viernes, 23 de abril de 2021

Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XX/Final/Epílogo)






Encontré el librito de La Montaña Donde Ascienden Las Luces y Otras Historias En Una Tierra Sin Nombre en el baúl de mi abuelo. El libro se encontraba en perfectas condiciones, probablemente restaurado. 

Si los detalles de la impresión no mienten, el libro parece ser del siglo XVI o XVII; lo cual vendría a corroborar las fechas que aparecen en su interior. Sobre los datos que contiene el libro, en especial los de los cabalistas Cordovero y Luria, y también las referencias a John Dee, se puede encontrar la suficiente información en la web y en bibliotecas para certificar su verosimilitud. De Maximiliano Ravidabia sólo existe un portal en internet que expone, de manera fragmentada, parte del Tomo VI de su Partum Magnum Mysterium. Salvo por este librito, y la entrada Web, en nuestro país no hay rastros del tal Ravidabia.

Del lugar al que se refiere el texto, así como de la montaña, no hay datos que hayan sido recabados  posteriormente; ni en tratados de viajes, geográfico o de navegación. 

El descubrir un libro como este en los cachivaches familiares, lo que quisiera averiguar es cómo es que mi abuelo logró hacerse de este ejemplar y qué interés podría tener él en los escritos de un místico, sabiendo la ligereza, más no escepticismo, que tenía para tratar estos temas. 

Mi abuelo nació en 1932 en San Vicente. Es legado familiar una historia de mi abuelo, en la que se cuenta que en 1934, con sólo dos años de edad,  le dio la mano al presidente Maximiliano Martínez en uno de los viajes que el militar hizo al interior del país. Creció en Apastepeque, no concluyó la educación media, se casó, tuvo cuatro hijos y perdió a uno. Fue entrenador de fútbol de un equipo de Sacacoyo conocido como el San Francisco, y el resto de su vida la dedicó a trabajar en ANTEL. Escribió un pequeño libro de poemas y fábulas que terminó publicando en el 2005; solo imprimió 500 ejemplares. Nunca nada de lo que él escribió me ha logrado gustar. 

Y en todo lo que escribía, sin importar su relevancia, siempre firmaba, con el uso de una estilográfica, como: 

Maximiliano Alfonso Blanco Molina R. 

Hasta el día de ahora, nadie sabe en la familia que significa la R.


-a.e, Mejicanos, 2018.




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Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XIX)







Testimonio de Froilán Puigdorfila sobre lo que sucedió en la parte alta de la Montaña donde ascienden las luces.


Froilán Puigdorfila es el nombre al que he respondido desde siempre. Se puede saber con certeza de mí porque en mis brazos llevo marcas hechas con tintes de islas olvidadas cerca de las indias, porque mi pierna derecha carece de un trozo de carne, porque mi cabello está trenzado en cuatro partes y porque llevo en mis orejas dos aretes; uno de oro y uno de plata. Mis padres han sido el barco y la mar, fuera de ellos no tengo familia. Durante años he servido a Nuestro Señora de Almudena debido a deudas con el capitán. En este último viaje tomado en Ragusa hemos encontrado con la tripulación una región extraña, desconocida, incluso para mí que navegar ha sido mi vida.

En este naufragio fui enviado por el capitán a obedecer al pasajero de mantos negros, Maximiliano Ravidabia. Hombre de cuidado, debido a los fantasmas que rondan su alrededor. En esta empresa hemos andando por la tierra durante días, buscando explicación para las luces que ascienden sobre una Montaña. En esta empresa hemos perdido a dos marineros y otro perdió la cordura. En esta jornada hemos sido testigos de un país que no tiene nombre, de criaturas extrañas, de pueblos malditos y de señales que no son de los hombres. No soy versado en el arte de la escritura, porque mis talentos se encuentran guardados para el mar, pero me fue solicitado que hiciera de escriba para dar testimonio de lo que vimos en la Montaña.

Llegamos junto a Ravidabia a la parte alta. Ordoño, el artillero, aguardó pasos atrás junto a Pelayo de Urries. En ese lugar alto no hay vegetación; estaba recubierto el suelo de piedras como las que se vieron en la playa. Desde la altura de la Montaña era visible el mar, el fin del mundo. El sol aún no había salido pero el lugar estaba repleto de claridad. Observando hacía la ruta que hicimos con la compañía todo me era oscura, pero mi vista no me traicionó; a lo lejos divisé una mancha en el mar, era nuestro barco que venía buscando la Montaña por la vía del agua.

Maximiliano Ravidabia me tomó del brazo y me miró a los ojos. En todo este tiempo entre hombres, no vi hombre con tal mirada. Mirada que esconde una tristeza más vieja que el tiempo pero que es devuelta en sonrisas. Mirada que abarca un vacío, pero que a su vez es el espacio donde emerge la vida. Mirada que confiesa la sencillez del corazón que descansa bajo la piel de un hombre sabio. Mirada que era, no del hombre inusual que creí, sino de uno más como nosotros. Mirada de un hombre común, hombre que comparte el pan y la cerveza, hombre de juegos y adivinanzas, hombre que come con sus manos, hombre que cuida de los suyos, hombre tan pecador como lo somos nosotros. Ante esa revelación mi corazón fue sorprendido por el fuego de Dios que quemó mis huesos y entrañas. Intenté decirle tanto a Ravidabia pero de mi boca solo salieron palabras sin sentido, llanto y dolor.

Preso de una pena de espíritu, Maximiliano Ravidabia me dio consuelo. Noté que de sus ojos brotaban lágrimas y su rostro dibujaba una sonrisa. Aquel instante de hermandad se vio interrumpido, varios hombres se acercaron a donde estábamos. Rodeado por estos hombres, vi que todos estos podían ser los que dijo él señor Guijarro, los hombres que pasaron por su pueblo. El grupo de hombres, que no eran más de diez, eran similares a Maximiliano Ravidabia. Similares en rostro y estatura, algunos hasta en cabello y barbas, pero ninguno lo era en edad y ropas. Creo que de ser todos estos igual que Maximiliano Ravidabia venían de otros lugares. 

Una vez congregados, el Maximiliano Ravidabia que yo conocí, puesto en pie, fue hacia el centro del lugar. Varias aves volaban en círculos, y al oriente vi al sol salir de manera magnífica, así como lo hicieron los reyes de la antigüedad se elevaban en medio de su pueblo. La luz del sol y el ardor dejado por mi llanto poco me permitieron ver lo que sucedió después. Aquí vi que, en el centro, Maximiliano Ravidabia ascendía al cielo, como esas historias que aparecen en las Sagradas Escrituras. Alrededor de él brillaban millares de luces que se unían en comunión de luz con el sol. Una vez alcanzó la plena ascensión, fui testigo de cómo el manto negro de Ravidabia, manto de eremita y pordiosero que cubría su cuerpo, fue convertido en manto escarlata; manto precioso. 

Vi rosas crecer en las piedras, y vi al guardián de la Montaña correr entre mariposas y montar las espaldas de una bestia blanca; está, lucía tal contrario de la fiera que capturó a Comares para el ritual en el valle. Exaltado el hombre el sol lo tragó todo. Su luminosidad me dejó ciego y grabó una imprenta en la oscuridad de mis ojos, pues al cerrarlos o al dormir, veo un enorme rostro dorado y sonriente, tal medallón robado de las arcas del más rico de los galeones. Perdí el conocimiento y quedé tendido en las piedras.

Ordoño fue quien me asistió, subió a la parte alta llamado por las luces que ascendieron horas antes del amanecer. Me sirvió agua y agradecí, y fueron los agradecimientos las primeras palabras que yo proferí a alguien de la tripulación de Nuestra Señora de Almudena. Ordoño se regocijó al escuchar mi voz, y me entregó el cuaderno en el que ahora escribo. 

Dice el artillero que pasadas las luces vio aquí a un hombre parecido a Maximiliano Ravidabia, que le dijo dónde encontrar el cuaderno dentro de las cosas dejadas por él en nuestro campamento en la Montaña.

También dijo que este hombre le mandó a dejar la Montaña porque el barco estaría en la costa cercana esperando, y que el capitán ya tenía ruta en dirección a Castilla. Ordoño también me hizo saber que este hombre solicitó de mí el que yo escribiera lo que presencié en la Montaña; que escribiera en las palabras que más fácil fueran a mis costumbres. Terminado mi testimonio, y al estar en Castilla, tenía yo que buscar en la tierra de Córdoba a un hombre llamado el Ramac a quién le entregaría este cuaderno. Una vez cumplido, su agradecimiento sería eterno para conmigo.

Todo cuanto se me pidió, todo así será hecho. No obstante, he de comentar, que luego de que Ordoño me entregara detalle sobre mis tareas, yo le pregunté por la semblanza del hombre que relaciono con Maximiliano Ravidabia. Ordoño solo supo responder que, en una cosa, este hombre era diferente a Ravidabia: en lugar de usar un manto negro llevaba sobre su cuerpo un manto escarlata; y añadió, que el hombre que le visitó era el mismo que vimos en la playa los primeros días en esta tierra sin nombre. 



Froilán Puigdorfila, 1569? - 1570?


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Nota del editor al cierre de este cuaderno


En el año 1571 me encontraba en Córdoba en casa de la familia de rabí Moshe Ben Jacob Cordovero, conocido entre los suyos como el Ramac. Llegué para avisar sobre la muerte de éste en Safed, así como dar por terminados algunos de sus compromisos. 

Una noche, mientras nos encontrábamos con la familia del Ramac compartiendo la comida, alguien tocó la puerta. Atendí el llamado y vi que era un hombre alto, de fuerza como toro, que irradiaba paz en su rostro. Se presentó como Froilán Puigdorfila, antiguo delincuente de mar y actual siervo de Nuestra Señora de Almudena. Le invité a pasar, pero este solo extendió su mano y me entregó un cuaderno, mentando que era de Maximiliano Ravidabia; viejo amigo del Ramac, de gran conocimiento, presto a la terquedad y soberbia, y de excelsa belleza de corazón. 

El marinero dijo que fue voluntad de Maximiliano Ravidabia entregar este cuaderno al rabí Cordovero, el cual tomé en su nombre. Agradecí e intenté pagar los servicios con unas monedas las cuales fueron denegadas por el hombre. 

He leído aquí las cosas que Ravidabia ha compilado en su diario de viaje, y resultan enriquecedoras sus elucubraciones alrededor de esa tierra que no tiene nombre, y más aún de las cosas que sucedieron en la parte de alta de La Montaña donde ascienden las luces. Más será de ayuda este cuaderno a la mística de la Cábala que a otras ciencias o técnicas, pues la agudeza de mente de Ravidabia, adornada de los dones de un niño, ofrece al cabalista afirmación y pistas de cómo avanzar sobre este jardín que tantos senderos posee. 

Me he atribuido el trabajo de imprimir parte del cuaderno de Maximiliano Ravidabia, preservando su lenguaje e intención, y organizando sus venturas con la ubicación de pequeños títulos al inicio de cada segmento del viaje. Es en lo escrito por Froilán Puigdorfila, donde tuve que intervenir en busca de consonancia y significado, pero he procurado preservar la nobleza de sus palabras.

Este cuaderno es el vivo testimonio del misterio del hombre natural que en todo es sobrenatural. 



Isaac Luria, Safed, 1572.












Dar adoración y gloria a la luz del Ein Sof, que de esta ha venido a nosotros el Árbol y el Carro de Fuego, camino de la salvación. I.L.A. Imprimióse el presente libro de LA MONTAÑA DONDE ASCIENDEN LAS LUCES Y OTRAS HISTORIAS EN UNA TIERRA SIN NOMBRE, revisado por Juan Navarro. Año MDLXXII.








Próximo Capítulo 

Epílogo

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Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XVIII)




De la piedra verde cerca de lo alto de la Montaña y de la aparición del guardián.

Salimos del pueblo llegadas maitines. Una helada brisa trotaba en el ambiente y se escuchaban animalillos tarareando sus baladas. Íbamos a caballo, excepto Ordoño que cedió su montura para el enfermo Pelayo de Urries; los escalofríos de su enfermedad le arrancaban palabras que sonaban tal grimorio y hechicería. 

Por lo que se preveía, el camino a la Montaña estaba libre de peligros, pero no era este motivo para andar con tranquilidad, ya que existía un mal posible en la Montaña del que fuimos avisados.

Era tiempo de atardecer cuando el trecho final apareció; y el camino se vio interrumpido. Divisé una gran piedra verde que brillaba por efecto de su humedad impregnada. No avanzamos porque el monolito reiteró el recuerdo de que faltaba una prueba más; aún quedaba encarar el rostro del guardián de la Montaña. Demonio o ángel, el guardián tenía por deber vigilar el acceso a la Montaña. Abandoné el caballo y con movimientos cautelosos me dirigí a la piedra. En ella no se divisaba inscripción o grabado que sirviera de instrucción. Dispuse probar si en la piedra había función alguna y di unos pasos más allá de su sitio. Caminé un poco y una voz llenó la Montaña, silenció con su grandeza el ruido de la vida; tal era su inmensidad que hasta mandó a callar al mismo viento. 

La voz no era como la que dicen haber tenido los dragones, ni mucho menos era voz de demonio u hombre, era la voz de una niña la que detuvo el tiempo. Me preguntó si había traído yo la ofrenda. Retrocedí hasta la roca con mi cabeza inclinada. Disponía arrodillarme ante la voz del guardián de la Montaña y esta me ordenó permanecer erguido, aseverando que no era dios o Ser mayor para recibir gestos de sometimiento; al guardián sólo requería la ofrenda que yo debía de poner frente a la roca verde.

Habré pensando en entregar mis ropas o los caballos, incluso en entregar mi vida, ya que la vida podía ser parte de esos intercambios y tratos que los hombres suelen hacer con las entidades mágicas y sagradas para obtener su favor, pero solo hubo algo que pudo convencerme para ser usado como ofrenda. Basado en el comentario del guardián, su aparente sencillez demandaba el ingenio para permutar de cosas pequeñas en grandes. Pedí a Ordoño que me acercara la bolsa que cayó del regazo de nuestro compañero enfermo. Con toda la dedicación clerical de la que en pasados días me tuve que valer, puse los frutos animales frente a la piedra. 

Por un momento nada se escuchó en la Montaña y mientras se extendía el mutismo que precede a la catástrofe, el guardián carcajeo.

Esperamos a que el guardián nos hablará mientras estábamos arrodillados cerca de la piedra. Adelante, en el sendero, vimos dos niñas; de edad en la que se ha abandonado el pecho. Las dos caminaban hacia nosotros, descalzas, apacibles. Vestidas de blanco, tomadas de la mano, se acercaban cantando cosas que solo en la tierra de las hadas se puede escuchar según la tradición. 

La primera niña llegó a nuestros caballos y les acarició. Los animales respondieron con el afecto propio de las bestias. La segunda niña se acercó a los alimentos que dejé frente a la piedra, y de sus ropas blancas extrajo una bolsita roja en donde los guardó. La primera niña abandonó a los animales y se mantuvo fija en nosotros, con especial detalle a mí persona. El guardián, que era la primera niña, sonrió cuando encontró mi mirada y en ese momento todo lo que concierne a mí le tuvo que ser revelado. Puso sus pequeñas manos en mi nariz, y del contacto una enorme mariposa azul salió revoloteando en el aroma dulce que exprimía cada movimiento de la niña. El guardián, que es la segunda niña, después de haber guardado la bolsa de los alimentos, posó su mano en el lugar donde estuvo la ofrenda. Vimos como en medio de roca y tierra germinaron flores de color púrpura. Tal fue el encantamiento que hasta las ramas de los árboles cerca de la roca verde dieron flores que cayeron al reventar. El guardián se tomaron de la mano y regresó de donde vino. 

Estando a la distancia, las dos niñas nos llamaron con sus manos para seguirlas. La Montaña estaba abierta a nuestros pasos.

Desde la última luz del atardecer, y con la ayuda de la fogata donde Ordoño cuida de Pelayo de Urries, he logrado escribir lo que esta tierra nos ha permitido ver. Tierra que me ha mostrado el profundo misterio que funde la vida y la muerte, el tiempo y la eternidad. Estoy a punto de partir a la cumbre de la Montaña en compañía de Froilán Puigdorfila. Tendré que ausentarme nuevamente del hábito de la escritura por desconocer lo que arriba pueda estar esperando y lo que será de mí una vez esté arriba. Guardo en mí el deseo de encontrar lo que Dios haya dispuesto a la búsqueda, y estoy claro que antes del tesoro que aquí podría residir, en mi alma descansa verdadera esperanza, tremenda fe y el amplio perdón; virtudes en las que creía y de las que me vanaglorié haber entendido, pero que han aparecido en estas tierras para enseñarme su verdadero corazón. 

Sabrá Dios qué tipo de hombre soy ahora que dispongo a subir a la Montaña. Espero que Dios esté de acuerdo conmigo, que aún y mis muchos pecados, he logrado aprender que mi debilidad es el lugar donde su poder se manifiesta. 

La próxima vez que escriba en estos cuadernos será para revelar el misterio de las luces que ascienden la Montaña. 

Que Dios perdone nuestros pecados. 


Amén.


Maximiliano Ravidabia, 

en la Montaña donde ascienden las luces, 1569? - 1570?






Próximo Capítulo 

Testimonio de Froilán Puigdorfila sobre lo que sucedió en la parte alta de la Montaña donde ascienden las luces.

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Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XVII)





De como Pelayo de Urries enloqueció. Lo encontrado en una bolsa y que luego sería de gran utilidad en la Montaña donde ascienden las luces.  

El grito de Pelayo de Urries era un llamado de ayuda. Lo encontramos con Ordoño tirado en las ruinas de una casa hablando lenguas ignotas y empapado por la fiebre. Le intenté cuestionar, pero este no acataba palabras. Ordoño me hizo saber que una carreta transitaba cerca de nosotros, y antes de que prestara sus esfuerzos en la búsqueda de ella, le detuve. Estaba seguro de que aquella carreta era responsable de lo que sufría Pelayo de Urries. Le dije a Ordoño que era menester llevar a nuestro compañero a la iglesia blanca, evitando caer en la tentación de conocer qué es lo que venía y traía la carreta. Levantamos a Pelayo de Urries y del regazo cayó una bolsa de gruesa tela, revisé el contenido y ahí habían huevos; eran parte de las provisiones de las que el compañero se privó. 

Entramos en la iglesia que ya estaba iluminada gracias a Froilán Puigdorfila, y pasamos la noche sin dar con el reposo. Afuera escuché el sonido de una carreta rodeando la iglesia.



Próximo Capítulo 

De la piedra verde cerca de lo alto de la Montaña y de la aparición del guardián.

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jueves, 22 de abril de 2021

Al director no le gustan los cadáveres | Rafael Menjívar Ochoa

 

No mates a nadie por odio. Tampoco mates por placer. Ni por lástima. Mata por dinero. RMO

Queridos amigos del Club de la Buena Estrella,

Llegamos al libro 189 de nuestras lecturas, el cual se titula: Al director no le gustan los cadáveres del escritor salvadoreño Rafael Menjívar Ochoa.

Esto no había manera de preverlo durante el proceso de propuestas y votaciones del año pasado, pero la lectura de este libro va a significar una especie de acto conmemorativo por el décimo aniversario luctuoso del autor que falleció precisamente en el mes de abril del año 2011. El día 27.

Rafael Menjívar constituye también uno de los hitos de nuestro club, al ser el primer escritor con quien tuvimos ocasión de realizar un conversatorio, allá por el año 2010 con su libro: "Cualquier forma de morir".





Con Al director no le gustan los cadáveres, redactada en 2005 y que se publica por primera vez en 2020, Rafael Menjívar Ochoa (1959-2011), ensancha su serie policial "Cualquier forma de morir", emprendida con Los años marchitos, redactada hacia 1986 y publicada en 1990. 

Las novelas policiales de Rafael, en un principio eran tres, pero como bien menciona su traductor al francés, Thierry Davo: "Con Al director pasaron a cuatro, y para terminar, serían cinco. Pero Rafael nunca dejó de referirse a ellas como a "La trilogía policial", con el argumento inapelable de que los tres mosqueteros eran cuatro."

Personalmente, conocí a Rafa siendo director de La Casa del Escritor. Estaba formando jóvenes con talento a través de talleres de poesía, narrativa, cine y otros. Algunos lo veían como mentor, otros como tutor, otros como amigo, otros como figura paterna. Lo cierto es que animó a muchas personas a sentarse y escribir en serio. Pero sobre todo, como él decía, reunió a personas tan distintas pero con la poesía como denominador común, que por otro medio jamás se habrían conocido. 

Por cierto, solo una vez tuve ocasión de bailar con Rafael... bailaba bien.

NOVEDAD LITERARIA

Para nuestra viñeta de Novedad Literaria aplican libros de cualquier género, publicados por primera vez después del 1 de enero de 2018.

Exceptuando los premios literarios que leemos cada año y que nos dan una muestra de lo que las editoriales están impulsando, en realidad no tenemos demasiadas oportunidades de leer novedades. Lo típico es que entre nuestras propuestas siempre aparezcan autores consolidados de géneros de nuestra predilección, nuestros libros de cabecera.

El objetivo de tener una viñeta destinada a leer una novedad literaria es tener un pulso de lo que se está publicando recientemente, conocer tendencias y disfrutar de descubrir nuevos autores o de actualizarnos con los estrenos literarios de autores conocidos.

NOVELA NEGRA

Según Miguel Huezo Mixco, el género negro fue fundado en las primeras décadas del siglo XX por los escritores Dashiell Hammet y Raymond Chandler. También ha sido cultivado en América Latina por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Mempo Giardinelli y Paco Ignacio Taibo II, entre otros. Más actualmente, la trilogía “Millenium” de Stieg Larsson gira en esa órbita.

Las novelas, cuentos, cómics y películas de este género se caracterizan por el pesimismo y el desencanto. Sus personajes se mueven en ambientes dominados por la violencia, el cinismo, la fatalidad, la venganza, el odio y el sexo. Todos estos ingredientes se encuentran presentes en los libros de Menjívar: “Los años marchitos” (1990), “Los héroes tienen sueño” (1998) y “De vez en cuando la muerte” (2002).

FICHA DEL LIBRO

DIVISIÓN DE LAS LECTURAS


EL AUTOR

Rafael Menjívar Ochoa (1959-2011) fue un cuentista, poeta, novelista, traductor, guionista y ensayista salvadoreño; y pertenece al linaje de los grandes narradores latinoamericanos.

En sus novelas se advierte una acentuada búsqueda hacia la experimentación en el lenguaje y en la creación de personajes, los cuales conforman nuevos modelos y estructuras narrativas y confirman al autor como exponente del género negro en Latinoamérica.

Menjívar Ochoa formó parte de la llamada "Generación del Cinismo" o "Generación del Desencanto", junto con Horacio Castellanos Moya, Jacinta Escudos y Miguel Huezo Mixco, entre otros que comenzaron su producción literaria en la época de la guerra civil salvadoreña.

Su padre, el economista Rafael Menjívar Larín, era rector de la Universidad de El Salvador cuando el ejército la ocupó en 1972 y lo exilió hacia Nicaragua. El resto de la familia abandonó el país en enero de 1973 hacia Costa Rica, donde se reunió con el padre. En 1976 se instalaron en México, donde Menjívar Ochoa vivió durante veintitrés años. Estudió música, teatro y letras inglesas.

En 1999 se instaló en El Salvador, donde en 2001 se convirtió en Coordinador de Letras (director de literatura) y fundó La Casa del Escritor, proyecto para la formación de escritores jóvenes, ubicado en la que fuera casa de Salvador Salazar Arrué (Salarrué). 

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Fuentes: 

- Tribulaciones y asteriscos.

- Wikipedia

- Gato por letra

- Clubdelabuenaestrella.net

- Goodreads

sábado, 17 de abril de 2021

Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XVI)






Los tres seres demandan respuestas a Maximiliano Ravidabia. 


El lugar al que llegamos antes de la caída del día era un pueblo o lo fue en una época no muy remota. Yo estaba al pie de una abadía de diseño desconocido y de color blanco. Delante de ella brotaba agua de una fuente de piedra con tres leones esculpidos a su alrededor. Su forma, y las tres majestuosas bestias, me hicieron añorar la Alhambra. Pelayo de Urries me solicitó permiso para rondar el pueblo, quería asegurar nuestra instancia en el pueblo por lo que accedí. Ordoño y Froilán Puigdorfila entraron al monasterio blanco para buscar ayuda, comida o cobija. 

Me dirigí a la fuente. Busqué refrescar mi rostro y limpiar algunas partes de mi cuerpo en sus aguas; mitigue con ella el calor abrasador. Llegó a mí el tañido de un carretón atravesando alguna calleja del pueblo, el regocijo me invadió, creía que las gentes que acarreaban la carreta nos darían su ayuda tal y como Guijarro prometió. Antes de verme incorporado y salir tras la carreta, otro sonido detuvo mi pretensión. Este sonido no fue otro que el de mi nombre.

 Lo que aconteció fue como lo visto por San Juan en Patmos, pues los Leones de la fuente tenían movimiento, me hablaban y conocían mi interior. «Has llegado», dijo la primera cabeza del León. «Has sido medido», dijo la segunda cabeza de León. «Una cosa os queremos hacer saber», dijo la tercera cabeza de León. No alcanzaba a discernir si era sueño o aparición, pero esos animales eran divinos, así que me postré frente a ellos. «Maximiliano Ravidabia», dijo la tercera cabeza de León. «Hay para ti más que esa Montaña», dijo la segunda cabeza de León. «Nuestro favor es grande y está frente a reyes y reinos», dijo la primera cabeza de León. Hice una reverencia, más preserve el silencio. «Nuestra promesa es tuya, así que puedes irte de esta tierra», dijo la segunda cabeza de León. «Tu nave está lista para partir. Dios y su benevolencia esperan donde tú pongas pie», dijo la primera cabeza de León. «Vuestro nombre desde ahora estará amarrado al nombre de Dios, pues te hacemos nuestro profeta», dijo la tercera cabeza de León. En mis adentros se caldearon los humores y se consumió la frialdad cuando escuché esto. Hice que mi mente produjera imágenes consonantes a estas palabras, cerré los ojos y apareció todo cuanto la vida es para mí.

Los tres seres demandaron mi respuesta a lo que respondí: «Mis señores, soy su siervo. Vuestra gracia estará ahora señalada en mi piel. Lo que salga de su boca es ahora mi vida. Sin pretender la ofensa, ruego a ustedes que respondan a una pregunta, que, de ser acertada, será la señal innegable de mi total entrega al favor de Nuestro Dios». «Habla», exclamó la tercera cabeza de León. «¿Cuál fue el pecado de Nabucodonosor?». La primera cabeza de León rugió y ya no hubo palabra o movimiento. La tercera cabeza de León hizo una reverencia y permaneció estática como el primero de ellos. El segundo León me miró y dijo: «Que así sea. A esta casa ha llegado la santidad». Rece antes de abandonar la fuente agradecido por la misericordia de Dios y la sabiduría de los tres Leones.

Antes de dejar la fuente, escuché la voz de los tres Leones en mi corazón que decían: «No olvides las ofrendas para el guardián; Con el tiempo recuperara la cordura; Que Dios sea contigo Maximiliano Ravidabia». 



Próximo Capítulo 

De como Pelayo de Urries enloqueció. Lo encontrado en una bolsa y que luego sería de gran utilidad en la Montaña donde ascienden las luces.  

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jueves, 1 de abril de 2021

Golpéate el corazón | Amélie Nothomb

 

«Golpéate el corazón, ahí es donde reside el genio.» 
     Alfred de Musset

Llegó abril y con él un nuevo libro.  

    Un libro nuevo, pero no una autora nueva para muchos de los integrantes del club de la Buena Estrella y de La Tregua, ya que Amelie Nothomb es no solamente una escritora conocida sino para muchos y muchas algo así como una vieja amiga.

    En septiembre de 2013 leímos su libro “Ni de Eva, ni de Adán” como un opcional y posteriormente Estupor y temblores, en diciembre de 2014. De más está decir que desde entonces nos convertimos a la religión de su imaginación y su escritura sin máscaras.  O como lo dijo alguien en aquellos días: de sus agallas para escribir sobre sí misma de la manera en que lo hace. (Saludos Karla Majano ;) )

    En aquellos años se acuñó en el club de la Buena Estrella el apelativo cariñoso “la mera Belga” para referirnos a la autora, no solo para hacer referencia a su origen sino al “top” donde como lectores la colocamos al conocer su particular estilo de escritura que nos hizo disfrutar de su afilada prosa llena de frases contundentes y su humor siempre al filo de la ironía y el sarcasmo que puede parecer hasta pedante, pero que tratándose de ella resulta más bien fino y elegante.

    Una de las razones para proponer este libro fue la curiosidad de reencontrar la escritura de la Mera Belga a más de 20 años desde cuando escribió el libro Estupor y temblores que se publicó en 1999 y 14 desde que se publicó Ni de Eva ni de Adán.

    Aunque Amelie Nothomb es reconocida como una escritora que ha cautivado a sus lectores desde sus primeras novelas que la convirtieron en una escritora de culto, me parece necesario reconocer que no es una autora común de esas que “le encantan a todo el mundo”. Hay quien se atreve a asegurar que tampoco tiene seguidores intermedios, a la Nothomb o la amas o la odias. 

    De escritura ágil y con un humor a menudo considerado feroz, sus novelas no van de historias  increíbles con frases inteligentes o ingeniosas, sino de la profundidad del ser. Amelie Nothomb habla del alma de los seres humanos, de sus sentires más profundos y por tanto no se corta al hablar ni de grandezas, ni de miserias.  

    Sobre Golpéate el Corazón se ha dicho que es un libro para mujeres, pero yo creo que es más bien un libro sobre mujeres porque la maternidad, ser hija, ser madre, ser joven, ser adulta, tener carencias, no puede considerarse jamás “cosa solo de mujeres”. 

    Para mí en este momento es el libro que nos convoca tanto a las mujeres como a los hombres dentro del club y que deshojaremos capa a capa para que al final, con la mirada de unas y otros tengamos lo que nos queda cuando se lee un libro junto a otras personas: muchas visiones del mismo que lo hacen distinto a si lo hubiésemos leído en solitario.

    No se si estoy poniendo muy alta o muy baja la vara para generar expectativa respecto al libro de abril, pero no creo que haya otra manera de presentar a una escritora como Amelie Nothomb que no sea de forma brutal, como lo son su mirada y su escritura.

    Personalmente la presento con una sonrisa en los labios, la misma que aparece cuando hablando con amigas y amigos lectores de aquellos años en que la conocimos al recordar sus frases que siguen resonando en la memoria incluso muchos años después de haberlas leído y compartido: 

"No: si por algo merece ser admirada la japonesa -y merece serlo- es porque no se suicida" (Estupor y temblores, 1999)

"No te traiciono al marcharme. Huir también puede ser un acto de amor. Para amar, necesito ser libre. Me marcho para preservar la belleza de lo que siento por ti." 
(Ni de Eva ni de Adán, 2007)

De esta manera entonces, amigas y amigos les presento a la autora del primer libro para el mes de abril con una de sus últimas publicaciones. Un libro sobre mujeres, pero no solo para mujeres. Un libro para compartir.


 Sinopsis

Golpéate el corazón desliza un conflicto de madres e    hijas. En     este caso, como un desmán absoluto y una confusión de identidades.    Marie será cardióloga y lo será a pesar de las mujeres que marcan su biografía. La rivalidad y la manipulación agotaron sus secretos para ella. No le dejaron más opción que el crimen o el coraje. Y eligió el combate. Otros vendrán que maten.

Diane crecerá marcada por la carencia de afecto maternal e intentando comprender los motivos de la cruel actitud de su madre hacia ella. Años después, la fascinación por el verso de Alfred de Musset que da origen al título del libro la impulsará a estudiar cardiología en la universidad, donde se topará con una profesora llamada Olivia. Con ella, en la que creerá encontrar la anhelada figura materna, establecerá una ambigua y compleja relación, pero Olivia tiene a su vez una hija, y la historia dará un vuelco inesperado… Esta es una historia sobre manipulaciones, el poder que ejercemos sobre el otro, la necesidad que sentimos de ser amados.



"Creo que soy belga,
que es como no tener una identidad clara"
Amelie Nothomb

A continuación presento algunas pinceladas a manera de biografía y no necesariamente una biografía en formalidad como lo hacemos usualmente en las entradas para cada libro del mes.

¿Por qué?  pues simplemente porque prácticamente la obra completa de Amelie Nothomb es en sí una especie de autobiografía, una autobiografía ficcionada en la que se convirtió a sí misma en un personaje.

Lo que sigue son algunos puntos biográficos que podrían ayudan a contextualizar un poco antes de adentrarnos en sus letras.

BIOGRAFÍA

    Su biografía asegura que Amélie Nothomb nació en Kobe, ciudad portuaria al sur de Japón, allá por 1967. Los anales de la nobleza belga, sin embargo, dan otra versión: lo habría hecho un año antes en Etterbeek, privilegiado barrio de Bruselas, con el nombre de Fabienne-Claire. La escritora no aclarará qué versión es la correcta, tal vez porque es la suma de ambas la que da fe de su desarraigo existencial.

    El oficio de su padre, diplomático que desciende de una familia aristócrata que desempeñó un papel fundamental en la independencia de Bélgica, hizo que creciera de mudanza en mudanza entre Japón, los Estados Unidos, Laos, China, Birmania o Bangladés junto a sus dos hermanos. Habla japonés y trabajó como intérprete en Tokio.  Desde 1992 ha publicado una novela cada año. Actualmente vive como ella lo dice a caballo entre Bruselas y París, «En una busca tranquilidad y en la otra guerra».

Al volver a Europa a los 17 años decidió que era belga y tras superar una anorexia que casi acabó con su vida, Amelie Nothomb se puso a escribir para intentar entender de qué va todo esto. No ha parado. «Solo dejé de escribir un domingo por la mañana. Fue el peor día de mi vida».

Singular como ella, su manera de escribir personal no lo puede ser menos, ella misma confiesa que con una disciplina inquebrantable escribe cada día entre las 4:00 y las 8:00 de la mañana y entre 3:00 y 7:00 de la tarde.  Por la mañana lo hace en ayunas, solo bebiendo té.  En sus palabras “para tener hambre”.  Cuenta también ella misma que probó todos los horarios y todas las comidas hasta que entendió que la mejor manera para ella era en esa, y que su hambre a menudo será saciada posteriormente con mucho chocolate y champan…

    Personaje excéntrico y sobreactuado en sus intervenciones mediáticas, Nothomb se revela como una mujer tímida y extremadamente cordial en la intimidad del pequeño despacho que ocupa en su editorial francesa, pegada al cementerio parisiense de Montparnasse. Allí pasa algunas mañanas respondiendo a sus hordas de lectores. El próximo año se cumplirán 30 años desde la publicación de su primer libro Higiene del asesino, que la convirtió en una “rock star literaria” casi de la noche a la mañana

    Al responder hace algunos años a la pregunta ¿Qué ha cambiado desde entonces? Nothomb responde: «Muchas cosas. La primera es que ahora me gano bien la vida, lo que supone un cambio considerable. Y la segunda, que ya no vivo sola. Antes me encontraba en una soledad abominable, mientras que ahora ya no es así. Cuando llegué a Europa a los 17 años, después de crecer en Japón y otros lugares, me sentía incapaz de establecer cualquier tipo de vínculo con los demás. El éxito literario me dio una seguridad en mí misma de la que siempre había carecido. Y eso me permitió tener relaciones con los demás cuando me apeteciera, lo que tampoco sucede siempre. Pese a que nunca fuera mi objetivo, ahora tengo incluso una vida amorosa»

    Su verdadero nombre es Fabienne Claire Nothomb. Escribe sus libros en lengua francesa y tal como ya dijimos nació en la ciudad japonesa de Kobe en julio de 1966 (¿ó 1967?), país que encarnó el decorado de las distintas vivencias de la autora durante sus cinco primeros años.

    Mientras vivía allí, todavía niña, no era consciente de que la rodeaban dos lenguas diferentes: el francés y el japonés. A pesar de haberse mudado tantas veces, será Japón el país que más influencia ejercerá en ella y, por tanto, en su literatura.

   En sus propias palabras, tuvo que pasar su infancia y su adolescencia en compañía de continuas mudanzas, por lo que pronto comprendió que su universo no sería estable y que perdería todo cada tres años. Ese hecho hizo nacer en ella una angustia muy fuerte que nunca llegó a desaparecer. Ese «apocalipsis», un fenómeno regular en su vida, la vinculó de una forma muy profunda al lenguaje y, en consecuencia, a la literatura: en un mundo donde perdería todo continuamente, el lenguaje era lo único que se mantenía estable.

   En 1980 se muda a Bélgica, país en el que se siente extranjera. Amélie comienza a cursar Filología románica en la Université Libre de Bruxelles, una universidad de tendencias liberal-socialistas donde no es bien recibida debido a su apellido, que recordaba su procedencia de una familia de la alta burguesía católica y a su bisabuelo de extrema derecha. Ese problema de aceptación, que no ayudó a la joven a integrarse y reforzó su sentimiento de no ser belga, de no ser occidental y de ser japonesa, apareció reflejado posteriormente en su novela semibiográfica Antichrista. Amélie Nothomb se sentía incapaz de comunicarse con los jóvenes occidentales y, según ella, quizás fue esa la razón que la condujo por la vía de la escritura.

   De todas formas, Nothomb consiguió terminar su formación en la universidad mencionada y, tras obtener la licenciatura, regresa a Tokio, donde acaba trabajando como intérprete en una prestigiosa empresa, una experiencia que posteriormente se convertirá en el argumento principal de Estupor y temblores, libro que será galardonado con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 1999 y que será traducido en términos cinematográficos por Alain Corneau en el año 2003.

   Más tarde regresa a Bélgica, donde despunta su carrera de escritora con Higiene del asesino, libro que escribió en solo tres meses. Envió el manuscrito a diversas editoriales, entre ellas la prestigiosa Gallimard, pero acabó publicándolo en Albin Michel, una empresa más modesta a la que permanecerá (casi siempre) fiel. Así como recibió numerosos elogios, su primera novela fue la diana de numerosas críticas negativas, ya que «no podía haber sido escrito por una joven de 23 años», «era evidentemente la obra de un hombre, y más concretamente de un hombre mayor». En ese preciso momento, Fabienne Claire Nothomb empieza a conocer el significado de la palabra «fama» y adopta el nombre de Amélie, quien se convierte no solo en escritora, sino también en todo un fenómeno mediático. A partir de entonces puede permitirse vivir únicamente de la literatura. De las tres novelas que escribe al año, solo publica una, siempre en el mes de agosto, y sus escritos están traducidos a unas 40 lenguas diferentes.

   En 2012 vuelve por primera vez a Japón, un país que la había salvado en numerosas ocasiones, porque necesitaba volver a sentir el poder curativo del archipiélago. Al regresar allí, se da cuenta de que lo que había definido su personalidad no había sido Japón, sino la nostalgia que había sentido por ese país. Aprovechando la ocasión, graba un documental cuyo tema central se convertirá más tarde en el argumento de uno de sus libros, La nostalgia feliz. Con el paso del tiempo, Amélie Nothomb se da cuenta de que, en ella, al sustantivo «nacionalidad» le corresponde el adjetivo «belga», pero únicamente porque eso supone no pertenecer a ningún sitio, no tener una identidad clara, definida.

 Para Amélie Nothomb, la escritura se define como una vía de escape que le permite expresar pensamientos y sensaciones. A través de ella se evade y se aleja de mundos monstruosos como el de la anorexia, enfermedad que padeció a los 13 años. También suele refugiarse en el mundo de la infancia, ya que para la autora la pureza del ser humano es exclusiva de dicha etapa. Sus novelas se describen como una intertextualidad entre la literatura japonesa medieval y la literatura occidental, y en ellas confluyen los términos binarios que distinguen occidente y oriente. Por esta razón se puede calificar a la autora como híbrida: es occidental y no occidental, activa y pasiva, observadora y observada, móvil y estática, moderna y tradicional, etc. De hecho, Amélie Nothomb ha llegado a ser definida como la intersección de polaridades culturales. Precisamente por el hecho de que haya estado en contacto, desde muy temprana edad, de diversas culturas, su literatura puede inscribirse en una especie de literatura global, ya que sus novelas se alimentan de una cultura poliédrica de la que la autora siempre extrae una receta exquisita.

   En sus novelas reflexiona sobre el sentido de la vida, la condición humana, la profesión de escritor, el suicidio amoroso, pero en ellas la escritora aborda sobre todo los temas de los orígenes y de la identidad. Amélie usa sus textos para reflejarse y componer un discurso propio de sí misma, es decir, los utiliza para buscar una solución a su problema identitario, ya que no consigue ubicarse en un punto geográfico concreto. Por esa razón, a Amélie le cuesta mucho no incluirse en sus novelas: la mayoría de sus escritos tienen carácter autobiográfico.

  Nothomb es una de esas autoras que se identifican con varias culturas, con varias lenguas e incluso con varias personalidades. En ella confluyen la heterogeneidad, la ironía, la paradoja, los extremos y las diferencias, y quizás por eso el mejor personaje de Amélie Nothomb sea ella misma.

 


 

 

 

  








Fuentes: 
Periódico El país
Lecturalia
Blog "La piedra de Sisifo"


Golpéate el corazón es una recomendación de María Ofelia Zúniga