domingo, 9 de junio de 2013

Conociendo a Noah Gordon



Yo nací el 11 de noviembre de 1926. Pasaron muchas cosas ese año. Al Smith fue electo gobernador de Nueva York y mucha gente tenía la esperanza de que él se convirtiera en el primer presidente católico de los  fue nombrado cabeza de la sucursal de Berlin de un grupo político sin una descripción, el partido Nazi.  En Italia, el dictador Benito Mussolini volvió a instaurar la pena capital.  Henry Ford estableció el precio de su modelo T en $350 y la gente murmuraba acerca de las primeras películas con movimiento y sonido, las películas “habladas”.  El ingreso promedio percapita anual era de $1313. Una hogaza de pan costaba $0.09 y un galón de gasolina $0.10.
Estados Unidos.  En Alemania, Paul Joseph Goebbels

En un apartamento de la calle Providence en Worcester, Massachusetts, el Día del Armisticio, La esposa de Robert Gordon dio a luz a su segundo hijo en su casa.  Fui llamado Noah en memoria a mi abuelo, Noah Melnikoff, quien había muerto unos pocos meses antes.  El había sido un encuadernador y, como decían todos, un hombre maravilloso. Su viuda, mi abuela, Sarah Melnikoff, vivió el resto de sus años de vida con nosotros y fue como una segunda madre para mí.

Crecí en un barrio de gente de clase trabajadora de Worcester. No recuerdo en qué año fue tomada esta foto en el Union High School, en la calle Dorchester. Tal vez  cuando estaba en tercer grado. Soy el pequeño chico en la segunda fila desde el frente, quinto desde la derecha (parado junto a las chicas).

Esta foto es de unos pocos años después. Yo tenía 15 años y era estudiante del Grafton Street Junior High School cuando Estados Unidos entró en guerra. Recuerdo sentirme seguro de que la batalla se terminaría antes que yo tuviera la edad necesaria para ser reclutado, pero los años de matanzas sangrientas pasaban uno tras otro y para febrero de 1945 los combates seguían igual de cruentos, justo cuando yo me estaba graduando del Clasical High School.


Yo quería prestar servicio en la naval, pero usaba antejos y no sabía distinguir los colores.  Había escuchado que si alguien se ofrecía como voluntario para el campo, el podía elegir servir en la naval. Así que me ofrecí como voluntario y en pocos días era parte de las filas de la Infantería de los Estados Unidos.
Después del entrenamiento básico de la compañía A del batallón 26 de entrenamiento de infantería, en el Camp Croft, South Carolina, fui enviado al batallón "Replacement Depot #2”  en Fort Ord, California. Nos dieron jabón de agua salada y nuestros paquetes de provisiones y marchamos hacia los buses mientras la banda tocaba, nuestra sorpresa fue que en vez de llevarnos a los barcos, los buses nos llevaron al presidio de Monterrey. Después me di cuenta que fuimos destinados a formar parte de JASCO (Join Assault Signal Companies), JASCO estaba conformada por oficiales de infantería entrenados a cubrir a los oficiales del Signal Corps mientras estos establecían sus primeras comunicaciones durante las primeras invasiones. Los Estados Unidos se preparaba para invadir Japón. Pero de repente armamento de última generación fue lanzado sobre Hiroshima y Nagasaki, y la guerra se terminó. Terminé mi servicio sin heroísmo como un oficial del ejército  en un trabajo aburrido en San Francisco, agradecido de que sobreviví y que nunca tuve que matar a un ser humano.

Junto con millones de otros nuevos civiles, luego de terminada la guerra, dimos gracias por el programa para veteranos de la fuerza armada (GI BILL) y me fui a la universidad. Mis padres, que  jamás hubieran podido pagarme una carrera de medicina, nunca me presionaron por estudiarla. La profesión en medicina representaban el tipo de seguro financiero que mi familia nunca tuvo, y ellos sabían  que en algunos de los campos de concentración los médicos son los últimos judíos  que eran enviados a las cámaras de gas. Yo, de hecho, cursé un curso pre-médico por un semestre y luego cambié mis estudios al periodismo sin decirle a mi madre y mi padre. Desde que era un niño siempre albergue dos ambiciones: Quería escribir en un periódico y anhelaba escribir el tipo de novelas que me hacían amar los libros. A mediados de mi carrera en la Universidad de Boston, conocí a una estudiante de Clark University llamada Lorraine Seay. Después de esto, el mundo nunca fue igual.

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En 1950 me gradué de “Bachelor of Science in Journalism degree”.  El siguiente año hice una maestría en Inglés y escritura creativa siempre en la Universidad de Boston y Lorraine obtuvo su título de Bachiller en Artes con grado en Alemán de la Universidad de Clark.  Me fui a Nueva York y obtuve un trabajo como editor junior en el departamento de publicaciones de Avon Publishing Co y Lorraine y yo nos casamos.  Trabajé en Avon dos años y luego en una revista pequeña llamada Focus.

Pensamos que era romántico vivir con muebles armables en un pequeño ático en Brooklyn, como vivían los poetas en un desván de París, pero cuando nació nuestro primer hijo empezamos a añorar nuestra casa y regresamos a Massachusetts.


Después de un año tratando de sobrevivir como un periodista libre, me fui a trabajar como reportero del periódico de mi pueblo, The Worcester Telegram, éste fue el inicio de una vida de satisfacciones laborales.  En 1959 fui contratado por el Boston Herald, que era un periódico de circulación matutina.  Por un tiempo, fui un reportero que cubría temas generales, pero estábamos en una época de adelantos en el área de medicina y ciencia, y empecé a soñar con obtener reportajes asignados sobre estos temas.  El Dr. Richard Ford, encargado del departamento de patología de la escuela de medicina de Harvard, me invitó a observar varias autopsias y  hacer preguntas, fue allí que me gradué en vestirme de enfermero y pararme junto a cirujanos que cortaban a personas vivas.  Durante el tiempo que estuve en el Herald, también fui editor de The Journal of Abdominal Surgery. En corto tiempo fui nombrado el editor del área de ciencia del Herald.

Publiqué dos libros de bolsillo sobre enfermería y uno de ellos se convirtió en la novela que aparece en la contraportada de la Reedbook Magazine.  Además, empecé a escribir artículos libres sobre medicina y ciencia, publicados por The Saturday Evening Post, Coronet, The Saturday Review, The Reporter, Medical World News, Medical Tribune y en otros periódicos.

Yo nunca perdí mi sueño de convertirme en un novelista más serio, escribí un bosquejo de novela y se lo entregué a Patricia Schartle, mi agente literaria.  Para mi alegría y temor, ella volvió  con  un contrato de una editorial que ofrecía un pequeño financiamiento por un año para escribir, esto nos enfrentó a Lorraine y a mí a una difícil decisión, pues para ese tiempo nuestro matrimonio había sido bendecido con tres maravillosos hijos, teníamos que pagar la hipoteca, los carros y todos los usuales gastos en los hijos: educación, salud, vestido, lo que Zorba El Griego habría llamado  “toda la catástrofe”.  Pero en ese momento, como ahora, Lorraine comprobó que sabía ser la esposa de un escritor, “si quieres hacerlo, hazlo” me dijo.


El Rabino, inspirado en mis experiencias como miembro de una familia judío americana obtuvo excelentes críticas y estuvo en la lista de los libros más vendidos por el New York Times durante 26 semanas. Mi segundo  libro fue El Comité de la Muerte, acerca de los años de formación de tres jóvenes médicos dentro de un Hospital para prácticas de Boston.  Como parte del proceso de investigación, asistí a conferencias sobre mortalidad en dos de los más importantes hospitales de Boston.

Después de varios años de publicar en La Opinión Psiquiátrica, me pidieron publicar una investigación exhaustiva sobre el stress humano.  Para esto, formé una junta editorial internacional de alto nivel con renombrados científicos y publiqué “The Journal of Human Stress”.  En poco tiempo, me di cuenta que estaba teniendo un exceso de oportunidades en el campo de la investigación, me encantó hacer las dos publicaciones, pero esto no me permitía seguir escribiendo novelas, por esto, en 1975 mi esposa empezó a cargar con el peso de las publicaciones científicas, liberándome a mí para escribir El Diamante de Jerusalén, la historia de una piedra preciosa y la vida de las personas que fueron afectadas por ella.


Nuestra casa en Framingham me permitió tener dos ocupaciones que me llenaron de satisfacción mientras no escribía: la pesca y la horticultura.  El Sudbury River, con sus maravillosas truchas, estaba a minutos de casa y además, me convertí en un jardinero dedicado. Nuestra casa estaba construida sobre muy buen suelo, inclusive durante un tiempo el terreno fue una huerta de manzanas. Recordé los momentos maravillosos que había vivido mi familia durante la Segunda Guerra Mundial en el jardín de mi padre, denominado Jardín Victoria, cultivado en patio trasero de nuestra casa en Worcester. Mi jardín en Framingham crecía cada año.


Nos mudamos a Ashfield y la ciudad me encantó, trabajé en un pequeño espacio sobre la cochera de nuestra casa, desde allí tenía vista a las montañas, era un lugar con ambiente pacífico para escribir. En este lugar hice un bosquejo y luego escribí una trilogía sobre las diferentes generaciones de la familia Cole, una dinastía de médicos que data del siglo XI.  El primer libro de la trilogía fue El Médico, en este libro se sigue la vida de Robert Cole desde su infancia en Inglaterra, pasando por Europa hacia una escuela árabe de medicina en Persia y más allá.  La segunda novela de la serie fue Shaman, en esta Robert Judson Cole viene de su nativa Escocia a la frontera americana, en este lugar él tiene que enfrentarse a las depravaciones contra los indios y la guerra civil de los Estados Unidos de Norte América.  En el tercer libro de la serie, denominado “La Doctora Cole”, la doctora Roberta Cole debe lidiar con los desafíos con los que cualquier médico joven se enfrenta en estos tiempos. 

Me gusta pensar que alcancé mi mayoría de edad como un contador de historias con mi cuarto libro “El Médico”. Su publicación tuvo muy mala suerte al coincidir con el momento en que mi editor abandonó la compañía para trabajar en otra.  Había escuchado que era terrible que un autor se quedara “huérfano” en una editorial de esta manera, pero nunca lo creí, siempre pensé que si un libro era lo suficientemente bueno se abriría paso por sí mismo. Lo cierto es que El Médico vendió 10,000 copias en los Estados Unidos, fue un desastre para una novela y mi corazón estaba destrozado.

Aproximadamente un año después, un publicista alemán llamado Karl H.Blessing leyó el libro en Nueva York, le encantó y lo compró. Se aseguró que cada dependiente de una librería en Alemania tuviera una copia y el resultado fue un fenómeno de ventas de “El Médico” en ese país, las ventas llegaban a los 8 millones de copias. Al  mismo tiempo un fenómeno similar ocurría en España, y a medida las noticias de este éxito llegaban al resto de Europa, todos los demás países se iban uniendo, teniendo como resultado que “El Médico” ha sido el libro que se ha vendido más entre los ocho libros que he publicado.

Escribí “El Médico” basando mi investigación en libros, para mis dos últimos libros “El Último Judío” y “La Bodega” fui afortunado de poder hacer varios viajes a España para investigación.  Las calles y escenarios de la vieja Girona han cambiado muy poco. Mi viaje a Toledo me ayudó mucho al visitar los lugares exactos sobre los que estaba escribiendo.



Considero que la vida de escritor trae consigo algunos momentos difíciles, que sin duda Lorraine y yo hemos tenido que pasar, pero me siento afortunado por la aceptación que he recibido como escritor, yo soñé convertirme en un periodista y escritor, y eso fue lo que fui.

Fuente: www.noahgordonbooks.com

5 comentarios :

  1. Que autobiografía más linda. Se nota que el tipo es un escritor con los pies en el suelo, sin mayores egos que las tapas de sus libros y con un sincero afecto a su familia presente y pasada y a sus raíces.
    Gracias Karlita por el esfuerzo de traducción que hiciste con este post. Dan ganas de leerlo una y otra vez... ¡Buen trabajo moderadora! ;)

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  2. "Se nota que el tipo es un escritor con los pies en el suelo, sin mayores egos que las tapas de sus libros y con un sincero afecto a su familia presente y pasada y a sus raíces."

    Se te quedó por añadir: igual que Neruda.

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  3. Jaja. Es cierto. Se entendió.

    Propongo otorgar a Noah Gordon el Primer Premio Judith al Escritor Limpio de Inmoralidades Amorosas. Nos costó encontrar uno, pero ahora que lo hemos encontrado y ha pasado el estricto control de calidad Judith9000:20001, hay que darle un reconocimiento :-)

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  4. Sería algo así como el PREJUELIA... JAJAJAJA

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