miércoles, 27 de junio de 2018

La cosa lovecraftiana (I)






Son el exceso o el reduccionismo los riesgos que atraviesa la lectura de Lovecraft. El primero arrastra hacía un totalitarismo meta-explicativo de las cosas, y el segundo abandona en el esteticismo de la fealdad; Robert Anton Wilson y Colin Wilson – los apellidos son mera fortuna – son víctimas de lo primero, Stephen King y Borges – en “There are More Things”* – sufren de lo segundo, y en mi caso padecí de los dos.


Reducciones

Las ciudades innombrables, los lenguajes ignotos y las inconmensurables entidades, características que sujetan lo irracional y lo pagano, parecen ser los rasgos definitivos de la literatura de Lovecraft. Alberto Chimal en su introducción para una colección de la obra de H.P Lovecraft, aparte de insistir en la popularidad y la recurrente referencia que experimenta el escritor de Providence dentro de la cultura de masas, es consciente de que la sola aparición de ciertas condiciones relativas a lo grotesco, místico y ancestral dentro de cualquier texto ha logrado dar paso a un proceso de antonomasia, donde lo ‘Lovecraftiano’ ha sustituido todos los modos derivados del horror.

Esta noción daría pie a que la literatura de Lovecraft sea percibida únicamente como una fase dentro de la tradición romántica de las letras estadounidenses, y su mantenimiento, en estos confusos tiempos estaría supeditado a las variaciones y demandas culturales; pero siempre desprovista de independencia e identidad, ya que la medida por excelencia para estos asuntos sería el Señor Edgar Allan Poe. Con esto resulta facilísimo de entender la posición de Jorge Luis Borges ante el tema de Lovecraft, que queda expuesto en el epílogo de “El Libro de Arena” (1975), donde el argentino acota:

El destino que, según es fama, es inescrutable, no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo de Lovecraft, escritor que siempre he juzgado un parodista involuntario de Poe. Acabé por ceder; el lamentable fruto se titula There are More Things.

De esta forma Lovecraft está condenado a la mención, a un obligado recuerdo, inevitablemente amalgamado con la estatua de Poe, y su trabajo, más que un recurso para el proceso literario, es una maquinaria de viscosidades que se ocupa de llenar los rincones morbosos de nuestro tiempo.

El origen mismo de Lovecraft, inevitablemente, se convertiría en su propio fin: ya que por muy Lovecraftiano que sea el horror, nunca dejara de ser una historia rara**.

Excesos

A pesar de la frecuente mención en el plano mediático, la popularidad de Lovecraft no es de su autoría. Fueron los ‘lovecraftianos’ los encargados de tal vicio, y entre todos ellos, el más despreciable siempre será Agust Derleth. Derleth sistematizó la obra lovecraftiana por medio de un maniqueísmo que surge con la diferenciación de los Dioses arquetípicos y los Dioses Exteriores. Esta bilateralidad permitió a la literatura de Lovecraft acercarse a la estructura de los sistemas religiosos paganos, y una vez ahí, nada imposibilitaría su reptante recorrido hacía el terreno de la metafísica, la filosofía y la ciencia; así, la literatura lovecraftiana, con ayuda de las variaciones de la historia, encontraría un puesto como herramienta de explicación del mundo, debido al semblante argumentativo, la causalidad y las teleologías que puede llegar a evocar.

No es de extrañar que, sumergidos en un clima de inestabilidad como el que ofreció el Siglo XX, la situación lovecraftiana entregaría respuestas a los sin sentidos del mundo social, político y religioso a través de su manifestación en la cultura. Ya no podían ser los demonios de Milton los promotores de la corrupción del corazón del hombre, la mutación del mal se daría en la distancia, en la amplitud creciente del cosmos y con los usos del lenguaje esotérico que propicio el caos cultural de la Segunda Guerra Mundial. El umbral de la perdición del hombre debía de estar más allá del hombre mismo, fuera del tiempo***.

Esta combinación, junto a la preservación de una forma de razonamiento que intento ser abolida en la edad media, dio gesta a la meta-explicación de las cosas. Algunas personas comenzaron a encontrar similitudes a donde quiera que el ojo apuntara; los lenguajes enoquianos del místico John Dee (1527-1608) y su parecido con el Aklo, lengua elaborada por Arthur Machen (1863-1947) adoptado por Lovecraft. Las análogas conversaciones estelares de Aleister Crowley con la entidad extraterrenal, Aiwass (1904), y las comunicaciones interdimensionales expuestas en los cuentos de Lovecraft como en “The Whisperer in Darkness” (1931) y en “The Dreams in the Witch House” (1933). Los símiles que despertaba las descripciones de Lovecraft sobre Azathoth**** – “el primer motor del caos, la antítesis de la creación, el necio sultán de los demonios; el que roe, gime y babea en el centro del vacío final” –  y los terrores que suscitó el Proyecto Manhattan (1939-1946), son algunos ejemplos de las ideas que comenzaron a poblar la mentalidad colectiva.

La expansión de esta lógica, la globalización y la excesiva producción mediática – del cine y la literatura – llevaron a Lovecraft a ser la clave interpretativa de los arcanos que el conocimiento oficial no podía responder. The Thing (1982) y They Live! (1988) de John Carpenter*****, Alien (1979) de Ridley Scott, Pacific Rim (2013) de Guillermo del Toro, el comic: Hellboy (1993-2017) de Mike Mignola, el trabajo de Robert Anton Wilson – La Trilogía: The Ilimunatus! (1975), Sex, Drugs and Magick (1973), Cosmic Trigger (1977) – y Colin Wilson – The Occult: A History (1971) –, las doctrinas de William Burroughs y los desórdenes provocados por la Generación Beat, Anton Szandor Lavey, junto a la notoriedad que alcanzó el Satanismo en los Estados Unidos en los años ochenta, y la expansión que lograron los círculos teosóficos alrededor del mundo, son muestras de algunas zonas donde Lovecraft o Lovecraftiano era su cimiento; y aún se mantiene latente******.

La lección de estos dos riesgos en la lectura de Lovecraft, es que el misterio no es entender que es lo que hay detrás de Lovecraft (lo latente), y mucho menos interpretar que es lo que hay delante de él (lo manifiesto). Pero sino es el esclarecimiento de la realidad a través de lo místico, ni los batracios-morfismos los objetivos del rarito de Providence, entonces ¿que lo puede ser?







*“There are more Things”, extraído por Borges de “Hamlet”(1603). Original: “There are more Things in heaven and earth, Horatio, tan are dreamt of in your philosophy”.

**Weird Tales, fue una de las primeras revistas que público a H.P Lovecraft. En 1928 salió de la imprenta “La Llamada de Cthulhu”, el cual permitiría la introducción a la revista de otros autores que compartían temas con Lovecraft, denominados como el Circulo de Lovecraft. Esta publicación volvería distinguido al escritor, que hasta hoy en día sigue siendo un relato canónico de su obra.

***El último trabajo de Lovecraft, el cual nunca logró completar fue titulado “The Watchers Out of The Time”. El relato fue publicado, como parte de una colección, hasta 1974.

**** En el cuento de Lovecraft “The Whisperer in Darkness” (1931), el protagonista hace mención de Azathoth: “started with loathing when told of the monstrous nuclear chaos beyond angled space which the Necronomicon had mercifully cloaked under the name of Azathoht”.

***** In the Mouth of Madness (1994) de Carpenter, es quizá la película donde las referencias a Lovecraft son más evidentes.


****** En agosto, el CBE, pudo haber leido, por ánimo de buen neurótico, a un neo-lovecraftiano.  



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