Marguerite Duras
Seudónimo de Marguerite Germaine Marie Donnadieu
(1914-1996)
Sobre la lápida de Marguerite Duras en el cementerio de Montparnasse hay una pequeña planta, un montón de pastillas blancas diseminadas a lo largo de la sobria piedra gris, dos flores y dos letras grabadas: M.D. También son dos las imágenes que podrían ilustrar el proceso desaforado de su existencia: la evocación de la preciosa niña cargada de erotismo que viajaba en un transbordador por el río Mekong con un sombrero de fieltro y los labios pintados de rojo oscuro y, justo en el otro extremo, la mujer con el rostro y el cuerpo devastados por el alcohol, vestida con una falda recta y chaleco sobre un jersey de cuello alto que, después de cuatro curas de desintoxicación, entró en un coma de cinco meses. Marguerite Duras saltó en un instante del principio al final de su vida pero, en la breve duración de ese instante, hizo lo que quería hacer: écrire. Escribir.
Escribía y amaba lo que escribía hasta la obsesión. Ella misma se preguntaba qué era aquella necesidad mortal que había conseguido que viviera en un mundo paralelo al de los demás y que fuera existiendo cada vez menos porque todo, su esencia, se lo entregaba a la escritura devoradora. A los quince años le dijo a su madre que lo único que quería hacer en la vida era narrar y se preguntaba sinceramente qué hacía con su tiempo la gente que no escribía porque ella había llegado a pasar por el tamiz de la literatura incluso los recuerdos más dolorosos. Una de las manifestaciones más desgarradoras contra el nazismo aparece en su texto El Dolor en el que describe su impaciencia cuando, desde las ventanas de su casa en la rue Saint-Benoît, contempla apoyada en las persianas cómo la gente pasea y ella quiere gritar que en el interior de aquella habitación un hombre, su marido, ha regresado vivo del horror de los campos de concentración alemanes y que, a pesar de tener el cuello tan delgado que se puede rodear con una sola mano, todo lo que debe tomar es caldo en cucharillas de café porque su estómago se desgarraría con el peso de cualquier otro alimento.
Nació en 1914, el día 4 de abril, cerca de Saigón, en la Indochina francesa (lo que es hoy Vietnam del Sur). "No puedo pensar en mi infancia sin pensar en el agua. Mi país natal es una patria de agua", diría M.D. Era la primera niña de cinco hermanos, dos de ellos, Pierre y Paul, hijos del matrimonio y los otros dos, Jean y Jacques, hijos del padre con una esposa anterior que había muerto en Hanoi. Su padre, profesor de matemáticas, tuvo que ser repatriado a Francia cuando ella tenía sólo cuatro años a causa de unas fiebres infecciosas y jamás regresó a Indochina. Murió después de haber comprado una casa cerca del pequeño pueblo francés de Duras donde quería pasar el siguiente verano con toda su familia y que serviría, sin que él llegara a saberlo, para reemplazar en el futuro su propio apellido. Esta muerte dejó a la familia en una situación económica mucho más precaria y comenzaron a llegar las estrecheces. Los hijos crecieron como vagabundos por la selva, casi tomando un aspecto indígena y todo lo que podía hacer la madre para conservar su deseado y privilegiado aspecto occidental era alimentarlos con comida traída directamente desde Francia, comida que ellos aborrecían y que no aceptaban.
Marie Legrand, la madre de Marguerite, luchó contra la pobreza con todas sus fuerzas. Se aferró a sus posesiones, a su tierra que debía salvar continuamente del mar y del viento si quería que algo creciese de ella, mientras iba descubriendo el extraño atractivo de aquella niña que no se vestía como las demás, que tenía una manera propia de hacer las cosas y que podría resultar fascinante para los hombres. Marguerite conoció a su amante chino y ser ricos se convirtió entonces en una auténtica obsesión. Con el tiempo, la escritora consideraría que el dinero no cambiaba nada porque siempre conservaría "una maldita mentalidad de pobre". Para ella la pobreza al nacer era hereditaria y perpetua. No se podía curar.
En 1932 regresó a Francia. Estudió Derecho, Matemáticas y Ciencias Políticas. Trabajó como secretaria en el ministerio de las Colonias de 1935 a 1941.
Se casó en 1939 con Robert Antelme. Tuvo un hijo que murió en 1942. Ese mismo año Duras conoció a Dionys Mascolo, que terminó siendo su amante, y con el que tuvo otro hijo. Durante la Segunda Guerra Mundial, ambos participaron en la Resistencia francesa. Su grupo cayó tras una emboscada, Marguerite logró escapar ayudada por François Mitterrand, pero Robert Antelme fue apresado y enviado a un campo de concentración el 1 de junio de 1944.
Militante del Partido Comunista Francés, que abandonó pronto, Marguerite Duras también fue deportada a Alemania. Pero una vez terminada la guerra se diluyó en la escritura y el alcohol.
En 1945, pese a su deseo de divorciarse, cuando Robert regresó, en penosas condiciones, del campo de Dachau, ella se quedó con él para cuidarlo, hecho que relatará en su novela tardía El dolor (La douleur). No obstante, hay que tener ciertas reservas respecto a la veracidad completa de su relato, pues se trata de "su verdad", de ir al "taller de la memoria" suya. Se divorció en 1946. Militó en el Partido comunista del que fue expulsada en 1955.
Cualquier lector de Un dique contra el Pacífico o de El amante descubrirá que estos primeros datos de su biografía le son ya familiares. Porque leer los libros de Marguerite Duras implica leerla también a ella. En un verdadero acto de vivisección literaria, extraía su propio dolor, lo matizaba con el bálsamo de la escritura y luego lo entregaba a un lector que debía descubrir que aquello que leía en su obra no era simplemente el relato de la subsistencia vital de una escritora, sino de la evolución individual de cada uno de sus personajes que no eran sino un reflejo novelado de lo ocurrido realmente a miles de seres humanos a lo largo del siglo XX. Marguerite Duras ofrece en sus libros una descripción de diferentes momentos cruciales en diferentes lugares del mundo tan fidedigna como la de cualquier historiador, pero con un añadido importante: ella muestra el sufrimiento, la esperanza y la compasión de los legítimos protagonistas de la historia.
Su primer libro fue rechazado por la editorial Gallimard, pero siguió escribiendo y una vez terminada su siguiente obra, Les impudents, amenazó con suicidarse si no lograba que la publicaran. En 1943 entró en la resistencia mientras su querido hermano Paul, que había continuado junto a su madre en Saigón, moría de una bronconeumonía por falta de medicamentos. El dolor se le hizo insoportable y lo reflejó en La vida tranquila, el libro que estaba escribiendo y que Gallimard publicó en 1944. De esta manera Marguerite Duras obtuvo por fin el reconocimiento que esperaba, pero no pudo disfrutarlo porque la Gestapo detuvo a su marido en el apartamento de su hermana en la rue Dupin. En ese momento M.D. se propuso no escribir y no volvió a editar nada hasta 1950. Ella, que había amenazado con el suicidio si no llegaba a publicar, de repente se daba cuenta de lo nimio de la literatura comparado con el dolor de la realidad.
Literatura y realidad… Dos nociones difícilmente separables en esta autora que atrapa y devora porque su narración rezuma autenticidad y siempre es complicado renunciar al encanto de algo auténtico. En 1950 apareció su primer éxito literario, Un dique contra el Pacífico, y a partir de entonces fueron publicándose obras memorables como Los caballitos de Tarquinia (1953) que narra la experiencia de unas vacaciones en Italia, Días enteros en las ramas (1954), Moderato Cantabile (1958), Hiroshima mon amour (1959) que se convertiría en la famosa película de Alain Resnais y El arrebato de Lol V. Stein (1964), novela con la que alcanzó el apogeo de su actividad creadora. Según sus propias palabras en una entrevista concedida a la televisión francesa, escribir El arrebato de Lol V. Stein resultó especialmente complicado: "Escribir siempre es duro, pero en aquella ocasión tenía más miedo que de costumbre. Era la primera vez después de mucho tiempo que escribía sin nada de alcohol y tenía miedo de escribir cualquier cosa".
Por supuesto, no creó cualquier cosa. Creó un personaje desposeído de sí mismo que ve en un baile cómo la persona a la que ama se está enamorando de otra y eso hace que ella quede relegada a un plano de casi inexistencia. Creó un personaje tan desesperado y, al mismo tiempo, tan adorable que muchos años después la autora declararía que lamentaba no haber sido ella misma Lol V. Stein. Porque la había concebido, lo había escrito todo sobre ella, la había creado, pero no había sido Lol y por lo tanto sentía "ese duelo que he llevado toda mi vida por no ser Lol V. Stein".
En su siguiente novela, El Vicecónsul (1965), el protagonista sale al balcón de su casa en Lahore y dispara al aire. No dispara a los transeúntes ni a las palomas. "Dispara contra el dolor, la desgracia y contra el millón de niños que iban a morir de hambre en los próximos cuatro meses." Después vinieron La amante inglesa (1967), El amor (1971), El amante (1984), El dolor (1985), Emily L., La vida material…
Escuchaba con atención las declaraciones que ella misma había hecho en 1964 y 1965 acerca de sus libros El arrebato de Lol V. Stein y de El vicecónsul respectivamente y asentía con frecuencia haciendo diversos comentarios. "Cada libro supone para el autor su propio asesinato. Siempre hay una depresión posterior que se manifiesta a través de algo físico". Una mujer pequeña, sentada en un sillón, vestida con una falda marrón, un jersey del mismo color y un pañuelo oscuro ocultando el cuello, que hablaba de literatura con tranquilidad y que adoraba a sus personajes hasta el llanto. Una autora que se preguntaba cómo era posible escribir porque en un principio no había nada y de pronto había una página escrita: "No puedo explicarlo y creo que no hay ningún escritor que se libre de esta ignorancia".
"Fue esa tarde cuando Léo me besó en la boca. Lo hizo por sorpresa. Experimenté una repulsión verdaderamente indescriptible...". Así escribe Marguerite Duras su encuentro con el que sería el protagonista de El amante. Y también, "A los 18 años envejecí. No sé si a todo el mundo le ocurre lo mismo...ese envejecimiento fue brutal", decía Duras, dando prueba de que la autora francesa no escribió una sola línea que no hubiese vivido.
Con El amante (1984) obtuvo el Premio Goncourt. Es una novela más accesible (y seguramente no la mejor de ellas) pero que alcanzó un éxito mundial, con más de tres millones de ejemplares, y fue traducida a cuarenta idiomas. Retoma ahí un recuerdo de adolescencia y lo elabora de manera novelesca. Lo volvió a tomar muy bien enL'Amant de la Chine du Nord, de 1991.
Marguerite Duras, para quien escribir era "aullar sin ruido" y confesar, "borrar huellas". A eso se dedicó con vehemencia toda su vida la escritora francesa, que hoy, tras mucho dolor y sinceridad, es un clásico de la literatura universal. El amante deslumbró por la sinceridad que derramó Duras al relatar su intimidad y sexualidad en la compleja relación que mantuvo con Léo, el comerciante chino al que conoció en un transbordador que cruzaba el río Mekong, cuando ella tenía quince años y él veintiséis. Convirtió su vida en su propio material literario. Al morir, dejó tras ella 19 películas y más de 50 textos entre novelas, relatos, obras de teatro y guiones.
La propia vida de la escritora es una novela sobre la que ella ha escrito incesantemente. La destrucción, el amor, la alienación social, son palabras clave en la vida de Marguerite Duras que se detectan en toda su obra. Una historia tormentosa, de soledad y escritura, de palabras y de silencios, de deseos fulgurantes también. Un personaje ineludible, en la vida de Marguerite Duras: su madre. El desamor maternal marcó toda su vida e hizo de ella un personaje controvertido en el que se entremezclaban las exigencias del corazón y los caprichos del cuerpo; impetuosa y obstinada, tuvo tantos detractores como seguidores de sus obras.
Es difícil definir su personalidad: iracunda o dulce, genial o narcisista, pero hay que creerla cuando asegura: "Yo soy una escritora, no vale la pena decir nada más". De hecho, C'est tout, de 1995, fue su último texto.
Para que el mundo sea soportable, es necesario exorcizar las obsesiones, pero la escritura puede, tanto esconderlas como develarlas. Entonces Duras tantea, repite una y otra vez, busca la palabra justa, "prueba" escribir, como se prueba amar aún sabiendo que nunca se logrará totalmente. Marguerite decía: "Escribir es tratar de saber lo que uno escribiría si uno escribiera". Sus novelas se ordenan alrededor de una explosión central, un instante de violencia que da paso al discurso: Hiroshima y el amor, la muerte y el deseo psíquico simbólicamente entremezclados "Destruir, dice ella". Y esta frase se asemeja a la música,vuelve siempre, es la variación infinita sobre un tema, es letanía y celebración, control y desenfreno. Se han recuperado recientemente escritos de juventud muy importantes, como los Cuadernos de guerra y otros textos, en 2006, y unas entrevistas italianas en 2012.
Sus primeros relatos aparecieron en la revista Les temps modernes, fueron considerados de tono existencialista pero luego, ya en los años 50, se la calificó como la figura del Nouveau roman. Fue guionista de Hiroshima, mon amour, el gran éxito de Alain Resnais, y dirigió India Song y Noche negra en Calcuta. Toda su obra lleva su carne como nutriente y todo su universo sensitivo, por eso terminó exhausta y con varios comas etílicos. Su escritura depurada hasta el máximo, lírica, muy sintética y llena de música es un sello inconfundible de la autora de El amante de la China del Norte, El amor, Escribir, Los ojos azules pelo negro, El arrebato de Lol V.Stein o Emily L, entre otros títulos. Libros que están todos ellos en la editorial Tusquets, que acaba de reeditar su obra. Marguerite Duras pasó los últimos años de su vida, hasta su muerte en 1996, con Yann Andrea, su último amante, compañero, cocinero y chófer, 40 años menor que ella y homosexual. "Todos los hombres son homosexuales en potencia, solo les falta saberlo", escribió Duras. En la actualidad, la obra completa de esta escritora forma parte del catálogo de la prestigiosa colección de La Pléiade, de Gallimard, donde están los clásicos.
Falleció el 3 de marzo de 1996 en París, debido al cáncer de esófago que padecía desde hacía tiempo.
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