A punto de terminar el mes de febrero y habiendo completado nuestra segunda lectura programada para 2015, debo reconocer que una viñeta que no me generaba demasiadas expectativas, trajo consigo un libro que resultó ser de esos que uno se pregunta por qué diablos no había leído antes.
Por supuesto, al interior del club hay diversas opiniones sobre El Amante de Marguerite Duras, que -como suele pasar con la inmensa mayoría de los buenos libros- gustó mucho o no gustó nada. Así, sin medias tintas.
El primer obstáculo para que algunos disfruten el libro, radica en la naturaleza perturbadora de la historia de una adolescente involucrada sexualmente con un hombre mayor. El malestar de algunos es comprensible, por supuesto. Se asemeja bastante al rechazo que hace unos tres años provocó en algunos miembros del club el relato de pedofilia narrado por Vladimir Nabokov en Lolita, que incluso hizo que varios desistieran de su lectura. Personalmente soy un convencido de que leer un libro o ver una película sobre violaciones, asesinatos o cualquier otra forma de violencia, no significa que uno apruebe nada de eso; además, es innegable que las mejores historias vienen de todos esos dramas personales que tan habitualmente consumimos en el cine, la televisión, la música e incluso la literatura. Más allá de nuestros credos y valores, así son las historias humanas. Sin embargo, entiendo y respeto las opiniones y decisiones de quienes eligen sus lecturas y entretenimiento pasando un filtro de selección, no sé si más rigorista, pero seguramente diferente del mío.
Una segunda descolocación para algunos ocurre a causa de las valoraciones personales sobre sensualidad, erotismo y pornografía. ¿En dónde se clasificaría El amante? ¿Aplica para nuestra viñeta de Romance/Erotismo?
Las preguntas me resultan inevitables, 1) por la manera en que el tema del sexo es abordado por la Duras (sus relatos sobre el amante chino son intensos, pero escasos y tardíos, pasada la primera cuarta parte del libro y despúes de muchas páginas de relatos familiares e introspecciones de la autora); 2) por el matiz que tambíen puedo darle por mi decisión personal de leer Trópico de Cáncer de Henry Miller (pues como sabrán, estoy leyendo mi propuesta derrotada para esta viñeta luego de finalizar El amante); y 3) por la consabida moda que se ha suscitado en torno a las 50 sombras de Grey, ese bestseller que está causando que su descomunal y aún creciente cifra de lectores inusuales ahora opinen sobre sexo y erotismo con chapa de conocedores y expertos (y quizá uno de estos días yo mismo le pierda el amor a un par de horas de mi existencia y las dedique a leer a esta señora británica para tratar de entender de qué va tanto revuelo y alboroto).
Volviendo a las preguntas planteadas, encontré un comentario del antropólogo Desmond Morris, de septiembre de 1987 en The Illustrated Naked Ape: A Zoologist's Study of the Human Animal. Revisión de Janet Dunaif-Hattis, donde manifiesta que el erotismo es más un comportamiento cultural que sexual, que no es posible definir como erótico todo lo relacionado con la sexualidad y con el acto sexual físico, como tampoco descontextualizarlo de las fases personales y sociales previas al sexo, sin importar si llegan a concretarse en un acto físico o no. El rango de cobertura del adjetivo erótico se supedita a la escala valorativa de cada uno. Puede haber erotismo en un desnudo artístico, en una pintura o en una escultura, pero también en una mirada profunda y sostenida en un momento inesperado, en un roce casi sin querer, en un timbre de voz, en un color, un olor o una textura. La frontera con la pornografía se rebasa cuando el acto sexual se concreta, pero ese límite tampoco es demasiado claro. La pornografía abarca todo contenido, literario, visual o audio visual que represente actos sexuales o actos eróticos con el único fin de provocar la excitación sexual del receptor. En cambio, el erotismo puro consiste en poner escenas sensuales e incluso sexuales al servicio de una historia (como los efectos especiales en los géneros de acción y ciencia ficción, que sin embargo no son la historia en si misma). En ese contexto, el sexo explícito también puede ser erótico.
Como se ve, si la definición de erotismo es tan amplia como las interpretaciones del arte abstracto, y si la frontera con lo pornográfico tampoco está delineada con demasiada claridad, desprendemos que la clasificación de literatura erótica tampoco será demasiado estricta ni delimitada. Es así como el amplio espectro abarcado por nuestra viñeta del mes de febrero, va desde los escritos del Marqués de Sade (Justine; Juliette; La philosophie dans le boudoir) hasta los de Marguerite Duras (El amante, Ojos azules pelo negro), pasando por Pauline Reage (Histoire d'O), Vladimir Nabokov (Lolita), Emmanuelle Arsan (Emmanuelle), Henry Miller (Trópico de cáncer, Trópico de capricornio, Sexus, Plexus, Nexus), D.H. Lawrence (El amante de Lady Chatterly), entre muchos otros.
Menos escabroso que los dos anteriores, un tercer obstáculo para llevar esta lectura a feliz término, fue el estilo narrativo que algunos en el club sintieron demasiado cortado. A mí, en cambio, me gustó bastante. En mi opinión, Marguerite Duras cuenta sus vivencias en el tono de la mujer mayor que recuerda. No olvidemos que al escribir estas memorias en clave de novela, la autora había cumplido 70 años de edad. ¿Ha tenido alguna vez el amigo lector el privilegio de escuchar a una persona de esa edad contar alguna anécdota de su vida temprana? Ritmo pausado y frases cortas y contundentes, ¿no es cierto? Bueno, cuando uno consigue imprimir ese tono y ritmo a la lectura de El amante, lo que parecía cortado deja de ser molesto y hasta se vuelve placentero. Aunque está claro que es posible que la nostalgia de abuelos sea lo que me traiciona el juicio.
De la historia
La mayoría de comentarios que uno encuentra, resumen El amante de una manera demasiado simple: "Trata de una adolescente de origen francés que vive en Indochina y cuya familia está arruinada. Ella se hace amante de un chino adinerado y mantiene una relación con él a lo largo de un año y medio."
La sinopsis en las ediciones en cuya portada aparece la fotografía de la autora a sus 16 años dice:
"Marguerite Duras, adolescente, en el período que ella reconstruye en este libro. Marguerite Duras se convierte de la noche a la mañana, con El amante, en una autora solicitada por todos los públicos. Y, además, recibe poco después, en noviembre de 1984, el prestigioso Premio Goncourt. A todos emociona sin duda esta narración autobiográfica en la que la autora expresa, con la intensidad del deseo, esa historia de amor entre una adolescente de quince años y un rico comerciante chino de veintiséis. Esa jovencita bellísima pero pobre que vive en Indochina, no es otra que la propia escritora, quien hoy recuerda las relaciones apasionadas de intensos amor y odio que desgarraron a su familia y, de pronto, grabaron prematuramente en su rostro los implacables surcos de la madurez. Pocas personas —y en particular mujeres— permanecerán inmunes a la contagiosa pasión que emana de este libro."
El amante es una novela de corte autobiográfico que aborda muchos temas y tiene varias capas. Cada lector dará su atención a uno o a varios de ellos según sus propias experiencias y puntos de vista. Hay para elegir: La relación madre-hija, la relación con sus hermanos, la maldad personificada en el hermano mayor, la preferencia de la madre por ese hijo problema, la colonia francesa en Vietnam, el racismo y las diferencias económicas, la moral europea de los años 20 y 30, la prisión de las tradiciones milenarias chinas, las personalidades decididas y desinhibidas, las personalidades débiles y apocadas, el sexo como mecanismo de escape, la precocidad, el control, la actitud como una forma de belleza y el hecho de que el amor, como la felicidad, no siempre se viven de manera consciente. Y la lista sigue.
Del estilo
Tal como dije antes, al leer me parece que escucho el relato de boca de una persona de edad, a un ritmo lento pero contundente. Creo que en la narración hay belleza lírica y profundidad desde el mero principio:
"Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde."
Percibo en el relato un tono a veces rebelde, que en otras es triste y melancólico, como cuando la autora habla de los escasos momentos alegres de su madre:
"Esta elevación de la casa sobre el suelo permite lavarla con grandes cubos de agua, regarla por entero como un huerto. Todas las sillas están encima de la mesa, toda la casa chorrea, el piano del saloncito tiene las patas en el agua. El agua desciende por las escalinatas, invade el patio hacia las cocinas. Los criados jovencitos se sienten felices, estamos todos juntos, con ellos, se riega, y después el suelo se enjabona con jabón de Marsella. Todo el mundo va descalzo, la madre también. La madre ríe. La madre no tiene nada que decir en contra de nada."
Golpea al lector la descripción de la hora en que la depresión acentúa el comportamiento ausente de su madre, esa forma de demencia que niega el recuerdo y la razón:
"He tenido la suerte de tener una madre desesperada por un desespero tan puro que incluso la dicha de vivir, por intensa que fuera, a veces, no llegaba a distraerla por completo."
Me gustó mucho la parte de la narración de su viaje en el barco, son probablemente los momentos más emotivos del libro, los de la toma de conciencia del verdadero sentimiento.
"Cuando la hora de la partida se acercaba, el barco lanzó tres llamadas de sirena, muy largas, de una intensidad terrible, se propalaron por toda la ciudad y el cielo, por encima del puerto, se tiñó de negro. Entonces, los remolcadores se acercaron al barco y lo arrastraron hacia el tramo central del río. Una vez hecho esto, los remolcadores soltaron amarras y regresaron al puerto. Entonces, el barco, una vez más, dijo adiós, lanzó de nuevo sus mugidos terribles y tan misteriosamente tristes que hacían llorar a la gente, no sólo a la del viaje, la que se separaba, sino también a la que había ido a mirar, la que estaba allí sin ninguna razón precisa y que no tenía a nadie en quien pensar."
Y remontando a un momento más temprano de la historia, me encantó su descripción de la belleza inocente de su compañera de colegio, la metáfora de la harina:
"El cuerpo de Hélène Lagonelle es torpe, aún inocente, qué dulzura la de su piel, como la de ciertos frutos, está a punto de no ser percibida, un poco ilusoria, es demasiado. Hélène Lagonelle inspira deseos de matarla, incita al maravilloso sueño de matarla con sus propias manos. Lleva sus formas de flor de harina sin ninguna sabiduría, las exhibe para que sean amasadas por las manos, para que la boca las coma, sin retenerlas, sin conocerlas, sin conocer tampoco su fabuloso poder. Me gustaría comer los senos de Hélène Lagonelle como él come mis senos en la habitación de la ciudad china donde cada tarde voy a profundizar en el conocimiento de Dios. Ser devorada por esos senos de flor de harina que son los suyos."
En síntesis, he disfrutado mucho esta lectura, encontré frases que considero memorables, y pienso que es un libro altamente subrayable. Coincido además con Amélie Nothomb, cuando dice de Marguerite Duras que habla en un tono sagrado.
De los personajes
Una joven asombrosamente precoz para su lugar y tiempo, empoderada de su cuerpo y de su vida; un chino acomodado, apocado y sin voluntad propia, llorón hasta el hartazgo; una madre distante, hasta ausente, derrotada por la vida; un hermano mayor cruel y despiadado, y sin embargo inútil y vulnerable; un hermano menor enmudecido y tembloroso, amenazado por el mayor y abandonado por su madre; una atractiva compañera cuya belleza y desnudez inmodesta contrastan con su prevaleciente inocencia, descrita de tal forma que hasta hace sospechar de algún deseo lésbico de Marguerite. Son personajes extremos, pero me parece que todos convencen, que todos cobran vida y se hacen creíbles mientras desarrollan en el libro el rol que desempeñaron en la vida de Marguerite.
Valoración personal
Más allá de que no haya unanimidad como club, a mí me pareció un libro excelente y muy recomendable, que si bien es cierto me parece erótico, creo que goza de bastantes más argumentos y razones para leerlo. Le doy cuatro y media estrellas de cinco posibles.