"Querría animarle a dar el salto: venga, seguro que puedes. Le empujo otra vez, él se resiste, sigo empujando, intenta aferrarse a la superficie lisa, llega por fin al mismo borde, se vuelca hacia delante obligado aún por mi dedo y se desploma hacia el fondo del patio como una cosa muerta, asustándome con la velocidad de su caída. Se eleva de repente, trazando contra el cielo una curva finísima, como un corte en un papel. Al cabo de muy poco ya no logro distinguirlo de los demás vencejos."
Leí "La invención del amor" de José Ovejero en la primera semana del año, pero me reservé mi comentario para el fin de mes, así como el vencejo, al filo, justo ahora cuando (por lo acordado en el club) ya no es un problema ahondar en detalles, anticipar sucesos o revelar el mismísimo final del libro.
Hace un par de semanas recibí un mensaje de amazon.com invitándome a calificar nuestro libro de Enero, Premio Alfaguara 2013, el cual había adquirido en formato digital en su departamento de ebooks. Luego de pensarlo un poco, rememorar cuanto de razón o emoción me provocó el paso por sus páginas, juzgar desde mi humilde criterio la calidad literaria, hacer mi balance de lo descubierto y aprendido, y medir la experiencia de la lectura versus la expectativa inicial, terminé por darle 3 de 5 estrellas. Me parece que es un buen libro, genera interés, tiene personajes bastante bien construidos y una historia alternativa que mantiene la atención del lector apelando a su curiosidad y su morbo.
En general, y al margen de las implicaciones comerciales, leer el Premio Alfaguara nos hace bien como club, por cuanto nos permite acceder a una muestra (con algún filtro de calidad) de la literatura producida recientemente en Hispanoamérica. Sin embargo, creo que la inmensa mayoría de los autores hoy en día son demasiado académicos y muy poco vivenciales. Y eso explica de alguna manera el trauma de Leonardo Bazán (personaje principal de "Una misma noche", Premio Alfaguara 2012) a causa de un cateo militar ocurrido en su casa cuando solo era un niño. Y esa es la raíz y médula de su historia. Un cateo y algo más.
Pienso en eso cuando leo sobre el Samuel de José Ovejero, otro sujeto en la crisis de la mediana edad, que está viviendo ademas la crisis de la economía española, y que decide meterle emoción a su vida al no negarse a una llamada equivocada, asumir una impostura y mentir una y otra vez de manera tan convincente como natural, para sostener la mentira del principio. Y entonces uno entiende porque hay gente en estos países que disfruta tanto de los deportes extremos y busca extraños mecanismos para darle sentido y sentimiento a su vida, mientras que en otros países de nuestro tercer mundo, la rutina diaria es una verdadera experiencia extrema. Y entonces quienes lean esto quizá comprenderán por que razón le doy 3 estrellas y no 4 o 5, porque esa calificación me la reservo para Cervantes mancos lidiando con la inquisición, las concedo a Dostoyevskis epilépticos que sobrevivieron el exilio en Siberia y al pelotón de fusilamiento, o para Hemingways que manejaron ambulancias en el frente en la Primera Guerra Mundial, que cubrieron la Guerra Civil Española, que desembarcaron en Normandy en el día D y se van de Safari a África hasta que finalmente se suicidan. Escritores vivenciales, vamos.
Pero volviendo a "La invención del amor", paso a analizar un poco el libro en sus diferentes aspectos.
De forma
El ritmo lento y a veces monótono de la narración, obedece a que la historia es contada en tiempo presente y los sucesos ocurren en tiempo real. De hecho, creo de manera muy personal, que quizá ese sea un recurso de Ovejero para mostrarnos hasta el desespero la vida vacía y repetitiva de Samuel, el campo donde germina su necesidad de mentir y actuar su mentira para sentirse vivo. No obstante, la verdad es que Ovejero logra de a poco prender la curiosidad del lector y la mantiene hasta el final.
Un recurso interesante es contar la historia desde diferentes perspectivas. El perfil de Clara se construye a partir de los recuerdos (o mentiras) que uno a uno van aportando diferentes personajes que asumen temporalmente el rol de narrador: Clara según Samuel, Clara según Carina y Clara según el otro Samuel. Algo parecido a lo que hace Sándor Márai en "La mujer justa".
No me parece un libro con demasiadas frases memorables por si mismas, pero sí que tiene algunas que consiguen emocionar y obligan a recomponerse, porque coronan un argumento que el autor sustenta y explica en varios párrafos previos, sin los cuales la frase no se captaría en toda su dimensión. Ejemplo:
"Sacude la cabeza muy seria, toda ojos y ceño fruncido, toda pesar y dientes apretados. La abrazo. Su cuerpo se tensa ligeramente y estoy seguro de que me va a rechazar, pero poco a poco se ablanda, se abandona y olvida, me acepta al menos para apoyarse y descansar unos segundos en los que ella mira al sur y yo al norte, pero tengo la impresión de que estamos viendo lo mismo."
Quienes hayan leído la secuencia previa sabrán de lo que hablo.
De fondo
Aunque se extiende la tendencia del anti-héroe un tanto soso de los últimos Alfaguara, me parece que con el personaje de Samuel, Ovejero retrata bastante bien la frustración o la indiferencia de las últimas generaciones en muchos de nuestros países, entrampadas en activismos verbales y pajas mentales, algo que Samuel transgrede y lleva más allá de los límites socialmente aceptados, al mejor estilo de un actor del método.
Por lo demás, el libro abunda en temas de corte introspectivo y comportamiento retorcido para con otras personas: la mentira, la impostura, la búsqueda de emoción, la mediana edad, la soltería, las relaciones, la soledad, el hastío, la vida vacía y ordinaria, la dependencia, el desapego y la culpa. Es interesante que Samuel define como indolencia y poca dedicación a ese comportamiento masculino que las mujeres suelen entender como miedo al compromiso. En el libro también hay algunas menciones a extranjeros con quienes Samuel coincide en su trabajo y vecindario, que por el tono que al referirse a ellos usa el personaje central de La invención del amor, puede llegar a parecer despectivo y hasta xenófobo.
La historia es lineal y es una sola. No hay historias paralelas, pues las vidas de los demás personajes están al servicio del relato de Samuel. Hay algunos esbozos de tramas conexas que no llegan a cuajar ni se robustecen lo suficiente, como la de su empresa amenazada con la quiebra o con la compra de los kosovares. También son de tránsito sus amigos del inicio, Luis el de la llamada equivocada, su madre y hermana, su hermano y su novia Aracely, su vecina, su recepcionista, los chinos, el perseguidor y los trabajadores, quienes apenas muestran cara y no aparecen más.
De los personajes más definidos y recurrentes podemos decir que en su mayoría están bien logrados. Javier, Fran y Alicia ofrecen un buen comienzo para crear atmósfera y poner en contexto. Alejandro será patético pero es creíble. José Manuel es un empresario limitadísimo y cegatón, ¿pero quién de nosotros no tiene o ha tenido un jefe así, uno que no parece enterarse de donde queda el norte, y que encima usa frases motivacionales de manual y lee libros de auto-superación? Personalmente me gustó la también fugaz aparición del personaje del otro Samuel, quien está tan bien descrito y perfilado, que uno puede imaginarlo con detalle, ponerle un rostro y asignarle gestos, poses y movimientos. No es ese el caso del personaje de Carina, que me parece el mas desdibujado y confuso. Curiosamente, Clara es el personaje más descrito, pero probablemente el que menos seguros estemos de conocer. Samuel, en cambio, es visto desde el interior, y uno pudiera considerar que lo conoce desde un plano psicológico.
¿Es Samuel un sociópata o simplemente un tipo muy aburrido buscando acción con la vida de otro? Según la wikipedia, la sociopatía o TPA tiene entre sus características más comunes la ausencia de empatía y remordimiento, una visión de la autoestima distorsionada, una constante búsqueda de nuevas sensaciones (que pueden llegar a extremos insólitos), deshumanización de la víctima o falta de preocupación por las consecuencias. El egocentrismo, la megalomanía, la falta de responsabilidad, la extroversión, el exceso de hedonismo, altos niveles de impulsividad, o la motivación por experimentar sensaciones de control y poder también son muy comunes.
En lo que respecta al cierre, Ovejero cumple con su regla del juego de ajedrez con el lector, ya que él mueve las primeras piezas, pero deja a nuestro criterio la elección del final. En este apartado, debo aclarar que en la discusión del club del último jueves, todos (excepto este servidor) dijeron creer que Samuel seguirá mintiendo. Yo creo que por fin dirá la verdad. Y no pienso así porque le tenga demasiada fe al personaje ni porque crea y espere siempre finales felices. El caso es que más allá de los síntomas (no muy bien logrados, eso si) que yo interpreto como indicativos de cambio, mi único real argumento es que Samuel miente por la adrenalina, el vértigo y la emoción de dejarse caer en picada justamente como un vencejo; y a esas alturas, ya no le quedan muchos riesgos ni emociones que pueda derivar de seguir mintiendo. Por el contrario, me parece que un verdadero riesgo y nuevas emociones pueden venir del acto de confesar que ha mentido sobre quien es y que ha inventado todo cuanto ha dicho de Clara y de su supuesta relación.
Me parece que el libro tiene bajones y picadas que el vencejo no logra remontar (como el daltonismo de Samuel). Pero en conclusión, me doy por satisfecho con la lectura. De hecho, sigo considerando que este es el Premio Alfaguara que más me ha gustado de los últimos tres años. Cumplida ya la primera asignatura del Club de la Buena Estrella para este 2014, en Febrero y Marzo volveremos a los clásicos, esta vez con Anna Karenina de Leon Tolstoi.
Desde ya los invitamos atentamente a seguir su lectura con nosotros.
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