viernes, 31 de mayo de 2019

El hombre que sabía demasiado | G. K. Chesterton




Inmenso, probablemente arriba de los dos metros, sostenía que las cosas se miran mejor desde abajo. Santificó la cerveza, criticó el trabajo. Para él, era más grande el hombre de una sola pierna que el hombre que tiene dos. Instauró la cacería de sombreros como deporte. Antes de su matrimonio: tomó un vaso de leche y compró una pistola. Amenazó con quemar el parlamento inglés si la niña pelirroja de los suburbios perdía tan solo uno de sus rizos por culpa de los piojos que son culpa de los suburbios. Decidió apoyar la abolición del capitalismo, nunca creyó en el comunismo, nunca aceptó el socialismo. Creía que todo hombre sentando en su sofá con los pies sobre una silla o sentando en una silla con los pies en un sofá eran una digna imagen de Dios. Imaginaba hombres gordos saltando sobre los techos de Londres, ejércitos de niños con espadas de madera. Creía que ahorcar a un culpable era una excelente idea. Le fascinaban las cabezas: o bien porque se pudieran cortar o bien porque podía haber dos donde solo había espacio para una. Teorizó sobre la evolución de los demonios (cosa hartamente difícil, sabiendo que no toma muchos años que una serpiente tenga alas). Necesitaba hechos, creía en la magia. Estaba agradecido con la conquista romana. Despotricó contra la evolución solo porque los caballos aún se niegan a diferenciar a Picasso de Rembrandt. Supo que no había nada de universal en el universalismo. Señaló que lo anticristiano es de origen cristiano. Predicó sobre el ateísmo de Dios y ahora la iglesia discute sobre su posible canonización (el diseño inicial de su representación cuenta con una cerveza en una mano y un cigarro en la otra). Prefirió el microscopio antes que el telescopio. Neil Gaiman y Terry Prachett aseguraron que él, en un absurdo y fabuloso libro titulado ‘Good Omens’, “sabía de qué iban las cosas”. Borges lo admiró, Savater asegura que lo necesita y Hegel copió su trabajó incluso sin que él pudiera tan siquiera escribir. Creía en la razón, creía en Santa Claus. Creía que en el mundo hay verdades, creía que en el mundo hay contradicciones. Creía que un hombre sensato era el que creía en las verdades, y creía que un hombre era sabio cuando creía en las verdades y en las contradicciones: todo a la vez. Aceptó la ficción que sostiene que el hombre viene de las cavernas, solo porque descubrió las evidencias de que Dios nació en una caverna.

Lo más chistoso de todo esto, es que esto nada tiene de chiste.

***

Chesterton ha llegado al CBE, y me permito recibirlo con aquella frase de Henry escrita en un viejo post: “No sospecha el Camus de 1944, fumando su absurdo, que por su izquierda se acerca el Chesterton de 1935, cargando su legajo como las tablas de la ley de un nuevo Moisés. ¡Lo que se viene!”. La clarividencia profética de Henry hace ahora de las viejas cosas, cosas nuevas.

Chesterton había estado acechando, apareciendo de manera fugaz, haciendo rápidas carreras de un hombre gordo, entre ideas y enfrentamientos –como el caso de las entradas dedicadas al Mito de Sísifo de Albert Camus–, su presencia se había vuelto acosadora, y la pomposidad de su nombre y todo el imaginario desperdigado entre palabras y recuerdos hicieron posible que este mes de Junio, como un acto de prestidigitación, Chesterton se nos apareciera en el centro del club; parado sobre un bastón de caramelo.  

El encuentro con Chesterton siempre esta rodeado de dificultades, de amplitudes y, aunque parezca contradictorio, de sencillez, de mucha sencillez y felicidad. Chesterton no es un escritor que busca convencernos de su genialidad literaria, a pesar de ser un brillante y genial literato. No busca convencer a nadie, aunque termina convenciendo, a él solo le interesa expresar la alegría de la vida, la alegría de los misterios, la alegría de las contradicciones.

Es, como han insistido los críticos de nuestros tiempos, el escritor que este mundo necesita.

El hombre que sabía demasiado, libro de 1922, es una serie de historias que tienen como protagonista a un simpático y melancólico inglés llamado Horne Fisher. Este se mira enrollado en complicadas y absurdas situaciones, donde lo político y lo inglés son el crimen principal que el gigante escritor intenta resolver. Chesterton no pretendía hacer de las historias de Horne Fisher los nuevos estándares de la literatura inglesa; ni tampoco buscaba eso con las historias del detective y clérigo, Padre Brown. Él mismo estaría de acuerdo en que si alguien desea leer sobre detectives sería mejor que leyera a Poe, Doyle o Shakespeare y Blake; él quería hacer aparecer con su literatura la verdad, ese enigma filosófico y científico. Quería que la verdad se manifestara en todas las maneras posibles, porque es costumbre de la verdad manifestarse de todas las posibles maneras.

Estamos a punto de entregarnos a la lectura de un libro que en todos los sentidos nada tiene que ver y poco puede resumir la inmensidad de Chesterton que es pequeña, y que fácilmente podría quedar en un libro. Estamos con un libro que convierte las tristezas, los sinsentidos y los sueños, en alegrías, razones y realidad. Estamos con un libro que Borges siempre consideró como uno de sus favoritos y escrito por uno que siempre fue su favorito. Estamos ante un libro que contiene a todo el mundo, aunque solo trate de una sola persona. Estamos ante una parábola moderna que tiene un corazón viejo que late con tal vigorosidad que, de llegar a morir, estoy seguro no tardará mucho – a lo mejor tres días – en resucitar; y hará que lo viejo aparezca como lo que siempre fue: algo nuevo.

Es una terrible, increíble y monstruosa alegría leer a Chesterton, el verdadero hombre que sabía demasiado.


Firma de Gilbert Keith Chesterton

BIOGRAFÍA
(Gilbert Keith Chesterton; Campden Hill, 1874 - Londres, 1936) Crítico, novelista y poeta inglés, cuya obra de ficción lo ubica entre los narradores más brillantes e ingeniosos de la literatura de su lengua. El padre de Chesterton era un agente inmobiliario que envió a su hijo a la prestigiosa St. Paul School y luego a la Slade School of Art; poco después de graduarse se dedicó por completo al periodismo y llegó incluso a editar su propio semanario, G.Ks Weekly. Desde joven se sintió atraído por el catolicismo, como su amigo el poeta Hilaire Belloc, y en 1922 abandonó el protestantismo en una ceremonia oficiada por su amigo el padre O'Connor, modelo de su detective Brown, un cura católico inventado años antes.
Además de poesía (El caballero salvaje, 1900) y excelentes y agudos estudios literarios (como los dedicados a Robert BrowningCharles Dickens o Bernard Shaw, publicados entre 1903 y 1909), este conservador estetizante, similar al mismo Belloc o al gran novelista Ford Madox Ford, se dedicó a la narrativa detectivesca, con El hombre que fue Jueves, una de sus obras maestras, aparecida en 1908.
A partir de 1911 empezaron las series del padre Brown, inauguradas por El candor del padre Brown, novelas protagonizadas por ese brillante sacerdote-detective que, muy tempranamente traducidas al castellano por Alfonso Reyes, consolidaron su fama. De hecho, Chesterton inventó, como lo harían un poco más tarde T. S. Eliot o Evelyn Waugh, una suerte de nostalgia católica anglosajona que celebraba la jocundia medieval y la vida feudal reflejada, por ejemplo, en Chaucer (a quien dedicó un ensayo), a la vez que abominaba de la Reforma protestante y, sobre todo, del puritanismo.
Maestro de la ironía y del juego de la paradoja lógica como motor de la narración, polígrafo, excéntrico, orfebre de sentencias de deslumbrante precisión, en su abundantísima obra (más de cien volúmenes) aparecen todos los géneros de la prosa, incluido el tratado de teología divulgativo y de gran poder de persuasión.
Los ya citados relatos del padre Brown siguen la línea de Arthur Conan Doyle, mientras que los dedicados a un investigador sedente, el gordo y plácido Mr. Pond (literalmente "estanque"), inauguraron la tradición de detectives que especulan sobre la conducta humana a través de fuentes indirectas, desde Nero Wolf hasta Bustos Domecq, el policía encarcelado que forjaron Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, dos de los lectores más devotos que Chesterton ha tenido en el siglo XX.

(extraído de https://es.wikipedia.org/wiki/G._K._Chesterton)

EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO



«Chesterton es un maestro en el uso del diálogo ingenioso y humorístico, así como de la intriga.» Iñaki Esteban, El Correo
«Cada relato encierra una ingeniosa paradoja sobre la condición de la sociedad o sobre la naturaleza humana.» Gara 
«Un deleite para la inteligencia que no rehuye la diversión.» Héctor Porto, La Voz de Galicia 
«Un a modo de fabulario político de lo más sabroso.» Revista Leer 
«Quien busque lecturas impactantes e intrigantes que no deje de leer El hombre que sabía demasiado, libro de cabecera del género.» Cambio 16
“Una antología cautivadora, protagonizada por el investigador Horne Fischer”. Va y ven (Uruguay)
Aunque habría que decir, para empezar, que hablar de novela en este caso es quizás muy pretencioso. Se trata, más bien, de una colección de ensayos, un tratado político encubierto bajo la forma de relatos detectivescos, con protagonistas en común, Harold March y Horne Fisher. Estos dos personajes son el nexo de unión de las historias que componen el libro. El primero es periodista y está dotado en un alto grado de lo que se podría llamar ingenuidad. El segundo no tiene oficio conocido, igual que tampoco tiene ni pizca de ingenuidad. A través de sus ojos se va conociendo el detrás de la escena de la política inglesa de principios de siglo XX.

La combinación de estas dos visiones tan diferentes surge efecto: los personajes son complementarios y consiguen crear un cuadro de lo más completo de las pasiones humanas disfrazadas de patriotismo y de lucha por el interés de los demás. La polis tal como la entendía Hannah Arendt, como el lugar de reunión de hombres libres e iguales, que se juntan para encontrar las mejores palabras y las mejores acciones para el buen funcionamiento de la ciudad, está muerta. En su lugar nos encontramos con políticos corruptos, débiles, mentirosos y cobardes, que intentan ocultar sus faltas con palabras huecas y actuación en pro de un dudoso bien común.

Para el moderador, el libro responde a la pregunta de cómo enfrentarse a la perversión política, eligiendo entre lo malo y lo peor. No es difícil darle la razón sabiendo que Chesterton da vida literaria a su hermano Cecil a través de Harold March y se traspone a sí mismo en la persona de Fisher, o que los hermanos Chesterton fueron activistas políticos muy implicados en asuntos como la guerra anglo-bóer. Cecil, el periodista, igual que su alter ego ficcional, March, se empeñan en intentar cambiar el mundo, mientras que Gilbert y Horne se resignan a él. Se hace patente en El hombre que sabía demasiado la incongruencia que Gilbert Chesterton percibe entre la vida privada y la pública, entre lo que se es y lo que se aparenta ser.

Escrito en 1922, el libro mantiene toda su vigencia en cuanto a las preguntas que plantea en torno a la vida política y a la reacción del público frente a esta. Si bien es verdad que el estilo literario puede parecer a veces pesado a los lectores modernos, lo importante está en el fondo y no en la forma.


DIVISIÓN DE LA LECTURA

06 de JUNIO, hasta: El rostro en la diana (relato 1)
13 de JUNIO, hasta: El pozo sin fondo (relato 4)
20 de JUNIO, hasta: La manía del pescador (relato 6)
27 de JUNIO, hasta: Final del libro

LECTURA SUGERIDA 

El libro no pasa de las 220 paginas, es un libro pequeño. Por eso, y para ampliar la discusiones, quedando el miembro del club en la total libertad de optar o no por la siguiente opción, sugiero acompañar la lectura del libro de este mes con la selección de relatos policiales protagonizados por el más famoso personaje de Chesterton, el Padre Brown. Esta colección, titulada EL CANDOR DEL PADRE BROWN, primer libro de lo que se convirtió en una de las sagas policiales más leídas de Inglaterra - que recientemente cuenta con una serie de televisión patrocinada por la BBC - posee historias que comparten algunos elementos comunes con las historias de Horne Fisher. De aceptar esta sugerencia, estoy seguro que la amplitud de experiencia que puede provocar Chesterton no solo duplicará el interés y fascinación por la novela o relato de detectives, sino que indudablemente, se sentirá en la curiosidad de perpetrar en la médula del universo chestertoniano. EL CANDOR DEL PADRE BROWN cuenta con doce cuentos, de los que he seleccionado los siguientes y en el siguiente orden:

I. La cruz azul
II. El jardín secreto
III. Unos pasos extraños. 
IV. Las estrellas fugaces
VII. La forma anómala.
X. El ojo de Apolo

Le lectura de estos relatos no están sometidas a ninguna calendarización, así que pueden ser abordados en cualquiera de las fechas del mes de JUNIO. 

LECTURA SUGERIDA DENTRO DEL MISMO BLOG DEL CBE

CHESTERTON EL DETECTIVE (I)
CHESTERTON EL DETECTIVE (II)
DEL SALTO AL VUELO O LA CLAVE CHESTERTONIANA PARA HACER DE SÍSIFO UN JOB:
          PRIMERA PARTE
         SEGUNDA PARTE
         TERCERA PARTE

LECTURA SUGERIDA
https://borgestodoelanio.blogspot.com/2017/07/jorge-luis-borges-sobre-chesterton.html
https://chestertonblog.com/
http://ensayoschesterton.blogspot.com/

1 comentario :

  1. Acabo de volver a leer esta entrada, ahora que han pasado casi tres meses de que finalizamos la lectura, y es en verdad bien reveladora en cuanto a lo que se puede extraer de la narrativa de Chesterton. Me encanta sin embargo, el entusiasmo con que nos llenaste de información previa para animarnos a la lectura. Honestamente y, por la manera en que comparas a Chesterton con cualquier otro escritor, así sea uno que no tenga nada que ver con su corriente literaria, yo me esperaba una lectura más densa y de difícil comprensión, pero me he llevado una sorpresa muy agradable al recorrer sus historia con fluidez y hasta cono un dejo hilarante que hizo de la lectura una experiencia deliciosa.
    Gracias por esta propuesta Alex, y por dejarnos comprender tu fascinación por este gran escritor.

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