No soy un gran fanático de la literatura y el cine de terror como se conciben actualmente, lo admito. Quizá mi reticencia derive de alguna experiencia inexplicable que, sin llegar a convertirme en un desertor del pensamiento escéptico, al menos me ha obligado a tomar prudente distancia de algunos cultos, ritos y conceptos que no paso como mero entretenimiento. Y no obstante, puedo consumir sin traumas ni pesadillas cualquier material relacionado con zombies, vampiros, licántropos o personajes semejantes, que la mayoría de las veces provocan más risas que temores. También consigo apreciar la estética de lo oscuro, de lo freak y de lo grotesque, esos elementos de teatralidad y misterio que artistas circenses, músicos y otras figuras del espectáculo emplean con mucho éxito para esculpir su imagen.
Sin embargo, jamás experimenté verdadero terror por algo que no consideré que pudiera llegar a ocurrir en el ámbito de lo real. Creo que en el momento en que el pensamiento racional y las posturas escépticas se quedan sin argumentos para negar o rebatir un fenómeno con propiedad (dando paso a una posibilidad concreta de realidad por remota que sea), es cuando el miedo también se torna real y verdadero. Si cerramos un libro o apagamos el televisor y el terror persiste, es evidente que algo en nuestra conciencia admite la eventualidad de que eso que acabamos de ver puede alguna vez trascender las páginas o la pantalla y efectivamente habitar entre nosotros.
Y es ahí donde H.P. Lovecraft tiene éxito por su manejo del realismo y la ficción en el tipo de terror que plantea en su novela corta En las montañas de la locura, nuestro libro opcional para el mes de Octubre en la viñeta de Terror/Suspenso. Sus relatos, si bien desarrollan una trama que encaja en el género del terror (monstruos que amenazan la existencia de los seres humanos), también tienen una base científica o seudocientífica que llevaría a incluirlos dentro del género de la ciencia ficción. Una ciencia ficción terrorífica, digamos.
"Guardo indeleblemente grabados en la memoria todos los incidentes de aquel vuelo de cuatro horas y media, por tratarse de un momento crucial en mi vida, que marca la pérdida, a mis cincuenta y cuatro años, de toda la paz y equilibrio mental resultantes de la aceptación de un concepto habitual de la naturaleza y sus leyes."
Howard Phillips Lovecraft acumula rasgos de verosimilitud en su relato y tiene un gran dominio de términos científicos y pseudo científicos que utiliza de manera coherente y convincente en ese estilo narrativo a manera de bitácora que emplearía un expedicionario.
El caso es que Lovecraft tuvo un interés permanente en la exploración del Antártico. Según el biógrafo S.T. Joshi, Lovecraft estuvo fascinado por el continente helado desde los 12 años, por lo menos. A la edad de 9, inspirado en el libro de W. Clark Russell The Frozen Pirate, escribió varios cuentos ambientados en la Antártida. En la década de 1920, S.T. Joshi escribió en The Annotated Lovecraft que Howard Phillips consideraba la Antártida "una de las últimas regiones inexploradas de la tierra, donde grandes extensiones de territorio nunca habían sido pisadas por pies humanos". Mapas contemporáneos del continente muestran un gran número de zonas en blanco, y Lovecraft pudo ejercitar su imaginación para llenarlos sin temor a una contradicción inmediata.
La pasión de Lovecraft por la sustentación científica de su relato del horror que supone una amenaza brutal y abrumadora para la especie humana, es tal que su novela abunda en una multitud de datos, fechas, latitudes, longitudes y distancias sobre el Polo Sur, su geografía y geología, ademas de amplios cuadros descriptivos de los expedicionarios, roles, funciones, herramientas y recursos empleados en la campaña de exploración "Pabodie". Reconozco que esto me aburrió bastante, pero entiendo bien que fue necesario para dotar de un carácter serio al relato. No se le compraría como un testimonio contado por un geólogo, si la redacción no incluyera tanto detalle técnico ni reparara en aspectos descriptivos de uso didáctico tal como los plantearía un hombre de ciencia. Además de añadir "credibilidad" al relato, todos esos datos científicos aportados durante la primera parte de la narración hacen que cuando aparezca el ente más extraño de la historia, este resulte aún más llamativo y siniestro.
Para la consecución del terror cósmico, Lovecraft apenas necesitó perfilar a los Shoggots, unos seres temibles, capaces de destruir a la raza más evolucionada que los creó: los Primordiales. Y la raíz del miedo estriba en el hecho de que si estos últimos, con todo su poderío, no pudieron controlarlos, ¿qué podrían hacer los hombres ante semejante amenaza? Como se ve, la existencia de una fuerza capaz de causarnos daño, que apenas se muestra pero que nunca lo hace de manera completa, basta para acentuar un miedo latente y creciente por lo desconocido o apenas conocido, que no se sabe cuando ni donde se manifestará con todo su poder devastador. Algo parecido al morbo que alguna vez generó en las audiencias en los cines la inquietante música de John Williams que se escuchaba cada vez que aparecía una temible aleta emergiendo del mar, ¿recuerdan?
Personalmente, el largo capítulo inicial de En las montañas de la locura se me hizo pesado y lento, pero hacia el capítulo dos comencé a experimentar el gusto que a un explorador le concede el logro del descubrimiento científico, aunado a la sensación de peligro y riesgo que supone la aventura extrema de rebasar los límites alcanzados por nuestra especie. El explorador de la sima profunda o de la cima elevada. el paracaidista que se lanza desde el umbral del espacio y el astronauta que trasciende nuestra atmósfera y gravedad, son todos precursores y portadores del confín de la humanidad, extensores del límite conocido. Y Lovecraft consigue trasladarnos esa indescriptible adrenalina de la exploración y el descubrimiento que viven los expedicionarios de su historia. El autor tiene especial éxito cuando se trata de crear la atmósfera que da contexto a su relato. Es imposible no vivir el frío y la desolación del inhóspito paisaje de los continentes helados, el asombro y la excitación de los descubridores de los fósiles de los primordiales, o el temor y la intranquilidad de los perros ante el misterioso hedor de los fluidos de las extrañas criaturas.
Lovecraft también acompaña a su advertencia de fatalidad de una cierta sensación de futilidad:
"Me veo obligado a hablar, pues los hombres de ciencia han rehusado seguir mi consejo sin saber por qué. Expondré, contra mis deseos, las razones por las que me opongo a ese proyecto de invadir las tierras antárticas en busca de fósiles y de horadar y fundir las antiguas capas de hielo. Y me resisto sobre todo a hablar porque sé que mis advertencias serán inútiles."
Dyer, personaje central de la historia, no esconde su desesperanza, pues está convencido de que sus intentos por desanimar a los nuevos expedicionarios de la Starkweather-Moore hacia la región Antártica fracasarán. Tampoco oculta su temor resignado por el despertar del mal que hay en las montañas de la locura y el inevitable destino de destrucción de la especie que según él se desatará tras la nueva expedición.
"Debimos suponer desde un principio que la curiosidad humana no muere y que los resultados que dimos a conocer bastarían para servir de acicate a otros y lanzarlos a la misma búsqueda milenaria de lo desconocido. Así pues, he de poner fin al silencio y hablar incluso de aquella postrera cosa sin nombre que se encuentra más allá de las montañas de la locura."
Tranquilos, que no revelaré detalles del desarrollo ni mucho menos el final. De hecho, recomiendo su lectura con 3 y medio puntos de una escala de 5. Para mi gusto, el libro tiene altas y bajas, pero se sostiene lo suficiente como para que valga la pena terminarlo. Goza además de muy buenos y emocionantes momentos que redimen sus partes cansinas. Su lectura me deja también varias nuevas e interesantes palabras que desconocía, y eso, por supuesto, siempre se agradece. Solo nos queda esperar a que el Director Guillermo del Toro y los Estudios Universal resuelvan su desacuerdo; ojalá que por fin podamos ver una adaptación cinematográfica de calidad de esta obra de Lovecraft en el futuro cercano.
Yo también espero que finalmente lleven esta historia al cine. Fijate que yo no tenía expectativas de que me diera miedo, pero hay una parte en la que los exploradores corren en la que sí sentí miedito!!! jajajaja y es que me hice una imagen bien formada de las cosas como las estaban describiendo y realmente me sentí ahí con mucho frío y con la incertidumbre de no saber qué más se iban a encontrar.
ResponderEliminarSolamente por ese hecho yo le doy más puntos al libro. Por otro lado, no lo sentí cansino, sino todo lo contrario. No me pesó para nada la parte técnica ni descriptiva a lo "bitácora"... sí lo disfruté, y estoy invitada a seguir leyendo a Lovecraft!!!