jueves, 10 de febrero de 2022

El Fin de la Infancia | Arthur C. Clarke.




INTRODUCCIÓN.

Partamos de una realidad: no esperaba que nadie votara por el libro; y creo haberlo desmeritado en la justificación ‘del porque elegí el libro’. Esta completamente interesado en que el Club pudiera toparse con Comarc McCarthy que ya venía rondando las últimas votaciones sin mucho éxito (es un soberbio esfuerzo el negarme a realizar alguna referencia a McCarthy, ya que, como bien saben, pervierto rápido las cosas y si menciono algo, por mínimo, esta entrada terminará siendo alguna apología del catolicismo como último bastión de la humanidad en el declive del mundo más no el fin de los tiempos). Sabía por el cine y por los cómics de las ideas de Arthur C. Clarke. 2001 odisea del espacio de Kubrick y de Jack Kirby, más un documental del que solo lo recuerdo a él (a Clarke) usando una camisa holgada y floreada, fueron suficientes para convencerme del tremendo genio detrás de semejantes ideas (mientras escribo esto escucho a Ligeti y, en tercer plano, imagino un monolito, negro, espeso y negro, flotando sobre mi cabeza, esperando que su influencia haga capaz a este macaco de escribir algo interesante como introducción del segundo libro del mes).

 Dentro de todas las opciones de ciencia ficción que barajea mi cabeza, que son, para sorpresa mía, pocas, elegí El Fin de la Infancia. Me decidí por él porque me resultó inocente debido al título y por ser una de las novelas tempranas de Clarke, que, siguiendo esta lógica de la inocencia, o de la infancia, asumimos que los trabajos referenciales o maestros de los autores se construyen en la madurez. 

Febrero no lo inicié con La Carretera, ya estaba re-contra leído (y sigo haciendo mi esfuerzo para no comentar al respecto). El mes arrancó con El Fin de la Infancia porque no solo era un libro al que no había accedido, sino que para mi sorpresa, días antes de iniciar el mes, me doy cuenta por el calendario del Club que leeríamos al inocente libro de Clarke en la últimas dos semanas (y yo, en mis adentros, lancé un improperio a los dirigentes, al Club, a la vida, a los libros, al calendario, a Brenda, a la Cremita, por no haber mencionado que mi propuesta, colateralmente, fue elegida). 

Llegué con curiosidad al libro, olfateando las palabras y las imágenes, con la cabeza bien abierta a fabricar lo necesario para que la novela dejará al descubierto en mí la condición en la que se gestó. No leí comentarios de nadie, no leí nada en Wikipedia de Clarke, estaba contento con esa imagen cándida y relajada de él en camisa hawaiana esperando a que le sirvieran la primera piña colada del día; lo que sabía del libro era por lo poco que aparecía en la sinopsis barata que encontré en la contraportada del mismo por lo tanto categóricamente puedo decir que yo sabía del libro al igual que los de la editorial Minotauro; es decir, nada. En cierta manera llegué al libro, como casi siempre llegó a los libros, siendo un niño. 

El prólogo, ese primer capítulo y esas últimas siete palabras con las que cierra, anticipan el final de una de las infancias más interminables de la historia: la humanidad, el antropocentrismo, el Reino de los Hombres; y es que no importa lo mucho que se mate al antropocentrismo, una y otra vez a través de la historia: la humanidad, su narración, sigue siendo un centro. 

Me veo tentando (para nadie es sorpresa) a exponer todas mis ideas del libro, terriblemente tentando. No hacerlo, al menos, me compromete a participar de una de las reuniones (quiero quejarme del trabajo por arrebatarme los días jueves, pero no lo haré, me lo ha prohibido mi psiquiatra); además al exponer ideas corro el riesgo de ‘espoilar’ (ese gran mal que parece robarnos la capacidad de sorprendernos) y sobretodo de sesgar, hasta cierto punto, el hipotético encuentro con la idea de no estar solos en el universo 

(Consciencia: 

- Pero es fácil lidiar con esto Alex, muy fácil. No tienes que olvidar que esto es una introducción y no un ensayo…. Mono imbécil).


Terminé el libro en poco tiempo; a cada momento de su lectura levantaba la cabeza, volvía a ver a mi alrededor con una pesada sensación de angustia, por momentos me quedaba ensimismado en fotogramas mentales y diálogos; no me mal entiendan, mi malestar con este libro en nada provenía de la trama o del destino de los personajes. Sufría, porque esa es la palabra, sufría por la posibilidad de que, en algún momento, en la apertura del tiempo, nosotros, la humanidad, pudiéramos llegar a rozar la posibilidad de no estar solos en el universo en los mismos términos planteados por Clarke. (Quien no solo demostró mi error acerca de los autores y sus primeros trabajos, sino que planteó, con su literatura, una realidad que siempre acecha, una realidad en la que todo en cuanto llamado mágico, irreal y místico, se pude volcar sobre la sordidez de este nuestro mundo).

Al terminar el libro recuerdo haber sentido nervios, tal cual chucho ‘encrispado’ en la madrugada ladrándole a cosas que solo el percibe. Vi al amplio azul del cielo, no es que buscará respuestas, más bien contemplaba su inmensidad y toda aquella profundidad que ni siquiera intuyo. Me sentí en ese momento como pocas veces suele pasar entre nosotros, entre humanos: sentí mi pequeñez, mi infancia, y por un momento creí que allá, quien sabe a cuantos años Luz, mi mirada era como el resplandor parco de una pequeña estrella a los ojos de alguien que a lo mejor nunca llegaré a conocer.  Y sonreí y dije en voz alta: ¡Pota, que libro men! Y salí a contarle a Brenda y a la Cremita que era lo acababa de leer.


a.e


EL FIN DE LA INFANCIA: GENERALIDADES.


Primera edición de
El Fin de la Infancia (Childhood's End) 1953.

"El fin de la infancia" es una novela de ciencia ficción de Arthur C. Clarke. Originalmente publicada en 1953, luego apareció una versión con un capítulo modificado en 1990 debido a la naturaleza anacrónica del capítulo inicial. La historia comienza con una pacífica invasión extraterrestre de la Tierra por una raza alienígena llamada los superseñores. Su llegada supone el final de todas las guerras, ayudando al mundo a organizarse en un nuevo orden mundial, llevando el planeta a una utopía. Muchos interrogantes se abren entre los humanos, que los alienígenas evitan contestar prefiriendo controlar el mundo desde sus naves espaciales. Décadas más tarde los superseñores se muestran como son, y su impacto lleva a una utopía final, pero al coste de la identidad de la humanidad y finalmente del mismo planeta.

    La idea de Clarke para el libro empezó con su relato corto "Ángel Guardián" de 1946, el cual se expandió en novela en 1952, incorporando la primera parte del libro, "La Tierra y los superseñores". Completado y publicado en 1953, El fin de la infancia vendió su primera edición, recibiendo buenas críticas, y convirtiéndose en el primer libro famoso de Clarke. El libro es visto por muchos lectores y críticos de Clarke como su mejor novela,1​ y está descrito como un "clásico de la literatura extraterrestre".2​ Junto con Cánticos de la lejana Tierra (1986), Clarke consideró a El fin de la infancia como una de sus novelas favoritas.​

    Ha habido varios intentos para adaptar la novela al cine. El director Stanley Kubrick expresó su interés en 1960, pero finalmente colaboró con Clarke en 2001: Una odisea en el espacio. El tema de la novela de evolución transcendente también aparece en otras series de Clarke como Space Odyssey, y es atribuida a la influencia del autor británico Olaf Stapledon. En 1997, la BBC produjo una dramatización de 2 horas de radio que fue adaptado por Tony Mulholland.

    El 10 de abril de 2013, el canal norteamericano Syfy anunció sus planes de desarrollar una miniserie de TV. El 3 de septiembre de 2014, Syfy anunció que "El fin de la infancia" tenía luz verde para tres episodios de dos horas de duración para ser estrenado en 2015. La serie sería escrita por Matthew Graham y dirigida por Nick Hurran. Tuvo su estreno en diciembre de 2015.


ARTHUR C.CLARKE




Arthur Charles Clarke (Minehead, Inglaterra; 16 de diciembre de 1917 - Colombo, Sri Lanka; 19 de marzo de 2008), más conocido como Arthur C. Clarke, fue un escritor y científico británico. Autor de obras de divulgación científica y de ciencia ficción, como la novela 2001: Una odisea del espacio, El centinela o Cita con Rama y coguionista de la película 2001: Una odisea del espacio.

    Clarke nació en Minehead, Somerset. Ya de pequeño mostró su fascinación por la astronomía cuando, con un telescopio casero, dibujó un mapa de la Luna. Terminados sus estudios secundarios en 1936, se trasladó a Londres. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en la Royal Air Force (Real Fuerza Aérea) como especialista en radares, involucrándose en el desarrollo de un sistema de defensa por radar, y ejerciendo como instructor de la naciente especialidad. En 1945, concluida la guerra, publicó su artículo técnico Extra-terrestrial Relays en la revista especializada Wireless World, en el cual sentó las bases de los satélites artificiales en órbita geoestacionaria (llamada, en su honor, órbita Clarke), una de sus grandes contribuciones a la ciencia del siglo XX. Este trabajo le valió numerosos premios, becas y reconocimientos.

    En ese período estudió matemáticas y física en el prestigioso King's College de Londres, estudios que finalizó con honores. También ejerció varios años como presidente de la Sociedad Interplanetaria Británica (BIS), hecho que demuestra su gran afición por la astronáutica. En 1957 como parte del comité británico acudió a Barcelona para el VIII Congreso Internacional de Astronáutica, momento que coincidió con el lanzamiento del Sputnik I por parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

    Su fama mundial se consolidó con sus intervenciones en la televisión: en la década de 1960, como comentarista de la CBS de las misiones Apolo; y en la década de 1980, merced a un par de series de televisión que realizó.

    También son conocidas sus famosas leyes de Clarke, publicadas en su libro de divulgación científica Perfiles del futuro (1962). La más popular (y citada) de ellas es la llamada «Tercera Ley de Clarke»: Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

    En 1953 Clarke conoció y se casó con Marilyn Mayfield, una divorciada de 22 años con un niño pequeño. Se separaron a los seis meses, aunque el divorcio no se formalizó hasta 1964.1​ Clarke nunca volvió a casarse pero fue un amigo muy íntimo de Leslie Ekanayake, quien falleció en 1977.

    Desde 1956 y hasta su fallecimiento vivió en la isla de Sri Lanka, (antigua Ceilán), en parte por su interés por la fotografía y la exploración submarina, y en parte debido a su fascinación por la cultura india.

    Se le otorgó el título de caballero de la Orden del Imperio Británico en 1998. También en su honor se puso su nombre a un asteroide, (4923) Clarke, y a una especie de dinosaurio ceratopsiano, Serendipaceratops arthurcclarkei, descubierto en Inverloch (Australia). Clarke falleció la madrugada del miércoles 19 de marzo de 2008 a las 01:30 hora local (21.00 GMT del martes) en Colombo (capital de Sri Lanka), debido a un paro cardiorrespiratorio. Tenía 90 años.


Trayectoria literaria


Firma de Arthur C.Clarke.

Comenzó a escribir ciencia ficción al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Su primer cuento publicado fue Partida de rescate, que apareció en el número de mayo de 1946 de la revista Astounding y que le sirvió como punto de partida de una fructífera carrera. Entre sus primeros relatos destaca El centinela (The Sentinel), que sirvió de base para su novela 2001: Una odisea espacial (1968) y para la película del mismo nombre del director Stanley Kubrick.


Se pueden diferenciar claramente tres etapas en su producción: 


1. Las novelas utópico/humanistas de los años 1950, principalmente El fin de la infancia, La ciudad y las estrellas y la propia 2001: Una odisea espacial.

2. La rigurosidad científica de los años 1970, por la que será incluido entre los autores de ciencia ficción dura, con obras como Cita con Rama y sobre todo Las fuentes del paraíso.

3. Una última etapa a finales de los años 1980 y 1990, donde Clarke comparte la coautoría de sus principales títulos, cerrando grandes sagas (RAMA y 2001), y viéndose un perfil claramente político/social como en Factor detonante o Sismo grado 10, sin perder el carácter de obra de ciencia ficción.


DIVISIÓN DE LECTURAS 

(PERO PRIMERO ALGUNOS COMENTARIOS DE LOS USUARIOS DE GOODREADS SOBRE EL LIBRO)





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Jueves 17 de Febrero

Hasta el final del capítulo 12 de la Segunda Parte: La edad de Oro (54%)


Jueves 24 de Febrero

Del capítulo 13 de la Segunda Parte: La edad de Oro, hasta el final del libro (100%)


LAS LEYES CLARKE



Clarke en febrero de 1965, en uno de los sets de 2001: Una odisea del espacio.


Son tres las leyes que Clarke postuló, haciendo una especie de predicción de cómo se daría el avance tecnológico en la humanidad. Estas leyes, que si bien pudieran parecernos algo bastante obvio en el mundo en el que vivimos, con todo tipo de tecnología que va avanzando y actualizándose de forma vertiginosa, era algo que las personas comunes eran incapaces de concebir durante la primera mitad del siglo XX. Pero Clarke no era una persona común.


1. Primera ley de Clarke

A lo largo de sus obras formuló sus tres leyes, las cuales se volvieron famosas con el paso del tiempo. La primera ley hizo su debut en el ensayo Hazards of Prophecy: The Failure of Imagination (1962). Esta ley dice:

"Cuando un científico, ya anciano y famoso, afirma que algo es posible, probablemente esté en lo correcto. Pero, cuando dice que es imposible, lo más probable es que se equivoque".

En la actualidad, muchos científicos, como el caso de Michio Kaku o el ya fallecido Stephen Hawking, coinciden con esta ley. Se cree que la mayor parte de las invenciones de la ciencia ficción son posibles y, algún día, se harán realidad. Lo paradójico de esto es que, además de coincidir con esta ley, Stephen Hawking fue un ejemplo de cuando un científico muy famoso era al presuponer que no se logrará un avance científico concreto. Hace unos años, en 2013, se descubrió el bosón de Higgs, una partícula que Hawking defendió que no se llegaría a encontrar, y que si se lograra, ésta partícula llegaría a tener un poder destructivo inimaginable.

    Han pasado casi siete años y, hasta el momento, tal partícula no se ha mostrado como una arma de destrucción masiva ni tampoco han ocurrido incidentes preocupantes.


2. Segunda ley de Clarke

La segunda ley de Clarke apareció en una edición revisada de su libro Profiles of the future (1973). Esta ley es un poco más dinámica que la anterior, la cual postula:

"La única manera de encontrar los límites de lo posible es yendo más allá de esos mismos límites, y adentrarse en lo que creemos imposible".

Más que una ley, este postulado es una invitación a que la investigación no pare, a que la ciencia continúe tratando de describir de la mejor manera la realidad y modificarla de acuerdo a los intereses generales.

    Son muchas cosas que hasta hacía relativamente poco parecieran imposibles, como volar en avión, mantener una videollamada estando separados por medio planeta de distancia o el tratamiento para el cáncer.


3. Tercera ley de Clarke

Pero la más conocida de las leyes de Clarke es su tercera y última ley, formulada bastante más tarde que las dos anteriores. Con una sorprendente seguridad para ser una persona de su época, Clarke afirmó:


"Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia".


Al decir esto, Clarke debía tener en mente que cualquier civilización, fuera esta la humana del futuro o una de origen extraterrestre. 

    También, si nos vemos a nosotros mismos, podemos entender que, si consiguiéramos viajar al pasado y enseñar a las personas de la Edad Media nuestros dispositivos electrónicos, seguramente pensaran que son brujería, por mucha explicación científica que les diéramos. Incluso cuando se inventó la televisión, no hace más de 80 años, hubo quien estaba convencido de que dentro de ese aparato se encontraban personas diminutas, que no podía ser arte de electricidad y una pantalla con luces.

    Una vez postulada su tercera ley, Clarke dejó de decir de nuevas con respecto a esta cuestión. El científico era modesto, y consideraba que si tres eran las leyes suficientes para Isaac Newton, también serían tres las suficientes para él.


Referencias bibliográficas:

Clarke, A. C.; (1989). Cita con Rama. Barcelona: Ultramar Editores. ISBN 978-84-7386-190-8.

Clarke, A. C. (1951) The Exploration of Space. New York: Harper & Brothers

Clarke, A. C. (1962) Profiles of the Future: An Inquiry into the Limits of the Possible (1962) New York: Harper & Row

McAleer, N. (1992). Arthur C. Clarke: The Authorized Biography. Chicago: Contemporary Books. p. 100. ISBN 0-8092-3720-2.

Clarke, Arthur C. (1984). "The Sentinel". Heavy Metal. Vol. 7 no. 10. p. 57.

Tuck, Donald H. (1974). The Encyclopedia of Science Fiction and Fantasy. Chicago: Advent. p. 101. ISBN 0-911682-20-1.