viernes, 27 de septiembre de 2013

Selección de lecturas para 2014

En reunión de representantes del Club de La Buena Estrella celebrada el pasado viernes 20 de septiembre, se procedió a revisar y redefinir las viñetas para dar inicio a la recepción de propuestas de entre las cuales habremos de elegir, en las votaciones correspondientes, el libro para cada mes de nuestro próximo año de lecturas. Como resultado, dos libros quedan programados desde ya. También queda preestablecido el premio Nobel 2013, cuyo ganador aun no ha sido elegido. Finalmente, optamos por predefinir el país de origen del autor del libro del mes de Julio, Italia, una nación de la cual no hemos leído aun a ningún escritor en el Club de La Buena Estrella. A continuación detallamos como quedan las viñetas para 2014:

Enero
Viñeta: Premio Alfaguara
Título: La invención del amor
Autor: José Ovejero

Hace tiempo, luego de algunas conversaciones en el seno del club, nos planteamos la posibilidad de evaluar otros premios como alternativa al Alfaguara. Sin embargo, el recuerdo satisfactorio de Alfaguaras de años pasados, como Juan Gabriel Vasquez o Hernán Rivera Letelier, aunado a la lectura de la previa de 18 páginas de La invención del amor, del español José Ovejero, nos animan a mantener la viñeta de Enero y más adelante tomarnos el tiempo de evaluar otros premios hispanoamericanos.

Febrero / Marzo
Viñeta: Clásico / Romance

A lo largo de este año hemos hablado mucho de lo insuficiente que puede resultar un mes cuando se quiere leer libros más largos que los habituales, y casi como una regla general, los clásicos imperdibles suelen ser asi. En una reunión que tuvimos en el volcán de San Salvador, se propuso la opción de tomarnos dos meses para la lectura de un clásico, y la mayoría de nosotros estuvo de acuerdo. Es por eso que hemos pensado en unir las viñetas de Clásico y Romance en los meses de Febrero y Marzo. En aquella ocasión también hablamos de los resultados de la votación del año pasado, y varios mencionamos que hubiéramos querido leer Ana Karenina de Leon Tolstoi, pero que la extensión del libro (entre 500 y 800 páginas según la edición) nos había inclinado a votar por otro más corto. Un libro largo en el mes más corto no era precisamente compatible. Recientemente revisamos los votos que obtuvo Ana Karenina y, en efecto, tuvo una muy buena tabulación de 24 puntos versus los 36 del libro ganador de Nicholas Sparks con el que no nos fue demasiado bien. Es por la cuenta de esos votos más la intención de voto expresada posteriormente por la mayoría, que hemos optado por programar de manera directa Ana Karenina en la viñeta de Clásico/Romance en Febrero y Marzo.

Abril
Viñeta: Cuentos
Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club.

Mayo

Viñeta: Premio Nobel 2013

Libro a seleccionar por votación de los integrantes del club de entre la obra del autor que resulte ganador del premio Nobel este año.




Junio
Viñeta: No ficción
Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club.

Julio
Viñeta: País/Región (Italia)

Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club. Puesto que, como grupo nunca hemos leído a ningún autor italiano, esta vez sólo propondremos libros de escritores italianos para esta viñeta.






Agosto
Viñeta: Desafío
Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club. En esta viñeta quisimos abarcar tres categorías de desafío:

  • Libros que compraste y nunca comenzaste
  • Libros que empezaste a leer y nunca terminaste
  • Libros que siempre quisiste leer y nunca pudiste

Septiembre
Viñeta: Autor salvadoreño
Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club.

Octubre
Viñeta: Suspenso/Terror
Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club.

Noviembre
Viñeta: Historia
Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club.

Diciembre
Viñeta: Libre
Libro a proponer y seleccionar por votación de los integrantes del club.

Viñetas opcionales
Si en alguno de los meses elegimos un libro demasiado corto, podremos recurrir a las viñetas opcionales para elegir un segundo libro. Esa es una figura que nos ha resultado muy conveniente en los últimos meses en el club. Las viñetas opcionales que hemos predefinido para 2014 son Autor Centroamericano, Comic book y Libre.

Plazos y métodos
Se recibirán propuestas de lectura (en un formulario en linea cuyo acceso compartiremos por email) entre el 1 y el 31 de Octubre de 2013. Cada integrante del club puede proponer como máximo un libro por cada viñeta y cada libro propuesto debe incluir los datos siguientes:

  • Mes/Viñeta
  • Título
  • Autor
  • Nacionalidad del autor
  • Año de publicación
  • Número de páginas
  • Disponibilidad verificada (Formato impreso, formato digital o ambos)
  • Sinopsis
  • Argumentos para recomendarlo

A cada integrante del club se le enviará un mensaje por correo electrónico anexando las url de acceso para que puedan proponer libros, leer las propuestas de otros  y votar en su momento. Las votaciones se efectuarán del 1 al 22 de noviembre.

¡Esperamos con entusiasmo sus propuestas!

Otro comentario de Ni de Eva ni de Adán

Amigos, ¡cómo he disfrutado sus post!. Es bien rico saber lo que otros opinan sobre lo que a uno le ha gustado tanto y luego hacer un alto y dar una mirada hacia lo que ya hemos recorrido con la lectura.

Comparto que hemos tenido altibajos en calidad e intensidad. Que este libro de Amélie Nothomb es sin duda uno de los libros más rescatables en lo que va del año y que tiene frases poderosas que te erizan todo. Más allá de si estamos de acuerdo o no con su proceder o sus opiniones, la calidad literaria es indiscutible. Otra vez ¡gracias a Mike por la recomendación!

Es verdad que el libro es altamente subrayable, sin embargo, uno tiene que priorizar pues, y a fuerza de ser escueta, dejo unas pequeñas partes que a mí más me cautivaron porque reflejan la fuerza y la intensidad del sentimiento de esta mujer:

"Hay que reconocer que el francés es un idioma perverso"

"El señor de la casa tenía aspecto de obra de arte contemporánea, hermoso e incomprensible"

"Que Tokio se protegiera de la onda expansiva: se iban a enterar. Me abalancé sobre el papel virgen con tal convicción de que la tierra temblaría."

"Fui a contemplar la noche sobre una ciudad en la que, cada año, la mayoría de los niños de cinco años se enteraban de que habían fracasado en la vida. Me pareció escuchar conciertos de lágrimas contenidas."

"Por suerte, resulta imposible aburrirse viendo pasar seres humanos, sobre todo en Japón."

"No, a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe."

Y podría seguir, pero no se trata de transcribir aquí el libro. Reitero mi palabra con la que yo describo a la Nothomb: Descarada, e insisto que ningún otro adjetivo calificativo que yo le confiera (como mordaz, cínica, brutal, etc.) es en ningún momento peyorativo ni mucho menos negativo, sino todo lo contrario. Todo es en el sentido más admirable de las palabras. ¡Me encanta!

El final del libro me embriagó. Tuve que leerlo dos veces. La segunda vez escuchando la Rapsodia húngara de Liszt. Fue una experiencia maravillosa. El libro tiene uno de esos finales que le quedan grande a la historia porque lo tiene todo: pasión, emoción, contrariedad, ligereza, fuerza, cinismo. Y llama la atención que todos los comentarios que hemos hecho de este libro los hacemos calificando múltiples veces a la autora sin que aterricemos en uno solo. Ella es una mezcla de cosas extrañas que la hacen fascinante. ¡Claro que seguiré leyendo más de su obra! Ojalá lo hagamos juntos de nuevo.

Opinión sobre Ni de Eva ni de Adán

Ni de Eva ni de Adán, un libro que creí, sería raro y difícil de leer, pues, cuando leí la biografía de la autora y las reseñas de sus otros libros se me hizo un poco extraña, lo cual no significa que, no me interesara leer, sino que, simplemente pensé que sería un poco extravagante su escritura. Nada más alejado de la realidad, al ir avanzando en el libro, encontré, un libro muy bueno, y para mi sorpresa todo demasiado normal, con rasgos interesantes de la cultura japonesa sí, pero una relación bastante normal entre un joven y una chica que van iniciando sus años 20. A pesar de esto, el libro me pareció entretenido y se lee con fluidez. Quizás no me atrapó como el "Último judío", pero si me inyectó una necesidad muy tenue de seguir leyendo, de hecho, lo leí muy rápido.

La historia se basa en dos personajes, Amélie y Rinri, todos los demás son rellenos sin importancia, incluso a veces el mismo Rinri solo es relleno. Es una historia centrada exclusivamente en lo que siente, quiere y desea Amélie, cuya personalidad, no me gusta mucho, en mi opinión es prejuiciosa, altanera, egocéntrica y para rematar al final cobarde. Sin embargo, tampoco puedo negar sus cualidades, es inteligente, ingeniosa, divertida, culta y con buena conversación, eso para mí era lo mejor, las conversaciones entre los personajes; me pareció, muy interesante incluso, las confusiones que pueden darse cuando dos personas de distintas culturas tratan de comunicarse (todas las confusiones, exceptuando la de la proposición de matrimonio, me parecieron graciosas). 

El personaje de Amélie empezó a caer de mi gracia, cuando llegó de visita a la casa del amigo de Rinri, y empezó a atacar a Amy, la nativa de Portland, mostrando un antiamericanismo que no me esperaría en una mujer "de mundo", como yo lo veo, le gustaba ser la única extranjera y la presencia de Amy quién, es gringa y tuvo además el atrevimiento de aclarar a la gran filóloga, la correcta interpretación de la palabra "asobu", representaba una amenaza. La belga, ningunea todo lo que no le gusta o a quien no se siente atraído por ella, como el caso de los abuelos de Rinri a los cuales se refería muy groseramente como "monstruos" llegando a alegrarse incluso, de que el otro par de abuelos estuvieran muertos, ¿quién es el monstruo, finalmente?, lo mismo pasó con el gringo de la montaña (aunque reconozco, que éste, sí era un poco molesto), además, por mucho que intente hacer memoria, no recuerdo algo significativo que ella haya hecho para Rinri, salvo tragarse alguna carcajada para no herir sus sentimientos, y al final del libro se me cae completamente con esa jugada cobarde, ¿en serio, piensa que le creeré, que no aclaró lo de la propuesta de matrimonio por no herir los sentimientos de Rinri?, ¡por favor!, lo que no tuvo fue valor para decirle en su cara que no se quería casar con él, punto. No hay más que razonar en esa situación.

Puede parecer que me cae muy mal Amélie, pero no es así, son algunas actitudes que no comparto, pero en otras la entiendo perfectamente, por ejemplo, su desencanto del trabajo, ese sentimiento de estar atrapada en un lugar que no quiere, su asombro, al ver lo duro de la educación japonesa que enfrenta a un niño de 5 años a una prueba donde, es marcado con el éxito o el fracaso para toda su vida, su tedio frente a un pintor pedante y su actitud ante una compañera que la ve como "bicho raro" cuando dice que no quiere tener hijos, y menciona una de las mejores frases del libro "No, a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe".

Entiendo que Amélie no se haya querido casar con Rinri (lo que no me gusta es que no haya sido honesta y que no haya dicho claramente que no, solo para conservar lo bien que la pasaba con él), es demasiado bueno, y como decimos aquí, algo demasiado bueno se arruina, y ahora que Mike, publicó las entrevistas de Nothomb en el blog, encontré las palabras justas con las que lo expresa la misma escritora: "es que lo que no es difícil no merece la pena. Como el amor. Cuando es fácil, aburre."  Estoy de acuerdo. Si los Montesco y los Capuleto hubieran sido familias amigas en lugar de enemigos a muerte, la historia de Romeo y Julieta no valdría nada. Fue esa la sorpresa que me llevé con el libro. Era una relación muy fácil e idílica, el príncipe azul convertido en un rico japonés que cambia el corcel blanco, por un Mercedes del mismísimo color, el castillo por una casa futurista, su espada por libros, que es más bueno que el comer con los dedos, educado, culto, atento, limpio, detallista, incapaz de hacerle ningún reproche a su amada (ni siquiera, cuando ésta lo deja como novio de pueblo, vestido y alborotado), capaz de invitar a los ex suegros a su boda, buscar a la mujer que lo abandonó para pedirle un autógrafo y sin más que reprocharle que, un episodio en el cual, en lugar de defender a su novia de un anciano perverso, se muere de la risa. Es algo exageradamente bueno, que solo se puede describir diciendo "Menudo Rinri". El atractivo de la frase "y vivieron felices para siempre", es porque viene después de vencer a dragones asesinos, gigantes malvados, madrastras perversas, y otros obstáculos sin los cuales la historia no pasaría de ser un relato simple, y por eso esta historia no podía terminar así.

No se si soy yo la rara, pero alguien como Rinri demasiado bueno, pierde el atractivo. Si nuestro nunca bien ponderado Logan era "perfecto", es por sus traumas de guerra, la capacidad de poner a los bravucones en su lugar e incluso esa habilidad de "improvisar excusas" (mentir), pequeñeces que no le permitían alcanzar el grado de ángel, ser una especie de delincuente era el principal atractivo del comandante Yu, todas las experiencias por las que pasó Yonah Toledano lo hicieron pasar de un joven inocente a un hombre interesante, incluso conservando su nobleza, el aíre de mafioso y malvado del Coronel de "Los héroes tienen sueño" inspiraba respeto hacia su persona, porque finalmente, "los chicos malos, son atractivos", no generalizo, hablo por mi.

También pienso que  pasa lo mismo con las mujeres, el personaje, astuto y tramposo de la abuela de Sorgo Rojo no se puede, siquiera comparar con la angelical pero insípida Beth de "Cuando te encuentre", y en "El último judío", la rebelde y práctica Adriana es mucho mejor personaje que su obediente tía Inés.

El final me gusto mucho, pues era la manera en que debía terminar la relación entre Amélie y Rinri, ellos eran amigos, camaradas y el "abrazo del Samurai" lo sellaba todo, para mi gusto llegó muy tarde, lo hubiera preferido en el aeropuerto de Tokio en enero de 1991 y no en la fila de firmas de un libro, en diciembre de 1996, simplemente porque Rinri, no merecía quedar burlado de esa manera, pero también entiendo, que de ser así, la ruptura hubiera sido tan fácil como la historia de amor. Había que ponerle un poco de drama, y ya que la relación había sido demasiado "normal", un final así traía el equilibrio, pues el abrazo en lugar de contener dos años de todo lo vivido, llevaba 10 segundos de todo lo que pudo ser y eso lo hizo más intenso.

Me gustó mucho leer algo sobre una cultura tan distinta como la de Japón, ver el respeto hacia los ancianos, la presión sobre el rendimiento de niños y adultos, lo fascinante que pueden encontrar otras culturas, que para nosotros son ordinarias y, en contraste, lo ordinaria que pueden encontrar su propia cultura, esa tranquilidad que tienen, el concepto del  honor, en fin todo lo disfrute mucho.

Finalmente la pregunta de rigor, ¿leería otra cosa de Amélie Nothomb?, la respuesta es un rotundo sí, es buena, entretenida y se lee con fluidez y como dijo Karla en un comentario, se necesitan agallas para retratarse a sí misma tal cual es y eso la hace bastante admirable.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Ni de Eva ni de Adán, comentario

Ni de Eva ni de Adán, nuestro libro opcional para septiembre, abunda en frases construidas con agudeza mental y gracia lírica. Amélie Nothomb “vomita con estilo” sus pensamientos y sentimientos alternando entre fuerza y sutileza, equilibrando entre puntualidad y riqueza verbal; una magistral mezcla de la razón y las vísceras. 

La escritora de origen belga que quisiera ser nipona, que adolece de antiamericanismo primario, que escribe en francés y que se siente identificada con su país natal apenas por la calidad del chocolate, es una persona en verdad fascinante. En sus líneas se encuentran elementos históricos, mitológicos, artísticos, culturales, lingüísticos, antropológicos, sociológicos, psicológicos y vivenciales, vistos a través del lente de sus interesantes juicios y prejuicios personales. La filóloga de la llanura que puesta arriba de los 1,500 metros sobre el nivel del mar se convierte en Zaratustra, es a veces pedante, exagerada y ególatra. Pero también es inteligente, interesante, perspicaz, polémica, irreverente, satírica, mordaz, cáustica, burlona y divertida, una apasionada adrenalinómana y una emotiva megalómana. Dueña de un humor negro y agudo, las páginas que escribe la Nothomb no tienen desperdicio. 

Terminé de leer Ni de Eva ni de Adán el pasado sábado 21, y sólo retrasé la publicación de este post por dos razones. La primera fue para permitir que quienes aún no hubieran completado la lectura pudieran hacerlo. La segunda fue un accidente que me hizo perder el texto y me obligó a redactar de nuevo la entrada completa. Está visto que a los informáticos nos viene bastante mal el manejo de las herramientas de software de oficina. Gajes del oficio. 

Aproveché entonces para hacer un alto y ver hacia atrás lo que va de nuestro año como club. Nuestras lecturas han sido muy variadas, las ha habido buenas y malas y seguramente el juicio variará de uno a otro entre los integrantes del Club de La Buena Estrella. 

Hemos leído un sobredimensionado trauma personal premiado por Alfaguara y etiquetado por Rosa Montero como un thriller existencial; un ligero y decepcionante relato de amor maniqueo y exagerado cuya película fue apenas menos mala que el libro; un interesante compendio de reflexiones, micro relatos, cuentos y piezas teatrales abundantes en humor negro irreverente y polémico; un Nobel plagado de poderosas frases salpicadas de surrealismo alucinante; unas cansinas memorias “de capa gris y traje negro de poeta” escritas con petulancia y fanfarronería; un conmovedor periplo de supervivencia, búsqueda y conservación de la herencia ancestral; un retador ensayo con intrincados argumentos sobre la vida, el suicidio y el absurdo; una emotiva historia contada con efectos especiales, en technicolor y cinemascope; una muy buena narración noir a manera de guion cinematográfico, sin sobras ni falencias; y un buen prólogo seguido de una selección de columnas del New Yorker, redactadas “desde el punto de vista del perro” por el #10 del Top Thinkers 50 del año 2011. 

Por las páginas de nuestros libros de 2013 ha desfilado una variopinta colección de personajes en historias de diferentes colores y olores. Van desde los recuerdos, traumas y bloqueos sobredimensionados y nunca superados de Leonardo Bazán, perdidos en el azul de un mar de tiempo con vaho de pánico; pasan al rosado maniqueo del romance entre el semidiós Logan y la desteñida Beth, hediondos ambos de juerga de cangrejos y mantequilla; se tiñen del rojo intenso de un corazón marinado en soja, desmenuzado y vertido en tres cuencos a manera de ofrenda en los campos de sorgo impregnados del olor dulce y corrupto de la sangre; se bañan del dorado brillante del metal precioso forjado en el taller de Helkías Toledano y huelen a carne mártir quemada en la hoguera de la ignominia; devienen en la oscuridad de los corruptos y violentos hombres del Coronel, el mundo noir de Rafael Menjivar Ochoa con olor a pólvora y a evasión en Río Lerma; y se sientan en las filas del cine de Rivera Letelier a observar el misterio y el milagro del as luminoso que transporta imágenes y sonidos hasta estrellarlos en la pantalla; emulando la manera en que la vida se proyecta en nuestro día, ese que habrá de durar, cual película, hasta que caiga sobre nosotros el oscuro telón de nuestra noche. 

Sin duda, entre las de cal y las de arena, hemos tenido muy buenas lecturas en este año. Y sin embargo, me parece que desde que pasamos del Nobel chino, el Club de La Buena Estrella no agendaba un libro que incluyera frases del calibre de las que encontramos en este septiembre en Ni de Eva ni de Adán. No sé cuánto podemos certificar de lo escrito por Amélie Nothomb, pero el hecho concreto es que nos narra sus experiencias (y las escribe con una extraña suerte de disciplina horaria que apenas encubre su compulsión y desesperación por contar) con tal fuerza y pasión que es difícil no creerle. Hemos de asumir, pues, que ascendió cual Zaratustra el monte Fuji, que en un ataque de adrenalina lo descendió deslizándose sin frenos ni reparos, en tiempo récord, y que en una jornada heroica escapó de Yamamba y de la muerte en la montaña, no sin antes asistir a los dos referentes extremos de su aventura: primero al único punto desde donde el monte Fuji no es visible, y luego al único lugar desde donde se le ve completo. 

Hacia el final, en mi opinión y para mi gusto, la Nothomb conquista el más alto de los tres pináculos alcanzados en su historia, que no por ser bastante lineal y un poco predecible, deja de ser emocionante y magnífica. Huir es poco glorioso para quienes no conocen la experiencia física de la libertad. El despegue sin intención de retorno, emula el intenso galope de caballos en carrera frenética por sobrevivir y encaja a la perfección con la oportuna pieza de Liszt que ella escucha al partir, dando paso a la exultante atmósfera que emplaza en lugar de sus piernas escapistas, ese par de alas al vuelo. No es que la huida poco gloriosa sea una cosa admirable ni justificable. Y sin embargo a mí, que sólo dejé de huir en solitario hasta que encontré con quien escapar en pareja, me resulta más que comprensible. Al final, huir es buscar. Y de joven uno ni siquiera sabe bien lo que busca. 

La verdad, la libertad y los sentimientos no lo son menos en la huida. Porque la palabra no era amor. La palabra justa y adecuada tiene el poder atroz de provocar una insoportable emoción, esa que experimentamos cuando somos capaces de definir y entender lo que en realidad sentimos, “el abrazo fraterno del samurái”. Menudo Rinri.

"Vivo en mi mundo de ilusión desde niña."

Entrevista a Amélie Nothomb: "Vivo en mi mundo de ilusión desde niña."  (París. Juan Pedro Quiñonero / 09 junio 2012) 

Tras un respetabilísimo “Bonjour Monsieur”, “Bonjour Madame”, Amélie Nothomb, toda de negro, pálida como una brujita tímida entrada en años, sin maquillar, me conduce en silencio por un largo pasillo oficinesco con incontables puertas cerradas. Esbelta, segura, se detiene sin pestañear, abre una puerta gris ceniza, una entre muchas otras, frente al ventanal de un jardín interior con plantas de sufrida palidez urbana. “Entre, usted primero”, me dice; tranquila, confiada, sin ninguna huella de los estragos de su lejana adolescencia anoréxica. Entro. En una minúscula celda de oficina, sin ventanas, los libros y paquetes sin abrir se amontonan hasta el techo. Hay cartas abiertas y sin abrir por todas partes. Sobre una mesita de ruedas. Sobre los estantes. Sobre la grisácea mesa metálica que nos separa muy dignamente. Ella sentada, muy tiesa, serena, esperando silenciosa. Yo, no menos silencioso, buscando sin encontrar un lápiz, un bolígrafo o algo así, cuya búsqueda prolongo no sin cierta coquetería.
¿No piensa tirar a la basura todas estas cartas que se amontonan por todas partes?
¡No..!
Es usted muy piadosa.
Siento mucho respeto y cariño por mis lectores. Me escriben muchísimo. Paso varias horas al día respondiendo, como puedo.
Son su fondo de comercio.
¡No..! Los quiero y respeto. Aunque no siempre puedo atender sus peticiones. Hay quienes me piden el teléfono de una tenista francesa o un rockero americano. No sé qué decirles. Otros me piden una cita, quieren conocerme.
Debiera buscarse una secretaria.
Me gusta responder personalmente a mis lectores. En la medida de mis posibilidades. Puede llegar a ser un trabajo duro. En ocasiones, tras varias cartas intercambiadas, algún lector dice querer conocerme personalmente para dejar de ser un personaje de ficción, un ser imaginario. 
Pura ilusión.
Vivo en mi mundo de ilusión desde niña. Cuando aprendí a escribir mis padres me obligaban a escribir todas las semanas a mi abuelo belga. No sabía qué decirle pero terminaba escribiendo. Debía inventármelo todo, contar historias.
Y siguió escribiendo cartas.
Quizá, sí. La escritura y sus mundos de imaginación son una realidad bien palmaria. En mi caso, me levanto muy de mañana, a las cuatro o las cinco. Escribo durante tres, cuatro, cinco horas. Luego, a lo largo del día, hago otras cosas. Y respondo a mis lectores.
Hay algo angustioso en esa reclusión en uno, varios o muchos mundos imaginarios.
En la vida hay de todo. Cosas angustiosas, felices, tristes, crueles, hermosas. La literatura, las palabras, crean nuevos mundos que están ahí. Y las palabras nos ayudan a descubrir.
¿No se atreve a escapar a esos mundos de palabras e ilusión?
Soy sensible a todo cuanto me rodea. Un día, leí en los periódicos la historia de una epidemia de obesidad entre los GI americanos en Irak. Algo tan inmediato, tan real, como usted dice, provocó en mí reacciones muy íntimas.
A partir de ahí, escribió Una forma de vida.
No “investigué” nada. Sencillamente, dejé que las palabras y la imaginación me revelaran la historia que estaba en mí y que debía contar.
En cierta medida, esa historia es una “revuelta” contra el orden establecido a través de la obesidad. Y quizá tenga muchas cosas en común con su propia historia de niña y adolescente cuya callada rebeldía se manifestaba a través de la anorexia.
La anorexia puede llegar a ser algo muy grave. Una herida interior muy dura y difícil de curar. Me gustaría poder haber ayudado a otras jóvenes y adolescentes que han sufrido lo que yo sufrí.
Tras la anorexia, los personajes obesos aparecen y vuelen a aparecer a lo largo de su obra.
La anorexia quizá tenga en común con la bulimia las ganas desmesuradas de comer, sin posible satisfacción; algo parecido a los estados de alucinación.
En sus alucinaciones, sus gordos, como el GI americano, algo tienen de rebeldes callados y sufridos cuya bulimia es una manera trágica de “contestar” el orden establecido.
En cualquier caso, esos problemas alimenticios nos dicen cosas muy profundas sobre la realidad humana. Cuando era niña, en el Japón, era una fanática de los sumos. Para mí eran algo parecido a dioses o algo cuasi divino. Quizá mi simpatía por los obesos date de aquella época y esos personajes, que son muy reales y también forman parte de la mitología japonesa.
Japón quizá sea la primera de sus patrias.
Quizá.
¿Cómo ha vivido y vive la tragedia de Fukushima?
Mal. Muy mal. Con dolor. Japón es el país de mi corazón. Lo amo con mucha fuerza. Fue, ha sido, es, un choque terrible. He tenido suerte, sin embargo: ninguno de los seres que amo ha muerto. Son ellos, cuando los llamo, cuando hablamos, quienes me dicen que, a pesar de todo, la vida sigue. Incluso me dicen que todo va bien. Ha sido, para mí, quizá para muchas otras personas, cómo dudarlo, un choque tan brutal como el 11 de septiembre o como la tragedia del atentado de la estación de Atocha, en Madrid. De repente, adviertes que la peor tragedia puede ocurrir en cualquier momento. ¿Qué pasará mañana? No lo sabemos: la pesadilla nuclear nos persigue y perseguirá.
¿Le inspira esa tragedia un “tema” novelesco?
No lo sé. No lo había pesando. Es una tragedia que todavía está ahí, muy presente. Una herida atroz. Cuando pasa, cuando vives o eres espectador de algo tan pavoroso, sigues durante mucho tiempo sufriendo, sufriendo de esa herida que no está cerrada y te duele mucho.
De alguna manera, la mitología popular japonesa había previsto en muchas ocasiones una catástrofe como la de Fukushima u otras catástrofes por venir, claro está.
Quizá sea cierto. No solo eso. Los japoneses nacen, se educan y crecen cultivando esos fantasmas catastróficos que son tan reales. Cuando era niña, por ejemplo, los recuerdos del gran terremoto del pasado estaban muy presentes en la vida diaria. Por aquellos años, y supongo que no ha cambiado nada, Japón sufría un pequeño terremoto algo así como una vez por semana. Todos los niños esperábamos el gran terremoto que debía llegar. Esperábamos estar presentes y participar en la aventura trágica del gran terremoto por venir. Quizá esa formación influya en la flema impresionante de los japoneses. Desde niños viven y están educados en esa esperanza loca que asumen de una manera natural. El niño crece y es educado para sufrir, algún día, el gran terremoto que volverá a producirse.
¿Han influido los monstruos del cine y la mitología japonesa en su propia formación?
Es posible. Esa formación japonesa, desde la infancia, también prepara a un combate sin fin contra la muerte. En mi caso no tengo conciencia de esos detalles, ni de sus raíces últimas. Poco importa. Quizá, de alguna manera, esa relación entre los vivos y los seres de la imaginación, monstruos incluidos, sea algo esencial.
Hay algo en usted y en su obra de Peter Pan, niña / mujer que se niega a crecer, viviendo una infancia sin fin.
Si usted lo dice. No lo sé. En cualquier caso, en mi obra puede haber algo de desesperado. Pero no desesperante. No deprimente, no depresivo. Jamás depresivo. En ese punto, también hay algo profundamente japonés. Hay una alegría profunda, subterránea, que siempre florece, incluso en los momentos más trágicos. Pocos días después del estallido de la catástrofe, en Fukushima, alguien a quien quiero mucho me decía: “Si las cosas se complican me iré a Hiroshima; se ha convertido en el lugar más seguro del Japón”.
En ocasiones me pregunto si no hay un aspecto sadomasoquista en su obra.
Pero no hay “gozo” en el daño del otro. Ni mal. Quizá sufrimiento compartido. Un poquito amargo o una cierta desesperación compartida que el autor o la autora contemplan con piedad. Desde otro punto de vista, también se trata de una observación de la realidad más inmediata. Incluso en el plano personal más aparentemente trivial. Incluso en mis relaciones con mi editor, por ejemplo. Hace años confesé a mi editor que estaba pasando un mal momento. Me respondió, muy contento: “¡Eso está muy bien..! Para una escritor o escritora, sufrir puede ser muy positivo para su obra de creación”.
El amor también ha jugado una parte importante en sus relaciones con el Japón y los japoneses.
Claro… mi segunda madre es japonesa y la quiero mucho, mucho. Mi primer amor fue un joven japonés. Japón tiene su propia concepción del amor; es muy rica y matizada, muy diversa, también. En japonés, la palabra color y la palabra amor pueden ser sinónimas. Tienen incontables matices. De alguna manera, cuando alguien dice que siente amor por alguien es similar a decir que siente “color” por alguien. Puede parecer un poco absurdo para muchos europeos. Pero, en el fondo, en su raíz última, es una visión estética que da a la concepción japonesa del amor una riqueza ética, estética, carnal, incluso visual, con prodigiosos matices.
También puede haber algo de profundamente trágico. Recuerdo algunos relatos magistrales de Kamawata, por ejemplo, que cuenta una bellísima historia de amor entre un anciano y una joven que puede ser su hija o su nieta. Ese amor también tiene algo de desesperado que no sé si podrán arreglar productos como viagra o cialis: el amor físico entre un anciano y una adolescente.
Hay otras dimensiones trágicas en la visión japonesa del amor. Una regla quizá canónica es muy simple y trágica: para ser muy bella, la historia debe acabar mal… se trata de una “regla de oro” terrible, pero real. Para los japoneses, una obra de arte que termine con un feliz feliz se convierte automáticamente en una obra fea, incluso de mal gusto. Lo bello debe terminar mal.
¿Alguna relación con los viejos códigos de honor del samurái?
Sin duda. Un caballero, un samurái, debe defender las causas imposibles y perdidas. Y morir bellamente, en defensa de esa causa última y fatal.
En su caso, en sus obras, ese combate fatal puede comenzar con el combate más solitario: el combate de la niña solitaria, que se resiste a comer, que rechaza la comida. Y esa resistencia tiene algo de suicida. Uno de sus personajes decide suicidarse de la manera más “original”: negándose a comer.
Es cierto que, durante muchos años, tuve una relación muy problemática con la comida, con los alimentos. Era algo así como una guerra conmigo misma, quizá con mi familia, con mis íntimos. La anorexia durante la adolescencia hizo estragos. Sufrí mucho. Lentamente, conseguí vencer esa batalla contra mí misma. Finalmente, hacia los veintiún años, creo que vencí definitivamente el problema cuando volví a mi Japón natal, pero yo ya era otra.
¿Qué le parecen los restaurantes japoneses de París y Bruselas?
Hay algunos que no están mal. En París, en la rue Saint-Anne, que fue en su tiempo una calle de clubs gays, hay restaurantes japoneses muy parecidos a los restaurantes populares de Tokio.
Sus problemas con la comida contrastan con su “gula” por la literatura.
La literatura ha sido el alimento que salvó mi vida, en cierta medida.
¿Cuáles son los clásicos del siglo XX que le parecen más actuales?
Proust, Borges… entre los japoneses, creo que Mishima, a pesar de todo, debe incluirse entre los más grandes. Céline, por ejemplo, me parece genial, pero menos importante quizá de lo que pudiera pensarse oficialmente. En verdad, no me gusta hablar de esto. Cuando un escritor joven habla de los clásicos siempre corre el riesgo de la pedantería: citando a este o aquel clásico pudiera parecer que hay algún “parentesco” o “influencia”. En verdad no sé nada sobre los escritores que en verdad han influido en mi obra.
Usted ha repetido que Don Quijote es el héroe más grande de todos los tiempos.
Sigo pensándolo. Don Quijote es el hombre y el héroe absoluto, consagrado en cuerpo y alma a todas las causas justas y perdidas. Por eso es el más grande y universal.

Amélie Nothomb (Entrevista)

Amélie Nothomb - El éxito y la disciplina

(JESÚS RUIZ MANTILLA - 1 MAR 2009)

Desmenuza como pocos escritores las grandes enfermedades del presente. Amélie Nothomb radiografía el miedo, la identidad, la muerte, la anorexia y, ahora, el amor.

Nació en Japón, pero cuando probó el chocolate supo que era belga. Así que a nadie puede extrañar que, después de haber crecido dando tumbos como hija de padre diplomático entre Nueva York, Laos, Birmania, China o Bangladesh, acabara escribiendo sobre un tema tan crucial como difícil de resolver en nuestros días: la frontera. "Todos mis libros tratan de eso. De las fronteras", cuenta Amélie Nothomb.
Quizá esa maraña cosmopolita tejida en su obra sea la clave del éxito global que disfruta. Las fronteras exteriores e interiores. Otras cosas también. Asuntos serios como su obsesión por la identidad, y a la vez otros rasgos más livianos, pero no menos determinantes. Una frescura. Un descaro. Un estilo directo y mordaz. Entre irónico y nihilista, siempre rápido, brillante, sorprendente, sujeto a una extraña compulsión que le lleva a escribir a veces más de tres historias al año, aunque sólo publique una.

"Creo que soy belga,que es como no tener una identidad clara"

"Me gusta el miedo, y lo he experimentado a fondo a lo largo de mi vida"
"Acabo de terminar mi libro número 65", asegura, abriendo los ojos, un tanto ajena a la melena morena, a juego con sus atuendos negros, coherente con su imagen algo neogótica. Lo ha pulido en su horario espartano. De cuatro a ocho de la mañana, como una especie de vampiresa de la literatura que después de beberse de golpe un litro de té chupa tinta antes de que salga el sol.
Cuando la jornada del resto del mundo comienza, el trabajo de Amélie Nothomb termina. Y así va apilando cuadernos. Unos que han visto la luz, como Estupor y temblores, Metafísica de los tubos, Anticrista, Biografía del hambre o, ahora, De Adán y de Eva (Anagrama), y otros que guarda para sí misma sin enseñar a nadie.
Relatos redactados a mano y escritos previamente en su cerebro, como dice ella, durante alguna noche de insomnio o en los trayectos de metro, bajo las calles de París y Bruselas, entre las que vive a caballo. "En una busco tranquilidad; en la otra, guerra", comenta Amélie en la penumbra de su despacho en la sede de la editorial Albin Michel, al lado del cementerio parisiense de Montparnasse. Un despacho estrecho y pequeñito donde se apilan cajas, cartas y cuadernos en blanco que le envían sus lectores para alentarla a escribir más y más. No lo necesita. Le sale del alma.
Me sorprende que haya escrito usted un libro de amor. Ya. ¡Qué raro! ¿No?
Aunque también trata sobre malentendidos. Errores de traducción que marcan. Pues sí. Yo es que creo que cada historia de amor es un malentendido. Y cuando se trata de una historia entre personas de diferentes culturas, el malentendido todavía es peor. Pero es más honesto. Porque lo sabes desde el principio. Cuando una belga se enamora de un español, no piensas que se pueden dar esas confusiones. Más o menos sabes lo que te puede pasar, y si te sorprendes, pues resulta más raro.
Raro, pero lo otro es más excitante. ¿El desconocimiento cultural da morbo? Eso es una maravilla. Entre un chico japonés y una belga, se da por supuesto que existe esa barrera. No lo descubres. Lo sabes.
Cuando habla de una belga, ¿se refiere a usted? ¿De dónde se siente?Ah, bueno. Eeeehhhh.
Se lo pregunto porque no sabemos muy bien de dónde es Amélie Nothomb. Finalmente, después de muchos años, creo que soy belga. ¿Qué significa ser belga? Pues no ser de ningún sitio, no tener una identidad clara, definida. Al menos me he dado cuenta de que no soy japonesa, algo que no tenía claro antes de que me pasara lo que cuento en este libro.
Ya, porque al regresar a Japón con poco más de 20 años, usted se sentía japonesa. Pero al volver a salir sabía que no lo era. Me di cuenta. Podía creerlo. Pero ahora incluso sé que yo era entonces ya belga, aunque no fuera consciente porque mi identidad era algo muy vago, y eso es completamente belga. Me da la sensación de que es algo que no ocurre con los españoles o los franceses. No sé.
Es que, al tiempo que éste es un libro sobre el amor, también trata sobre la identidad. Como todos los míos. Yo escribo sobre la identidad. Pero es que una de las claves del amor es la búsqueda de la identidad. De la identidad propia y de la de la persona que amas. Nunca encuentras la identidad de nadie si no lo conoces a fondo, y la mejor manera de conocer a alguien profundamente es mediante el amor.
Desde luego. ¿Y no puede existir una identidad mucho más plena en la búsqueda del amor que en el sentimiento de pertenencia a un país o a una región? Bueno, es fácil hablar de estas cosas cuando han acabado. Mientras lo estás viviendo, ni te lo planteas.
Ni te viene a la mente. Nadie filosofa sobre la identidad cuando está en una nube amorosa. Hay cosas mucho más importantes. ¡Por supuesto! Ni sabes qué pasa. No piensas en nada. Sientes. Sólo quieres sentir.
Hay algo que puede parecer extraño. La mezcla del amor con el sentimiento de los samuráis. Es que, en el mundo de los samuráis, el amor es un asunto crucial.
¿Así que amar supone también ir a la guerra? Puede ser muchas cosas. Pero al leer el código samurái del siglo XVII te das cuenta de que trata sobre el amor. Dicen que deben amarse entre ellos, aunque no decirlo nunca, eso sería obsceno para ellos. Ridículo. También debes amar a quien matas. Mira que son raros los japoneses, por eso me fascinan tanto. En mi caso, cuando Rinri (el protagonista junto a la propia Nothomb) me dice que le dé el abrazo del samurái, creo que es lo que convierte esta historia en algo diferente. Una historia bella.
Y verdadera. ¿Completamente autobiográfica? Al cien por cien.
¿Se va desnudando ante sus lectores poco a poco? En este libro se cuentan tantas cosas como se callan. Hay autores que se desnudan mucho más. Yo creo que hay límites y nunca los traspaso.
Este libro, en manos de Michel Houellebecq, hubiese sido otra cosa. O escrito por Catherine Millet.
Así que vamos descubriendo a Amélie poco a poco. ¿Y ella? ¿También se va descubriendo mientras escribe? Por supuesto. Como decía Virginia Woolf, nada ocurre hasta que no lo escribes". Suscribo esta frase completamente. A veces me sorprendo a mí misma en lo que sale sobre el papel. ¡Dios mío! ¿Ésta soy yo? Las palabras son el espejo. Con la diferencia de que cuando te miras en uno real, a veces te encuentras horrible, pero sobre el papel, nunca. Es algo fresco. No resulta ni narcisista ni espantoso, es muy auténtico. Así que finalmente soy como he descrito aquí, y no es tan malo.
¿La escritura es un acto reflejo y reflectante, entonces? Ambas cosas.
Escribe cosas autobiográficas y de fenómenos socialmente extraños que nos rodean. ¿Cuándo sufre más? Depende. Es difícil escribir. No quiero decir con eso que sea doloroso. Me refiero a que es intenso. Pero me gusta así. Si fuera sencillo, fácil, no lo disfrutaría.
¿Y para hacerlo todavía más difícil de lo que es se levanta usted a las cuatro de la mañana para escribir? ¿Equipara la dureza del oficio a la de una disciplina rígida? Bueno, eso cuesta. Sobre todo en invierno. Pero no es que necesite endurecerlo todavía más, es que lo que no es difícil no merece la pena. Como el amor. Cuando es fácil, aburre.
Además, escribe más de lo que publica. Me interesa lo que tiene guardado bajo llave. ¿Qué es? ¿En qué se diferencia con lo que conocemos sus lectores? No es para tanto. No se engañe. Sencillamente me reservo el derecho de no sacarlo a la luz.
¿Pero qué son? ¿Novelas? ¿Poemas? ¿Rarezas? Son historias como las demás. Pero no quiere decir que no me gusten más. Simplemente, que no me apetece compartirlas. Como pasa con algunos hijos, no quieres compartirlos con todo el mundo, pero eso no significa que no los quieras.
¿Cuántos ha parido hasta la fecha? Llevo 65 y he publicado unos 17 o así. No sé, me confundo.
No hay duda de que quiere usted ser madame Simenon, como su compatriota, que hizo casi 200 novelas. Quizá sea una manía belga. Un tío raro, Simenon. Deseaba mucho la fama, pero si te acercas, te da miedo.
Amélie también inquieta. No sé… No sé si yo doy miedo.
Es cosa de los belgas. Quizá. La gente cree que los belgas somos afables, amables, buena gente. Pero si te acercas, encuentras a Marc Dutroux, ¿se acuerda? Y otros tantos monstruos. Muchos fingen ser buenos y dan miedo, están llenos de secretos sucios. Lo creo y lo sé.
Seguimos, como ve, dándole vueltas a la identidad. La patria de un escritor es la lengua. Así que usted también es francesa. ¿Le gusta? Además es el país donde tiene más éxito. Cierto. Gracias a ese éxito, Francia es también mi hogar. Más dedicándome a la literatura. En Bélgica no es gran cosa. Pero en Francia… ya sabe. La literatura. La escritora. Es como ser un Dios.
La pobre y rara Amélie. Sí, bueno, no me ven como algo raro; se alegran, pero no le dan más importancia a lo mío que a un futbolista.
¿La sospecha de que era usted belga empezó quizá con su adicción al chocolate? Más o menos. Pero también estando fuera de Bélgica. Cuando vivía en Japón y en Francia. Ya se sabe que es el otro quien nos revela la verdad. En Francia me he dado mucha cuenta de eso. Tan cerca y tan diferente.
¿Cómo son los franceses? Se pelean siempre por tener razón. Eso me da mucho miedo. Muchas veces cuando estoy en una cena y todos discuten por imponer su opinión me entra angustia cuando compruebo que a veces no tengo ninguna. También son muy intelectuales. En Bélgica no somos así, como los franceses, que opinan tantas cosas al tiempo cuando yo apenas tengo una solamente. Los debates se endurecen siempre con el tema de la comida.
Eso es religión. Sí. También están empeñados en seducir a quien tienen al lado, en Bélgica no nos preocupamos de eso. Con los franceses, al principio sentía que estaban todos enamorados de mí al sacar un libro y me equivocaba completamente. Sólo quieren seducirte.
Así que, en lugar de leerla, lo que querían era acostarse con usted. No, no sólo era una cosa sexual. Les pasa a la hora de conversar. Quieren seducirte hablando.
Es que en España la seducción siempre suele llevar a lo otro. Somos muy básicos. En Francia no. Se puede dar el caso, pero no siempre. Pretenden que por lo menos te enamores de su cerebro.
¿Hacer el amor con la cabeza? Eso. Sentir que pasa algo, que puede llegar a pasar algo.
¿Después de un orgasmo intelectual previo? Más o menos. En Bélgica no pasa eso. Me parece fascinante. Por eso creo que me he enamorado de un francés. Bélgica es buena para descansar, en Francia vivo emociones más fuertes. Allí busco la paz belga, y cuando quiero guerra, vengo a París.
Pero no me ha respondido a lo del chocolate. Bueno, sí. El chocolate tuvo mucho que ver en lo de sentirme belga. Lo explico en Metafísica de los tubos. Antes de probar el chocolate era un monstruo que sólo gritaba y lloraba. Hasta que vino mi abuela y me lo puso en la boca. Ésa fue la clave. El nexo que me unía con los belgas.
Después tuvo sus problemas con la comida. Su hermana también. Decidieron juntas dejar de comer. Por entonces vivían en Bangladesh. ¿Fue una cosa de principios? No soy psicóloga y no tengo una explicación. Pero el hecho de que viviéramos allí, sin duda influía. También estábamos en pleno inicio de la adolescencia.
Despegándose de un cuerpo para entrar en otro. Perdiendo nuestro cuerpo. También fue algo que tuvo que ver con nuestro amor mutuo. Mi hermana y yo estábamos muy unidas. Pensábamos que el hecho de crecer nos separaría. Al crecer, te alejas y no lo deseábamos. Sellamos una especie de pacto no escrito.
¿Conscientemente? No. No sabíamos lo que hacíamos.
¿Cuánto les costó recuperarse? La anorexia, en sí, en mi caso, unos dos años y medio. Pero hay secuelas que duraron nueve más. Es una enfermedad muy larga, no hay que aterrorizarse, pero dura mucho. A mí me afectó una barbaridad. Estuve a punto de morir. Llegué a un extremo en que caía o salía. Me salvé al cien por cien y ahora siento placer comiendo. Para mi hermana ha sido más largo porque no fue tan traumático y puedes convivir con una anorexia leve toda la vida, comiendo muy poco.
Para alguien anoréxico, ¿qué significa la idea de comer? Es sencillamente el infierno. Una tortura. Te sientes culpable, comer es el mal absoluto. En mi caso, creo que me salvó la escritura e irme a Japón. Cuando regresé allí después de haberme ido a los cinco años y pisé suelo japonés, me sentí feliz. Me encontré tan bien…
Entonces, Japón y la literatura le salvaron. Sí, sí. De todas formas, por supuesto, no recomiendo a nadie que caiga en ello. Es algo durísimo. Pero, como de todo hay que aprender, a mí la enfermedad me enseñó algo. No sé si hoy sería escritora sin haberla padecido. Puede que sí. Pero sería una escritora completamente distinta y otra persona también. Descubrí muchas cosas con la anorexia.
¿Qué? Por ejemplo, el hecho de comer como una cuestión social. Cuando no comes, estás solo. Nadie te quiere al lado si no deseas comer. Yo no soy una persona solitaria, pero eso lo sientes.
La gente come también porque recuerda que ha pasado hambre. Lo que era una necesidad, ahora se ha convertido en placer y esa metamorfosis aún no se ha asumido. ¿La anorexia puede ser producto de esa transformación social de la comida? Es difícil saberlo. Hay tantas razones para explicar la anorexia como personas que la padecen. La mayoría son niñas y chicas, es algo que también tiene que ver con la feminidad, pero no soy psiquiatra.
La escritura también le llegó en plena adolescencia. A los 17 años. En Europa me sentía muy mal. Y no escribía sobre mí. Recuerdo mi primer relato. En el futuro, el mundo se había convertido en un huevo gigante. En la yema estaban los poderosos, y los pobres, en la clara. Se produjo una revolución. Los pobres tomaron la yema y el huevo explotó convirtiéndose en una enorme tortilla que se perdió durante años por el espacio.
Una metáfora más que apropiada para lo que está ocurriendo hoy. Ya, ya. Ahora nos reímos, pero yo me tomé aquello muy en serio.
Es que resulta tan real como surreal. Los huevos son una gran metáfora para todo.
¿Y dónde meteríamos a Obama? ¿En la yema o en la clara? En la clara, sin duda.
¿Y a Sarkozy en la yema? Hombre, claro. Es tan vulgar… Como belga no debería criticarlo mucho. Llevamos dos años casi sin gobierno. Pero es mejor no tener gobierno que soportar a Sarkozy. Obama, en cambio, me llena de esperanza. No será el paraíso, pero algo va a cambiar a mejor, sin duda. Para Irak, para la economía. Desde luego.
¿Qué es el éxito? Usted que lo tiene, ¿a qué cree que se debe? ¿A que va al grano? ¿A sus extrañas mezclas? No lo sé. Es un misterio. No tengo ni idea. No sé si mis obras son buenas o malas. Tampoco me planteo eso para los trabajos que admiro de otros escritores. Sé que me gustan y me vale.
¿Qué le apetece seguir explorando? ¡Todo! Todo lo que tiene que ver con el género humano. Porque nuestras relaciones pueden ser catastróficas o maravillosas.
Lo gracioso de que ahora nos venga con una novela de amor es que parecía algo que usted despreciaba. No lo he despreciado. Puede ser algo horrible, pero al tiempo es maravilloso. En mis libros siempre trato de encontrar fronteras. Fronteras entre seres humanos. Para evitar las guerras, encontremos la frontera correcta. Si no eres consciente de que esas fronteras van a aparecer, vas mal. Debes encontrarla pronto para evitar conflictos. No es tan fácil.
¿Así que la medida de nuestras relaciones está en las fronteras?Como en la geografía. Igual.
¿Qué cree que escribirá en el futuro? Sé que hay un libro que no he escrito y que debo hacer. Creo que ése será mi mejor libro.
¿A qué espera? Todavía es demasiado pronto. No ha llegado el momento. Hay que esperar a que algunas personas no se encuentren con nosotros. Y que yo no me muera antes de hacerlo. No significa que los que he escrito hasta ahora no sean importantes.
¿Necesita que se produzca algo, como Truman Capote hizo para terminar 'A sangre fría'? No, hombre. No voy a compararme con Truman Capote. No soy tan estúpida.
Bueno. Pero ¿a quién le apetece compararse? ¿A quién admira? Uff. ¡Hay tantos a los que admiro! Desde Capote hasta Simenon o Marguerite Yourcenar, a los japoneses Mishima, Murakami…
¿Lee con la misma pasión que escribe? Con la misma.
¿Y cuál es la frontera de un gran escritor? ¿Leer tan bien como escribe? Una mezcla de ambas cosas. Yo busco ese equilibrio. Necesito tanto una cosa como la otra. Pero también la vida.
Escribir, leer, vivir, sufrir, disfrutar, ¿todo a la vez? ¿Es ése el alimento de la literatura? No me da miedo el sufrimiento, pero no disfruto con ello. Lo importante son las emociones fuertes. El amor, el desamor. El miedo…
Algunas de sus obras dan yuyu, realmente. Me gusta el miedo. Y lo he experimentado a fondo a lo largo de mi vida. El miedo a escribir es enorme. Françoise Sagan lo decía: "La escritura da miedo. Tanto como conocer a un amante". Entiendo muy bien esa frase. Cuando conoces a un amante, te aterras ante la posibilidad de no estar a la altura. Lo mismo pasa con la escritura.
¿Y cuál es su problema con los asesinos? Bueno, es lo que hemos hablado antes de las fronteras. El problema del otro. A menudo, el otro puede ser un engorro. A veces te entran ganas de matar a alguien, pero no puedes. Lo prohíbe la ley. Pero la literatura te lo permite. Puedes jugar con eso y te sientes bien. ¿Por qué no desahogarme así?
Hay elementos que también le ayudan a desahogarse en sus novelas. Son marcas de la casa, como la comida o la música. Entre Bach y Radiohead no se ha dejado a nadie en medio. El caso de la música supone una búsqueda constante. Entrar en otro territorio de sentimiento, sensación. Radiohead es un claro ejemplo de cosas inexploradas por el lenguaje en los que su música penetra mejor que tú. Otra frontera. Del cerebro. Un más allá. La música es una forma estupenda para explorar los límites de la mente.