jueves, 2 de enero de 2020

Narraciones CBE: Dios proveerá





Abraham en el momento en que se encontraba dispuesto a sacrificar a Isaac.

Prologuillo



El título original de este relato era "El día que Otto Lezama fue escogido", la modificación, tanto en su presentación, así como en varios elementos de forma, responden a que el cuento en su estado original, escrito en el 2014 y que había visto luz en la carpeta de los documentos guardados, resultaba, muy a pesar de su vinculación con la tradición de terror de Lovecraft: infantil; en gran medida era culpa de dos personajes, Otto y la voz narradora. Por un lado, Otto se perfilaba, en principio, como protagonista de esta historia por una característica moral y no técnica-científica, como suelen aparecer los héroes en el ciclo de Lovecraft. El narrador, por su parte, se muestra interesado en  la condición moral de Otto, a tal punto que su relato resulta irónico, en el sentido que al conocer todo, procura que la historia se torne en una suerte de fábula, por poseer una moraleja. Eso mismo anula cierta presión de horror en el desarrollo de la historia, y termina por resultar en una ironía, casi que una comedia. No me doy crédito por la estructura de esta historia, fue escrita con una actitud socarrona y morbosa de mi parte, fundada en la inexperiencia y espontaneidad a la hora de escribir, que en el ingenio para planificar. El horror, si es que acaso lo puede haber, reside en la injerencia de otro texto que intenta soterrar la carga de realidad de la situación de Otto, es decir, que el lector, al conocer la verdad de nuestro personaje y encara al carácter represivo consciente del otro texto, se ve expuesto a vivir, de manera breve, una pequeña dosis de horror que rápido se disipa en la burla que ya es el cuento. 

La versión original no contaba con detalles litúrgicos de las ceremonias incluidas en el Necronomicon que esta versión ya posee; por pura estética, las incluí, ya que no aportan u omiten en nada el carácter moral o la dosis de horror del que ya me he referido. Imagino que para disfrutar más de este cuento, sería bueno pensar que un viejo brujo, sentado en una mecedora, fumando un tabaco amargo, se decide por alegrar la tarde a un grupo de pequeños niños, vestidos de monjes en sus ropas ásperas y oscuras, durante los recesos en la pequeña escuelita de las ciencias esotéricas, donde la maldad baila con ellos en la forma de un gracioso arlequín. 


- a.e
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Dios proveerá
Otto Lezama entró en la casa recién llegada la noche. La aparente ansiedad que su estado podía denotar, era un perturbadora calma, una mezcla imprecisa en proporción entre la vanidad y el morbo. Estando adentro, y encontrando el inmueble vacío, llegó a la conclusión de que él realmente era el favorito. Su vigorosa juventud, y su astucia desvergonzada, a pesar de estar lejos de los estándares que otros esperaban de la persona que ahora era él, le resultaron virtudes y prodigios, esplendores en los que solo él creía que los podía ver, que le habían llevado esa noche, hasta la casa en la que tendría iniciar el trabajo. 
El trabajo se ejecutaba con precisión y rapidez, a pesar de la inminente contradicción que eso representaba, lo uno y lo otro formaba parte de los lineamientos que dictaba el texto el Conjuro de Ia Adu En I. Primero, Otto trazó con carbón sobre el suelo del gran salón de la casa, cuatro triángulos que armonizaban de tal manera hasta construir un perfecto cuadrado, que constituye la primera parte de un pórtico. En el centro de cada triángulo, con cenizas, dibujó cuatro de los sellos de la luna; la constelación, la serpiente marina, el torbellino y la hoz, en el pórtico se leían las marcas de la puerta del Este. 

- ¡Ia! - gritó al terminar, cerró los ojos y susurró  - Edin Ba Ega, Erim Ba Egura.

De las cosas que había llevado consigo, sacó un bolsa de seda negra, y dentro, enrollada, y sujeta con un cordel dorado, estaba la cinta de Marduk. Otto la tomó evitando tener contactos con las marcas de Ginmesh, y recitando el mantra, hasta que la cinta fuera puesta en el sello de la constelación, “Ni Yish Libbi Ia Lu Amesh Id Ginmesh”. En el sello de la hoz, ubicó con las dos manos y en silencio la Daga de Marukka, segundo nombre de Marduk. Finalizado, lo único que faltaba sobre lo hecho en el suelo era la Corona de Anu de la Llamada. Otto, revisando el diseño de la puerta, en sus adentros se jactaba de haber replicado con tremenda exactitud todos los arreglos que componen la marca del Este. Todo había sido contemplado en su trabajo: las yuxtaposiciones entre las paredes y los vértices dibujados en el suelo con los diferentes tipos trazos de carbón o manchas de ceniza; sin olvidar las orientaciones que estas figuras tenían con las figuras dibujadas en los planos cosmológicos a la hora que se llevaría a cabo la parte final del trabajo que él había iniciado. 
  Otto, embebido de sí, miraba satisfecho la totalidad de la escenografía, y pensaba en que tenía razón al asegurar en su corazón que no había nadie como él. Con esto se permitió divagar en sus imaginaciones y deseos, mientras aguardaba por la llegada de los encargados de llevar el elemento final del sigilo que había realizado.
Aunque no se había hecho de conocimiento a través de algún medio oficial, se tenía entendido que los iniciados se encontraban exentos de realizar cualquier tipo de encomienda de relevancia. Todo trabajo con un nivel alto en complejidad e implicación, como lo pueden ser consagraciones, llamadas y exorcismos, debían ser preparadas y dirigidas por personas de alto rango y de preferencias priores. Meses atrás, después de finalizada la sesión, Otto fue llamado a presentarse ante uno de los priores. Su nombre, cosa que nadie esperaba escuchar en el amplio salón escarlata, figuró entre todos los presentes que quedaron inmóviles con el sonido que conformaba la identidad de un iniciado. 
        Otto Lezama se dirigió hacia donde la voz le ordenó. Rostros petrificados en la displicencia condescendiente, máscara de envidias y dudas, aparecían en los rostros sombríos de los colegas del conciliábulo, que observaban como uno de los iniciados, sin razón aparente que justificara el rompimiento de la tradición implícita, caminaba hacía el pasillo, y al final de este, el despacho de los priores de su orden. 
      Mientras caminaba por el lúgubre corredor de color mortecino, custodiado por los retratos infames de quienes le precedieron a través de la milenaria historia de su organización, se castigaba con preguntas provocadas por lo incierto de su situación. ¿Cómo él, siendo un iniciado, podría ser llamado por los priores?, ¿qué razones tendrían los superiores para llamar a un simple novicio, contando con personal más adecuado para cualquier situación? Otto, que en aquel momento lograba que sus pasos sosegados no perdieran el poco movimiento que les quedaba a causa del nerviosismo, cavilaba sobre los variadas circunstancias, desquiciadas y perturbadoras, que le podrían suceder dentro del despacho del Prior que le había mandado a llamar. 


Otto salió con una estirada sonrisa del despacho del Prior. Salió bautizado en luz. Resplandecido en conocimiento. “Ahora que sabes cómo funciona todo. Ya no puedes considerarte a ti mismo como un iniciado” fueron una de las palabras que atesoro Otto Lezama de su reunión. Ahora sabía los secretos, entendía el proyecto, la Gran Obra. “Se acercan tiempos interesantes, creería que está al tanto de ello. Su labor lo consideramos vital para el desarrollo de nuestra agenda. Es el corazón de la etapa que está por venir. Le conocemos bien Otto, sabemos quién es usted. Desde antes de que naciera, nuestros ojos le han seguido. Le hemos cuidado. Así como un padre que cuida en la distancia y el silencio, hemos velado por usted. Todo lo que usted llama suerte, oportunidad, destino, bendición y cualquier apelativo de devoción que dio a lo que no sabía cómo nombrar o explicar, éramos nosotros atendiendo a nuestro favorito. Las cosas están arregladas para responder a cualquier escándalo que la ceremonia puede suscitar. Las columnas y titulares de algunos periódicos solo esperan nuestro aviso y las publicaciones saciarán a los cerdos y las cosas se mantendrán en ocultar como siempre. Los que hemos señalado como culpables, disculpe mi lenguaje, me refiero a los «responsables», ya están avisados. El presupuesto para todo el quehacer judicial, periodístico, televisivo y los consiguientes pasos que lograrán erradicar de la mente de los necios ya están contemplados. Como notara, todo descansa en nuestras manos”.
       »Entiendo Señor, lo entiendo perfectamente. Ante todo, mi devoción y agradecimiento por tomarme en cuenta para la obra. Pero, sin el ánimo de parecer distraído, o carente de voluntad ante su bendición, aún no me ha dicho quién es el predilecto para la ceremonia; y junto a eso, aún  desconozco el lugar seleccionado para realizar la magna labor”, preguntó Otto Lezama, con todo el decoro y distinción que podía emitir. 
           »Usted, me recuerda a la inocente pregunta que un hijo hizo a su padre tiempo atrás. «Aquí tenemos la leña y el fuego pero, ¿dónde está el cordero que vamos a sacrificar? El padre le respondió: Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío. Dios proveerá». Solo espere. Quizá no será Miguel o Gabriel quien llegue a darle las buenas nuevas, pero alguien, uno de nuestros «ángeles», llegará con la información que necesita…”, terminado de revivir el encuentro, Otto, complacido de él mismo, decidió preparar las vestimentas. La ceremonia daría inicio en cualquier momento, no falta mucho para medianoche.


Se escucharon algunos automóviles deteniéndose fuera de la casa. Otto estaba seguro de que debían de ser ellos, los que ejecutarán la ceremonia de Ia Adu En I, y llevarían la corona de Anu de la Llamada y al predilecto. Imaginó que este tendría que venir con ellos,ya que ¿quiénes, sino ellos, eran los indicados para escoger y sustraer al predilecto? Al verlos en el umbral de la puerta, inquietos, jadeando, con las miradas fijas en él,  sintió una corriente que le atravesó toda la espina, y comenzó a respirar con dificultad. Guardó la compostura, y se entregó a remembrar, mientras los miraba entrar acechantes en de la casa, oliendo y observando todo,  cuál era su posición dentro del orden de las cosas del conciliábulo. Se decía así mismo que él estaba tan alto como lo podía estar un Prior, y que ellos son ayuda, son servidores, son parte de la puerta del nuevo mundo; ellos están bajo su mando.
Una de las lecciones que Otto Lezama tuvo que volver  recordar con respecto a ellos, es que tenía que llamarlos por su verdadero nombre, indicador de su naturaleza, señal de su propósito. Todos aquellos modismos vulgares, o esnobistas alrededor de ellos, era para los cerdos, los necios, los que no pueden ver. En el conciliábulo había aprendido que les llamaban profundos, pero este apelativo podría confundirlos con los Otros, cuya naturaleza y vocación es distinta, por lo que Allu es el nombre por el que se les ha de conocer. 

        Todos habían entrado, Otto estaba listo para la ceremonia. 

Debajo de la túnica andrajosa y amarillenta, el corazón le latía al favorito de tal forma que creía que en cualquier momento se le abriría la piel y le terminaría quebrando los huesos del pecho. La lascivia sanguinaria lo agitaba, le abría un apetito que jamás había experimentado; la boca abierta, como si se muriera de sed y los ojos bien abiertos, esperando que algo sucediera. Las posibilidades que se abrían con las llegada de los Allu, conducían a todo el organismo de Otto Lezama hacía un paroxismo, deseaba ver como los ojos de la ofrenda reventarían de horror cuando viera la Daga de Marduk, brillante e inmaculada, correr en el aire antes de que le atravesará cualquier parte de su endeble cuerpo. Los agujeros que probablemente harían las garras de los Allu sobre el cuerpo tibio y suave del predilecto, quedarían como cuencas oculares vacías y llorosas de sangre. Los Allu era conocidos por disfrutar de poner bolsas y ligas en la cabeza, para evitar que las reminiscencias del alma se escaparan en cualquier agitación corporal, Otto estaba entusiasmado de poder ver aquello con sus propios ojos.
  Otto, siguiendo el protocolo, realizó una reverencia, se escuchó a unos cuantos Allu gruñir, y parecía que eso bastaba para que la ceremonia se diera por iniciada. 

Los Allu rodearon el sigilo realizado por Otto, de sus fauces caían babas que parecían añadiduras negruzcas alrededor del carbón. Era la primera vez que Otto los miraba de frente. Sus cuerpos estaban manchados con la semiótica ancestral, y la aglomeración de figuras sobrepuestas entre sí, hacia que la piel pareciera a la primera vista como escamosa. Estos se dispersaron por toda la casa, y Otto no lograba tener señales del predilecto; pensó que a lo mejor este esperaba en el auto: desnudo, sodomizado, con el ano ensangrentado después de las múltiples violaciones que muy seguramente tuvo que haber recibido durante su cautiverio. Los Allu se acomodaron en diferentes parte del lugar y un destello depravado les apareció en los ojos, Otto leyó en esa mirada, la complacencia de ellos con el lugar. 
Aquella escabrosa satisfacción, síntoma de su notable éxito, hacía que el buen Otto Lezama se proyectará en todas las oportunidades que vendrían después de que el conciliábulo aprobará con agrado su labor en la ceremonia. ¿Qué podría elegir como recompensa?, ¿algo en finanzas?, ¿un puesto en la gastada política?, ¿su propia estrella en la constelación del entretenimiento? o mejor aún, ¿un espacio eterno en el trono de la religión? El mundo parecía estar en las manos de Otto. 

Los Allu dirigieron una mirada al iniciado, demandando algo de él. Otto, no supo qué decir, él, se mantenía en la idea de que todo aquello era parte del protocolo de la ceremonia. Ante la inutilidad del arquitecto de la ceremonia, ellos, se comunicaron entre sí. Sin hablar. Solo usando sus manos. 
Los movimientos acelerados de los dedos, en diferentes flexiones y articulaciones, hacían casi imposible la lectura del beato lenguaje de las manos que Otto Lezama a penas conocía. Sumergido en la incertidumbre de las miradas fieras y devoradoras de los invitados a la ceremonia, intentó comunicarse con ellos. Hablando con los movimientos y sonidos de su boca. “Las cosas están tal y como el Prior lo solicitó” dijo Otto para establecer un orden en el curso de aquella reunión. Los Allu no contestaron, o por lo menos no como Otto esperaba. 

Fue alrededor de las 12:32 am, que el número de emergencia recibió una llamada de auxilio. El cadáver de Otto Lezama, de 32 años edad, asesor jurídico del estado, fue encontrado en la residencia del ex-ministro de economía. El cadáver, que fue encontrado desmembrado, presentaba marcas de múltiples torturas con armas cortopunzantes. Picahielos, navajas, agujas, tijeras y cuchillos, fueron encontrados en la escena de este macabro acontecimiento. A pesar de lo prematuro en los procesos de investigación, una de las primeras versiones que se manejan de los hechos, es la vinculación de grupos sicarios. Vecinos reportan que el auto de Otto Lezama llegó en hora temprana de la noche. Lo inusual de esto, según la versiones de los residentes del lugar, es que el ex-ministro de economía, Ignacio Benitez, había dejado la residencia días atrás. El cadáver fue encontrado en la sala, rodeado de un polvo blanco, lo cual parece ser cocaína, lo que podría asociarse con el narcotráfico; esto también explicaría la participación de los supuestos sicarios como responsables del crimen. Las investigaciones se abren en busca de los autores de este atroz suceso. Por otro lado, en el acontecer de la farándula… 

Uno de ellos tomó el teléfono. Alguien contestó del otro lado de la línea, pero no dijo nada. “Está hecho” dijo el Allu. Quién estaba al otro lado, colgó. 

La reciente muerte del asesor jurídico Otto Lezama, dentro de la residencia del ex-ministro de economía, parece esclarecerse. Las últimas investigaciones establecen el vinculo entre grupos de narcotraficantes y el asesinado asesor. La salida del ex-ministro Benítez de la residencia días atrás, fue lo que llevó Otto Lezama, abusando la confianza y cercanía a la familia del ex-funcionario, a utilizar la casa como punto de intercambio.  El ex-ministro Benítez se pronunció ante lo sucedido en una conferencia hacia la prensa, recalcando la necesidad de implementar nuevas políticas de estado que refuercen la soberanía de la justicia… 

Los Allu, los mismos que se encargan en todas las ceremonias de la parte sucia, salieron de la casa exhaustos. Satisfechos. 

El ex-ministro Ignacio Benítez, anunció el día de ahora su candidatura presidencial. El sostiene que la actual ingobernabilidad del país y el caos en temas de seguridad, son intolerables; y está confiado, que su experiencia y el apoyo de su fracción política le llevaran a una victoria consumada. 

El cuerpo de Otto Lezama quedó disperso sobre la superficie de la residencia seleccionada. Los múltiples agujeros y mordidas le habían drenado las últimas gotas de sangre que el desmembramiento no alcanzó a arrebatarle a sus venas. Mucho antes de que los Allu lo violaran, Otto, estaba consciente de su destino. Él era el predilecto, la ofrenda, el elegido, con el que se cumplía la coronación de Anu. 
Otto, uno de los asesores jurídicos del estado, iniciado y favorito del conciliábulo, en el momento en que la Daga de Marduk le perforaba su ojo, recordó de manera breve y borrosa, entre la confusión del dolor y el sufrimiento de la traición que ahora encarnaba, la voz del anciano, que en la comodidad de un despacho, le dijo: “Me recuerdas a la inocente pregunta que un hijo hizo a su padre tiempo atrás: Aquí tenemos la leña y el fuego pero, ¿dónde está el cordero que vamos a sacrificar? El padre le respondió: Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío. Dios proveerá”.


El Prior Benítez estaría contento con el trabajo.




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