Son el exceso o el
reduccionismo los riesgos que atraviesa la lectura de Lovecraft. El primero
arrastra hacía un totalitarismo meta-explicativo de las cosas, y el segundo
abandona en el esteticismo de la fealdad; Robert Anton Wilson y Colin Wilson –
los apellidos son mera fortuna – son víctimas de lo primero, Stephen King y
Borges – en “There are More Things”* – sufren de lo segundo, y en mi caso
padecí de los dos.
Reducciones
Las ciudades
innombrables, los lenguajes ignotos y las inconmensurables entidades, características
que sujetan lo irracional y lo pagano, parecen ser los rasgos definitivos de la
literatura de Lovecraft. Alberto Chimal en su introducción para una colección
de la obra de H.P Lovecraft, aparte de insistir en la popularidad y la
recurrente referencia que experimenta el escritor de Providence dentro de la
cultura de masas, es consciente de que la sola aparición de ciertas condiciones
relativas a lo grotesco, místico y ancestral dentro de cualquier texto ha
logrado dar paso a un proceso de antonomasia, donde lo ‘Lovecraftiano’ ha
sustituido todos los modos derivados del horror.
Esta noción daría
pie a que la literatura de Lovecraft sea percibida únicamente como una fase dentro
de la tradición romántica de las letras estadounidenses, y su mantenimiento, en
estos confusos tiempos estaría supeditado a las variaciones y demandas
culturales; pero siempre desprovista de independencia e identidad, ya que la
medida por excelencia para estos asuntos sería el Señor Edgar Allan Poe. Con
esto resulta facilísimo de entender la posición de Jorge Luis Borges ante el
tema de Lovecraft, que queda expuesto en el epílogo de “El Libro de Arena”
(1975), donde el argentino acota:
El destino que,
según es fama, es inescrutable, no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento
póstumo de Lovecraft, escritor que siempre he juzgado un parodista involuntario
de Poe. Acabé por ceder; el lamentable fruto se titula There are More Things.
De esta forma
Lovecraft está condenado a la mención, a un obligado recuerdo, inevitablemente
amalgamado con la estatua de Poe, y su trabajo, más que un recurso para el
proceso literario, es una maquinaria de viscosidades que se ocupa de llenar los
rincones morbosos de nuestro tiempo.
El origen mismo de
Lovecraft, inevitablemente, se convertiría en su propio fin: ya que por muy
Lovecraftiano que sea el horror, nunca dejara de ser una historia rara**.
Excesos
A pesar de la frecuente
mención en el plano mediático, la popularidad de Lovecraft no es de su autoría.
Fueron los ‘lovecraftianos’ los encargados de tal vicio, y entre todos ellos,
el más despreciable siempre será Agust Derleth. Derleth sistematizó la obra
lovecraftiana por medio de un maniqueísmo que surge con la diferenciación de los
Dioses arquetípicos y los Dioses Exteriores. Esta bilateralidad permitió a la
literatura de Lovecraft acercarse a la estructura de los sistemas religiosos
paganos, y una vez ahí, nada imposibilitaría su reptante recorrido hacía el terreno
de la metafísica, la filosofía y la ciencia; así, la literatura lovecraftiana,
con ayuda de las variaciones de la historia, encontraría un puesto como
herramienta de explicación del mundo, debido al semblante argumentativo, la
causalidad y las teleologías que puede llegar a evocar.
No es de extrañar que,
sumergidos en un clima de inestabilidad como el que ofreció el Siglo XX, la
situación lovecraftiana entregaría respuestas a los sin sentidos del mundo
social, político y religioso a través de su manifestación en la cultura. Ya no
podían ser los demonios de Milton los promotores de la corrupción del corazón
del hombre, la mutación del mal se daría en la distancia, en la amplitud
creciente del cosmos y con los usos del lenguaje esotérico que propicio el caos
cultural de la Segunda Guerra Mundial. El umbral de la perdición del hombre
debía de estar más allá del hombre mismo, fuera del tiempo***.
Esta combinación,
junto a la preservación de una forma de razonamiento que intento ser abolida en
la edad media, dio gesta a la meta-explicación de las cosas. Algunas personas
comenzaron a encontrar similitudes a donde quiera que el ojo apuntara; los lenguajes
enoquianos del místico John Dee (1527-1608) y su parecido con el Aklo, lengua
elaborada por Arthur Machen (1863-1947) adoptado por Lovecraft. Las análogas conversaciones
estelares de Aleister Crowley con la entidad extraterrenal, Aiwass (1904), y las
comunicaciones interdimensionales expuestas en los cuentos de Lovecraft como en
“The Whisperer in Darkness” (1931) y en “The Dreams in the Witch House” (1933).
Los símiles que despertaba las descripciones de Lovecraft sobre Azathoth**** –
“el primer motor del caos, la antítesis de la creación, el necio sultán de los
demonios; el que roe, gime y babea en el centro del vacío final” – y los terrores que suscitó el Proyecto
Manhattan (1939-1946), son algunos ejemplos de las ideas que comenzaron a
poblar la mentalidad colectiva.
La expansión de
esta lógica, la globalización y la excesiva producción mediática – del cine y
la literatura – llevaron a Lovecraft a ser la clave interpretativa de los
arcanos que el conocimiento oficial no podía responder. The Thing (1982) y They
Live! (1988) de John Carpenter*****, Alien (1979) de Ridley Scott, Pacific Rim
(2013) de Guillermo del Toro, el comic: Hellboy (1993-2017) de Mike Mignola, el
trabajo de Robert Anton Wilson – La Trilogía: The Ilimunatus! (1975), Sex,
Drugs and Magick (1973), Cosmic Trigger (1977) – y Colin Wilson – The Occult: A
History (1971) –, las doctrinas de William Burroughs y los desórdenes
provocados por la Generación Beat, Anton Szandor Lavey, junto a la notoriedad que
alcanzó el Satanismo en los Estados Unidos en los años ochenta, y la expansión
que lograron los círculos teosóficos alrededor del mundo, son muestras de
algunas zonas donde Lovecraft o Lovecraftiano era su cimiento; y aún se
mantiene latente******.
La lección de estos
dos riesgos en la lectura de Lovecraft, es que el misterio no es entender que
es lo que hay detrás de Lovecraft (lo latente), y mucho menos interpretar que es
lo que hay delante de él (lo manifiesto). Pero sino es el esclarecimiento de la
realidad a través de lo místico, ni los batracios-morfismos los objetivos del
rarito de Providence, entonces ¿que lo puede ser?
*“There are more Things”,
extraído por Borges de “Hamlet”(1603). Original: “There are more Things in
heaven and earth, Horatio, tan are dreamt of in your philosophy”.
**Weird Tales, fue una de las primeras
revistas que público a H.P Lovecraft. En 1928 salió de la imprenta “La Llamada
de Cthulhu”, el cual permitiría la introducción a la revista de otros autores
que compartían temas con Lovecraft, denominados como el Circulo de Lovecraft.
Esta publicación volvería distinguido al escritor, que hasta hoy en día sigue
siendo un relato canónico de su obra.
***El último
trabajo de Lovecraft, el cual nunca logró completar fue titulado “The Watchers Out of The Time”. El relato fue publicado, como parte de una
colección, hasta 1974.
**** En el cuento
de Lovecraft “The Whisperer in Darkness” (1931), el protagonista hace mención
de Azathoth: “started with loathing when told of the
monstrous nuclear chaos beyond angled space which the Necronomicon had mercifully
cloaked under the name of Azathoht”.
***** In the Mouth of
Madness (1994) de Carpenter, es quizá la película donde las referencias a
Lovecraft son más evidentes.
****** En agosto,
el CBE, pudo haber leido, por ánimo de buen neurótico, a un neo-lovecraftiano.