jueves, 25 de marzo de 2021

Narraciones CBE: Deseo y posibilidad. Una historia de las notas de la Doctora Calvin (cap. final)


Deseo y posibilidad   

Una historia de las notas de la Doctora Calvin   

(cap.final)




Leyó y releyó las notas de la doctora Calvin; al menos, cuatro veces más. 

Apenas puso un pie dentro de la casa, percibió una fuerza en su interior demandando ir al baño. Las últimas líneas del cuaderno que la doctora le había enviado era una nota dirigida a ella. 


Fui muy descuidada... claro, hasta al final. Si tuve sospechas las dejé detrás de la ignorancia. Uno es humano, nuestra mente no computa de la misma manera que un cerebro positrónico. Ni el conocimiento, ni la experiencia, ni porque una o la otra sean demasiado, en nosotros prevalece un sentido de la ingenuidad. 

    Asumí que algunos de los cambios que hiciste encontraban justificación en las demandas editoriales de su trabajo, también valoré el hecho de que la distorsión se trataba de algo muy íntimo de ustedes los periodistas. Es decir, su trabajo se resume a presentar una verdad, queda en segundo plano si para ello la verdad tiene que sufrir alguna modificación. Le dicen 'problemas del lenguaje' ¿no? El arduo y complicado labor de presentar la verdad, tal y como es, ha quedado, desde hace años, en manos de la ciencia; que a pesar de sus esfuerzos, siempre es insuficiente. Además, ¿porque no he de admitirlo? Su manera de tratarme, de hablar sobre mí… ¡Oh, la vanidad! o mejor dicho, ese placer que provoca el ser reconocido por alguien, ser visto por alguien, eso que la vieja psicología llamó escoptofilia... eso aún hace de las suyas. Admito que fácilmente me deje seducir por su boba y delicada zalamería. 

    EL CONFLICTO INEVITABLE, ese es el título del último artículo, ¿no es cierto?


La luz no dejó sombra en el baño. La blancura e iluminación resultaban un principio contrario a la suciedad a la que estaba asociada el cuarto. La reportera se acercó al espejo, se ubicó frente a él; escogió el espejo pequeño, solo necesitaba ver su rostro. Ni un músculo de ese rostro amable y delgado lucía tenso, la mueca que sostenía resultaba artificial; como si fuera la primera vez que sentía en su organismo aquello que roza la frustración y la vergüenza. Hizo su largo cabello hacía atrás. Lo amarró; no quería que ni la más delgada hebra castaña le entorpeciera el rostro. Abrió el grifo, metió las manos en el agua helada y se llevó lo que pudo al rostro. No parpadeo, no perdió la atención de su imagen proyectada en el espejo.



Dejemos algo claro: No estaba interesada en leer alguno de sus artículos. La conclusión era simple: no había nada nuevo en ellos, todo era acerca de mí; lo que pienso, lo que intuyo, lo que siento acerca de los robots. Me interesé por los artículos, y terminé leyendo cada uno de ellos, después de que una que otra persona de la U.S Robots hiciera comentarios acerca de mí... nuevos y extraños comentarios. Decían que poco a poco se volvía evidente y descarado mi odio hacía la humanidad; alguien dijo que si tanto era el malestar que me provocaba la carne humana, mejor sería que encontrará la manera de acabar con mi propia humanidad. De paso me sugirieron que si acaso me atrevía a ello, lo hiciera con una soga al cuello. Estoy de acuerdo en algo con ese tipo de comentarios, así como lo estará usted y cualquiera que me conozca: no me simpatiza mi especie. 

    No me simpatiza, pero no por ello hago de mi trabajo un evangelio de mi desagrado. El mismo hecho de expresar ese 'odio' a alguien iría en contra del mismo malestar expresado. Hacerle saber a un humano mi desagrado, implicaría, según las antiguas reglas de la intrusión psicológica, que este sujeto antes de resultar un repulsivo es el objeto de mi identificación... en fin.

    Leí sus artículos. Menuda sorpresa me encontré. Espero disculpe mi obsesión, pero prefiero pecar de detallista a ser tildada de histérica y paranoide…


El agua volvió a hacerlo una vez más... ahora se deslizaba con lentitud sobre la piel de la mujer. Su textura tersa, esa ausencia total de defectos en ella, era motivo para que dermatologos, o cualquiera, asegurara, ciegamente, que el agua correría en ella fácilmente. Pero la gota permanecía en su mejilla como suspendida.

La periodista no notó lo que sucedía con su piel y el agua, al interior sucedían una intensa rememoración de cada una de las acotaciones que la doctora realizó de los nueve artículos que ella publicó a costa de su vida y trabajo en la U.S Robots. Junto a cada frase sacada de la Prensa Interplanetaria, estaba una observación que contenía las quejas de la doctora por aquellas palabras que ella, la doctora, no recordaba haber dicho; conceptos que ella no había explicado...


“¡Sólo las máquinas a partir de ahora serán inevitables!” Usted sabe que yo no dije eso. No importa lo mucho que odie, si es que se siente más a gusto con esa palabra… que odie a los humanos, yo pertenezco a este ocaso que ha dado su última luz para verlos nacer. ¡Sólo las máquinas a partir de ahora serán inevitables! Esas no son palabras humanas. Usted podrá decir, ‘pero doctora Calvin, su argumentación apunta a ello, es el espíritu de su trabajo', y yo le diría: Si, es cierto... Y si, es cierto que nosotros los humanos solemos pensar más allá de las palabras, y esto se lo hago saber antes de que lo añada a su próximo comentario. Pensar más allá de las palabras es un mal hábito si quiere verlo de esa manera, aunque para mí es peor, es algo de lo que no podemos librarnos. Todo humano en la historia y las galaxias tiene un capricho en común, también llámelo un mal hábito, pero también es algo peor… Usted, al parecer, ha olvidado que somos la especie que viene matando a Dios desde los primeros siglos. Es ese uno de los grandes deseos que con ustedes, los robots, se vuelve cada vez posible. Si matamos a Dios, ¿no cree usted que no estaríamos dispuestos a acabar incluso con lo inevitable?

Recordé sus ojos, sabe… 

    Al final, después de la última nota recordé sus ojos. Siempre atenta, recolectando todos los datos alrededor, podría jurar que me estaba leyendo la cabeza, pero era algo más sencillo que eso; sencillo, claro está, para alguien como usted, ¿no es así? ¿Qué, 114? ¿110? ¿Cambió los números de la serie el doctor Allen para ocultar su fracaso con el 102?


S.C.


La frialdad que emitía la cabeza de la reportera, producida por el estrés de las notas de la doctora Calvin, cristalizó la gota de agua en su mejilla. Estaba perdida ahora en los detalles reflejados de su ojo. El iris lucía normal, su color avellana jamás había provocado sospechas; dentro de un trabajo como el suyo,  incluso eso era una ventaja. Los humanos suelen decir que los ojos son las ventanas del alma, y la experiencia ha demostrado que unos ojos claros cumplen esa absurda filosofía. La pupila presentaba las dimensiones adecuadas, la negrura correcta, era el vacío que se esperaba encontrar en todo ojo humano; receptáculo de informaciones que en el caso de la reportera, estas informaciones entraban en proporciones infinitas en contraste a la pupila humana. 

Todo estaba en orden en ella. La única respuesta al cuaderno era el ingenio de la doctora Calvin. Ese cerebro de carne y líquidos, seudo-electricidad y arrugas, era lo único que podía dar respuesta a ese reconocimiento que la doctora hizo de ella; que debajo de lo humano, y el periodismo, se encontraba el funcionamiento de un cerebro positrónico. 

    Era imposible que el gastado y carnoso ojo enfermo de la doctora haya alcanzado a distinguir, en un borde de la zona esclerótica del ojo izquierdo, entre las manchas propias de un tejido sanguíneo, el código KPHAXTIO…




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(4) Capítulo Anterior

sábado, 20 de marzo de 2021

Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XV)




Tiempo de tristeza, pecado, juicio y el recuerdo de la salvación de Maximiliano Ravidabia. 

Todo el camino permanecimos en el silencio. En mí se cernía los efectos de una vergüenza y tristeza. Eran mis caprichos, sutilezas del orgullo y la fama; males que pensé haber abandonado, que me hicieron olvidarme de los otros. Por estos males expuse a mis compañeros a peligros, peligros que en esta tierra son la carne de mi propia locura. Me he dado cuenta que los peores pecados son los que nacen de la negación del otro y de nuestra necedad por sentarnos encima de todas las cosas como únicos soberanos. Pensé haber progresado en estas debilidades, pero me he mantenido en el mismo lugar, ignorante de que el pecado es original, natural y perpetuo. 

Hundido en estos asuntos que agobian el espíritu escuché el grito de Ordoño que iba delante de nosotros. Temiendo que su vida estuviera en riesgo, hicimos correr los caballos. Ante el vibrar de la marcha, desde la fronda salieron millares de pequeñas aves de colores verdes, amarillos con tintes azulados y brillantes en las plumas de sus alas. Aquello nos llenó de alegría, la cual se sumó a saludos y golpes en la espalda, porque vimos a Ordoño arrodillado, otorgando una plegaria de agradecimiento a los cielos.

Habíamos encontrado el sendero que lleva a la Montaña donde ascienden las luces.




Próximo Capítulo 

Los tres seres demandan respuestas a Maximiliano Ravidabia. 

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domingo, 14 de marzo de 2021

Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XIV)




De la ceremonia encontrada en el valle y como uno  fue tomado para sacrificio.  

Vernudo Comares fue tomado por estas tierras. Si Tristán fue capturado por vanaglorias, Vernudo Comares fue arrebatado por el salvajismo que Guijarro advirtió.

Anduvimos sin problemas, cumpliendo los tiempos que habíamos pactado para la empresa. El viaje hasta ese momento estuvo lleno de descanso y alegrías, las sombras pasadas habían sido eliminadas del pronto recuerdo. La belleza que guardaba la imagen de las luces ascendiendo en la Montaña era lo único que se movía en nuestras cabezas. Y este fue nuestro pecado, que la Montaña se deslizó a los vicios de la avaricia y la lujuria. 

Era un valle cubierto por enormes nubes que se trenzaban con el cielo naranja, el lucero de plata ya asomaba el rostro. Los caballos se agitaron y su resistencia nos invitó a revisar el lugar. A lo lejos, un fuego fatuo alumbraba la tierra y dibujaba las cataduras de gente que se movían a su alrededor. Habiendo inspeccionado la forma del fuego, a través de la extensa mirada, fueron expuestos los sonidos que venían del  mismo. Entre los hombres se dijo que los sonidos eran la voz del fuego llamando a dioses, cosa que sedujo mi apetito de Mundo. Arrastré con cautela a la compañía hacia donde el fuego danzaba. Aún distantes, se veía a las figuras girar  alrededor del fuego con largas telas de colores. Los sonidos de tambores y flautines me llegaron a declarar que ahí había culto a Pan, pero recordé que esta era tierra extraña y que los dioses, a pesar de sus semejanzas, son diferentes; cada dios es siempre único en relación a los otros y solo Dios es diferente en relación a él mismo.

Vi aquí un hombre con cuernos, sin una mano, y ojos de cabra que se movía cerca del fuego; saltaba y se acercaba a las figuras danzantes buscando ensartar su cuerno en la carne. Mientras más cerca estábamos del culto, otras figuras aparecieron. Vimos gigantes que no eran como los conocidos en nuestra tierra. Vimos diablos con cabellos blancos golpeando el suelo con sus colas. Vimos hombres desnudos que cubrían su rostro detrás de paños oscuros, tomaban fuego que era lanzando al aire con ira. Ordené retroceder y rodear el camino, pero todos los hombres y yo fuimos testigos de una gran fiera que nos cerró el paso. 

Una bestia de pelaje negro y ojos rojos acechaba nuestras espaldas. Lamenté haber cedido a mi curiosidad y mis tendencias paganas, y más lamente  haber desdeñado la prudencia y el consejo de Guijarro. No habiendo opción continuamos en dirección a la ceremonia. Mantuvimos en dominio a los caballos que se negaban a continuar, y solicité que nadie avanzará a galope para evitar que nuestra presencia se convirtiera luego en la imagen enemiga.

Vernudo Comares, poseído por el carácter de su nombre, fue llevado al acto. Su velocidad y destreza en la cabalgadura pusieron en duda su amplia carrera como hombre de mar, pues no me permitieron intervenir en el instante en que desenvainó su cuchillo. Se arrojó al fuego profiriendo gritos que ya habían sido hechos siglos antes: ¡Carthago Delenda Est!

No había avanzado mucho cuando la bestia, que pensamos haber dejado atrás, apareció desde atrás, y tal cazador se abalanzó sobre Vernudo; le arrancó de su montura y lo llevó en su hocico rumbo al fuego. La bestia lo entregó a aquellos seres que bailaron con su muerte. Alcanzamos a ver como nuestro hermano era despojado de sus ropas, y antes que se nos ocurriera hacer algo que evitara su escarmiento, la fiera se posó frente a mí y en el color de sus ojos logré escuchar un mandato que me exigía huir del lugar; que, de no cumplir, no solo nosotros moriríamos en su boca, sino que también morirían nuestros compañeros que aún aguardaban en la playa.

Al no encontrar opción, y con gran rencor hacia mí, avanzamos al mismo ritmo, en silencio, dejando nuestras lágrimas sobre los lomos de los caballos. A punto estuvimos de abandonar el viaje, pero vimos la luna tan grande como un sol, y esta, como si supiera el pesar de nuestra alma, hizo que estrellas llovieran en el cielo. En ese momento recordamos a nuestro hermano y elevamos cantos en su recuerdo.




Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XIII)



Contemplación de la naturaleza y exaltación a Dios en el camino. 


Procuramos más el viaje que el descanso. En la medida que nos adentramos a la tierra ganamos confianza. Aprendimos a encontrar alimento y procuramos distribuir con ecuanimidad las provisiones otorgadas por el buen Guijarro, al que mantengo en mis oraciones. 

En el camino encontramos terreno y vegetación que refleja las maneras en que sucede cada estación y se manifiesta la temperatura. De pronto se es abrazado por una calidez que hace al cuerpo reposar, luego a pocos pasos, sin señales en el cielo de la blanca nieve, uno puede llegar a congelarse; cuando menos se espera, uno está bañado en sudor. En esta variedad se agregan las alternancias del terreno; se puede hacer llano, se eleva entre rocas, se deja caer en agujeros parecidos a las guaridas de los gusanos infernales. Los bosques de esta región son muchos. Los hay de pequeños árboles, los hay de arbusto, los hay de árboles gigantes. Cada nuevo día llega y la tierra despierta envuelta de espesa niebla donde la luz dibuja sombras. El sol no desaparece ante la llegada de nubes negras, porque este siempre encuentra el espacio para brillar, y después de cada tormenta queda marcado en los cielos la promesa de buena voluntad de Dios para con la humanidad. 

El mandato de Dios está aquí. En esta tierra todo crece, la vida se expande y retumba. En esta nueva tierra he evocado el recuerdo del viejo mundo. Héroes andando sobre los pasos de los dioses, voces de titanes estremeciendo el cielo y la delicadeza de la magia que no deja de tejer los lenguajes que unen a todas las cosas sin que estas dejen de ser lo que ya son. Esta tierra es arcana de la historia de los hombres, y podrá ser, si quiere, el eje del mundo, tierra santa donde veríamos al Jesucristo negro andar por sus veredas, cargando en su oscuridad el precio de la pureza de este insólito lugar; Jesucristo negro que otorga, en su injusta condena, esperanza en lo que es imposible esperar, misericordia en lo que es imposible perdonar y fe de lo que no se puede creer. ¿Habrá el primero de nosotros sentido lo que yo sentí, al ver este mundo tan vasto y perpetuo, cuando salió del polvo en la que fue concebido? ¿Habrá Dios derramado las lágrimas que yo derramé al darse cuenta de que la creación excedió su eternidad?

Aquí la grandiosidad de Dios, que siempre es exuberancia de él mismo, y también es ciego para reconocerlo. Ya que todo es más grande que Él, siendo Él más grande que todo.  





Series CBE: La Montaña Donde Ascienden Las Luces (XII)




Juicio a favor del viaje a la Montaña donde ascienden las luces y un augurio a Guijarro. La lealtad del resto de la compañía es probada.


Admito que en las últimas palabras de Guijarro hallé pábulo para prolongar el ideario de la Montaña. Avanzamos lejos del pueblo, como humilde caballería en ruta a nuestra estrella, cinco hombres. A los grumetes, en la seguridad de la amistad y ligereza proporcionada por su juventud, les envié en dirección a la playa con instrucciones para el capitán sobre cómo dejar el desconcierto en el que se encontraba, y con la promesa de ayuda en el pueblo en manos de su administrador y no de su amo; quien, a pesar de la malevolencia de su alma, no es peligro para estos días. 

El llamado ‘santo’ se encuentra ensimismado en su propia concupiscencia, como puerco que no abandona la charca; pero una vez libre, no solo cargará con la peste de su propia inmundicia, sino que en sus entrañas contiene a cien o mil más sucios que él. Advertí a Guijarro de esto, exhorte la falta de acción e invité a la valentía; le hice saber el consejo de que antes de ley, arte o mercado, he aquí cada uno de los miembros del pueblo son la verdadera institución que hay que cuidar de la podredumbre de su amo.  

Los que andaban conmigo sabían que el viaje se haría largo hasta llegar a la Montaña, y que este viaje ya nada tenía que ver con la voluntad del capitán. Ofrecí a quien quisiera el permiso de dejar el grupo con la bendición y el agradecimiento de su lealtad. De los que me acompañaban nadie aceptó la salida. A cada quien, según el calor y el peso de su corazón, la Montaña de las luces le llamaba. 



miércoles, 10 de marzo de 2021

Narraciones CBE: Deseo y posibilidad. Una historia de las notas de la Doctora Calvin (cap.4)


Deseo y posibilidad 

Una historia de las notas de la Doctora Calvin 

(cap.4)




- ¿Eso es todo? ¿Esa es su gran intervención? – la voz del Dr. Allen logró salir de la habitación antes de que el grueso capitán la abandonará cerrando la puerta.  

-  Si. Eso es todo lo que necesitaba saber… – La doctora se quedó observando el suelo de la habitación en la que se encontraban con Allen.

- Explíqueme Calvin… Explíqueme porque tengo tanto que resolver, y para mi fortuna, de usted depende casi todo lo que me espera con los directivos de la U.S Robots.

- Caspio es un robot de sensaciones. Capta, percibe y emite respuestas… usted Allen, por ejemplo, dígame, que le provoca mi presencia – Susan Calvin arqueó la ceja esperando que el silencio de su compañero terminara – ¿No tiene el valor de decirme lo que suele hablar con sus amigos acerca de mí? Ande, hable.

- Doctora… no sé qué es lo que pretende.

- No sea cobarde. ¿Necesita ayuda? Está bien. Podemos decir que mi presencia le provoca repulsión, o ¿pesar? ¿Una amplia carga de fastidio… un interminable sufrimiento… ya que soy una lastimera figura que nadie sabe cómo es que puede soportar el peso de la bata? No se extrañe doctor, no lo estoy espiando, ni a usted o sus amigos. U.S Robots invierte mucho en sus productos, pero no podemos decir lo mismo de sus paredes – La doctora caminó hacia el vidrio que daba a la habitación en la que Caspio permanecía inmóvil y sonriendo –. A dónde quiero llegar es que todas esas sensaciones no son más que variantes semánticas. Nuestra psicología nos permite captar estas variaciones semánticas, las máquinas no pueden hacerlo. Las máquinas sólo captan la actividad sensorial. ¿Recuerda usted porque se dejaron de utilizar aquellos espantosos aparatos conocidos como ‘detectores de mentiras’? 

- No. No lo sé – La mueca en el rostro del doctor Allen lo hizo lucir inflamado. Enfermo de coraje.

- Esas máquinas detectaban alteraciones en el funcionamiento del organismo. La alteración en el cuerpo era el indicador de un elemento de inestabilidad, para los usos de la máquina y su propósito a esa inestabilidad se le denominaba: mentira. Pero lo cierto es que muchas personas no mentían. Lo que sucedía es que las preguntas no contemplaban la realidad semántica del sujeto; es decir, el valor que para ellos tenía una palabra y no otra. La máquina no medía esa realidad tan imprecisa en términos objetivos; imprecisión de la que se vale el humano para realizar sus valoraciones o afrontar la vida. Es por eso que no hay diferencia objetiva entre el ‘pesar’, ‘fastidio’ o ‘repulsión’ que yo le puedo provocar. A nivel orgánico, sensorial, es exactamente lo mismo; músculos contraídos, algún cambio en el ritmo cardíaco, la coloración en su redondo rostro... Sus ofensas por lo tanto son, digamos, un tanto ilusorias. ¿Me entiende doctor? 


El doctor Allen no respondió. El aire que salió de su nariz hizo que la doctora Calvin prosiguiera. 

- Según las transcripciones de los videos de seguridad del apartamento de la señorita Stefano, Caspio y la chica tuvieron tres minutos de conversación antes del, por decirlo de alguna manera, incidente.

- Si. Lo leí. Los dos hablaban acerca del futuro de ella, de las decisiones a tomar una vez que terminara su grado… eso lo sé, pero, ¿por qué el robot tuvo que golpear de esa manera a la chica? – El doctor Allen movía cada vez los brazos con más énfasis y velocidad. El hombre estaba perdiendo la paciencia.

- Bárbara no sabía que estaba embarazada. Deje que termine. En el video se puede apreciar que la chica le dice a Caspio, y lo leo textualmente: “solo me tengo a mi misma, y todo esto, vivir sola, la adultez, el trabajo, son responsabilidades, no  es nada fácil… sé que si sucediera algo que rompiera mis pretensiones, mis deseos, sea lo que sea, encontraría la manera de sobrellevarlo, pero dime Caspio, ¿no crees que sería lindo que al menos los deseos más inocentes se hicieran realidad? No estoy fantaseando con nada fuera de la realidad; volverme famosa, millonaria, cosas así… No. Solo quiero un trabajo. Una profesión. Destacar en lo que sé que yo elegí y lo que yo puedo hacer. Imaginar que uno puede perder lo que más sueña… Dios, Caspio, me hace sentir mal, ¿sabes?… de hecho me siento mal…”. Es en ese momento en el que transcripción dice que Caspio se entrecorta al hablar. Una máquina como él es incapaz de tener un desfase, usted mismo lo dijo en la reunión para la aprobación de fondos. Su cerebro positrónico siempre elabora una respuesta, nunca cesa de anticiparse –. La doctora Calvin comenzó a golpear el cristal con un dedo. Al otro lado, Caspio movía sus ojos en dirección del sonido.

- ¿Qué se supone que significa eso para mí? – De pronto la robopsicóloga golpeó otro sector del cristal, y Caspio cambió la dirección de su atención inmediatamente. 

- Significa que apareció un estímulo que no había sido contemplado en el mapeo que la máquina tenía de ella y el ambiente. El examen médico describe que la prenda de la ropa interior de la chica contenía…

- ¡Calvin! ¿Cómo es posible que no haya sangre en su ropa? ¡Ese trasto le hizo perder el bebé!

- Calma, Allen, contrólese – Caspio miraba al vidrio como si pudiese escuchar lo que discutían los empleados de la U.S Robots –. Entre los fluidos de la placenta y el feto también había otro tipo fluido. Había rastros de un tipo de sangre que es propia de la pared uterina. El embrión, al adherirse a la pared uterina la hiere y esta suele desprender residuos de tejido que se mezclan con la sangre… cuando Bárbara advierte que se siente mal, Caspio ‘siente’ las señales… 

- Está bien, decido creerle a este punto, pero eso no resuelve nada, sino que empeora todo. ¿Ahora estas cosas son capaces de eliminar bebés? Las tasas de natalidad natural son tan bajas que esto podría traer repercusiones con ciertas políticas que intentan preservar la práctica… – Caspio estaba puesto en pie en la sala mantenía la mirada fija en su propio reflejo.  

- Deje que termine. Todo fue tan inesperado como lógico. De hecho, demuestra la eficacia de su trabajo con el modelo KPHAXTIO 102. Hemos concluido en que Caspio manejaba los datos físicos de Bárbara, por lo que se daría cuenta de cualquier objeto que dañara la placidez química de sus propias ensoñaciones. Esa aparición causal de los síntomas, hilvanados con el alto compendio de información médica acerca de ellos, hicieron que el robot alcanzará la certeza de que ella estaba embarazada…

- ¿Porqué no le dijo nada a ella? ¿Porqué no le advirtió del embarazo? Además, con ese golpe ha lastimado a no solo a un humano. ¡Es una violación directa de la primera Ley en dos personas de manera simultánea! No tiene sentido lo que usted me está diciendo… – El doctor Allen caminaba hacía la puerta notablemente disminuido en todo; en altura, en peso, en ánimo, en orgullo.

- Lamento que no pueda quedarse callado doctor. Entienda que un golpe era una solución eficaz. Si la chica llegaba a ser madre, esa experiencia de no-aceptación de la maternidad, era prolongar el estado de desagrado que de seguro Caspio detectó en la chica en su conversación. Eso era algo más insoportable y dañino que el dolor temporal de un buen y acertado golpe. Hay que verlo de esta forma, para Caspio, el dolor subjetivo de la chica de ver truncadas sus proyecciones era un horror comparado al dolor objetivo del golpe en el vientre. Si Bárbara hubiese sido madre, es muy probable, según el cerebro positrónico del robot, que toda su vida viviría en esa náusea de dedicarse para su hijo y repudiarlo a la vez; quizá llegado a un punto, al verse con el bebé en brazos, ella podría llegar experimentar el deseo de eliminarlo por todo lo que le hizo dejar atrás... todo surgió de una proyección basada en la experiencia sensorial de la chica al hablar de algo que en ese momento, para ella, no era más que una posibilidad. Y, Allen, ¿en qué clase de planeta vive? Desde hace años se declaró que la gestación es un período proto-humano, es por eso que en esta etapa se llevan a cabo las intervenciones genéticas; una manera de ahorrarse dinero y tiempo en modificaciones posteriores. Caspio sabe eso Allen, en ella no dormía un ser humano, solo era tejido en formación. Nada especial, sólo carne y sangre. Nada diferente a un teratoma.

Allen dejó el cuarto. La doctora Calvin se acercó al vidrio en el que observaba a Caspio erguido frente a ella. El robot intentaba atravesar aquel filigrana con su sonrisa, seguía insistiendo al mundo, a la U.S Robots, a quien estuviera detrás vigilando, que no era más que un robot amistoso. 

- Hay algo que no entiendo Caspio – dijo la Dra. Calvin hablando al robot que ignoraba que estaba siendo observado únicamente por ella – ¿porqué te expusiste? Lo que hiciste por ella, por cumplirle el deseo, ¿no es acaso una forma de ponerte en peligro? Te diseñaron para entendernos, pero ¿de dónde salió la idea de golpearla para que perdiera el bebé? ¿No bastaba decirle que estaba embarazada? Ella sola pudo haberlo extirpado… – la mirada de la máquina y mujer quedaron fijadas accidentalmente – A menos que tú supieras que ella no sería capaz de hacerlo por más que lo deseará. ¿Escogiste por ella, Caspio? Es eso lo que está de base, el descubrimiento de años de psicología estrafalaria que sigue insistiendo que el humano es puro deseo… dice que quiere una cosa, y también quiere la otra. No sabe qué hacer ante tantas opciones. Le cortan las alas, acepta su miseria, vive para soñar en lo que hubiese sido si no hubiera pasado aquello, lo otro, el destino. ¿Es eso lo que somos nosotros?, ¿deseo? 

    Algo embargó el cuerpo de la doctora Calvin. La sacudida hizo humedecer rápidamente sus ojos. Al otro lado Caspio también se agitó, parecía uno de esos animales llamados perros olfateando el ambiente seco y frío de la habitación. 

- Entonces Caspio, si nosotros somos deseos, ¿que son ustedes? 

En aquel silencio opresivo, denso y abrumador, la doctora Susan Calvin no supo diferenciar si sus pensamientos eran audibles o Caspio había hablado, pues escuchó la palabra ‘posibilidad’ mientras el robot volvía a hincarse en la sala.  

*** 

(5) Capítulo Final


(3) Capítulo Anterior

Narraciones CBE: Deseo y posibilidad. Una historia de las notas de la Doctora Calvin (cap.3)



Deseo y posibilidad 

Una historia de las notas de la Doctora Calvin 

(cap.3)





Era probable que la doctora Calvin no consideró pedirle a Caspio que se sentara en alguno de los tantos asientos de la habitación. Ella entró, apenas le dirigió la mirada entre un parpadeo y otro, tomó el banquillo, lo ubicó frente a la máquina, se sentó y apartó el mechón de cabello que caía en su frente. 

- ¿Qué fue lo que sucedió? – dijo Susan Calvin, procurando no desprenderse de la mirada de la máquina.

En los ojos de Caspio hizo falta que unos párpados aparecieran fugazmente. Se amplió la mueca en su rostro, una sonrisa amistosa, que entienda que no soy capaz de hacerle daño a una mosca…

No creo que seas peligroso… - un sepulcral silencio cayó en el la sala. La voz de Susan por algún razón provocó más frío en el lugar - Tengo preguntas modelo KPHAXTIO. Contesta, ¿qué fue lo que sucedió? 

- Usted parece tensa... – habló Caspio. De manera superficial, si es que los sonidos tienen topografía, la voz correspondía a una capa de humanidad – ¿Usted es la doctora Susan Calvin?

- ¿Cómo lo sabes? - en la pregunta no había espacio para alguna emoción. Era una pregunta hecha de pura palabra.

Caspio se levantó. Nada en su cuerpo emitió sonido. Contrariamente a la tosquedad de diseño, el mutis era producto de una compleja ingeniería. Tomó una silla y la soltó con suavidad frente a la Dra. Calvin. Una vez sentado inclinó su cabeza, parecía un gesto que invitaba a dejar a un lado el formalismo y la rigidez; la doctora no se movió. Y esta vez, la sonrisa parecía más una torcedura.

- Digamos que fue un golpe de suerte - permaneció en silencio y luego continuó - ¿Usted está molesta conmigo Susan? ¿Puedo llamarla Susan?

- Puedes llamarme como quieras. Y con tu pregunta, dejame decirte que eso es algo que tú, perfectamente, lo puedes responder. Dime, Caspio, ¿estoy molesta? 

- El gesto en la goma se extendió hasta ese punto en la cabeza humana donde se encuentran las orejas. La máquina respondió. 

- No. No lo estás Susan. No estás molesta. Tú estás inquieta. Te esfuerzas, y mucho. Estás inquieta porque no contesto a lo que me preguntas, y eso es normal, lo entiendo. Pero no es razón para que ello te afecte. Tú crees que lo que te diré te hará sentir mejor, te hará sentir mejor contigo misma y con la gente con la que trabajas… - El robot dejó de hablar abruptamente. Hizo su cabeza hasta atrás, esquivó la bofetada imaginaria de la doctora. Su sonrisa nunca cesó - ¿Te molesta tu trabajo? ¿Es eso así? Perdón, me corrijo, ¿te molesta tu lugar de trabajo? ¿Te molesta U.S…

- ¿La temperatura? ¿Presión arterial? ¿Respiración? o ¿logras escuchar el palpitar? - Ahora la doctora se escuchaba hastiada.

, y más. Arrugas, la pupila, sudoración, el movimiento de tu dedo rozando violentamente el zapato en su interior…

- Eso y lo que dice la base de datos, menuda genialidad la tuya… Estoy hartándome de tí. 

- Susan, ¿puedes diferenciar tu alegría de tu felicidad? Y claro, es una pregunta meramente ilustrativa, sobretodo para alguien como tú. Dime, ¿sabes tu diferenciar cuando estás alegre y cuando estás feliz?

La doctora Calvin relajó sus brazos, y perdió la rígida posición con la que había empezado su charla con la máquina KPHAXTIO 102. Se tomó dos minutos para responder. Caspio sonreía siniestro; siniestro y amistoso. 

- La alegría es un sentimiento con una definida carga de intensidad afectiva que puede provenir de la experiencia de vinculación con otros o de la satisfacción de ciertas carencias…

La doctora Calvin se quedó sin palabras. Caspio acercó su dos ojos seudo humanos hasta los ojos dubitativos de Calvin. La sonrisa en la maquinaría lucía más como una mueca ambigua, alguien diría que el robot contenía sus ganas de reír si es que no se supiera que los robots no pueden hacerlo.

- ¿No es cierto que si yo preguntara por la felicidad usted respondería lo mismo? Palabras más, palabras menos, sus emociones no son tan diferentes fuera del campo del lenguaje, ¿está de acuerdo conmigo doctora? 

- Si. 

- ¿Está segura que quiere hacer la pregunta doctora? ¿No cree que es algo que le puede dañar? 

- Tu sabes perfectamente que no, ¿verdad? No juegues al tonto conmigo… ¿Qué sucedió con la señorita Stefano?

- La posibilidad de un deseo. 

La doctora Calvin se levantó inmediatamente, el robot se quedó estático en la habitación. Por alguna razón, durante la breve conversación, la sonrisa del robot había sido lo más vivo del reflejo del vidrio de la cámara. 


*** 

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