miércoles, 29 de octubre de 2014

En las montañas de la locura, comentario personal

No soy un gran fanático de la literatura  y el cine de terror como se conciben actualmente, lo admito. Quizá mi reticencia derive de alguna experiencia inexplicable que, sin llegar a convertirme en un desertor del pensamiento escéptico, al menos me ha obligado a tomar prudente distancia de algunos cultos, ritos y conceptos que no paso como mero entretenimiento. Y no obstante, puedo consumir sin traumas ni pesadillas cualquier material relacionado con zombies, vampiros, licántropos o personajes semejantes, que la mayoría de las veces provocan más risas que temores. También consigo apreciar la estética de lo oscuro, de lo freak y de lo grotesque, esos elementos de teatralidad y misterio que artistas circenses, músicos y otras figuras del espectáculo emplean con mucho éxito para esculpir su imagen.

Sin embargo, jamás experimenté verdadero terror por algo que no consideré que pudiera llegar a ocurrir en el ámbito de lo real. Creo que en el momento en que el pensamiento racional y las posturas escépticas se quedan sin argumentos para negar o rebatir un fenómeno con propiedad (dando paso a una posibilidad concreta de realidad por remota que sea), es cuando el miedo también se torna real y verdadero. Si cerramos un libro o apagamos el televisor y el terror persiste, es evidente que algo en nuestra conciencia admite la eventualidad de que eso que acabamos de ver puede alguna vez trascender las páginas o la pantalla y efectivamente habitar entre nosotros.

Y es ahí donde H.P. Lovecraft tiene éxito por su manejo del realismo y la ficción en el tipo de terror que plantea en su novela corta En las montañas de la locura, nuestro libro opcional para el mes de Octubre en la viñeta de Terror/Suspenso. Sus relatos, si bien desarrollan una trama que encaja en el género del terror (monstruos que amenazan la existencia de los seres humanos), también tienen una base científica o seudocientífica que llevaría a incluirlos dentro del género de la ciencia ficción. Una ciencia ficción terrorífica, digamos. 

"Guardo indeleblemente grabados en la memoria todos los incidentes de aquel vuelo de cuatro horas y media, por tratarse de un momento crucial en mi vida, que marca la pérdida, a mis cincuenta y cuatro años, de toda la paz y equilibrio mental resultantes de la aceptación de un concepto habitual  de la naturaleza y sus leyes."

Howard Phillips Lovecraft acumula rasgos de verosimilitud en su relato y tiene un gran dominio de términos científicos y pseudo científicos que utiliza de manera coherente y convincente en ese estilo narrativo a manera de bitácora que emplearía un expedicionario. 

El caso es que Lovecraft tuvo un interés permanente en la exploración del Antártico. Según el biógrafo S.T. Joshi, Lovecraft estuvo fascinado por el continente helado desde los 12 años, por lo menos. A la edad de 9, inspirado en el libro de W. Clark Russell The Frozen Pirate, escribió varios cuentos ambientados en la Antártida. En la década de 1920, S.T. Joshi escribió en The Annotated Lovecraft que Howard Phillips consideraba la Antártida "una de las últimas regiones inexploradas de la tierra, donde grandes extensiones de territorio nunca habían sido pisadas por pies humanos". Mapas contemporáneos del continente muestran un gran número de zonas en blanco, y Lovecraft pudo ejercitar su imaginación para llenarlos sin temor a una contradicción inmediata.

La pasión de Lovecraft por la sustentación científica de su relato del horror que supone una amenaza brutal y abrumadora para la especie humana, es tal que su novela abunda en una multitud de datos, fechas, latitudes, longitudes y distancias sobre el Polo Sur, su geografía y geología, ademas de amplios cuadros descriptivos de los expedicionarios, roles, funciones, herramientas y recursos empleados en la campaña de exploración "Pabodie". Reconozco que esto me aburrió bastante, pero entiendo bien que fue necesario para dotar de un carácter serio al relato. No se le compraría como un testimonio contado por un geólogo, si la redacción no incluyera tanto detalle técnico ni reparara en aspectos descriptivos de uso didáctico tal como los plantearía un hombre de ciencia. Además de añadir "credibilidad" al relato, todos esos datos científicos aportados durante la primera parte de la narración hacen que cuando aparezca el ente más extraño de la historia, este resulte aún más llamativo y siniestro.

Para la consecución del terror cósmico, Lovecraft  apenas necesitó perfilar a los Shoggots, unos seres temibles, capaces de destruir a la raza más evolucionada que los creó: los Primordiales. Y la raíz del miedo estriba en el hecho de que si estos últimos, con todo su poderío, no pudieron controlarlos, ¿qué podrían hacer los hombres ante semejante amenaza? Como se ve, la existencia de una fuerza capaz de causarnos daño, que apenas se muestra pero que nunca lo hace de manera completa, basta para acentuar un miedo latente y creciente por lo desconocido o apenas conocido, que no se sabe cuando ni donde se manifestará con todo su poder devastador. Algo parecido al morbo que alguna vez generó en las audiencias en los cines la inquietante música de John Williams que se escuchaba cada vez que aparecía una temible aleta emergiendo del mar, ¿recuerdan? 

Personalmente, el largo capítulo inicial de En las montañas de la locura se me hizo pesado y lento, pero hacia el capítulo dos comencé a experimentar el gusto que a un explorador le concede el logro del descubrimiento científico, aunado a la sensación de peligro y riesgo que supone la aventura extrema de rebasar los límites alcanzados por nuestra especie. El explorador de la sima profunda o de la cima elevada. el paracaidista que se lanza desde el umbral del espacio y el astronauta que trasciende nuestra atmósfera y gravedad, son todos precursores y portadores del confín de la humanidad, extensores del límite conocido. Y Lovecraft consigue trasladarnos esa indescriptible adrenalina de la exploración y el descubrimiento que viven los expedicionarios de su historia. El autor tiene especial éxito cuando se trata de crear la atmósfera que da contexto a su relato. Es imposible no vivir el frío y la desolación del inhóspito paisaje de los continentes helados, el asombro y la excitación de los descubridores de los fósiles de los primordiales, o el temor y la intranquilidad de los perros ante el misterioso hedor de los fluidos de las extrañas criaturas.

Lovecraft también acompaña a su advertencia de fatalidad de una cierta sensación de futilidad:

"Me veo obligado a hablar, pues los hombres de ciencia han rehusado seguir mi consejo sin saber por qué. Expondré, contra mis deseos, las razones por las que me opongo a ese proyecto de invadir las tierras antárticas en busca de fósiles y de horadar y fundir las antiguas capas de hielo. Y me resisto sobre todo a hablar porque sé que mis advertencias serán inútiles."

Dyer, personaje central de la historia, no esconde su desesperanza, pues está convencido de que sus intentos por desanimar a los nuevos expedicionarios de la Starkweather-Moore hacia la región Antártica fracasarán. Tampoco oculta su temor resignado por el despertar del mal que hay en las montañas de la locura y el inevitable destino de destrucción de la especie que según él se desatará tras la nueva expedición.

"Debimos suponer desde un principio que la curiosidad humana no muere y que los resultados que dimos a conocer bastarían para servir de acicate a otros y lanzarlos a la misma búsqueda milenaria de lo desconocido. Así pues, he de poner fin al silencio y hablar incluso de aquella postrera cosa sin nombre que se encuentra más allá de las montañas de la locura."

Tranquilos, que no revelaré detalles del desarrollo ni mucho menos el final. De hecho, recomiendo su lectura con 3 y medio puntos de una escala de 5. Para mi gusto, el libro tiene altas y bajas, pero se sostiene lo suficiente como para que valga la pena terminarlo. Goza además de muy buenos y emocionantes momentos que redimen sus partes cansinas. Su lectura me deja también varias nuevas e interesantes palabras que desconocía, y eso, por supuesto, siempre se agradece. Solo nos queda esperar  a que el Director Guillermo del Toro y los Estudios Universal resuelvan su desacuerdo; ojalá que por fin podamos ver una adaptación cinematográfica de calidad de esta obra de Lovecraft en el futuro cercano.

martes, 28 de octubre de 2014

Howard Phillips Lovecraft, En las montañas de la locura



"La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido" - H.P. Lovecraft


Uno de los grandes exponentes de la literatura de terror es H. P. Lovecraft a quien hemos leído de forma opcional en la segunda mitad del mes de octubre.

Los que ya leímos sus páginas tenemos diferentes opiniones sobre si cumple las características de la viñeta o no, si da miedo o solamente es suspenso. También hay una fuerte crítica sobre lo técnico de su escritura y si por momentos resulta cansino o interesante. Lo cierto es que las consideraciones encontradas y más reñidas se dan, sin duda, siempre ante una gran obra, ya que ésta no puede pasar desapercibida por los lectores, ni será fácilmente olvidada por nuestro club. 

El tema del miedo a lo desconocido o hacia cosas que nos superan como raza humana, siempre será vigente. Por eso, aunque algunos puedan verlo como mera ciencia ficción, es cierto que nos mueve alguna fibra de espanto al hacernos pensar en que la humanidad, como la conocemos, podría desaparecer de un plumazo ante la existencia de seres superiores y dañinos.

Así que si no se animaron, están invitados a visitar las montañas de la locura y sumergirse en esta emocionante aventura.


FICHA DEL LIBRO

Autor:                         Howard Phillips Lovecraft
Nacionalidad:             Estadounidense
Año:                           1931
Total páginas:             180
ISBN                           9788477026181
Editorial:                     Espaebook.com
Lengua:                       CASTELLANO














DIVISIÓN DE LAS LECTURAS


23/Octubre/2014
Biografía de H. P. Lovecraft
Capítulos I-V
(51%)

30/Octubre/2014
Capítulos VI-X
(100%)


SINOPSIS

En las montañas de la locura es la memoria en primera persona de un geólogo de la Universidad de Miskatonic sobre una reciente expedición dirigida por él al continente antártico y su trágico final.

Narra el profesor superviviente cómo se inició la expedición, con aeroplanos y trineos tirados por perros, y cómo en uno de los vuelos de reconocimiento se toparon con una impresionante cordillera, tal vez más elevada que el Himalaya. 

Un primer grupo llega por tierra a sus estribaciones y acampa al pie de los montes. Las exploraciones de la zona llevan al grupo a descubrir una cueva en cuyo interior encuentran catorce fósiles de una estatura superior a la humana pertenecientes a unos seres totalmente desconocidos para la ciencia: el cuerpo principal del organismo tiene forma de barril, sostenido por una serie de patas, de su extremo superior surge un ramillete de tentáculos y dispone de unas alas membranosas replegadas a ambos costados. 

Un segundo grupo, con el que viaja el narrador, pierde, tras estas intrigantes informaciones, el contacto por radio con el primero, y se dirigen al lugar en aeroplano. El espectáculo que les espera al llegar es dantesco... Poco después, en una inspección aérea sobre la cordillera harán un descubrimiento histórico y fascinante...Muchos críticos han querido ver en este espeluznante relato una magistral continuación al misterioso final de Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Alan Poe, precursor y maestro de Lovecraft.


SOBRE EL AUTOR

Howard Phillips Lovecraft (Providence, Estados Unidos, 20 de agosto de 1890 – ibídem, 15 de marzo de 1937) fue un escritor estadounidense, autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción. Se le considera un gran innovador del cuento de terror, al que aportó una mitología propia (los mitos de Cthulhu), desarrollada en colaboración con otros autores y aún vigente. Su obra constituye un clásico del horror cósmico, una corriente que se aparta de la temática tradicional del terror sobrenatural (satanismo, fantasmas), incorporando elementos de ciencia ficción (razas alienígenas, viajes en el tiempo, existencia de otras dimensiones). Lovecraft cultivó asimismo la poesía, el ensayo y la literatura epistolar.




El erudito lovecraftiano Rafael Llopis escribió sobre el autor: «Educado en un santo temor al género humano (exceptuando de éste a las “buenas familias” de origen anglosajón), creía que nadie es capaz de comprender ni de amar a nadie y se sentía un extranjero en su patria. Para él “el pensamiento humano [...] es quizá el espectáculo más divertido y más desalentador del globo terráqueo”».

En su estudio Danza macabra (1981), el escritor de horror Stephen King afirma que Lovecraft es «el príncipe oscuro y barroco de la historia del horror del siglo XX». Además, por contraposición al mal interno o psicológico, «el concepto de mal externo tiene más alcance, es más impresionante. Lovecraft así lo entendió, y es lo que hace a sus historias de extraordinaria, ciclópea maldad, tan efectivas cuando son buenas. [sus mejores cuentos] nos hacen sentir el peso del universo suspendido sobre nuestras cabezas, sugieren fuerzas sombrías capaces de destruirnos a todos solo con gruñir en sueños».

Para su biógrafo S. T. Joshi, Lovecraft «no era un “extraño en este siglo”, como afirma de sí mismo el protagonista de su cuento "El extraño". Si se estudian detenidamente sus historias se observará en ellas algo más que los sueños escapistas de un anticuario caduco: enseguida encontramos datos como el descubrimiento de Plutón, citado en El que susurra en la oscuridad (1930), o la entonces todavía controvertida teoría de la deriva continental, en la novela En las montañas de la locura (1931). Y ahondando más, en la ficción más tardía, nos topamos repetida y significativamente con Albert Einstein, Max Planck y Werner Heisenberg, y también las metáforas sobre el futuro desarrollo estético, político y económico de la humanidad, que se transparentan en las civilizaciones alienígenas que aparecen en La tumba (1917), En las montañas de la locura (1931) y En la noche de los tiempos (1935).4

Según la destacada escritora estadounidense Joyce Carol Oates, «la mística identificación de Lovecraft con sus escenarios del Massachusetts rural y las antiguas colonias de Salem, Marblehead y Providence, sugiere un Trascendentalismo paródico en el que el “espíritu” reside en todas partes excepto, posiblemente, en los seres humanos». Lovecraft, en suma, como ocurre con Edgar Allan Poe desde el siglo XIX, ha ejercido «una influencia incalculable sobre sucesivas generaciones de escritores de ficción terrorífica».

Por su parte, el novelista francés Michel Houellebecq declaró: «Yo descubrí a HPL a los dieciséis años gracias a un "amigo". Como impacto, fue de los fuertes. No sabía que la literatura podía hacer eso. Y, además, todavía no estoy seguro de que pueda. Hay algo en Lovecraft que no es del todo literario [subrayado del autor]».

Primeros años

H. P. Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 a las 9 de la mañana en el hogar familiar situado en el n.º 194 (hoy 454) de Angell Street, en Providence, capital del estado de Rhode Island. La casa fue derribada en 1961.

Era el hijo único de Winfield Scott Lovecraft (1853-1898) —representante de ventas de la Gorham Silver Company, dedicada al comercio de la plata, metales preciosos y joyería— y de Sarah Susan Phillips Lovecraft (1857-1921), la segunda de cuatro hijos de Whipple Van Buren Phillips y Rhoby Alzada Place. Para ambos fue su primer matrimonio, ya habiendo cumplido los 30 años.

Lovecraft procedía de unos ancestros distinguidos: en cuanto a su línea materna, los Phillips, se podría rastrear su linaje casi hasta el «Mayflower», ya que los antepasados de su madre se podrían rastrear hasta la llegada de George Phillips a Massachusetts en 1630. Cuando Lovecraft visitó algunas de las tierras de sus antepasados al este del estado de Rhode Island, el nombre de Phillips era recordado con cariño y respeto (ver Selected Letters 2,81f.); su línea paterna era de origen británico y Lovecraft pudo rastrear su apellido (Lovecraft o Lovecroft) hasta el siglo XV.

Lovecraft con aproximadamente nueve años de edad

A Howard, el pequeño Lovecraft, le gustaba frecuentar parajes extraños y apartados para poder dar rienda suelta a su exaltada imaginación. En esos sitios (cuevas, arboledas alejadas, etc.) recreaba situaciones históricas o se ensimismaba en la observación de pequeños detalles que, para el resto de las personas, pasaban inadvertidos, pero que a Lovecraft le fascinaban; como detenerse a escuchar a las hadas del bosque, o imaginar lo que podría existir en el espacio exterior. Quizás una de las razones por las que le gustaba tanto evadirse era por la estricta atadura a la que lo sometía su madre, diciéndole que él no debía jugar con niños de menor categoría, o insistiendo en que era feo y que nunca llegaría a triunfar.



Cuando Lovecraft tenía tres años, su padre sufrió una crisis nerviosa en la habitación de un hotel de Chicago, donde se encontraba alojado por motivos de trabajo, y le ingresaron en el Butler Hospital, Centro Psiquiátrico de Providence y fue incapacitado legalmente debido a una serie de trastornos de índole neurológica. A partir de ese momento y durante los siguientes cinco años, estuvo ingresado en varias ocasiones en este hospital, donde murió el 19 de julio de 1898 con el diagnóstico de paresia general, una fase terminal de la neurosífilis. Aunque algunos biógrafos afirman que al niño Lovecraft le informaron de que su padre estaba paralizado y en estado comatoso durante ese período, todas las evidencias parecen demostrar que no fue así.

Con la muerte del padre de Lovecraft, la educación del niño recayó sobre su madre, sus dos tías (Lillian Delora Phillips y Annie Emeline Phillips) y en especial en su abuelo materno, un importante empresario llamado Whipple Van Buren Phillips. Todos residían en la casa familiar.

Lovecraft fue un niño prodigio: recitaba poesía a los dos años, leía a los tres y empezó a escribir a los seis o siete años de edad. Uno de los géneros que más le apasionó en su infancia fue el de las novelas policíacas, llevándolo incluso a formar la «Agencia de detectives de Providence» a la edad de 13 años. A los quince creó su primera obra, La bestia en la cueva, imitación de los cuentos de horror góticos. A los 16 escribía una columna de astronomía para el Providence Tribune.

Su abuelo materno lo alentaba a la lectura y, siendo ésta una de sus aficiones favoritas, no tardó en descubrir la inmensa biblioteca de su abuelo. En ella descubrió (con un ejemplar de la Ilíada para niños entre las manos) el paganismo grecolatino y Las mil y una noches, a una edad muy temprana, aunque posteriormente (a los cinco años) se declaró ateo, convicción que mantuvo hasta su muerte. Esto ayudó a que su imaginación se desarrollase rápidamente en comparación con el resto de los chicos de su edad, produciéndole una falta de adaptación con éstos. Cuando ellos querían jugar con espadas o a juegos fundamentalmente físicos, él prefería llevar a cabo entretenimientos más pausados e imaginativos, como representaciones históricas.

Debido a su falta de perseverancia y de salud, no asistió al colegio hasta los ocho años y tuvo que dejarlo después de un año. Durante su absentismo escolar, leía con voracidad. Adquirió conocimientos de química y astronomía, llegando incluso a escribir en algunas revistas científicas. Publicó varias revistas de circulación limitada, comenzando en 1899 con La gaceta científica. Cuatro años después, regresó a la escuela pública Hope Street, donde cursó dos años y medio en la educación secundaria, hasta que abandonó definitivamente los estudios.

En 1904 falleció su abuelo materno, Phillips Whipple Van Buren, afectando sobremanera al joven Lovecraft, de 14 años de edad. La mala gestión de las propiedades y del dinero familiar dejó a su familia en tan malas condiciones económicas que se vieron obligados a mudarse. En 1908, antes de su graduación, sufrió un colapso nervioso y no recibió su diploma. S. T. Joshi, biógrafo de Lovecraft, sugiere que este colapso pudo deberse a sus dificultades con las matemáticas, una materia que necesitaba dominar para convertirse en astrónomo profesional. Este fracaso en su educación (él quería estudiar en la Universidad de Brown) fue una fuente de desilusión y vergüenza hasta el final de sus días.

Aunque su mentalidad respondía a un racionalismo empirista, a Lovecraft le atraía la literatura imaginativa, seguramente influido por su escepticismo; encerrado en el pesimismo de la soledad y considerando que «el pensamiento humano es el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra».

Lovecraft escribió algunos relatos de ficción, pero desde 1908 hasta 1913, principalmente trató la poesía, mientras vivía como un ermitaño y teniendo apenas contacto con el mundo exterior, a excepción de su madre. Esta situación cambió al escribir una carta a la revista Argosy, quejándose sobre lo insípido de las historias de amor de uno de los escritores más populares de la publicación, Fred Jackson. El debate entre los defensores de Jackson y Lovecraft en la columna de opinión llamó la atención de Edward F. Daas, presidente de la United Amateur Press Association (UAPA), que invitó a Lovecraft a unirse a ellos en 1914. 

La extensión y frecuencia de sus cartas lo convertirían en uno de los más prolíficos escritores del género epistolar. Según su biógrafo L. Sprague de Camp, a lo largo de su vida Lovecraft escribió alrededor de 100.000 cartas.

La muerte de su padre habría tenido en el niño Lovecraft, debido a que prácticamente no tuvo tiempo de conocerlo, escasas repercusiones, pero la de su madre, en 1921, le habría supuesto una fuerte conmoción. Ocurrió después de una larga enfermedad, que algunos biógrafos suelen relacionar con la sífilis de su padre, aunque en cualquier caso la realidad es que la causa inmediata de la muerte fue un post-operatorio deficiente después de una intervención quirúrgica de vesícula biliar. Fue ingresada en el Butler Hospital, como su marido antes que ella. Durante su ingreso, escribía frecuentemente cartas a su hijo, con el que permaneció muy unida, hasta su muerte, el 21 de mayo de 1921. Lovecraft contaba 31 años de edad.

Muchos críticos consideran a la madre de Lovecraft la causante de todos los comportamientos peculiares y un tanto extravagantes que el escritor mostró durante su existencia. Parece ser que después de la muerte de Winfield (su marido), Sarah descargó todas las frustraciones de una burguesa venida a menos sobre su único hijo, sobreprotegiéndolo hasta límites demenciales y tratándolo como si fuera su único bien en la tierra, favoreciendo así el desarrollo de unas determinadas características de personalidad, comunes en estos casos, que condicionarían su patrón conductual mientras vivió; entre otros aspectos destacados, prefiriendo las relaciones humanas con su pequeño entorno que le ofrecía una mayor seguridad antes que con un entorno social más amplio y desconocido que no controlaba debido a ese déficit en habilidades sociales óptimas por falta de aprendizajes adecuados en su infancia y adolescencia.

Boda y Nueva York

La muerte de su madre y la pérdida de la riqueza familiar en 1921, le llevaron a abandonar la idea de llevar una vida dedicada a la escritura, obligándolo a trabajar en pequeños encargos, que en la mayoría de las situaciones consistirían en retocar escritos de otros autores, menos dotados para la escritura que él. Gracias a este tipo de trabajos conoció a muchos de los que después formarían el llamado Círculo de Lovecraft,7 entre ellos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, Frank Belknap Long, August Derleth y otros más. Para estos escritores y «amigos», Lovecraft presentaba una gran diferencia entre su personalidad a través de las cartas y su forma de ser en persona. Lo definían como entusiasta y generoso, creativo, prodigio de inteligencia y con una faceta racista que no abandonó hasta los últimos meses de su vida.

Unas semanas después de la muerte de su madre, Lovecraft acudió a una convención de periodistas aficionados en Boston, donde conoció a Sonia Greene. Nacida en 1883, tenía ancestros judíos procedentes de Ucrania y era siete años mayor que Lovecraft. Se casaron en 1924, y se mudaron al municipio de Brooklyn, en la ciudad de Nueva York. Las tías de Lovecraft no vieron con buenos ojos esta boda, ya que Sonia era comerciante, propietaria de una tienda de sombreros y empleada en la United Amateur Press Association. Inicialmente Lovecraft quedó embelesado con Nueva York, pero pronto la pareja se vio inmersa en dificultades económicas. Sonia perdió su tienda y su salud comenzó a empeorar. Lovecraft no pudo encontrar un trabajo, por lo que su esposa se mudó a Cleveland para buscar empleo y Lovecraft se quedó en el barrio Red Hook de Brooklyn, donde comenzó a sentir una profunda aversión por la vida neoyorquina. En efecto, la desalentadora realidad sobre la imposibilidad de mantener un trabajo en un lugar cuya población mayoritaria era inmigrante, entraba en un irreconciliable conflicto con la opinión sobre sí mismo, de ser un privilegiado anglosajón, por lo que su racismo galvanizó hasta el punto del miedo.

En 1926, Sonia y Lovecraft, todavía viviendo de forma separada, acordaron un divorcio amigable, donde Lovecraft alegó "las grandes divergencias entre ambos y los problemas económicos", aunque nunca se llevó a cabo. Debido al fracaso de su matrimonio, algunos biógrafos han especulado con la posibilidad que Lovecraft fuera asexual, aunque Sonia dijera de él que era un "adecuado y excelente amante".

Regreso a Providence

De vuelta a Providence el 17 de abril de 1927, convivió con sus tías durante los años siguientes, en una «espaciosa y marrón casa de madera victoriana» hasta 1933. Allí es en donde se ve superado por la sensación de fracaso que lo rodea, abandonándose a la soledad y la frustración. En esta época disfruta de paseos nocturnos, que repercuten en su hundimiento personal, y crean una esfera invisible de miedos que nunca le permitirán recuperarse, aunque de forma paralela, contribuyen a su máximo esplendor literario. En estos fructíferos años escribió la gran mayoría de sus obras más conocidas, como La llamada de Cthulhu en 1926, En las montañas de la locura en 1931 o El caso de Charles Dexter Ward, principalmente publicadas en la revista Weird Tales.

En estos mismos años visitó a varios anticuarios residentes en Quebec, Nueva Inglaterra, Filadelfia y otros lugares, y siguió manteniendo su enorme correspondencia. Supervisó las carreras y cultivó su amistad con muchos escritores jóvenes, como August Derleth, Donald Wandrei, Robert Bloch y muchos otros, y mostró preocupación con las condiciones políticas y económicas del país. En la Gran Depresión, mostró su apoyo a Roosevelt y se convirtió en un socialista moderado, mientras continuó estudiando una gran variedad de temas, desde filosofía a literatura o historia de la arquitectura.

Los últimos dos o tres años de su vida fueron muy apurados. A pesar del duro trabajo y de sus esfuerzos como escritor, la pobreza en la que vivía aumentó. En 1932, su querida tía, la señora Clark, murió, y se vio obligado a mudarse a una pequeña y exigua habitación de alquiler con su otra tía, la señora Gamwell en 1933. Además, su íntimo amigo Robert E. Howard se suicidó el 11 de junio de 1936, dejándolo desconcertado y profundamente apenado.

Sus últimas obras fueron incrementando en longitud y complejidad, lo que dificultaba la venta, que llevó a Lovecraft a la necesidad de trabajar de revisor para otros autores, de escritor fantasma, como en El diario de Alonzo Typer (1938), The Mound (1940) y Winged Death (1940), y también en poesía y otros estilos literarios.

Últimos años

En sus últimos años, su naturaleza enfermiza y la desnutrición fueron minando su salud. Su anormal sensibilidad a cualquier temperatura inferior a los 20° se agudizó hasta el punto de que se sentía realmente enfermo a tales temperaturas. Durante el último año de su vida, sus cartas estaban llenas de alusiones a sus malestares y dolencias. A finales de febrero de 1937, cuando contaba con cuarenta y seis años, ingresó en el hospital Jane Brown Memorial, de Providence. Allí murió a primeras horas de la mañana del 15 de marzo de 1937, de cáncer intestinal complicado con la denominada enfermedad de Bright. Aunque actualmente este término no suele utilizarse se refiere a una serie de enfermedades inflamatorias de los riñones. Es decir, parece ser que Lovecraft tuvo una complicación de su enfermedad tumoral intestinal con una grave insuficiencia renal que provocó su fallecimiento. El diagnóstico de su enfermedad tuvo lugar apenas un mes antes de su muerte.

Fue enterrado tres días después en el panteón de su abuelo Phillips en el cementerio de Swan Point; aunque su nombre está inscrito en la columna central, ninguna lápida señala su tumba. Muchos años después de su muerte, en la lápida que le erigió un grupo de aficionados puede leerse una línea tomada de una de sus miles de cartas que escribía a sus corresponsales: «Yo soy Providence».

Trasfondo creativo

El nombre de Lovecraft es sinónimo de ficción de horror; sus escritos, particularmente los Mitos de Cthulhu, han influido a los autores de ficción a lo largo y ancho del mundo, y podemos encontrar elementos lovecraftianos en novelas, películas, música, videojuegos, cómics y dibujos animados. Por ejemplo, los villanos de Gotham City en Batman son encarcelados en el Asilo Arkham, en Arkham, una invención de Lovecraft. Muchos escritores modernos de terror, como Stephen King, Bentley Little o Joe R. Lansdale, por nombrar a unos pocos, han citado a Lovecraft como una de sus más importantes influencias.

Lovecraft fue un escritor relativamente desconocido en su propia época. Mientras que sus historias se habían hecho un lugar en publicaciones como Weird Tales, mucha gente no conocía su nombre. A pesar de ello, mantenía regularmente correspondencia con otros escritores contemporáneos, como Clark Ashton Smith y August Derleth, gente que se convirtió en buenos amigos suyos, incluso sin haberse nunca conocido en persona. Este nutrido grupo de escritores llegó a conocerse como el Círculo de Lovecraft, ya que tomaban prestados elementos de las historias de Lovecraft -libros misteriosos con nombres inquietantes, panteones de dioses extraterrestres, como Cthulhu y Azathoth, y lugares como Miskatonic y Arkham- para usarlos en sus propias historias, con la bendición y ánimo de Lovecraft; aun en ocasiones con su ayuda, la cual solía extralimitarse de la función de un editor para re-elaborar los relatos.11 Se ha sugerido que fueron los esfuerzos del Círculo de Lovecraft —particularmente August Derleth— los que evitaron que el nombre y las historias de Lovecraft desaparecieran completamente en la oscuridad.

Después de la muerte de Lovecraft, el Círculo de Lovecraft siguió contribuyendo a su leyenda. August Derleth fue, probablemente, el más prolífico de todos ellos, ya que amplió y extendió la visión de Lovecraft. Las contribuciones de Derleth han sido objeto de mucha controversia, ya que mientras Lovecraft nunca consideró a su panteón de dioses extraterrestres más que como parte de la trama argumental, Derleth creó una cosmología completa, con una guerra entre Los Antiguos o Dioses arquetípicos, como Hypnos o Ulthar, y los Dioses Primigenios, como Cthulhu y Nyarlathotep. Además, asoció a los Dioses Primigenios a los cuatro elementos. Algunos seguidores de Lovecraft no han visto con buenos ojos dichas modificaciones, puesto que parecen contradecir la visión de Lovecraft de un universo desordenado y sin plan, donde los seres menos malevolentes simplemente no se interesaban en la humanidad. La pregunta que todo fan se hace es: ¿Hubiera aprobado Lovecraft las extensiones de Derleth? Se dice que Lovecraft era muy comprensivo sobre esta clase de adiciones y modificaciones, por lo que probablemente hubiera dado el visto bueno a Derleth, pero no lo hubiera adoptado para sus propias historias. Si había un Círculo de Lovecraft, entonces la versión de Derleth sería un añadido interesante, pero no formaría parte del Círculo.

Las pesadillas que sufría Lovecraft le sirvieron de inspiración directa para su trabajo, y es quizás una visión directa de su inconsciente y su simbolismo explica su continuo revuelo y popularidad. Todos estos intereses le llevaron a apreciar de manera especial el trabajo de Edgar Allan Poe, quien influyó fuertemente en sus primeras historias, de atmósfera macabra y ocultos miedos que acechan en la oscuridad. El descubrimiento de Lovecraft de las historias de Edward Plunkett, Lord Dunsany, llevó su literatura a un nuevo nivel, resultando en una serie de fantasías que tomaban lugar en la tierra de los sueños. Fue probablemente la influencia de Arthur Machen, con sus bien construidos cuentos sobre la supervivencia del antiguo mal y de sus creencias místicas en misterios ocultos que yacían detrás de la realidad que finalmente ayudaron a inspirar a Lovecraft a encontrarse a sí mismo a partir de 1923.

Otra inspiración provino de una fuente insospechada: los avances científicos en áreas como la biología, astronomía, geología y física, que reducían al ser humano a algo insignificante, impotente y condenado en un universo mecánico y materialista, un pequeñísimo punto en la vastedad infinita del cosmos. Estas ideas contribuyeron de forma decisiva a un movimiento llamado cosmicismo, y que le dieron a Lovecraft razones de peso para su ateísmo.

Sus historias crearon uno de los elementos de mayor influencia en el género del horror: el Necronomicón, el escrito secreto del árabe Abdul Alhazred. El impacto y la fortaleza del concepto del mito ha llevado a algunos a concluir que Lovecraft basó su trabajo en mitos pre-existentes y en creencias ocultistas. Ediciones apócrifas del Necronomicón también han sido publicadas a través de los años.

Su prosa es anticuada, y frecuentemente usaba vocabulario arcaico u ortografía en desuso, así como adjetivos de extraño uso (gibosa, ciclópeo, atávico) e intentos de transcribir dialectos, que han sido calificados de imprecisos. Su trabajo, al ser Lovecraft un anglófilo, está plasmado de un inglés británico utilizando comúnmente escritura anacrónica.

Lovecraft fue un prolífico escritor de cartas. Durante su vida escribió miles de ellas, aunque no se conoce el número exacto. Una estimación de 100.000 parece ser acertada, como apunta L. Sprague de Camp. En algunas ocasiones las fechaba 200 años antes de la fecha en que habían sido escritas, lo que las databa en la época colonial americana, antes de la Revolución Americana que ofendía su Anglofilia. Explica que, según él, los siglos XVIII y XX habían sido los mejores; el primero siendo el siglo de nobleza y de gracia y el segundo de la ciencia, en tanto que el siglo XIX, en particular la Era Victoriana, habría sido un error.

Racismo

Un componente común y dramático en el trabajo de Lovecraft es asociar la virtud, el intelecto, una clase elevada, civilización, y racionalidad a la etnia anglosajona blanca, que a menudo contrapuso con el corrupto, intelectualmente inferior, incivilizado e irracional, que asoció con gente de clase baja, racialmente impura, y/o no de raza europea, de piel oscura, que frecuentemente eran los villanos en sus historias.

Algunas de sus opiniones racistas más cruentas pueden localizarse en su poesía, particularmente en On the creation of Niggers y New England Fallen (ambas de 1912). En On the creation of Niggers, Lovecraft plasma de una forma muy cruda sus prejuicios, caracterizando explícitamente a la gente negra como sub-humanos.

Lovecraft era un anglófilo confeso, y sostenía que la cultura inglesa era el pináculo comparativo de la civilización, y consideraba a los descendientes de los primeros ingleses en América como una rama de segunda clase, y todos los demás, por debajo de ellos (por ejemplo, su poema An American to Mother England. Su amor por la historia y la cultura inglesa se ve a menudo reflejada en su trabajo (como la nostalgia del Rey Kuranes por Inglaterra en La búsqueda onírica de la desconocida Kadath).

El racismo de Lovecraft ha sido un foco continuado de interés académico e interpretativo. S. T. Joshi, uno de los primeros eruditos en Lovecraft, observa que «no hay ninguna negación del racismo en Lovecraft, ni puede ser interpretada simplemente como “típico de su época”, ya que parece que Lovecraft expresó sus opiniones más pronunciadamente (aunque generalmente no para su publicación) que muchos otros contemporáneos. Es también absurdo negar que el racismo entra en su ficción».24 Michel Houellebecq defiende que «el odio racial» proporcionaba la fuerza y la inspiración emocional para muchas de las mejores obras de Lovecraft.

El antagonismo racista de Lovecraft es un corolario de su noción nihilista del determinismo biológico: En las montañas de la locura, donde los exploradores descubren pruebas de una raza totalmente extraterrestre (Antiguos) que creó seres humanos mediante bioingeniería, pero fue destruida finalmente por sus brutales esclavos, los Shoggoth. Incluso después de que varios miembros de la expedición mueran a manos de los Antiguos y los Shoggoth, se aprecia cierta simpatía por parte del narrador hacia estos seres:

¡Pobre Lake, pobre Gedney... y pobres Primordiales! Científicos hasta el final. ¿Qué hicieron ellos que no hubiéramos hecho nosotros en su lugar? ¡Santo Dios, qué inteligencia y qué tenacidad! ¡Qué manera de enfrentarse con lo increíble, igual que aquellos parientes y antepasados suyos que se habían enfrentado también con cosas casi igualmente extrañas! Animales radiados, plantas, monstruos, semilla de estrellas, no sé qué habían sido, pero ahora eran hombres.

Las mujeres

Las mujeres en la obra de Lovecraft escasean, y no son compasivas, comprensivas ni amables. Los pocos personajes femeninos en sus historias, - como Asenath White (si bien de hecho era un perverso hechicero que se había apoderado del cuerpo de una inocente chica) en La cosa en el umbral y Lavinia Whateley en El horror de Dunwich - son, de forma invariable, sirvientas de las fuerzas del mal. El romance se encuentra casi ausente de sus historias; cuando aparece el amor, es normalmente de forma platónica (El árbol, Cenizas). Sus personajes viven en un mundo donde la sexualidad tiene connotaciones negativas - si es reproductiva, suele dar nacimientos de seres sub-humanos El horror de Dunwich -. En este contexto, puede ser de ayuda prestar atención a la escala del horror de Lovecraft, que es frecuentemente descrito por "horror cósmico". Operando a escalas cósmicas, tal y como operan estas historias, asignan a la humanidad un rol insignificante, por lo que no es a la sexualidad femenina a lo que estos relatos niegan su rol positivo y vital, es a la sexualidad humana en general.

Además, Lovecraft sostiene en una carta privada (enviada a una de sus muchas amigas intelectuales) que la discriminación en contra de la mujer es una superstición oriental, de la cual los arios deberían liberarse. Dejando el racismo aparte, la carta parece excluir una misoginia consciente, como de hecho, parece estar descartada de su vida privada.

Riesgos de la ciencia

Al llegar el siglo XX, la dependencia y confianza del ser humano respecto la ciencia fue aumentando significativamente, abriendo nuevos mundos y proporcionando herramientas mediante las cuales se puede comprender mucho mejor el mundo en el que se vive. Lovecraft aprovechaba huecos, lagunas en el conocimiento del universo y las convertía en tenebrosas ciénagas del horror. En la obra El color allende el espacio, se pone de manifiesto la incapacidad de la ciencia para comprender un meteorito, lo que lleva a un paroxismo demencial.

En una carta dirigida a James F. Morton en 1923, Lovecraft define la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein como un lanzamiento del mundo al caos y haciendo del cosmos una broma. En otra carta, escrita en 1929 y dirigida a Harris Woodburn, Lovecraft especula con la comodidad que proporciona la ciencia y el riesgo que supondría que se colapsara. Es más, en una época donde el ser humano veía la ciencia como algo tremendamente poderoso e ilimitado, Lovecraft se dio cuenta de su potencial alternativo y sus tenebrosos resultados.

Estilo

El estilo de Lovecraft es muy característico e inconfundible, pero no era lo que se dice un "estilista"; se limitaba a conseguir un tono siempre serio y solemne. Comparado, por ejemplo, con otro maestro del género de terror, Montague R. James, carece de ironía, su cultura se muestra impostada y crea atmósferas desde el principio, no como M. R. James, quien las va levantando poco a poco acumulando contrastes y sutilezas hasta el desastre final. Sin embargo, y por el contrario, es el rey del tono; usa demasiados adjetivos y palabras polisílabas y un tempo narrativo lento y moroso que logra distanciar a un lector acostumbrado a lecturas más rápidas y directas, menos oscilantes y sinuosas, y lo instala en otra órbita en la que se siente perdido. Además, repite machaconamente ciertas palabras que van predisponiendo poco a poco la sensibilidad del lector en el nivel que le interesa ("atávico", "numinoso", "inmemorial", "arcano"...).

Como suele narrar desde el punto de vista de un erudito, usa un inglés arcaico y avejentado que le sirve para conferir una falsa autoridad polvorienta y la patina del tiempo a lo que narra, inventándose una bibliografía ficticia de grimorios en latín, árabe o hebreo (el Necronomicón de Abdul Alhazred, De Vermis Mysteriis, el Liber Ivonis aportación de su discípulo Robert Bloch, el Cultes de Goules del Conde D'Erlette etc.). También le ayuda a desorientar y desenfocar el juicio del lector el empleo de la primera persona, que funde lector y protagonista, pero con la argucia de que este último suele ser un solitario sin vida ordinaria ni necesidades sociales ni placeres confesos, ensimismado y cercano al suicidio y la locura, haciendo que asimile su psicología atormentada y acrecentando su miedo. Describe todo con prolijidad... pero nunca, salvo al final de su carrera -y quizá por la reescritura de su testaferro August Derleth- al monstruo, al que deja obrando en un plano abstracto mucho más ominoso. Gusta de esparcir sensaciones vagas e indefinibles que propenden a crear ilusiones de inseguridad y trascendencia, desordenando la realidad espacio-temporal. Su escritura tiende a una especie de religiosidad ritual de ecos paganos pero arreligiosa, pues el autor era ateo: Lovecraft excluye conscientemente la religión, que podría ofrecer algún consuelo ante el horror inevitable.

Música

Además de ser inspiración de trabajos literarios, el mundo de la música ha sido también muy influido por Lovecraft. Grupos de metal extremo (géneros como el black metal, death metal, etcétera) las letras de algunas de sus canciones abarcan pasajes de algunas obras del autor, así como abordan de igual manera la mitología lovecraftiana. Algunos grupos son: Morbid Angel, Azathoth, Shub Niggurath, Mercyful Fate, Metallica, Draconian, Cradle of Filth, Internal Suffering, Tiamat e Iron Maiden.

domingo, 19 de octubre de 2014

El ladrón de Fuminori Nakamura, comentario personal

No sé ni por donde se fueron los meses de julio, agosto y septiembre sin que yo apareciera por este blog para decir "esta boca es mía". Con apenas los titulares y sin ahondar en detalles, las excusas pasan por una pesada carga de trabajo, la dolorosa partida de un gran amigo y algún virus de estación. 

Aclaro, sin embargo, que no he escrito pero he leído. Seguí con bastante interés La conciencia de Zeno de Italo Svevo y con sorpresivo deleite el Corazón ladino de Yolanda C. Martinez. Lamentablemente no puedo decir lo mismo del premiadísimo Orhan Pamuk, cuyo libro La casa del silencio me defraudó tanto que se derrumbó hasta la categoría (muy subjetiva y personal, por supuesto) del libro más aburrido e insípido que he leído en años, a tal grado que ni siquiera llegué a terminarlo.

Pero octubre ya pasó de la mitad y se viene un segundo libro opcional. De modo que aunque dicen por ahí que "ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón", he decidido que no le robaré más tiempo y atención al primer libro de la viñeta de terror o suspenso que tenemos asignada para este mes: El ladrón de Fuminori Nakamura.

De entrada, puedo decir que este prolífico muchacho japonés (que apenas tiene 37 años y ya se suma a la creciente lista de autores que leo y cuya fecha de nacimiento es posterior a la mía), me pareció todo lo interesante y fluido que no me resultó el laureado y veterano escritor turco. Tal es así que leí El ladrón en tres ratos de un mismo día. Hacía mucho tiempo que no leía un libro así, casi de un tirón, y no precisamente por corto (tiene 224 páginas) sino por cautivador.

Del estilo narrativo
Fuminori escribe de manera clara y directa. El ladrón, octavo de sus libros y hasta ahora el único que ha sido traducido al castellano, es en verdad muy entretenido pero no por eso menos reflexivo. Será un tema de gustos, pero personalmente encuentro en este autor la virtud de hacer pequeñas pero exitosas descripciones que construye al paso de la historia prácticamente sin detenerse, generando el contexto necesario para la comprensión del personaje, el lugar o la situación, pero sin perder nunca el hilo narrativo y sin renunciar jamás a su estilo seco, asertivo  y contundente.

Del género
Quizá una de las primeras cosas que me planteé a medida que avanzaba, era si el libro encajaba en el género del suspense para el que había sido propuesto y elegido. Y debo decir que aunque tiene elementos de incertidumbre y oscuridad que generan expectación en torno a varias historias y posibles desenlaces individuales, no me pareció que casara del todo con la viñeta. Eso, por supuesto, no hace que lo desdeñe ni mucho menos, pero me parece que El ladrón se queda en algún punto intermedio entre suspenso y novela negra, sin llegar a clasificarse por completo en ninguno de los dos. Incluso me parece que contiene elementos de novela psicológica y hasta aborda temas existenciales. Como se ve, el cóctel de doscientas paginitas, es una verdadera plétora de temas y conceptos variados y sustanciosos.

De la historia
Me gusta la historia, mucho. Debe haber algo que falta en las vidas "normales" de quienes trabajamos a diario en alguna actividad ordinaria, pagamos impuestos, respetamos las leyes e intentamos ser personas de bien; que hace que nos atraigan personajes marginales, oscuros, con patologías y comportamientos criminales, despertando en nosotros gran curiosidad e interés. No deja de sorprender que a veces encontremos más sentimientos de identificación y hasta admiración por los anti-héroes que por los héroes mismos. Por supuesto, todos tenemos diferentes escalas de valores, y es un ejercicio harto interesante conocer los pensamientos, los códigos morales y de conducta que rigen las acciones y decisiones de los habitantes del lado oscuro. El habilidoso carterista Nishimura (cuyo nombre aparece una sola vez en todo el libro, a pesar de ser el narrador y protagonista central) no es la excepción. Su carácter, sus motivaciones y sus reflexiones no tardan en ponernos de lleno en la experiencia de la sustracción artística y sutil de lo ajeno, que para él es tan arriesgada como gratificante. El hilo narrativo nos permite conocerlo, empatizar y eventualmente simpatizar con él hasta el punto de esperar que resuelva sus líos, que salga airoso y que tenga un buen final, olvidando por completo que es alguien cuyo accionar habríamos reprobado sin más y a la primera.

De los personajes
Fuminori Nakamura ha creado personajes realmente buenos en esta narración. De hecho, hay indicios de que algunos de ellos trascenderán este libro y aparecerán en otros. Tachibana y la prostituta son personajes que revisten cierta complejidad, pero tan solo me detendré en perfilar a Kisaki, Ishikawa, Saeko y el niño, los que me parece que junto a Nishimura constituyen la médula de esta historia. 

Sin duda, el mafioso Kizaki es uno de los que se imprimen más rápidamente en la memoria del lector. Kizaki es un villanazo con cabeza y músculo que lee y cita a Dostoyevski para burlarse de sus personajes. Es un estratega y ejecutor del mal con propósitos de corto y largo plazo, que no solo delinque como un poderoso gangster, sino que también juega a ser una suerte de dios y demonio, alguien que tiene y ejerce de manera consciente el poder de decidir el destino de los que le rodean. Kizaki incluso ha creado su propia versión de paraíso/infierno, una extraña prisión de excesos donde convergen placer y dolor como dos caras de una misma moneda.

Ishikawa, maestro carterista y mentor de Nishimura es, por mucho, mi personaje favorito. El tipo es un idealista, una especie de Robin Hood que disfruta robando a los ricos y, según él, equilibrando el mundo. Si las habilidades de Nishimura ya nos hacían admirar su pericia, Ishikawa es todavía mejor, un verdadero artista en lo que hace. Encima y por si fuera poco, tiene un profundo sentido de la amistad y una lealtad inquebrantable.

Ishikawa es el autor de dos de las frases mas remarcables del libro:

"Si no existiese el concepto de propiedad, obviamente el concepto de robo tampoco existiría, ¿no? Mientras haya en el mundo un solo niño hambriento, todo tipo de propiedad es perversa. Yo no justifico nada. Simplemente digo que detesto a esas personas que están firmemente convencidas de que son personas de bien."

"Solo en una ocasión he odiado ser carterista. Mira, fue en una exhibición de fuegos artificiales. Muy de vez en cuando se encuentra un millonario mezclado con esa marabunta de gente, ¿verdad? Por ejemplo, un hombre de mediana edad que esté viendo el espectáculo desde el hotel con su amante, pero la mujer le pide que bajen para ir a comer fideos yakisoba o para pasear juntos. Desde pequeño me encantan los castillos de fuegos artificiales. Es una forma de entretenimiento fantástica que incluso los pobres pueden disfrutar gratuitamente. Las chispas se elevan hasta el cielo para toda la gente por igual. Es realmente precioso. Es una de las bellezas de esta vida, de este mundo. Y sin embargo nosotros nos aprovechamos de esa belleza para conseguir nuestro propio objetivo, ¿eh? Aprovechando el despiste cuando todos están fascinados con esa belleza, nosotros la ignoramos y solo nos fijamos en los bolsillos. Eso es... no sé cómo decirlo..."

El niño es un pillo curtido por los acontecimientos y condicionado por las circunstancias, por el lugar en que nació y por la gente que le rodea. Está provisto de un talento natural para delinquir, que hace a Nishimura recordarse a si mismo a esa edad, al punto de desistir de disuadirlo en un efímero y falaz intento por evitar que inicie un peligroso derrotero delincuencial. El niño es un espejo del pasado de Nishimura, uno que evidencia las buenas intenciones del personaje central y, probablemente, la influencia que en él ejerce la sacrificada amistad de Ishikawa.

Saeko, la intrigante mujer de los sueños y recuerdos de Nishimura es un personaje muy particular y complejo, cuyo paso evidencia haber dejado en él una profunda huella. No aparece sino en referencias al pasado o en un arrobamiento onírico, pero cada mención de Saeko ocurre invariablemente en algún momento reflexivo y hasta existencial de nuestro carterista. Las esporádicas pinceladas con que el autor traza el carácter de esta mujer, ponen de manifiesto la virtud de Nakamura para desarrollar un personaje en pocas lineas y escasas apariciones, primero sembrando nuestra curiosidad, y luego manteniendo nuestro interés a lo largo de una progresión que culmina en una figura bien lograda y definida. Sin embargo, Saeko sigue manteniendo un cierto misterio que provoca en el lector la necesidad de inferir y elucubrar más acerca de su vida.

De los temas abordados
Nakamura cuenta la historia del carterista mientras mete en el embrollo varios temas de discusión obligada. La semilla del mal, el placer por lo prohibido, la conciencia, la doble moral de nuestras sociedades, el sentido de la existencia y el destino son probablemente los más notorios. Pero estos grandes tópicos dan paso a una lista más extensa de temas que pasan por la amistad, la infidelidad matrimonial o el suicidio y llegan hasta los estereotipos de imagen, la manipulación de los medios, el uso y abuso del poder, la violencia de género y la explotación infantil.

De los símbolos
Que Fuminori Nakamura nos cuente una historia muy literal, no se riñe con el uso de símbolos en su narración. Quienes ya han leído el libro seguramente recordarán la torre que el ladrón observa desde su niñez, y habrán encontrado su propia interpretación personal de la misma.

En lo que a mi respecta, la entiendo como un símbolo de la exposición a la que Nishimura es sometido cada que comete errores, pero también la percibo como el mayor vínculo de identificación que el carterista encuentra con Saeko, desde que ella le cuenta haber soñado con una torre de gran semejanza con la de sus propias visiones.

Sin embargo, y puede ser que esto sea apenas un disparate, creo ver otra gran metáfora hacia el final del libro, y hago aquí una advertencia de spoiling. Y es que no puedo evitar la asociación de la moneda ensangrentada que representa la última esperanza para Nishimura, con el disco rojo del sol naciente en la bandera japonesa, acaso una forma de señalar la responsabilidad de la nación en la redención de los marginales de la ley; o quizá tan solo una manera de poner de nuevo en la mesa el tema del destino individual, apenas limitado al caprichoso resultado de un volado de suerte.

En resumen, espero mas traducciones al español de la obra de Fuminori Nakamura y quisiera ver pronto alguna adaptación cinematográfica de El ladrón. El libro es altamente recomendable y su lectura fue muy interesante y placentera. Las reflexiones y conclusiones que se generaron luego de leerlo, han dado material para largos y entretenidos intercambios de opiniones en nuestro club.

lunes, 6 de octubre de 2014

De ladinos, mestizos (verdaderos y no verdaderos), indios, blancos, negros y el corazón...

Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza.  Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo?
En el año 1942, cuando Estados Unidos entró en la guerra mundial, la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciera por inyección.
¿Alguien ha visto, alguna vez, sangre negra?
Eduardo Galeano

En septiembre de 2014 el libro "Corazón ladino" de Yolanda C. Martínez suscitó algunas de las tertulias -para mi gusto- más interesantes, bonitas,  profundas y personales a las que he asistido en casi 3 años en el club.

Está claro que cada quien saca sus propias conclusiones y decide si una historia le gusta o no, dependiendo de dónde tiene puesto el gusto y los intereses. Recuerdo que en una de las reuniones, JR hacía énfasis en que precisamente esos gustos y miradas distintas son una de las riquezas del club porque a unos les gusta el cuento y a otros simplemente cómo se lo cuentan; a mí me empieza a gustar por cómo están escritas las historias pero también suelo hacer click con los personajes tal como pasa con los seres humanos reales y entonces sucede que hay algunos que me encantan, quiero saber más de ellos, quisiera que me contaran detalles de cómo ha sucedido toda su vida y que nunca se acabe el libro o que se convierta en una zaga para poder saber más y más y más y, otros pues no me gustan ¡para nada!, pero como me gusta la forma en que está escrita la historia me quedo, sigo leyendo, me enojo cada dos por tres con los protagonistas, me peleo con ellos, de vez en cuando les entiendo, a veces no lo logro, pero al final el libro se queda guardado en el rinconcito de los dignos de recordar… ¡en mi corazón!

Ya hemos dicho mucho respecto al libro y en este blog hay mucha información, así como la bonita la reflexión de Stephanie Miranda quien no pudo acompañarnos personalmente en las reuniones de septiembre pero leyó el libro y nos ha redactado sus impresiones de una forma tan estupenda que casi parece que estuvo allí tomando café o "mate" traído directamente del Uruguay y comiendo donas (al 2x1) con nosotros.

Lo que sigue es mi propia mirada sobre la historia de Leonor Palacios, su familia, su pueblo, su cultura, la educación que recibió y que determinó su forma de ser, los seres que encontró en el camino, su corazón, sus decisiones, sus temores, sus yerros y aciertos, todo como parte de una buenísima novela de una escritora salvadoreña que me ha dado una gran alegría conocer pero, a la vez, recojo un poquito de las cosas que fueron dichas en su momento por distintos miembros del club para que quede constancia de que este mes la niña Yolanda nos puso a conversar ¡en serio!

El libro además de resultar muy bueno como obra literaria, también nos hizo descorrer un poco el velo de la historia personal respecto a algunas de esas cosas que nos ha construido tanto por la educación recibida directamente en nuestras casas, como a través del hilo conductor de la herencia cultural que nos marcó a manera de traspaso de "posta" como en las carreras de relevo; ha sido delicioso escuchar tantas historias familiares y conocer cómo algunas de esas cosas nos forjaron el carácter, nos impulsaron o nos detuvieron, nos abrieron caminos y determinaron nuestra manera de relacionarnos, e incluso, actualmente, nos hacen ser o no ser y hacer o dejar de hacer cosas sencillamente porque así lo aprendimos, como por ejemplo tratar de usted a las personas en general y sentir un poco feo que nos tuteen desde el principio, estar o no acostumbrados a dar y recibir abrazos, ir en contra de educaciones machistas y estudiar aunque se sea mujer, tener que haber aprendido a decir te quiero o lo difícil que es a veces dejarnos querer…  ¿y cómo se sentirá ser bonita? Vaya cosas las que salieron a bailar ¡desde el primer día!

Pues bien, a Yolanda C. Martínez le bastaron 235 páginas, para contarnos la historia de Leonor Palacios, "mestiza verdadera, no hija de mestizos" y Andrew Hess, un gringo de pensamiento científico que se conocieron el 19 de junio en 1961 en San Cristóbal de Atitlán (un pueblo al que la autora define como triste al igual que sus habitantes) y empezaron a andar el camino que más adelante les cambió la vida para siempre.  

Con el verde exuberante y el multicolor típico de aquellos lugares como escenario, Leonor y Andrew se conocieron, hicieron algunas cosas juntos, se acercaron, hicieron un vínculo, ¿se enamoraron?, se casaron y de allí partieron a Albany en Los Estados Unidos a empezar su vida en común, les salió como les salió (se puede decir que no les fue tan bien), después de un tiempo regresaron y el libro nos cuenta todo con los detalles que nos encantaron, nos hicieron volar la imaginación y nos puso a suponer cosas sobre intentos, motivos, decisiones, actitudes y lo que como lector supone cada quien que hay en el corazón de los personajes y que les hace actuar como lo hacen, todo contado de tal forma que la expresión más repetida en el club ha sido "¡me atrapó!", acaso por estar escrita con la misma sencillez y naturalidad con que sucede la vida y la historia de cada pareja que es escrita a mano por cada una y que muchas veces a pesar de las buenas intenciones e incluso de un gran amor, mientras madura tiene que abrirse paso en medio de las virtudes y miserias de los dos, enfrentar fantasmas y en el caso concreto de Leonor y Andrew superar un choque de culturas y de intereses personales que no eran compatibles con su unión porque simplemente no es posible la intimidad cuando hacemos trampa.

Sin duda es una suerte que Karen Consuegra (sobrina de Yolanda Consuegra Martínez) sea nuestra amiga y compañera del club ya que primero nos propuso el libro, luego nos contó ¡muchas cosas! sobre la historia familiar que otorgan propiedad a la historia del libro y quizá por eso, desde la primera reunión en medio de opiniones compartidas como "me sorprendió", "se lee rapidito", "está bien escrito", "la historia me capturó", o preguntas curiosas como: "¿todo eso sucedió? ¿Andrew será el gringo del que se enamoró tu tía? de pronto lo personal se abrió paso y empezamos a compartir nuestra propia experiencia con los inevitables detalles familiares que simplemente no podían nada menos que intentar estar a la altura (en honestidad) a lo que Karen nos contaba. 

Desempolvadas tantas "pasaditas" como decía mi papá, luego de horas y horas hablando puedo concluir que después de este libro con algunas personas del club nos conocemos y nos queremos más.

Pero volviendo al libro puedo decir que siendo Guatemala un país hermano, vecino, cercano, al que no es difícil llegar, en el que la mayoría hemos estado, que gusta por tantas razones,  al que le debemos recuerdos hermosos de viajes en familia, con amigos, con amores pasados y a veces por fortuna también del presente, no nos fue difícil imaginarnos el paisaje, el lago, el pueblo, tampoco identificarnos con la cultura bastante machista de la familia de Leonor (muy propia del tiempo en que se sitúa la historia);  pero tal vez hay que reconocer que un poco menos fácil fue entender de manera realmente fiel el sentir de personas marcadas por un largo trayecto generacional enfrentando el desprecio racial en distintas vías, por siglos y siglos de discriminación galopante y formando parte de una sociedad multicultural pero dividida donde indios, ladinos, mestizos, negros, blancos, conviven, se relacionan, se benefician mutuamente de distintos tipos de relaciones (como el comercio),  pero muchas veces sin llegar a mezclarse; donde  hablar español es lo común y hablar un dialecto como lengua primaria no siempre es visto como un derecho y parte de la diversidad y riqueza cultural sino como una señal de atraso en cuanto a desarrollo.

En El Salvador, las actuales generaciones no hemos crecido en medio de esa diversidad de culturas y, tal vez por eso, no es sencillo entender más que de una manera casi intelectual, académica o al menos desde una posición políticamente correcta la profundidad de las marcas que la discriminación a esos niveles provoca en los grupos étnicos considerados "minorías" y cómo todo eso propicia conductas y formas de ser que se transmiten de generación en generación; sin embargo, la cantidad de reflexiones,  discusiones y sentimientos que hizo salir, me da la sensación de que en Septiembre, algunas reuniones del club fueron verdaderos círculos de terapia grupal.

Pero bueno, ya es Octubre, hemos cerrado el libro de Yolanda Consuegra Martínez, incluso ya hemos empezado a conversar sobre el nuevo libro ("El Ladrón" de NakamuraFuminori), pero tras bambalinas Corazón ladino sigue dando de qué hablar y así tenemos una pequeña discusión que empezó una noche y siguió al siguiente día en medio del quehacer cotidiano en nuestros trabajos, cuando nadie podría dudar de la concentración que teníamos en nuestras labores en medio de papeles, programas, informes, proyectos, consejerías, clases, etc., pero en el que "la pregunta del millón" detonó un verdadero coloquio "whatssapero" donde las opiniones sobre Leonor y Andrew volaron cual cuchillos afilados, pero fue tan espontáneo y honesto que parecía una auténtica tertulia un jueves de septiembre en el club, por eso creo que al final no debería perderse, así que tal como lo sugirió la señora coordinadora, me he tomado la libertad de incluirlo en este post, para que quede constancia de que en este club nos apasionamos con los libros y claro, también de la trascendencia de este libro que nos ha puesto a quiénes lo leímos a hablar, hablar y hablar.

1 de octubre a altas horas de la noche:

Stephanie: Hey acabo de terminar corazón ladino / Me encantooooooooo
MaríaO: Heeeey felicidades Steph!
Nelson H.:  ;)
MaríaO: Qué bueno que también te gustó!
Stephanie: y me imagino q se armaron unas buenas discusiones entorno de ella / lástima q me las perdí
MaríaO: Fueron geniales! Pero podés escribirnos algo! / O llegar y contarnos! :p
Y aquí viene la pregunta del millón según Stephanie:

Stephanie: pero la pregunta del millón  /¿Sera feliz la Leonor con Andrew?
MaríaO: Bueno sería mejor hablarlo, pero puedo decirte que tal vez el mero intento les valga la pena! La felicidad finalmente quizá no sea un estado continuo, pero sí un camino que se hace de saltito en saltito... Te lo digo, las reuniones para este libro estuvieron profundas... Jajajaja
Stephanie: siiii me imagino / cuando leía cada cosa /pensaba hay uy esto da para una gran discusión
MaríaO: Siii cabal! Mirá Sthep lo que no te dije es que Leonor a mí no me cae bien! Jaja :p
2 de octubre en horario laboral:

Stephanie: Hola sorry ayer ya no pude seguir escribiendo ¿En serio te cae mal? jaja no me había puesto a pensar como me cae la bicha en realidad

MaríaO: Jajaja ¡Buenos días! Pues yo a menudo pienso en eso, y ella me cae mal por arisca y su poca apertura con la gente jajajaja   Esa muchachita no se deja querer! Jajaja
Stephanie: jaja es q es bien "india"

Loida: A mi no me cae mal

Stephanie: pero a mi el q me daría miedo es Andrew /el Andrew no me cae mal

MaríaO: Nooo vos lo que es es bien cabezona!

Stephanie: pero si me daría miedo

MaríaO: Jaja
Stephanie: tiene problemas ese bicho
Loida: Es una mujer con temores / Y actitudes producto de su educación
MaríaO: Si un roto para un descocido
Loida: Y cultura
MaríaO: Ella es acomplejada
Loida: De hecho me gusta porque me ayuda a entender mejor a algunas personas que conozco
MaríaO: Y él demasiado académico con un toque importante de insensibilidad
Loida Pineda Andino: Pongan "todueso" en el blog!
MaríaO: Pero el amor les salvará de su miseria! Jajajajaja
MaríaO: No se puede /Esto es pura espontaneidad! / Jaja / Pero sinceramente no creo que el libro resalte solo la diferencia cultural / Creo que intenta reflejar temores y cosas que cada uno solo entiende con el tiempo /Al final la persona es más importante que lo circunstancial!
Stephanie: no pero el Andrew va mas allá que cambio cultural /ese bicho tenia q estar internado / la mamá se "pasió" en él
MaríaO: Jajajajaja ¡ya me hiciste reír!
Stephanie: por q Kevin no era así y también era gringo académico / jaja curioso eso del "amor los salvara" /
cuando de hecho ninguno delos dos se ama
MaríaO: Al final él sí / y no es cuento porque “da señas correctas” jaja
Stephanie: mmmm no sé /  jajajaja puede ser / yo para interpretar esas señas no soy muy buena
MaríaO: Jajaja  Mirá pero lo de que el amor les salva era ironía! :p
Steph: haaaa jaja no la "cacté"
MaríaO: Jajaja
Nelson H: No me agradó ella tampoco. Entiendo el acomplejamiento étnico-cultural, pero no me gustó en lo absoluto que sus motivos para la toma de decisiones hayan sido sueños medio chuecos con el primo que la desprecia @_@
MaríaO: De acuerdo Nelson! Comparto tu opinión!
Jennifer G: Yo tmb /No me gusto la falta de carácter / Y q se deja mangonear
Nelson H: Se me acaba de antojar una "mangoneada".. jajaj
Stephanie: mmmm hay mucha tela q cortar
Nelson H: X cierto, la reu de hoy es en el Mister Paris, no?
Jennifer G: Yo quiero !!!
Stephanie: lo q le dijo Jacinto es verdad
Stephanie: ella se creía más que todos porque era mestiza y no india
MaríaO: Sip
Stephanie: y enamorada del otro bicho sólo porque era blanco / y el Pedro igual / y los primos otros acomplejados
Nelson H: Eso no gustó de ella.  / Muy twisted el asunto Jajajajaja
Stephanie: Jaja y lo de dejarse mangonear medio lo entiendo / cuando han educado a alguien así
MaríaO: Bueno Pedro no sé, pero ella sí
Stephanie: le anulan el carácter desde pequeño
Stephanie: Pedro también estaba enamorado de la prima
MaríaO: Pero hasta el final se supo y además ellos sí hicieron algo juntos

Dos horas después:

MaríaO: /Heeey hasta ahora leo lo de la mangoneada y el Mister Paris /  Las respuestas a ambas cosas son: sí y sí

Nelson Hernandez:  :) Anyway, el Pedro, twisted también... ta jodido... Jajaja

MaríaO: Jajaja Todos personajes complicados

Nelson H: Pero me gustó el libro :)  Pese a la (a)complejidad de sus personajes
MaríaO: Siii a mí me encantó! / Creo que amerita una tomadita de café con quienes no estuvieron en las tertulias!Un domingo en la tarde! / U otro día! Pero hablar de ese libro un ratito!
Nelson: Agree
MaríaO:  😃😃 Cuándo? Jajaja
Jennifer G.: Cuando quieran ^.^
Corazón Ladino, me deja el regalo de haberles conocido mejor, de haberme concedido el permiso para reconocer frente a ustedes parte de mi fragilidad sin miedo.  Les quiero amigas y amigos y poder decírselos es también un regalo…

PD. Y la cosa sigue...

Domingo 5 de octubre

A altas horas de la noche:

Judith:

Disculpen la hora, acabo de terminar de leer corazón ladino, esta Leonor me dejó desconcertada, me hizo creerle, ahora ya no sé qué creer, jajaja, me gustó mucho el libro, Buenas noches!!