domingo, 28 de febrero de 2021

Narraciones CBE: Deseo y posibilidad. Una historia de las notas de la Doctora Calvin (cap.1)



Deseo y posibilidad 

Una historia de las notas de la Doctora Calvin 

(cap.1)






Hace 28 días los integrantes de los clubes de lectura la Tregua y el club de la Buena Estrella le abrimos la puerta a un invitado muy particular, el gran Isaac Asimov que venía con un compendio de historias bajo del brazo mediante las cuales nos propuso abrir la mente y dejarnos seducir por la propuesta de sus mundos habitado por humanos y robots humanoides hasta que esa coexistencia nos resultase tan natural, como probablemente le resultó él imaginarlo.   

    Robbie, Herbie, Cutie, Stephen Byerley, son algunos de los nombres que nos hicieron emocionarnos junto a Powell, Donovan y la doctora Susan Calvin.  Nuestra imaginación voló y las conversaciones dentro y fuera del club giraron en torno a leyes que atañen a la robótica, el funcionamiento adecuado de los robots para la seguridad mundial, los complejos cerebros positrónicos, los viajes dentro y fuera de la Vía Láctea, hasta de lo que más allá de la ciencia ficción ya es una realidad y lo que podemos esperar que suceda en los años venideros en nuestro mundo. 

    Al terminar de leer el cuento “El conflicto evitable”, seguro muchos de nosotros quedamos con ganas de leer más sobre el tema, de reencontrarnos con algunos de los personaje y ¡cómo no! de seguir explorando el mundo de la ciencia ficción para lo cual muy probablemente vamos a leer otros títulos más adelante.

    Pero hay quienes se atreven a ir más lejos y es el caso de nuestro amigo Alex Escobar quien se voló la barda y escribió la siguiente historia como un homenaje al gran Isaac Asimov, y a mí me concedió el honor de escribir esta introducción para ustedes. He leído “Deseo y posibilidad (I)” con una gran emoción y con ese sentimiento aún en el pecho les invito a que la disfruten.


Ma. Ofelia




a la memoria de Isaac Asimov


Quedé impresionada al encontrar en mi escritorio el sobre de papel. Dentro de la Prensa Interplanetaria solo Isaac y yo éramos los únicos anticuados que trabajan con los materiales de la vieja escuela. Todo es digital… más bien, holográfico. Los mensajes, imágenes, notas, palabras, lo que fuera es enviado a través del nuevo Sistema Fresnel de Holografía. Lograr que la voz, o mejor dicho, lograr que los gritos de los editores se presenten en nuestros espacios de trabajo en formas tridimensionales es una excelente manera de preparar la sensibilidad y la paciencia de insufribles periodistas como nosotros. Regularmente solía recibir octaedros y cubos, cosa que se traduce en: soberanos gritos por el hastío de algunos de mis superiores por cada vez que debían de corregir mis artículos, ya sea por mí falta o exceso de ‘estilo’; sin olvidar el pesado y displicente llamado de atención por no respetar la filosofía de nuestra Prensa. Desde que publiqué Sentido Giratorio solo he recibido uno que otro tetraedro, como quien espera recordarle a un chico que no olvide quien es su padre. Isaac ha sido enviado hace cuatro meses a una de las colonias de Mercurio a cubrir las crisis de selenio y la consecuente agitación política que esto provoca en los sistemas cercanos; el problema de selenio inició por la guerra comercial entre Solar Minerals y Nova Minerals unos meses atrás. Era imposible que Isaac tuviera algo que ver con el sobre en mi escritorio, además yo no le simpatizo… así como él a mi. En la galaxia no hay nada que nos una, excepto la devoción al papel. 

El sobre no tenía distintivo. Lucía impecable. La gente ha comenzado a olvidarlo, pero el papel suele arrugarse con el mínimo toque; ese detalle me hace pensar que el sobre no fue dejado en mi escritorio, ese sobre apareció… surgió en mi escritorio. 

Con el nulo protagonismo que una pieza de papel puede tener dentro de un ambiente digitalizado y la poca atención que yo recibía por parte de mis compañeros después del favorable recibimiento de mis artículos sobre los hijos de la U.S Robots & Mechanical Men Inc., tomé el sobre con brusquedad, lo estruje entre mis dedos tal y como los buenos niños inspeccionaron los regalos navideños; sin mucho tiempo para pensar, apuesto que con la misma rapidez de cualquier cálculo positrónico de segunda generación, acerté con el contenido del sobre: en su interior estaba un pequeño cuaderno. Noté como los rostros de mis compañeros se arrugaban al escuchar el sonido del papel rasgándose con la lentitud que lo abrí, la sala se convirtió en un estudio tridimensional de facciones al ver, iluminados por distintos tonos de luz violeta, las diferentes formas del fastidio y del odio de mis compañeros quienes me buscaban con la mirada para fantasear con mi destrucción. 

El cuaderno no era más grueso que el tipo de libreta que suelo ocupar para mis notas; empastado rojo, demasiado rojo para creer que me estaba topando con algún documento privado o longevo… además, el aroma a nuevo era perceptible. Al abrirlo toda la impresión inicial no fue más que una reacción química, pura debilidad psico-biológica. Mi cuerpo sabe lo mucho que amo al papel. El horror, porque no hay otra palabra para lo que sentí… el horror me llegó cuando me encontré con las letras S.C en la primera página del cuaderno. 

Susan Calvin, la doctora Calvin, me había enviado un cuaderno escrito por ella misma. 

Ella llevaba más de tres meses muerta. Recibí la noticia de su muerte en el preciso momento en que El Conflicto Inevitable tenía una semana de haber sido publicada. En dos ocasiones envié un mensaje simple a la doctora Calvin para conocer su opinión de los artículos… nunca recibí respuesta. 

Ante un cuaderno escrito por ella, creo que era lógico sentirme poseída por la angustia; pues no sabía que podía esperar de un escrito de la misma doctora Calvin. Algo dentro de mí se resistía a leerlo, temía por lo que pudiera encontrar en las hojas del cuaderno. Ahora que ella estaba muerta se anudaba en su recuerdo el total poder para echar abajo el mundo que su genio y experiencia me habían construido en el mundillo de la prensa…


***


La manera más sencilla de dirigirse al robot era por el nombre Caspio. KPHAXTIO 102, a parte de los problemas que conlleva su pronunciación, existe una norma que establece que una vez que los robots ingresan al ambiente humano en el que se desempeñarán, estos pierden esa nomenclatura que los diferencia del resto máquinas. 

Caspio era el resultado de todos los esfuerzos de la U.S Robots para erradicar de su reputación palabras como ‘guerra’ y ‘explotación laboral’. De cierta manera, a pesar de que la gente tras el proyecto creía que era un asunto de eufemismo y publicidad, Caspio era un robot que buscaba que la U.S Robots se volviera más amigable para la opinión pública. Orientados al bienestar doméstico, KPHAXTIO 102 pretendía desligarse de todo interés monopólico y capital muy a pesar de la contradicción que representaba sus altos costos de su producción y demanda. Caspio era un robot diseñado para la comprensión, relación y apoyo del corazón humano; muchos ingenieros detestaron el uso melodramático y gastado del músculo. Los corporativos lo adoraron. 

Con los necesarios ajustes del sistema en los primeros momentos de su activación, Caspio podía desempeñarse como tutor para el estudiante de cualquier nivel, no tendría inconvenientes en acompañar al usuario en charlas sobre las emociones y proyecciones de cara al futuro los viernes por la tarde, también podía dedicarse a la consejería profesional en centros religiosos o de apoyo juvenil. Caspio estaba para ayudar a cualquier usuario adulto o adolescente en la toma de decisiones de vital e inútil importancia; la elección de una carrera, que traje utilizar, la ubicación del mejor bar, la compra de una casa, el mejor lugar para pedir matrimonio, opciones para decir una verdad sin provocar demasiado daño o sugerencias para manejar problemas con los compañeros de trabajo.

Las aportaciones de Caspio para el diario vivir humano se deslizaban entre un conocimiento de la naturaleza objetiva del usuario, el registro de sus preferencias materiales y morales y en el colosal tanque estadístico de conductas humanas al que tenía acceso su cerebro positrónico. Caspio, en palabras de su máximo promotor, el doctor W. Allen, procura interpretar la experiencia particular de la vida humana a través de la abstracta forma de nuestra realidad.

A muchos les parecía que Caspio era todo aquello a lo que un robot mal llamado Robbie alguna vez pretendió alcanzar. 

Exteriormente, Caspio estaba diseñado de tal manera que cualquiera creería que el equipo de trabajo sufría de una bipolaridad. El cuerpo de Caspio poseía un diseño simplista. Inspirados en anticuados modelos de exoesqueletos terapéuticos para uso humano, el cuerpo del robot denotaba fragilidad. Contrario a otros modelos, el cuerpo de Caspio lucía como el robot más deficiente alguna vez creado. Esta falta de fortaleza tenía como principio dejar el espacio suficiente para la amplia estructura de dispositivos para la captación de información sensorial. Este complejo cableado de aparatos recordaba a la forma y funcionamiento de las neuronas, y por ese motivo llamaban SGS (sistema general sináptico) al núcleo de trabajo de esta estructura sensorial. Cambios en la temperatura del usuario, el ritmo cardíaco, la respiración, presión arterial o sudoración, el SGS era capaz de captar una gran cantidad de fenómenos sensoriales del humano y también del ambiente. Este avance en el proceso de sensación y percepción permitía que el robot brindará respuestas mecánicas que por su rapidez de emisión, así como por contener elementos particulares del ambiente, solían ser recibidas y entendidas por el humano como respuestas espontáneas y cargadas de empatía con una situación particular; he de ahí que el doctor Allen dijera el día del lanzamiento público, que Caspio es un robot que entiende y comprende al humano. Es un robot que siente los enredos de nuestra vida. 

La cabeza de Caspio poseía una notable desproporción al resto del cuerpo, no solo por ser la parte más acabada en detalles, sino por el enorme tamaño y sobretodo por las aperturas laterales que poseían una doble función: permitían el balance de la temperatura y fabricaban un espacio no-físico, similar a la desfasada tecnológica cloud computing, en el que se condensa y suspende de manera arbitraria la información sensorial proporcionada por el SGS. Este hardware fantasma servía para obtener nuevas combinaciones de respuesta por parte del robot. Muchos insistían en comparar a esta facultad cuasi-espiritual de la máquina con las primeras experiencias de proto-conciencia homínidas. 

Fuera de estos elementos de soporte del KPHAXTIO 102, su rostro siempre fue motivo de diversas opiniones. 

Para lograr la aceptación humana, el robot fue dotado de facciones más simpáticas, menos pragmáticas y por ende menos minimalistas como se había hecho tendencia entre los modelos de la U.S Robots. Dos ojos almendrados con similitudes al ojo humano; una pieza metálica superpuesta en la superficie central de la cabeza hacía las veces de una nariz; y una enorme mandíbula hecha de goma con dos grandes aberturas a cada lado permitían que el robot simulará con su boca diferentes estados afectivos así como le permitía hablar con una tremenda facilidad. Esto último, hacía que las interacciones del robot fueran más vívidas. Más humanas. Esperamos que en algún momento la gente olvide que están en la presencia de un robot, fueron las últimas palabras del doctor Allen al cerrar su participación.



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(2) Capítulo siguiente

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