Un buen autor se reconoce cuando no importa si lo
que nos está contando no nos gusta, cómo nos lo cuenta puede hacer toda la
diferencia.
En Bestiario,
Cortázar hace vivo el consejo de que debemos escribir como si nadie nos
fuera a leer, escribir para nosotros mismos; desde cualquiera de las acepciones
del nombre del libro, podemos vislumbrar que el objetivo del autor no es
transmitirnos un mensaje (aunque lo logre más allá de sus objetivos
personales). Ya sea que tomemos el significado del título como un compendio de
bestias, o como un hombre que luchaba con las fieras en los circos romanos,
podemos reconocer en las páginas de Bestiario,
un desfile de todas las bestias internas del autor, representadas en las
historias de personajes que parecieran sacados de un circo, ¿cuál ejemplo sería
mejor, si no el hombre que vomitaba conejitos en Carta a una señorita en París? El mismo autor reconoció que estos cuentos
importaron para él autoterapias de tipo psicoanalíticas y que escribió los
mismos bajo síntomas neuróticos.
Haya sido su objetivo o no llevar un mensaje al lector, hay un elemento que encontré en cada una de estas historias, una presencia abstracta que durante buena parte de mi lectura confundí con la muerte, creyendo que éste era el caso de sus protagonistas, los cuales, según la teoría que fui formando en mi cabeza, no sabían que estaban muertos y por ello nos representaban estas surreales historias en algún tipo de infierno, lo que más o menos describe lo que sentí cuando leí Cefalea; sin embargo, aunque fue un cuento que no disfruté, no solo porque me tuvo recurriendo al diccionario cada tres líneas con tanto término médico, sino también, por su innecesaria extensión, debo reconocer que sí me puso a pensar (consecuencia inevitable del placer de la lectura) y me llevó a la conclusión de que esa presencia que había reconocido en todos los cuentos, era la no pertenencia, la incomodidad, el sentimiento que a veces tenemos de no encajar en la cotidianidad y los convencionalismos, lo fui descubriendo en pequeñas frases:
Haya sido su objetivo o no llevar un mensaje al lector, hay un elemento que encontré en cada una de estas historias, una presencia abstracta que durante buena parte de mi lectura confundí con la muerte, creyendo que éste era el caso de sus protagonistas, los cuales, según la teoría que fui formando en mi cabeza, no sabían que estaban muertos y por ello nos representaban estas surreales historias en algún tipo de infierno, lo que más o menos describe lo que sentí cuando leí Cefalea; sin embargo, aunque fue un cuento que no disfruté, no solo porque me tuvo recurriendo al diccionario cada tres líneas con tanto término médico, sino también, por su innecesaria extensión, debo reconocer que sí me puso a pensar (consecuencia inevitable del placer de la lectura) y me llevó a la conclusión de que esa presencia que había reconocido en todos los cuentos, era la no pertenencia, la incomodidad, el sentimiento que a veces tenemos de no encajar en la cotidianidad y los convencionalismos, lo fui descubriendo en pequeñas frases:
“No es razón
para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que
avergonzarse y estar aislado y andar callándose” (Carta a una señorita de
París).
“Su menuda conciencia debía estarle revelando
hechos importantes: que la vida es un movimiento hacia arriba con un clic
final, y que también es un cielo bajo, blanco, envolvente y oliendo a lavanda,
en el fondo de un pozo tibio” (Carta a
una señorita de París).
“Y
aguanto bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me desespera
tanto" (Lejana).
“Ir allá y
convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete
años y sin hombre. Ahora estará mi cachorro, mi bobo, basta de pensar y ser, a
ser al fin y para bien” (Lejana).
“Nos parece
cada vez más penoso andar, seguir la rutina; sospechamos que una sola noche de
desatención sería funesta para las mancuspias, la ruina irreparable de nuestra
vida. Andamos entonces sin reflexionar, cumpliendo uno tras otro los actos que
el hábito escalona, deteniéndonos apenas para comer… o mirarnos en el espejo
que duplica el dormitorio.” (Cefalea).
En lo personal no me encantó este libro, sin
embargo, me llevo frases y párrafos muy memorables, los cuales les dejo al
final, estoy segura que se me habrá pasado alguno, pero estos me cautivaron. Mi
cuento favorito fue Carta a una señorita
de París y aunque el libro en mi opinión no refleja la grandeza de
Cortázar, para aquellos que nos hemos perdido alguna vez en Rayuela o en Historias de Cronopios y de famas, es lectura obligada para llegar
a comprenderlo.
Katy Álvarez
FRASES DE BESTIARIO
CARTA A UNA
SEÑORITA EN PARÍS
“He cerrado
tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no
llevaban a ninguna parte, que el jueves fue un día lleno de sombras y correas,
porque cuando yo veo las correas de las valijas es como si viera sombras,
elementos de un látigo que me azota indirectamente, de la manera más sutil y
más horrible”.
“No es razón
para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que
avergonzarse y estar aislado y andar callándose”.
“El conejito
alza del todo sus orejas, envuelve un trébol tierno con un veloz molinete del
hocico, y yo sé que puedo dejarlo e irme, continuar un tiempo una vida no
distinta a la de tantos que compran sus conejos en las granjas”.
“Las
costumbres, Andreé , son formas
concretas del ritmo, son la cuota de ritmo que nos ayuda a vivir”.
“Como un
poema en los primeros minutos, el fruto de una noche de Idumea: tan de uno que
uno mismo… y después tan no de uno, tan aislado y distante en su llano mundo
blanco tamaño carta”.
“Su menuda
conciencia debía estarle revelando hechos importantes: que la vida es un
movimiento hacia arriba con un clic final, y que también es un cielo bajo,
blanco, envolvente y oliendo a lavanda, en el fondo de un pozo tibio”.
“Alzan la
tibia cabeza hacia las lámparas del salón, los tres soles inmóviles de su día,
ellos que aman la luz porque su noche no tiene luna ni estrellas ni faroles”.
“Un trozo en
blanco de la página será para usted el intervalo, apenas el puente que une mi
letra de ayer a mi letra de hoy. Decirle que en ese intervalo todo se ha roto,
donde mira usted el puente fácil oigo yo quebrarse la cintura furiosa del agua,
para mí este lado del papel, este lado de mi carta no continúa con la calma con
que venía yo escribiéndole cuando la dejé…”
“Basta ya, he
escrito esto porque me importa probarle que no fui tan culpable en el destrozo
insalvable de su casa. Dejaré esta carta esperándola, sería sórdido que el
correo se la entregara alguna clara mañana de París.”
“No tuve
tanta culpa, usted verá cuando llegue que muchos de los destrozos están bien
reparados con el cemento que compré en una casa inglesa, yo hice lo que pude
para evitarle un enojo…”
“Entonces
está el amanecer y una fría soledad en la que caben la alegría, los recuerdos,
usted y acaso tantos más”.
LEJANA
“Y aguanto
bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me desespera tanto”.
“(Es más
cómodo hablar en presente…). Pero me he vuelto canalla con el tiempo, ya no le
tengo respeto”.
“Ir allá y
convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete
años y sin hombre. Ahora estará mi cachorro, mi bobo, basta de pensar y ser, a
ser al fin y para bien”.
“Y sin
embargo, ya que cerraré este diario, porque una se casa o escribe un diario,
las dos cosas no marchan juntas – ya ahora no me gusta salirme de él sin decir
esto con alegría de esperanza, con esperanza de alegría”.
ÓMNIBUS
“Clara quería
llorar. Y el llanto esperaba ahí, disponible pero inútil”.
CEFALEA
“Nos parece cada vez más penoso andar, seguir la rutina; sospechamos que una sola noche de desatención sería funesta para las mancuspias, la ruina irreparable de nuestra vida. Andamos entonces sin reflexionar, cumpliendo uno tras otro los actos que el hábito escalona, deteniéndonos apenas para comer… o mirarnos en el espejo que duplica el dormitorio.”
LAS PUERTAS
DEL CIELO
“Yo me estuve
quieto, fumándome un rubio sin apuro, mirándolo ir y venir sabiendo que perdía
su tiempo, que volvería agobiado y sediento sin haber encontrado las puertas
del cielo entre ese humo y esa gente”.
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