sábado, 7 de marzo de 2020

Narraciones CBE: Doble fantasía (la muerte del artista)



CUENTO PARA BEATLEMANÍACOS

—​¡Ni hablar amor... usted es más lindo que John Lennon!

Juan escucha a Cynthia en silencio, con expresión de no saber​ si lo que ella acaba de decir le gusta o no. Al fin y al cabo, debe haber cualquier cantidad de sujetos más lindos que el célebre músico de Liverpool. Parecerse a John Lennon es otra cosa. No piensa que algo así lo hará singular por un logro o mérito propio, pero es de la idea que una apariencia como esa lo resaltará de entre la multitud y lo pondrá a la vista. Quizá nunca llegarán a reconocerlo como Juan Llanos, es muy posible, pero es casi seguro que la gente siempre identificará al tipo que se le parece al ex Beatle. 

A mala hora viene la Cynthia a negarme el parecido —​piensa para sí mientras camina visiblemente perturbado—​. Es tan cegatona que no se da cuenta de quién es su novio, ¡el mismísimo John Lennon criollo! En cambio la ‘china’ me dijo que soy igualito, que si me consigo unos lentes redonditos seré idéntico.

Mientras se dirige a su destino sin mucha convicción, Juan imagina cómo se vería con esas gafas redondas que no se pudo comprar. En la imagen mental no lleva puesta la incómoda corbata que sí se compró. La imaginación es una de esas pocas cosas que pueden pasear en grande sin tener un ticket. La verdad es que ni siquiera está seguro de querer presentarse a la entrevista laboral. Le parece que tocar la guitarra es mucho más divertido que estar ‘encorbatado’ en un empleo de ocho a cinco. Y no es que toque demasiado bien, de hecho su tía dice que es un sacrilegio lo que hace con la Ibanez de su difunta abuela. Pero eso que siente cuando rasga las cuerdas no sabe cómo explicarlo, no hay palabras para hacerlo, no hay forma de abarcar, resumir o nombrar... no hay nada semejante. Igual está convencido de que nadie lo entendería. Acaso su maestro de letras, que lo animó a salir en un acto escolar en el que Juan y tres de sus amigos tocaron ‘I should have known better’ y remataron con ‘If I fell’. O quizá el dueño del bar del centro que le ofreció contratarlo las noches de jueves de ocho a nueve, justo antes del show bufo. ¡Explote ese parecido, muchacho, sáquele provecho! —​le dijo con la seguridad de un cazatalentos que recién descubre a la próxima estrella.

Pero el pago por una hora de jueves cada semana es insuficiente para vivir, ayudar a su tía y construir un futuro junto a Cynthia, la china o quien sea. ‘All you need is love’ es una sentencia mortal cuando no es amor lo que inspiras en los demás. Aun contra su propia voluntad y deseo, Juan debe aprender a ser serio y responsable. Cruza el paso cebra con la mirada perdida detrás de los pensamientos que se van al vuelo. Es como un pájaro que tiene prohibido cantar y que enmudece de manera definitiva al contemplar el sueño que se consume al fuego cual madera noruega. Una legión de voces se agolpa en su garganta, como queriendo nacer en un clamor desesperado por ayuda, que muere de forma prematura en algún punto entre el silencio y el éter.

Juan entra en el recinto y, a las indicaciones de la recepcionista, se sienta en la sala de espera. Es un auténtico hombre de ningún lado, sentado en ninguna parte, haciendo planes con nadie. Los demás, que también esperan pacientes por una entrevista, lo observan como repitiendo a coro ‘Hey! You've got to hide your love away’. Negación, ira, negociación, depresión... ¡al carajo la Kübler-Ross! Todo eso se puede sentir en cualquier orden e incluso al mismo tiempo. Todo está bien. La corbata, el trabajo de ocho a cinco, el salario seguro, la vida ordinaria, la normalidad, la rutina, la china y sus disertaciones sobre el significado del éxito. Si no ha de hacer su propia música y ni siquiera habrá de tocar las canciones de alguien más, al menos encontrará consuelo en saberse parecido a John Lennon. Ha llegado al salomónico empate entre el karma instantáneo y la doble fantasía: la resignada aceptación.

No se diga más, ya está. No habrá composiciones, arreglos, sesiones de grabación, conciertos ni giras. Cinco fatídicas negativas que lo hieren como balas y le vacían el alma.

Pase por favor —​dice la sonriente recepcionista—​, el señor Chapman lo está esperando.


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