
"Querría animarle a dar el salto: venga, seguro que puedes. Le empujo otra vez, él se resiste, sigo empujando, intenta aferrarse a la superficie lisa, llega por fin al mismo borde, se vuelca hacia delante obligado aún por mi dedo y se desploma hacia el fondo del patio como una cosa muerta, asustándome con la velocidad de su caída. Se eleva de repente, trazando contra el cielo una curva finísima, como un corte en un papel. Al cabo de muy poco...