jueves, 8 de septiembre de 2022

CBE | Entrevista con Berne Ayalá

«El tema fundamental de mi obra es El Salvador y sus tormentas. Esas tormentas son protagonizadas por mujeres y hombres de la historia y de la ficción. La guerra es un capítulo en ese compendio, a veces sirve como segundo plano, para mostrar otros temas como la violencia, la traición, el crimen, el dolor, el olvido, las miserias humanas; otras es el escenario del primer plano». Berne Ayalá

"Estudiante, guerrillero, nuevamente estudiante, abogado, fiscal, litigante, investigador y escritor". Así es como Berne Ayalá nos resume los titulares de su hoja de vida. El escritor salvadoreño ha publicado hasta la fecha catorce obras literarias que incluyen testimonio, cuento, crónica, reportaje y novela. La más reciente de ellas es nuestro libro de septiembre "Los prisioneros y la hija del presidente". 

Luego de un primer contacto en agosto de 2021 y de la posterior elección de su libro para nuestro programa de lectura, hemos disfrutado de un cordial intercambio de mensajes y alguna nueva reunión con el autor, quien amablemente ha aceptado nuestra invitación para tener un conversatorio en octubre. Por si esto fuera poco, Berne también estuvo dispuesto a concedernos una entrevista en la que no vetó ninguna de nuestras veinte preguntas. En el extenso cuestionario que les comparto a continuación (y que, pese a haber suscitado alguna broma entre nosotros, por fortuna no es ni de lejos como los interrogatorios policíacos clandestinos de los tiempos de la Guerra Fría), abordamos la faceta del lector además de la del escritor, dando pie a interesantes respuestas que nos ayudarán a conocer mejor sus motivaciones y aspiraciones, así como su particular visión de la vida, forjada en el crisol de nuestra atribulada nación y moldeada bajo el peso de lo que él mismo da en llamar la "carga demoledora de su tiempo". 

¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído? 

Siempre he creído que mi primer libro leído fue Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, sin embargo, hay otro libro que llegó a mis manos en esa misma época, cuando yo tenía doce años de edad, Así se templó el acero, de Nikolái Ostrovski. Uno de estos fue el primero. Lo cierto es que ambos se cruzaron en mi camino en el mismo periodo de mi vida. 

¿De dónde viene el seudónimo Berne Ayalá? 

Cuando yo llegué a la guerra debía tener, como todos los guerrilleros, un seudónimo; yo elegí el de mi escritor favorito de aquellos años, y todo debido al entrañable capitán Nemo y su impresionante personalidad. Así tomé el apellido «Verne» como mi nombre, pero con distinta letra inicial, Berne. Después de la guerra modifiqué legalmente mi acta de nacimiento y así mi seudónimo de guerra se volvió mi nombre legal, con una variable en el apellido original: Berne Ayalá. 

¿Cómo nace esta pasión por escribir? 

Nace en el dolor, en la angustia y en la imposibilidad de encontrar respuestas a las infinitas preguntas que brotaron en mi caminar por los senderos de este país atormentado. Se ha dicho por más de un crítico, que mi primer libro Al tope y más allá, un testimonio de juventud, fue una catarsis engendrada en el sufrimiento que nos produjo la guerra a miles de niños y jóvenes que la padecimos. Lo cierto es que en ese abrupto momento de confusión temprana, en el que decidí escribir un libro sin saber cómo hacerlo, se abrió la puerta al laberinto de mis batallas perdidas. 

¿Cuáles son sus autores favoritos?, ¿alguno de ellos puede considerarse su influencia? 

Mis gustos son globales y poco dados a la ortodoxia de uno u otro nombre, la lista es muy larga, mencionaré algunos: Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez Reverte, Javier Marías, Almudena Grandes, Javier Cercas, Laura Restrepo, Truman Capote, Dashiell Hammett, Imre Kertész, Haruki Murakami… he sido influido por mucho de lo que he leído sin duda. 

¿Cómo llega el chispazo creativo?, ¿qué lo impele a escribir? 

Desde que escribí mi primer libro no he buscado más que respuestas y siempre encuentro más preguntas complicadas en mi camino. En ese trance nacen mis libros. Tengo una especie de plan en mi cabeza sobre las historias que quiero contar y así voy ordenando mis procesos e intentando consolidar mi método de trabajo. He vivido momentos en los que estoy escribiendo tres historias a la vez y una de ellas logra despegar. Al terminarla regreso a las que dejé atrás y sigo devorando lo que puedo. En el proceso llega otra u otras historias y así voy caminando con la mochila siempre llena de cachivaches. El chispazo pues llega cada madrugada, mañana, tarde o noche en que debo sentarme y buscar en mi esqueleto y sacarme las astillas que me atormentan, a veces se vuelven palabras, frases y párrafos y hasta páginas; otras solo sirven para insistir en que es posible hacerlo aunque uno se sienta aturdido por tanto ruido en la cabeza y lo complicado que resulta transformar ese ruido en música y letras. 

Cuando se decide a escribir una historia, ¿conoce el final desde un principio o deja que la historia cobre vida propia? 

Cada historia contenida en mis novelas se desarrolla de forma muy diferente. He escrito libros basados en guiones que dibujé con precisión desde el inicio hasta el final. En esos casos he conocido la estructura, el edificio, la trama, el tiempo, el espacio, pero jamás he podido anticipar la libertad que cobra la voz de mis personajes, eso jamás lo sé aunque pueda sentirme seguro de conocer el final de la historia. Soy un escritor de plan de combate, no suelo guiarme por lo que se cobre la vida, mis novelas tienen un punto de tensión que generalmente conozco cuando decido escribir sobre una historia determinada. Quizá en mis cuentos he sido menos planificador, pero en mis novelas siempre llevo lámpara para iluminarme en la oscuridad, cuadernos, notas, documentos, fotografías de mi autoría o de terceros. Tengo un apego profundo con el método y la disciplina cuando escribo. 

¿Prefiere escribir sobre algo vivencial suyo o sobre algo que implique un esfuerzo investigativo? 

Hasta hoy mis novelas han estado inspiradas en su mayoría en hechos históricos, fenómenos particulares como la violencia, migración forzada, odio, confusión, conspiración, etc. Ello implica investigar mucho, estudiar los territorios sobre los que pretendo plasmar mis novelas. Escribí un testimonio de juventud y dos libros de crónicas en las que de alguna manera se consignan vivencias colectivas más que individuales. Tengo en mi plan de viaje dos novelas de no ficción en las que quiero escribir desde mis vivencias y mi visión, pero la voz interior con la que quiero narrarlas todavía no ha madurado. Quisiera llegar a estas obras tranquilo, porque pienso dejar de escribir cuando lo logre y dedicarme exclusivamente a leer, escuchar música y ver todo el cine que me sea posible. 

¿Qué es más importante como materia prima para escribir: lo leído o lo vivido? 

No hay determinismo entre ambas fuentes de la creación. Como en el oficio del albañil, del jardinero o del agricultor, todo lo posible se vuelve materia prima, desde ver el sol, hacer las mezclas, llevar adelante el duro trabajo del día a día, hacer las pausas de la cerveza, del amor, la contemplación, para continuar el recorrido del martillo, el azadón o la pluma. Es muy importante estudiar lo leído, analizar las formas de la escritura, conocer otros universos del pensamiento, esforzarse por interpretar, por comprender. Yo no podría escribir sin vivir intensamente, sin ser lo que soy, un perro rocanrol; pero tampoco podría serlo si no me esforzara por aprender, por basar mi trabajo en un sistema de disciplina y de método. Hay una relación dialéctica indisoluble entre vivir intensamente y leer-estudiar cuando se intenta ser un escritor. 

¿Cómo describiría su experiencia mientras escribe? 

Leo, dibujo croquis, llevo mi registro de nombres, fechas, perfiles psicológicos, anoto fechas, trazo líneas de acción, estudio más que leer. Escribo todos los días generalmente. Voy dando vida a la historia durante semanas y meses, a veces años, hasta que considero que he logrado consolidar la obra. Hay periodos en los que trabajo desde la madrugada hasta la mitad de la mañana. Al avanzar en el proceso imprimo partes o toda la obra y la reviso en papel para su corrección. Vuelvo a la computadora y así sucesivamente. En verdad es un trabajo intenso que, en mi opinión, no tiene nada que ver con musas sino con disciplina laboral. Y como en todo trabajo a veces hay satisfacción y otras no, surge el cansancio, los recesos, los impulsos, la contemplación y el cierre. 

¿Sería válido afirmar que la guerra civil salvadoreña es el tema central de su obra? 

El tema fundamental de mi obra es El Salvador y sus tormentas. Esas tormentas son protagonizadas por mujeres y hombres de la historia y de la ficción. La guerra es un capítulo en ese compendio, a veces sirve como segundo plano, para mostrar otros temas como la violencia, la traición, el crimen, el dolor, el olvido, las miserias humanas; otras es el escenario del primer plano. Es innegable que la guerra marca pautas por su fuerza demoledora en la generación que la vivimos y sufrimos siendo niños y fuimos devorados por hechos que nos llevará muchos años comprender; la literatura es un territorio en el que es posible sentirse a salvo del horror y la indignidad. El Holocausto definió la obra de Imre Kertész y la guerra misma la de Erich M. Remarque. Es imposible ser uno sin sus circunstancias, sin la carga demoledora de su tiempo.

Cuando revisa su obra publicada, ¿le dan ganas de cambiar algo de lo que escribió?

He cambiado dos títulos de mis novelas en segundas ediciones, he mejorado, ampliado o precisado asuntos que me han parecido necesarios a los fines de las historias que he contado, así que no solo me he quedado con las ganas, lo he hecho. No he sido el único ni el primer aldeano en hacerlo. Así son los procesos creativos. 

¿Tiene entre sus libros uno que considere el hijo preferido, el niño bonito?

Mis dos novelas favoritas por ahora son El cristo de Cromañón y Yurique, el ruido de los muertos cuando llueve.

En base a su experiencia personal y a lo que percibe de la comunidad literaria nacional, ¿cómo diría que es la vida de un escritor en El Salvador?

La vida de los escritores es como la de miles de trabajadores, muy dura; no es peor ni mejor que la de nadie, solo es tan cabrona como la de cualquiera que deba empeñarse en un trabajo por el que espera ser remunerado con dignidad y justicia. Se necesita ser un iluso o un estúpido, o ambas cosas a la vez, para pretender vivir satisfecho cuando se escribe literatura a tiempo completo. Uno piensa que es valiente; en efecto lo es, porque vivir en El Salvador es asunto de valientes para cualquier obrero de la vida. La prensa, la publicidad, los espacios culturales, etc, poco hacen por la literatura nacional y las veces que lo intentan generalmente lo hacen bastante mal.

¿Qué oportunidades de mejora ve en la manera en que se promueve la producción literaria en el país?

Las oportunidades se las deben labrar los escritores de la misma manera que cada ciudadano se labra la vida al ponerse de pie cada mañana. Cuando un escritor pone sus esperanzas en otros está perdido, la primera confianza es con uno mismo de la manera que la primera traición es contra uno mismo. Hay acciones individuales y colectivas aisladas y a ellas nos colgamos los escritores, como náufragos. Jorge Luis Borges dijo que si un día nadie llegara a leerlo más, él seguiría escribiendo a pesar de ello. Creo que así debe ser el escritor, un amante a tiempo completo de su obra contra todos los pronósticos.

¿Se disfruta más leyendo que escribiendo?

Son placeres que no se excluyen, pero una cosa es cierta, llegará un momento en que todo escritor seguro se ha de quedar en el puerto de la lectura para no regresar jamás a la escritura, al menos es a lo que yo aspiro. Leer es pasión pura. En cambio escribir, además de pasión es un trabajo, y muy duro.

¿Qué está leyendo en este momento?

Generalmente leo algún libro por primera vez y releo simultáneamente algunos que me han fascinado. Ahora leo El impostor de Javier Cercas y releo El halcón maltés de Dashiell Hammett y El Silencio de los corderos de Thomas Harris.

¿Qué libros recomendaría que leamos en nuestro club?

Berta Isla de Javier Marías, El libro de los espejos de Eugene O. Chivorici y La novia oscura de Laura Restrepo.

¿Qué se viene en la obra de Berne Ayalá?

Actualmente estoy empeñado en dos novelas, una ambientada en el territorio de la locura, basada en un personaje de ficción llamado Rita Fukuyama, el cual he venido trabajando desde el libro Ciudad Rocanrol, quien ha sido personaje de reparto en otras novelas mías; además, estoy metido en un trabajo inspirado en el escándalo Irán-Gate, se trata de una novela ambientada en El Salvador, Honduras y Nicaragua. Todavía no sé cuál de las dos novelas saldrá a la luz en 2023.

¿Qué opina de los clubes de lectura?, ¿tiene alguna valoración sobre el Club de la Buena Estrella?

Cualquier actividad cultural relacionada con la literatura, especialmente el campo de lectura a compromiso, debe ser aplaudida. Leer bajo las reglas de un club, habitar en un régimen voluntario de agendas, lecturas, pensamiento y sentimientos compartidos, es un compromiso. El Club de la Buena Estrella no solo supone un sentido de compromiso con la literatura en general sino con la obra literaria salvadoreña, es un punto de atracción y de influencia para otras personas y colectivos, una práctica que evidencia organización, estructura y visión humanista.

¿Qué pregunta(s) le habría gustado que le hiciéramos?, ¿algo que quisiera añadir?

Los escritores necesitamos a las personas que aman la literatura y se toman el tiempo para leer nuestra obra. Por ello cualquier ínfula de importancia que muestren los escritores debe ser destinada al buzón del basurero.

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Buena parte de la obra de Berne Ayalá puede ser adquirida en Librería UCA

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