Yo nací el 11 de noviembre
de 1926. Pasaron muchas cosas ese año. Al Smith fue electo gobernador de Nueva
York y mucha gente tenía la esperanza de que él se convirtiera en el primer
presidente católico de los fue nombrado
cabeza de la sucursal de Berlin de un grupo político sin una descripción, el
partido Nazi. En Italia, el dictador
Benito Mussolini volvió a instaurar la pena capital. Henry Ford estableció el precio de
su modelo T en $350 y la gente murmuraba acerca de las primeras películas con
movimiento y sonido, las películas “habladas”. El ingreso promedio percapita anual era de $1313. Una
hogaza de pan costaba $0.09 y un galón de gasolina $0.10.
Estados Unidos. En Alemania, Paul Joseph Goebbels
En un apartamento de la calle Providence en Worcester,
Massachusetts, el Día del Armisticio, La esposa de Robert Gordon dio a luz a su
segundo hijo en su casa. Fui llamado
Noah en memoria a mi abuelo, Noah Melnikoff, quien había muerto unos pocos
meses antes. El había sido un
encuadernador y, como decían todos, un hombre maravilloso. Su viuda, mi abuela,
Sarah Melnikoff, vivió el resto de sus años de vida con nosotros y fue como una
segunda madre para mí.
Crecí en un barrio de gente de clase trabajadora de
Worcester. No recuerdo en qué año fue tomada esta foto en el Union High School,
en la calle Dorchester. Tal vez cuando
estaba en tercer grado. Soy el pequeño chico en la segunda fila desde el
frente, quinto desde la derecha (parado junto a las chicas).
Esta foto es de unos pocos años después. Yo tenía 15
años y era estudiante del Grafton Street Junior High School cuando Estados
Unidos entró en guerra. Recuerdo sentirme seguro de que la batalla se
terminaría antes que yo tuviera la edad necesaria para ser reclutado, pero los
años de matanzas sangrientas pasaban uno tras otro y para febrero de 1945 los
combates seguían igual de cruentos, justo cuando yo me estaba graduando del Clasical
High School.
Yo quería prestar servicio en la naval, pero usaba
antejos y no sabía distinguir los colores.
Había escuchado que si alguien se ofrecía como voluntario para el campo,
el podía elegir servir en la naval. Así que me ofrecí como voluntario y en
pocos días era parte de las filas de la Infantería de los Estados Unidos.
Después del
entrenamiento básico de la compañía A del batallón 26 de entrenamiento de
infantería, en el Camp Croft, South Carolina, fui enviado al batallón "Replacement
Depot #2” en Fort Ord, California. Nos
dieron jabón de agua salada y nuestros paquetes de provisiones y marchamos
hacia los buses mientras la banda tocaba, nuestra sorpresa fue que en vez de
llevarnos a los barcos, los buses nos llevaron al presidio de Monterrey. Después
me di cuenta que fuimos destinados a formar parte de JASCO (Join Assault Signal
Companies), JASCO estaba conformada por oficiales de infantería entrenados a
cubrir a los oficiales del Signal Corps mientras estos establecían sus primeras
comunicaciones durante las primeras invasiones. Los Estados Unidos se preparaba
para invadir Japón. Pero de repente armamento de última generación fue lanzado
sobre Hiroshima y Nagasaki, y la guerra se terminó. Terminé mi servicio sin
heroísmo como un oficial del ejército en
un trabajo aburrido en San Francisco, agradecido de que sobreviví y que nunca
tuve que matar a un ser humano.
Junto con millones de otros
nuevos civiles, luego de terminada la guerra, dimos gracias por el programa para
veteranos de la fuerza armada (GI BILL) y me fui a la universidad. Mis padres,
que jamás hubieran podido pagarme una
carrera de medicina, nunca me presionaron por estudiarla. La profesión en
medicina representaban el tipo de seguro financiero que mi familia nunca tuvo,
y ellos sabían que en algunos de los
campos de concentración los médicos son los últimos judíos que eran enviados a las cámaras de gas. Yo,
de hecho, cursé un curso pre-médico por un semestre y luego cambié mis estudios
al periodismo sin decirle a mi madre y mi padre. Desde que era un niño siempre
albergue dos ambiciones: Quería escribir en un periódico y anhelaba escribir el
tipo de novelas que me hacían amar los libros. A mediados de mi carrera en la
Universidad de Boston, conocí a una estudiante de Clark University llamada
Lorraine Seay. Después de esto, el mundo nunca fue igual.
.
En 1950 me gradué de “Bachelor
of Science in Journalism degree”. El
siguiente año hice una maestría en Inglés y escritura creativa siempre en la
Universidad de Boston y Lorraine obtuvo su título de Bachiller en Artes con grado
en Alemán de la Universidad de Clark. Me
fui a Nueva York y obtuve un trabajo como editor junior en el departamento de
publicaciones de Avon Publishing Co y Lorraine y yo nos casamos. Trabajé en Avon dos años y luego en una
revista pequeña llamada Focus.
Pensamos que era romántico vivir con muebles armables
en un pequeño ático en Brooklyn, como vivían los poetas en un desván de París,
pero cuando nació nuestro primer hijo empezamos a añorar nuestra casa y
regresamos a Massachusetts.
Después de un año tratando de sobrevivir como un
periodista libre, me fui a trabajar como reportero del periódico de mi pueblo, The
Worcester Telegram, éste fue el inicio de una vida de satisfacciones laborales. En 1959 fui contratado por el Boston Herald,
que era un periódico de circulación matutina.
Por un tiempo, fui un reportero que cubría temas generales, pero
estábamos en una época de adelantos en el área de medicina y ciencia, y empecé
a soñar con obtener reportajes asignados sobre estos temas. El Dr. Richard Ford, encargado del
departamento de patología de la escuela de medicina de Harvard, me invitó a
observar varias autopsias y hacer
preguntas, fue allí que me gradué en vestirme de enfermero y pararme junto a
cirujanos que cortaban a personas vivas.
Durante el tiempo que estuve en el Herald, también fui editor de The
Journal of Abdominal Surgery. En corto tiempo fui nombrado el editor del área
de ciencia del Herald.
Publiqué dos libros de bolsillo sobre enfermería y uno
de ellos se convirtió en la novela que aparece en la contraportada de la
Reedbook Magazine. Además, empecé a
escribir artículos libres sobre medicina y ciencia, publicados por The Saturday
Evening Post, Coronet, The Saturday Review, The Reporter, Medical World News,
Medical Tribune y en otros periódicos.
Yo nunca perdí mi sueño de convertirme en un novelista
más serio, escribí un bosquejo de novela y se lo entregué a Patricia Schartle,
mi agente literaria. Para mi alegría y
temor, ella volvió con un contrato de una editorial que ofrecía un pequeño
financiamiento por un año para escribir, esto nos enfrentó a Lorraine y a mí a
una difícil decisión, pues para ese tiempo nuestro matrimonio había sido bendecido
con tres maravillosos hijos, teníamos que pagar la hipoteca, los carros y todos
los usuales gastos en los hijos: educación, salud, vestido, lo que Zorba El
Griego habría llamado “toda la
catástrofe”. Pero en ese momento, como
ahora, Lorraine comprobó que sabía ser la esposa de un escritor, “si quieres
hacerlo, hazlo” me dijo.
El Rabino, inspirado en mis experiencias como miembro de una
familia judío americana obtuvo excelentes críticas y estuvo en la lista de los
libros más vendidos por el New York Times durante 26 semanas. Mi segundo libro fue El Comité de la Muerte, acerca de
los años de formación de tres jóvenes médicos dentro de un Hospital para prácticas
de Boston. Como parte del proceso de
investigación, asistí a conferencias sobre mortalidad en dos de los más
importantes hospitales de Boston.
Después de varios años de publicar en La Opinión Psiquiátrica, me pidieron
publicar una investigación exhaustiva sobre el stress humano. Para esto, formé una junta editorial
internacional de alto nivel con renombrados científicos y publiqué “The Journal
of Human Stress”. En poco tiempo, me di
cuenta que estaba teniendo un exceso de oportunidades en el campo de la
investigación, me encantó hacer las dos publicaciones, pero esto no me permitía
seguir escribiendo novelas, por esto, en 1975 mi esposa empezó a cargar con el
peso de las publicaciones científicas, liberándome a mí para escribir El Diamante de Jerusalén, la historia de
una piedra preciosa y la vida de las personas que fueron afectadas por ella.
Nuestra casa en Framingham me permitió tener dos
ocupaciones que me llenaron de satisfacción mientras no escribía: la pesca y la horticultura. El Sudbury River, con sus maravillosas
truchas, estaba a minutos de casa y además, me convertí en un jardinero
dedicado. Nuestra casa estaba construida sobre muy buen suelo, inclusive
durante un tiempo el terreno fue una huerta de manzanas. Recordé los momentos
maravillosos que había vivido mi familia durante la Segunda Guerra Mundial en
el jardín de mi padre, denominado Jardín Victoria, cultivado en patio trasero
de nuestra casa en Worcester. Mi jardín en Framingham crecía cada año.
Nos mudamos a Ashfield y la ciudad me encantó, trabajé
en un pequeño espacio sobre la cochera de nuestra casa, desde allí tenía vista
a las montañas, era un lugar con ambiente pacífico para escribir. En este lugar
hice un bosquejo y luego escribí una trilogía sobre las diferentes generaciones
de la familia Cole, una dinastía de médicos que data del siglo XI. El primer libro de la trilogía fue El Médico, en este libro se sigue la
vida de Robert Cole desde su infancia en Inglaterra, pasando por Europa hacia
una escuela árabe de medicina en Persia y más allá. La segunda novela de la serie fue Shaman, en esta Robert Judson Cole viene
de su nativa Escocia a la frontera americana, en este lugar él tiene que enfrentarse
a las depravaciones contra los indios y la guerra civil de los Estados Unidos
de Norte América. En el tercer libro de
la serie, denominado “La Doctora Cole”, la doctora Roberta Cole debe lidiar con
los desafíos con los que cualquier médico joven se enfrenta en estos tiempos.
Me gusta pensar que alcancé mi mayoría de edad como un
contador de historias con mi cuarto libro “El Médico”. Su publicación tuvo muy
mala suerte al coincidir con el momento en que mi editor abandonó la compañía
para trabajar en otra. Había escuchado
que era terrible que un autor se quedara “huérfano” en una editorial de esta
manera, pero nunca lo creí, siempre pensé que si un libro era lo suficientemente
bueno se abriría paso por sí mismo. Lo cierto es que El Médico vendió 10,000
copias en los Estados Unidos, fue un desastre para una novela y mi corazón
estaba destrozado.
Aproximadamente un año después, un publicista alemán
llamado Karl H.Blessing leyó el libro en Nueva York, le encantó y lo compró. Se
aseguró que cada dependiente de una librería en Alemania tuviera una copia y el
resultado fue un fenómeno de ventas de “El Médico” en ese país, las ventas
llegaban a los 8 millones de copias. Al
mismo tiempo un fenómeno similar ocurría en España, y a medida las
noticias de este éxito llegaban al resto de Europa, todos los demás países se
iban uniendo, teniendo como resultado que “El Médico” ha sido el libro que se
ha vendido más entre los ocho libros que he publicado.
Escribí “El Médico” basando mi investigación en
libros, para mis dos últimos libros “El Último Judío” y “La Bodega” fui
afortunado de poder hacer varios viajes a España para investigación. Las calles y escenarios de la vieja Girona han
cambiado muy poco. Mi viaje a Toledo me ayudó mucho al visitar los
lugares exactos sobre los que estaba escribiendo.
Considero que la vida de escritor trae consigo algunos
momentos difíciles, que sin duda Lorraine y yo hemos tenido que pasar, pero me
siento afortunado por la aceptación que he recibido como escritor, yo soñé convertirme
en un periodista y escritor, y eso fue lo que fui.
Fuente: www.noahgordonbooks.com
Fuente: www.noahgordonbooks.com
Que autobiografía más linda. Se nota que el tipo es un escritor con los pies en el suelo, sin mayores egos que las tapas de sus libros y con un sincero afecto a su familia presente y pasada y a sus raíces.
ResponderEliminarGracias Karlita por el esfuerzo de traducción que hiciste con este post. Dan ganas de leerlo una y otra vez... ¡Buen trabajo moderadora! ;)
"Se nota que el tipo es un escritor con los pies en el suelo, sin mayores egos que las tapas de sus libros y con un sincero afecto a su familia presente y pasada y a sus raíces."
ResponderEliminarSe te quedó por añadir: igual que Neruda.
¡Pero se entendió! ;)
ResponderEliminarJaja. Es cierto. Se entendió.
ResponderEliminarPropongo otorgar a Noah Gordon el Primer Premio Judith al Escritor Limpio de Inmoralidades Amorosas. Nos costó encontrar uno, pero ahora que lo hemos encontrado y ha pasado el estricto control de calidad Judith9000:20001, hay que darle un reconocimiento :-)
Sería algo así como el PREJUELIA... JAJAJAJA
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