Este cuento ha sido escrito por Sonia Sosa, integrante del Club de lectura Arazá, ubicado en El Pinar, Canelones, Ciudad de la Costa, Uruguay.
Nació en el 1910 y falleció en el 2008, casi a los 98. Compartió su infancia y adolecencia con
su hermana melliza, cinco hermanos y seis hermanas. Viviósiempre en el campo pero tuvo
una activa vida social y capacitación en su domicilio de todas las tareas que le podían ser
útiles en su vida. En la casa de mi abuelo Eusebio no había distinción de sexos y tanto los
hombres como las mujeres tenían que aprender a realizar las mismas tareas.
A los 20 y poco se casó con un primo hermano y paso a residir muy cerca de su casa paterna.
El espíritu festivo y la realización de todas las tareas del campo y de la casa las trasmitió a
mis tres hermanas y hermano. Ella trajinaba por la casa desde muy temprano preparando el
desayuno y el almuerzo, una vez que éste estaba pronto se bañaba y hacía la “siesta del
burro” y a las doce en punto había que sentarse a la mesa para almorzar.
Ademas, mantenía una quinta cerca de la cocina, nos hacía la ropa y nos preparaba para ir a
la escuela con delantales blancos bien almidonados y una gran moña azul y ella misma nos
llevaba en auto todos los días a la escuela de Dolores levantando en el camino primos y
amigos y en el tiempo lindo nos preparaba para ir a pescar al río poniéndose unos
pantalones “bermudas”y enseñándonos todo sobre las artes de la pesca.
En muchas ocasiones teníamos suerte y nos llevábamos alguna tararira para el horno y algún
bagre para un guiso. También aprendimos a cortar la leña para la cocina económica, sacar
agua con roldana de un pozo muy profundo, limpiar la cocina y la casa y nuestra ropa desde
muy chicas. Arriar los terneros al corral para tener la leche al otro día y muchas veces
recorrer el campo a caballo para ver si no había algún animal caído como le enseñaron a ella.
Aprendimos a coser, a bordar, a tejer y todo lo relacionado a la quinta y el jardín y el buen
trato y el cuidado con los animales.
En la adolescencia nos dio libertad para divertirnos, con una sola condición, que no
volviéramos embarazadas, la unica referencia al sexo. Nunca nos levantó la voz ni la mano.
Gozábamos de la mayor libertad y cualquier actividad o emprendimiento que se nos
ocurriera teníamos campo libre para realizarlo. Estas enseñanzas me permitieron transitar
por la vida con libertad y seguridad pero también con grandes falencias. No recuerdo un
beso o un gesto cariñoso de parte de mi madre. En los momentos que necesité su apoyo no
lo tuve: cuandoestaba estudiando o cuando quise volver al campo ya formada en mi
profesión, no me lo permitió. Por un tiempo, quizás demasiado largo, viví con esa amargura
en mi alma. Pero cuando a ella le tocó transitar un largo camino que la fue alejando del
mundo real la perdoné pensando en las falencias afectivas y de reconocimiento
que pudo haber tenido en esa familia tan numerosa y siendo mujer.
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