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Buenos Aires, 1956
Lo que ha dado alcance a ese movimiento, imperceptible y delicado de lo que parecía estático, ha sido la fugacidad. La escena es más un tornado que arranca las raíces de la vieja montaña, que el viento del norte que fracasa en su tentativa de quebrar los delgados árboles del jardín inglés. El hombre, viejo y silencioso, que yace en la biblioteca apoyado, quizás innecesariamente sobre su bastón, no puede ver, al menos no como...