lunes, 9 de septiembre de 2019

El ángel del espejo y otros relatos, Salarrué

«Yo no tengo patria, yo no sé lo que es patria. ¿A qué llamáis patria vosotros los hombres entendidos por prácticos? Sé que entendéis por patria un conjunto de leyes, una maquinaria de administración, un parche en un mapa de colores chillones...no tengo patria pero tengo un terruño... No tengo El Salvador... tengo Cuscatlán, una región del mundo y no una nación». Salarrué.  
Por más de doce años, los miembros del Club de la Buena Estrella hemos recibido enormes gratificaciones emprendiendo memorables viajes a través de la lectura. Grandes autores nos han guiado a sus propios lugares y épocas, mostrándonos de forma simultánea lo universal y lo particular de los seres humanos en cada región y tiempo. Al día de hoy, 165 libros después, nos enorgullece comprobar que nuestro mapa literario abarca más de treinta países en cuatro continentes.

Sin embargo, como Salarrué, nosotros también tenemos terruño. Y allá vamos cada septiembre, en una visita literaria que cumplimos de manera religiosa, sea con la curiosidad y el interés que conlleva descubrir una voz nueva, o bien con la nostálgica alegría de reencontrarnos con las palabras de un viejo amigo al que siempre leemos con agrado. A lo largo de estos años, once autores salvadoreños nos han contado dieciocho historias que, más allá de las cosas universales inherentes al ser humano, tienen el ingrediente especial del arraigo y la identificación que de manera natural ocurre con todo aquello que nos es propio y familiar. 

Este 2019 el turno le corresponde precisamente a Salvador Salazar Arrué (Salarrué), a quien tendremos el honor de leer por segunda ocasión en nuestro club, luego de haber disfrutado en nuestro programa de 2012 con la lectura de Cuentos de cipotes. Nuestro libro del mes es El Ángel del espejo y otros relatos, una antología de la obra de Salarrué publicada en Venezuela por Biblioteca Ayacucho en 1976.

Quien crea conocer a Salarrué por haber leído sus Cuentos de cipotes no podría estar más equivocado, y quien aún no ha leído nada de él no tiene idea de lo que se está perdiendo. Salarrué es muy probablemente la piedra angular de la literatura salvadoreña, la letra nacional pura y auténtica, libre de imitaciones y ajena a la influencia de las corrientes literarias europeas de su tiempo. Leerlo es casi una responsabilidad inherente del ser salvadoreño, pero muy al contrario de la mayoría de las obligaciones, su narrativa supone un reto que termina siendo un verdadero disfrute. 

Ya lo mencionaba hace más de cuarenta años el autor nicaragüense Sergio Ramírez en esa joya de prólogo que antecede la colección de relatos en mención:

"Al enfrentarse el antólogo con la vasta obra narrativa del salvadoreño Salvador Salazar Arrué, más conocido como Salarrué y mejor conocido por su libro Cuentos de barro, descubre en primer término que las fronteras de trabajo literario, delimitan también de manera arquetípica a sucesivas generaciones de escritores centroamericanos que en la primera mitad del siglo XX se empeñaron en conquistar, alentados por una tenaz vocación y entrabados en un opresivo juego de limitaciones, su porción de universal latinoamericano."

Que la influencia de Salarrué sea evidente en muchos otros escritores costumbristas posteriores, que Sergio Ramírez en 1976 o Roque Dalton en 1967 hayan trabajado en sendas antologías de su obra, y que muy probablemente el mismo Salarrué haya descubierto en El libro del trópico de Arturo Ambrogi el combustible inicial de sus letras de tinte nacional y regionalista, nos dan una idea de los trazos que de generación en generación van construyendo la identidad nacional, así como el lenguaje que la ha dejado plasmada en la letra impresa y en la memoria salvadoreña y centroamericana.

Quedan pues, cordialmente invitados a leer con nosotros El ángel del espejo y otros relatos, uno de los libros mejor votados en nuestras elecciones de octubre de 2018, un abordaje necesario para entender mejor la literatura salvadoreña y un viaje literario que puede ser de gran ayuda para encontrarnos a nosotros mismos.

Sinopsis

El narrador salvadoreño Salarrué (Salvador Salazar Arrué, 1899-1975) resume el universo narrativo centroamericano del siglo XX a través de los dos hemisferios simétricos de su literatura: la cuentística realista que en Cuentos de barro, Trasmallo y Cuentos de cipotes rescata las profundas raíces populares mediante una exaltación mágica del lenguaje, y la cuentística esotérica que desde O'Yarkandal hasta Remotando el Uluán reconstruye los viajes purificadores de los antiguos libros sagrados con un erizamiento sensorial. En uno y otro hemisferio Salarrué construye sus cuentos sobre la fuerza de las imágenes inéditas, la concentrada brevedad, la totalización de los temas a manera de metáforas, el incesante diálogo del bien y del mal.

Ficha del libro

Mes: Septiembre de 2019
Viñeta: Autor salvadoreño
Título del libro: El ángel del espejo y otros relatos
Autor: Salarrué
Nacionalidad: Salvadoreña
Año de publicación: 1977
Esta edición: 1985
Editorial: Biblioteca Ayacucho, Venezuela.
Número de páginas: 382



Metas de lectura
  • Jueves 5
    • Prólogo de Sergio Ramírez
    • El Cristo negro 
    • O'Yarkandal 
    • Remotando el Uluán 
  • Jueves 12
    • Cuentos de barro
    • Trasmallo 
    • Eso y más
  • Jueves 19
    • La espada y otras narraciones

El autor

Salvador Salazar Arrué (Sonsonate, 1899 - San Salvador, 1976) 
Artista y escritor salvadoreño. También conocido por el seudónimo de Salarrué, fue una de las voces fundamentales de la literatura hispanoamericana por su concisión y fuerza en la recreación de la realidad de su pueblo. Su identificación con el mundo del campesino salvadoreño y sus exploraciones en los asuntos esotéricos orientales y de ciencia ficción han llevado a valorarlo como uno de los iniciadores de la nueva narrativa latinoamericana y como destacado exponente de la cultura de su país. Sus Cuentos de barro (1933), relatos de extrema brevedad, contribuyeron a forjar la estética del cuento hispanoamericano.

Instalado con su familia en la capital salvadoreña desde los ocho años, a los diez años publicó ya sus primeros textos en el Diario de El Salvador. Formado en el Liceo Salvadoreño, el Instituto Nacional y la Academia de Comercio, estudió además pintura y dibujo con el maestro greco-ruso Spiro Rossolimo, y más tarde, gracias a una beca, en la Corcoran School of Art de Washington, donde con veinte años realizó su primera exposición individual en la Hisada's Gallery.

De regreso a El Salvador, contrajo nupcias con la artista Zelie Lardé y comenzó a prestar servicios laborales en la Cruz Roja. En 1928 fue contratado como redactor jefe del diario Patria, dirigido por los escritores Alberto Masferrer y Alberto Guerra Trigueros. Publicó allí artículos y su primeros relatos, reagrupados luego en Cuentos de cipotes. Fundó y dirigió las revistas Amatl y Espiral; a lo largo de su vida colaboraría en numerosos rotativos y revistas literarias y artísticas.

Miembro de la Sociedad de Amigos del Arte (1935-1939), durante varios años trabajó como agregado cultural de la delegación diplomática en Estados Unidos, y participó en la Conferencia de Educación organizada en julio de 1941 por la Universidad de Michigan. Alternó la literatura con la pintura; se recuerda especialmente el éxito de sus exposiciones en Nueva York y San Francisco (1947-49) y de algunas de las que realizó posteriormente en su país y de nuevo en Estados Unidos entre 1958 y 1963. Otra de sus facetas artísticas fue la de compositor: se le deben más de un centenar de canciones.

En 1963 ocupó el puesto de Director General de Bellas Artes, y en 1967 fundó, en el parque Cuscatlán, la Galería Nacional de Arte (actualmente conocida como Sala Nacional de Exposiciones), centro cuya dirección asumió. Desde 1973 hasta su fallecimiento fue asesor cultural del gabinete del Director General de Cultura, Carlos de Sola.

La obra literaria de Salarrué lo ha colocado en el justo papel de clásico no solo de la literatura salvadoreña, sino también de la cuentística en castellano. Su peculiar costumbrismo es más bien un énfasis en la lengua de su pueblo, una visión tierna de los pequeños seres que atraviesan, con su ternura y miseria, los paisajes de su país. Escribió acerca de campesinos y desplazados de las urbes, identificándose con sus problemas y rasgos, así como con su materia verbal, que reproduce la tensión idiomática entre los dialectos, las lenguas indígenas y el castellano.

En su caso también se ha hablado de realismo mágico: un buen ejemplo de ello es el célebre cuento El anillo de Oricalco, que desarrolla el tema de la muerte, los indios magos y el tópico del anillo encantado. Sus primeras novelas fueron El Cristo negro (1927) y El señor de la burbuja (1927). Con O´Yarkandal (1929), recopilación de relatos, dio a conocer sus primeros cuentos fantásticos.

Entre sus títulos posteriores deben destacarse Remontando el Uluán (1932), Cuentos de barro (1933), Conjeturas en la penumbra (1934), Eso y más (cuentos, 1940), Cuentos de cipotes (1945; 1961, edición íntegra), Trasmallo (cuentos, 1954), La espada y otras narraciones (1960), La sed de Sling Bader (novela, 1971), Catleya luna (novela, 1974) y Mundo nomasito (poemas, 1975). Entre 1969 y 1970, a instancias de la editorial de la Universidad de El Salvador, el poeta y narrador salvadoreño Hugo Lindo se encargó de prologar los dos tomos de las Obras escogidas de Salarrué, quien intervino directamente en la selección de los textos.

Referencias


https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/salazar_arrue.htm


4 comentarios :

  1. Súper bonita esta entrada Henry muchas gracias. Definitivamente te genera una enorme identificación y deseos de leer a un grande de la literatura no solo salvadoreña sino centroamericana. Es un orgullo llamarlo uno de los nuestros y el mejor homenaje que podemos hacerle es leer su obra completa porque en lo personal me he quedado con Cuentos de barro y Cuentos de cipotes, así que es muy buena oportunidad esta viñeta para completar su producción literaria.

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  2. No he terminado de leer a Salarué (sé que debería haberlo hecho), pero pues bueno... la vida se impone jajajajaja
    Sin embargo, ya releí El Cristo Negro y O'yarkandal. Para mí, releer a Salarrué es encontrarme con mi "yo niña". Y por eso lo estoy leyendo con mucho gusto y con muchos recuerdos de la Bibliotecaria que me hizo pasar de cuentos y libros infantiles a esta literatura. Además, me recuerda a mi papi quien le regalo a Clau la edición de Cuentos de Cipotes ilustrada por Maya y que fuera el primer libro de Salarrué que leyera cuando tenía 8 años. De la niña Toñita, la bibliotecaria, recuerdo que, cuando le conté toda ufana que yo ya había leído Cuentos de Cipotes, me respondió: "Ah, no, pero no ha leído a Salarrué si no ha leído Cuentos de Barro". Y me puso a leerlo. Tenía yo como 11 años, y después me dio O'yarkandal. Creo que se me hizo bonita la lectura de este último porque me recordaba a las Parábolas de Jesús. Entonces, lo disfruté. Pero ya leyéndolo con 43 años a cuestas, creo que lo entendí más ahora. Además, que puedo comprender el trasfondo teofísico de Salarrué y eso le da una nueva dimensión.
    Por el momento, puedo comentar esto. Luego volveré...

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  3. En las escuelas hablar de Salarrué es hablar de sus obras "Cuentos de barro" y "Cuentos de cipotes". Desconocía que tenía muchas mas obras y de otros géneros Literarios.

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    1. Síiii eso mismo nos pasó a nosotros cuando exploramos mejor la obra de Salarrué. Ha sido todo un agradable descubrimiento leer sus novelas tan distintas de sus cuentos. Sobre todo porque se aleja del costumbrismo en algunas de ellas y nos deja ver su lado esotérico. Te invitamos a que leas el resto de su obra. Saludos y gracias por comentar esta entrada.

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