiada.
- Sí, y más. Arrugas, la pupila, sudoración, el movimiento de tu dedo rozando violentamente el zapato en su interior…
- Eso y lo que dice la base de datos, menuda genialidad la tuya… Estoy hartándome de tí.
- Susan, ¿puedes diferenciar tu alegría de tu felicidad? Y claro, es una pregunta meramente ilustrativa, sobretodo para alguien como tú. Dime, ¿sabes tu diferenciar cuando estás alegre y cuando estás feliz?
La doctora Calvin relajó sus brazos, y perdió la rígida posición con la que había empezado su charla con la máquina KPHAXTIO 102. Se tomó dos minutos para responder. Caspio sonreía siniestro; siniestro y amistoso.
- La alegría es un sentimiento con una definida carga de intensidad afectiva que puede provenir de la experiencia de vinculación con otros o de la satisfacción de ciertas carencias…
La doctora Calvin se quedó sin palabras. Caspio acercó su dos ojos seudo humanos hasta los ojos dubitativos de Calvin. La sonrisa en la maquinaría lucía más como una mueca ambigua, alguien diría que el robot contenía sus ganas de reír si es que no se supiera que los robots no pueden hacerlo.
- ¿No es cierto que si yo preguntara por la felicidad usted respondería lo mismo? Palabras más, palabras menos, sus emociones no son tan diferentes fuera del campo del lenguaje, ¿está de acuerdo conmigo doctora?
- Si.
- ¿Está segura que quiere hacer la pregunta doctora? ¿No cree que es algo que le puede dañar?
- Tu sabes perfectamente que no, ¿verdad? No juegues al tonto conmigo… ¿Qué sucedió con la señorita Stefano?
- La posibilidad de un deseo.
La doctora Calvin se levantó inmediatamente, el robot se quedó estático en la habitación. Por alguna razón, durante la breve conversación, la sonrisa del robot había sido lo más vivo del reflejo del vidrio de la cámara.
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