Brizuela asegura, sin embargo, que por sobre todos los temas abordados se yergue el de la memoria, ese ejercicio de discriminación de recuerdos borrados, negados o atesorados según el peso que le dimos en su momento a cada una de nuestras experiencias de vida. Sus argumentos para insistir en revivir la época de las dictaduras, un tema que para muchos resulta bastante trillado, son tan simples como auténticos: “Escribo sobre esto porque quiero. Este era un tema que debía tratar en un libro que debía escribir.”
Y esa fue también mi impresión de Leopoldo Brizuela: un tipo auténtico que no parece disfrutar tanto del premio y de la atención captada por haberlo ganado, como del placer de escribir sobre lo que le apasiona. Más allá de su saludo y sonrisa amables, de que se fotografiara con los miembros de nuestro club de lectura, y de que firmara y dedicara nuestros ejemplares de Una misma noche con algún texto simpático que ahora reviste un valor especial para algunos de nosotros; el escritor se mostró como un tipo mesurado en sus respuestas, siempre prudente sin dejar de ser directo. Sobre todo por el hecho de haber sido expuesto a una entrevista conducida terriblemente por la anfitriona del evento, y a una serie de preguntas mal formuladas (algunas de las cuales ni siquiera fueron interrogantes, sino comentarios cuasi declaraciones de conocimiento) por parte de la audiencia.
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