A manera de introducción
El juego sobre la alfombra quemada se estaba volviendo tedioso. La historia se había desgastado lo suficiente como para asegurar que su condición inicial de drama estaba perdida. Por ejemplo, el vandalismo del pobre diablo risueño que robaba alejado del esperado interés económico, había quedado al descubierto en el momento en que se enamoró de la hija del dueño del banco. Su conducta delictiva era una torpe justificación para esconder, sin mucho esfuerzo, el deseo de robar el corazón de una mujer. Alex sabía que estas cosas revelaban su falta de capacidad para la construcción de personajes, y muy probablemente sería uno de los obstáculos con los que tendría que lidiar en su fracasada carrera de escritor. Aun con ello, había encontrado el recurso necesario para enmendar esta falta. Con evidentes tintes escatológicos y enraizado en la tradición de sus padres, Alex había hecho de un volcán el aparato definitivo del fin del mundo. Ubicado en el centro de la alfombra, el volcán era el recuerdo perenne de que la vida descansa en la muerte, y que todo principio es engendrado por un fin. El volcán era un mecanismo de juicio contra él, un proceso de imputación por ser el Señor de un universo fracturado, y su consecuente sentencia era aplicada a sus producciones, sus criaturas, sus hijos; y mientras duren los tiempos dentro de todos las espacios, ocultos como cajas que guardan cajas, siempre serán los justos los que paguen por pecadores. Presionado el botón camuflado en el cráter del volcán, el sonido que emitía anunciaría el final de las figuraciones mentales encarnadas en plástico y cartón, y dejaría a la vista, no solo su incompetencia como creador, sino que como Dios, al igual que el cristiano, también él sufría.
Su mano manchada con polvo y restos de mucosa se alzaban sobre la ciudad de juguete. La sombra de su brazo oscurecía los callejones, las plazas, los edificios y los rostros de los monigotes infantiles. Mientras el instrumento del fin aguardaba por la mano de la ejecución, Alex escuchaba los rezos, los gritos y las tragedias que no encontraron solución en la historia, miraba sus imaginerías correr con desespero en busca de preguntas pendientes, abrazos negados, besos esquivados, asfixiadas en el intento de escupir las palabras atoradas en la garganta. Todas aquellas siluetas plastificadas solo querían resolver el misterio de la extensión de una vida, en el instante de la muerte. En ese día oscurecido por la mano que se extendía hacia el volcán, en que solo brillaba el dolor del mundo y los pecados de su Dios, el…
- ¡Qué no has oído que es hora de comer niño! – gritó la madre de Alex, desde la parte baja del hogar.
- ¡Ya voy mamá! – dijo el pequeño Dios mientras apretaba el botón.
Y el fin del mundo había sucedido otra vez.
Previo a la entrevista
Ya hace muchos años que dejé de sentirme Dios, a menos que mi concepto actual de Dios sea el acertado, debido a que los años no solo han servido como aparato de mutación de lo que alguna vez creí, de lo que creo y que podría llevarme a lo que podría llegar a creer, sino que también han sometido mi idea de la vida en el corazón mismo de la muerte, por lo tanto, aquel Dios completo y perfecto que una vez creí que era, ahora resulta ser una monstruosidad caótica de rupturas y melancolías. Si fuera así, no hay muchas complicaciones para hacer de las palabras de una serpiente una realidad.
‘Expiación’ terminó en la posición 5,793 del Kindle, en mi cabeza, lugar de imprecisas posiciones, ni se encuentra terminada ni empezada, ni arriba ni abajo, se desliza sobre alguna neurona enredada para hacerme creer que cuando tengo resuelto su enigma, apenas he logrado entenderla. Estoy en la misma habitación que alguna vez sirvió como matriz de un mundo hecho de juguetes, de simulaciones de cartón, de pura fantasía tangible. Aunque soy un dios fracturado, totalmente distinto al Alex que sigue en el suelo hilvanando sus historias, sigo teniendo problemas para escribirlas. Mi único logro después de dos décadas ha sido la de reemplazar al volcán por un botón de computador o por la goma de un borrador. Aun y con sus variaciones sigue siendo el mismo proceso de juicio y sentencia de los mundos creados desde mi propia falta, porque lo admito, no soy escritor, pero aun así, escribo. Pensándolo bien, nunca he dejado de ser el mismo Dios que sigo siendo ahora. Jamás fui uno perfecto, jamás fui uno completo. En fin, seguiré esperando, ella no tardará en llegar.
La entrevista
Alguien llama a la habitación. Alex se levanta de la cama y no duda en extender las piernas para acercarse lo más rápido hasta la puerta y evitar hacer esperar a su invitada. Una anciana envuelta en telas exóticas apareció bajo el umbral. Hechicera, gitana, encarnación de una divinidad olvidada. Alex tomó la única silla de la habitación y la ofreció en silencio, sabe que es un mueble incómodo, pero tiene la certeza de que la señora no aceptará sentarse en la cama, ya que no es tan moderna como para acceder a la practicidad y a las comodidades, y él no es los suficientemente atrevido como para dejar a un lado los valores de un viejo mundo que no conoció, pero que sueña.
- ¿Alex es de Alexander o tu nombre es solo uno de esos fetiches del lenguaje que hace de las palabras cosas sin sentido para el significado y diversión para el oído? – dijo la invitada, dibujando una sonrisa mientras dejaba las telas que adornaban su cabeza en una mesita llena de revistas, lápices y papeles.
- ¿Briony? – sabía que la pregunta era innecesaria y hasta torpe por su respuesta ya implícita. Él y nadie más la había convocado a ella, pero la fachada de ignorancia solo era para establecer el orden de la conversación que estaba por venir. Ella estaba ahí para responder cuanto él quisiera preguntar.
***
(…)
Alex: ¿Por qué entregaste la carta?
Briony: Porque el amor solo es posible a través de la letra, y es por ello la necesidad de la carta. ¿Sabías que en francés estas dos palabras están vinculadas? El tonto de Robbie cometió uno de sus errores inconscientes al momento de escribir la carta, pero un lapsus como tal no tiene sentido sin un testigo, sin un oyente, alguien que reciba el mensaje, lo interprete y reconozca la falla o la alteración del lenguaje, que encumbre el quid del mensaje.
A: Pero por letra o carta, entiendo que nos trasladamos al campo de lo simbólico ¿estoy en lo correcto?
B: Una respuesta muy lacaniana, pero en efecto es correcta. Sin eso a lo que hemos nombrado simbólico, no habría manera de mediar la experiencia voraz, el apetito y la agresión que evoca la cercanía del otro. Sin lo simbólico, nuestra relación con los otros, podría resumirse en pura destrucción. El amor es un acuerdo que nace de la mediación otorgada por las palabras. El amor es una experiencia meramente divina de exclusividad humana. ¿Recuerdas la situación con el hermoso jarrón Meissen? dime ¿fuiste capaz de percibir la cólera de Cecilia hacía Robbie? hubo muy pocas palabras en esa danza donde localizamos sin problemas aquello que menciono, que es lo que provoca la otra persona sin la intervención de las palabras. Cuando el otro aparece y nos invade sin la participación de la letra, emerge el apetito de hacer de este parte de uno mismo, o nos desgarra la sed de verlo destruido. Pero para fines prácticos querido, el fin de estas dos tendencias es el mismo: la aniquilación del otro. La carta fue la única manera de permitir un acuerdo entre mi hermana y Robbie, no había otra alternativa. Cecilia y su agresividad habían dejado sin reparos a la voluntad del tonto, que al carecer de medios reales para expresarse, como su voz, cosa dulce e intimidante, me resulta fácil pensar que Robbie había sido amputado de algún miembro que le permitiera realizar el movimiento preciso para intercambiar el inexplicable encuentro en la fuente por la experiencia de amor. ¿No ves cómo nos resulta todo esto tan cristiano? En una relación de dos, siempre hay un tercero que intercede por nosotros; así que si había un velo en el santuario judío que restringía al pueblo de entrar a la presencia de Dios, era porque Cecilia mataría a Robbie mientras quería decirle al oído que lo deseaba. Tanto en la carencia de Robbie o en el exceso de Cee hay señales de amputación. La salvación para ellos residía en la letra que tomó la función de un tercero, que funcionó, para fines de nuestro lenguaje, como un miembro ortopédico.
La carta que entregué era el brazo que Robbie no tenía, para que pudiese tomar la mano que a Cecilia le faltaba. Es por eso que intercedí, fui emisario de Dios, san Valentín. Una vez leída la carta se intentaría enmendar lo roto. Esa carta, más bien, su emisión y recepción, fue la única posibilidad para que en nuestra adorable pareja surgiera el amor. Por eso es que la entregué, pero esa no fue la razón por la cual la leí.
La carta que entregué era el brazo que Robbie no tenía, para que pudiese tomar la mano que a Cecilia le faltaba. Es por eso que intercedí, fui emisario de Dios, san Valentín. Una vez leída la carta se intentaría enmendar lo roto. Esa carta, más bien, su emisión y recepción, fue la única posibilidad para que en nuestra adorable pareja surgiera el amor. Por eso es que la entregué, pero esa no fue la razón por la cual la leí.
Continuará...