Ilustración de Howard Phillip Lovecraft para la portada de "Children of Lovecraft" (2016) editado por Ellen Datlow, ilustrado por Mike Mignola, creador de Hellboy.
En algún fragmento del libro de Alain Badiou, “Condiciones” (2003),
se muestra el gesto de anticipación que caracteriza a la poesía y la
literatura, el cual funciona como un sitio acolchado para el trabajo del
filósofo. Esta idea sostiene que todo proceso artístico tiende a desenterrar
excesos, incidentes conceptuales y lógicas heurísticas que no solo resultan ser
los elementos característicos de la ‘producido’ o ‘creado’, sino que terminan
integrando a la realidad objetos que ensanchan el proceso de significación de las cosas. Al
correr la suerte de no parecer un accidente, el arte elabora los insumos para
el trabajo serio de la filosofía y la ciencia. Howard Philip Lovecraft es un
espécimen de ello.
Ahora que hemos expuesto que los supra-significados y las superficialidades
son los riesgos en la lectura de HPL, podemos apuntar que todas aquellas
alteraciones en las formas, las viscosidades nauseabundas, los murmullos que
reptan en la penumbra, los morfismos estelares, las liturgias negras, los
arcanos encuadernados, las deidades atemporales, la demencia, el horror sin
nombre y el ‘Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn’, son el
coronamiento de la razón.
Aseverar que es la razón el cenit de la literatura de
Lovecraft, parece ser una inversión radical de lo que aparentemente representa.
Constantemente vemos como los héroes lovecraftianos, quienes se caracterizan
por personificar los ideales científicos o filosóficos del siglo XX, aparecen
como víctimas de la irracionalidad, rotundamente incapaces de resolver los enigmas
que se les presentan a pesar de poseer las máximas del discurso y el método
racional. Y aunque lo anterior no es del todo acertado, esto corresponde a una
escisión fundamental entre Lovecraft y Poe, incluso con Sir Arthur Conan Doyle*.
La lógica lovecraftiana no intenta burlar la razón, sino que
busca hacer un abordaje en el mero convencimiento de que la expansión misma de
la razón es la locura, el sin sentido y el vacío. En este trazo, Lovecraft no
solo logra retomar el discurso de Erasmo de Rotterdam, actualizar a Hume,
Schopenhauer, y preceder a Camus o Sartre, también deja entredicho el
‘progreso’ del Siglo XX, como una descomunal masa indeterminada, jadeante y
ciega – y que no deja de despertar a la imagen de Azathoth – que ya había sido
profetizada en el hundimiento del Titanic en 1912.
Lovecraft completa el capricho de Goya: ya que si bien “los
sueños de la razón producen monstruos” la única alternativa es la desesperanza,
el resentimiento, la misantropía universal: la locura y muerte; destino y
condición que sufren los héroes en Lovecraft. Michel Foucault, en su tesis
doctoral “Historia de la Locura en la Época clásica” (1964), Tomo I, expone los
fundamentos estructurales de locura, a través de la explicación de la sin-razón
no como una razón enferma, perdida o alienada, sino como una razón deslumbrada. ¿No es este carácter
de sorpresa, estupefacción, – los calificativos ignoto, innombrable,
ininteligible, extraño, desconocido e insondable – el síntoma que atraviesan
los héroes lovecraftianos?
Foucault, demarca sobre la razón deslumbrada que:
El deslumbramiento es la noche en
pleno día, la oscuridad que reina en el centro mismo de lo que hay de excesivo
en el brillo de la lumbre. La razón deslumbrada abre los ojos ante el sol y no
ve nada, es decir, no ve; en el deslumbramiento la perspectiva general de los
objetos hacia la profundidad de la noche tiene correlativo inmediato de la
supresión de la visión misma (…) Decir que la locura es deslumbrante es decir
que el loco ve el día, el mismo día que el hombre de razón, pero viendo ese
mismo día, nada más que él, y nada en él, lo ve como vacío, como noche, como
nada; las tinieblas son para él la manera de percibir el día. Lo cual significa
que, viendo la noche y la nada de la noche, no ve en absoluto. Y creyendo ver
deja venir hacía él, como realidades, a los fantasmas de su imaginación y a
toda la muchedumbre de las noches. Por eso, delirio y deslumbramiento se hallan
en una relación que constituye la esencia de la locura, exactamente como la
verdad y la claridad, en su vínculo fundamental, son constitutivas de la razón
clásica.
No es nada irracional que los personajes de HPL, una vez que
han agotado los recursos de la ciencia, la filosofía, el saber objetivo y
normativo – lineamientos que abren el sendero al ‘progreso’ – se deslizan, como
el Fausto de Goethe, hacía las metafísicas esotéricas, que, en lugar de sugerir
el término de total sin sentido, su aparición y uso fijan una nueva forma de
conocimiento que puede ayudar a someter a las monstruosidades que se han
desatado; ¿Acaso lo incoherente del Al Azif – o Necronomicon – no es una
anticipación de los obscuros lenguajes de la física cuántica? Pero Lovecraft va
aún más allá, y sentencia que la ´magia´ es insuficiente para dominar a Mefistófeles;
quien siempre termina traicionado a sus más devotos siervos.
Lovecraft nos enfrenta, no a una
realidad, sino aún Real incomprensible, amorfo y perdido: hace emerger una respuesta
que es perenne en la duda de todos los hombres, y deja al desnudo la distancia del hombre con la verdad. Al punto de asegurar que, de ser conseguida
la verdad, esta resultaría absurda, traumática y horrorosa.
Esta penumbra que se cierne sobre el mundo, y que deja a la locura
en la carne de la razón, son las mismas que quedan grabadas en las palabras del
Coronel Kurtz al final de la película Apocalypse Now (1979):
He visto el horror… horrores que tú no has visto. Pero no tienes
el derecho a llamarme asesino. Tienes derecho a matarme. Tienes derecho a
hacerlo… pero no tienes derecho a juzgarme. Es imposible describir el horror en
palabras a aquellos que no saben lo que verdaderamente significa. Horror,
horror. El horror tiene una cara… y tú debes hacer del horror tu amigo. Horror
y terror mortal son tus amigos. Si ellos no lo son, entonces son tus enemigos,
a los que debes temer. Son en verdad tus enemigos. Recuerdo cuando estaba con
las fuerzas especiales. Parece que han pasado siglos. Nos internamos en un
campamento a inocular niños. Dejamos el campamento después de haber inoculado a
los niños de polio y un hombre viejo vino corriendo hacia nosotros. Estaba
llorando, no podía ver. Volvimos allí y ellos habían llegado y… habían amputado
cada brazo inoculado. Estaban en un montón. Un montón de pequeños brazos. Y
recuerdo… yo… yo lloré. Lloré como una abuela. Quería arrancarme los dientes.
No supe qué quería hacer. Y quiero recordarlo; nunca quiero olvidarlo. Nunca
quiero olvidar. Y entonces me di cuenta… como si me hubiesen disparado… como si
me hubiesen disparado con un diamante… una bala de diamante justo en mi frente.
Y pensé: Dios mío… el genio de esto. El genio. El deseo de hacer esto.
Perfecto, genuino, completo, cristalino, puro. Y entonces me di cuenta de que
eran más fuertes que nosotros, porque ellos podían soportar eso… ellos no eran
unos monstruos. Eran hombres… oficiales entrenados. Estos hombres que luchaban con
sus corazones, que tenían familias, que tenían hijos, que estaban llenos de
amor… pero tenían la fortaleza… la fortaleza… para hacer eso. Si yo hubiese
tenido diez divisiones de estos hombres, entonces nuestros problemas hubiesen
terminado rápidamente. Tienes que tener hombres que tengan moral… y al mismo
tiempo que sean capaces de utilizar sus instintos para matar sin
sentimentalismos… sin pasión… sin juzgar… sin juzgar. Porque es el juzgar lo
que nos derrota.
No hay batracios, repulsivos e
hediondos, encubiertos dentro de los sistemas sociales. No hay deidades
primigenias que sueñan en las insondables oscuridades de mares borrados de la tinta
de las cartas. No hay grimorios que guarden secretos que otorguen favores a su
portador. No hay nada, ni nadie, detrás de las cortinas hechas de susurros, balbuceos
y cacofonías que aterran a los hombres en las noches acaloradas. No hay nada
debajo de la oscura piel intergaláctica, ni hay significados resplandecientes en
el movimiento de los astros. La verdad de Lovecraft es que solo hay horror al
vacío, y hombres que gritan sin voz.
______________
*El proyecto literario, cuyos autores destacan John Pelan,
Michael Reaves y Neil Gaiman, “Sombras sobre Baker Street” (2003), busca
relacionar la obra de Lovecraft con la Doyle. El resultado de la mayoría de los
relatos que componen el pastiche, incluyendo el de Gaiman: son un fracaso
lovecraftiano, producto de los riesgos que la lectura reduccionista de
Lovecraft provoca.
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