Por supuesto que no espero que la película replique paso a paso los dos libros de Mo Yan en los que se basa (Sorgo Rojo y Vino de Sorgo). Estoy consciente de cuan habitual es que guionistas y directores se tomen licencias y hagan considerables modificaciones en la historia y los personajes. Sé bien que el sentido del tiempo y el ritmo de la historia no pueden ser los mismos, y que los consumidores de películas no son necesariamente los mismos que leen los libros.
Sin embargo, creo que en la opera prima de Zhang Yimou, Premio Oso de Oro de 1988, ninguno de los personajes se asemeja lo suficiente a los construidos por Mo Yan, premio Nobel de Literatura 2012. El desarrollo de la historia también queda a deber.
Un comandante Yu que se asemeja más a una caricatura que a un héroe. Una joven ama débil y sumisa, muy distante de la fuerte y sagaz Dai Fenglian del libro. Un tío Arhat con mucho menos peso en la historia. Un Dou Guan demasiado pequeño. Un Cuello manchado más revolucionario que bandido. Y luego las ausencias: No hay Bella, no hay Ren, no hay Juez Cao, no hay señora Liu, para mencionar sólo algunos.
No hay cabeza de perro, salomónicos juicios por gallinas ni brutales batallas épicas. Apenas si se muestra la afrenta a los padres avarientos, las masacres que rayaban en el genocidio y la resistencia acérrima y enconada, pero desgraciadamente fragmentada de los habitantes de Gaomi Noreste contra la ocupación japonesa. Acaso el mismo aparato propagandístico gubernamental que se esforzó por esconder tantas cosas de los ojos del mundo durante los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 (en la que Zhang Yimou dirigió la majestuosa inauguración), también incidió en que se impusiera la utilización de escenarios y costumbres de la vida rural y de la naturaleza, y evitó que el primitivismo violento y los conflictos de valores que encontramos en la lectura se mostrarán abiertamente en el cine.
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Ya al hacer un análisis completo de la obra, incluyendo los tres libros restantes de los cinco que componen Sorgo Rojo, me parece que el tercero (Vida de perros) baja considerablemente de calidad con respecto a los primeros dos (Sorgo rojo y Vino de sorgo), mejora en el cuarto libro (Funeral en el sorgo) y creo que el quinto (Muerte extraña) vuelve a ser tan bueno como los del inicio. En el global le doy 9 de 10 puntos, así de bueno me pareció.
En general, Sorgo rojo es violento, cruel, grotesco, salvaje y desgarrador; pero también es emotivo, conmovedor, inspirador y apabullante. El Yin y el Yan plasmados a partes iguales y equilibradas en cada frase, combinando magistralmente lo bello con lo grotesco, lo humano con lo bestial, lo penoso con lo reverencial, lo viejo con lo nuevo, lo bueno con lo malo y lo brutal con lo poético.
Personajes sólidos y relatos bien construidos, idas y vueltas en el tiempo y relatos en que se traslapan y confluyen dos y hasta tres generaciones. Descripciones verbalmente escuetas pero poderosamente gráficas que se imprimen en la mente y la memoria del lector, en una forma estética brutal e impactante. Mo Yan también evidencia algo de su influencia occidental en ese estilo narrativo que recuerda a García Márquez, cuando no tiene reparo alguno en revelar el final de un personaje mientras aun no termina de desarrollar su historia. Llega incluso a construir personajes atractivos e interesantes que enganchan al lector, y entonces los mata sin remordimientos apenas unas páginas después. Es probable que una de las pocas quejas que tengamos después de leerlo sea que Mo Yan abandona personajes y deja historias inconclusas. Quizás se resguarda en el hecho de que ofrece alguna pista y da algunos detalles que el lector deberá conectar para intentar rellenar el "eslabón perdido". Sin embargo, en el balance, me declaro satisfecho de la lectura. De hecho, estoy muy interesado en leer más de Mo Yan.
Algunos de los tópicos abordados de manera particular en el libro:
LA BELLEZA EN SORGO ROJO
Mo Yan parece ver belleza en donde nadie más la ve. Sólo él puede mencionar el macabro episodio del desuello y la amputación, destacando la bandeja con "las orejas pálidas y bonitas del tío Arhat". Llegar a decir con naturalidad que "de su cuello saltó un chorro de bonita sangre roja, suave y fluida, como las plumas de las alas de un pájaro". O hacer la remembranza de que "un año antes, habían encontrado flotando en el río Negro cadáveres putrefactos de docenas de mulas, varados entre los juncos y las hierbas, en las aguas bajas y junto a los bancos de arena; sus vientres hinchados, quemados por el sol, reventaban, estallaban, descubriendo las relucientes vísceras, que se abrían como bellas flores, mientras dejaban que un oscuro líquido verdoso se derramase en la corriente".
¿Dónde reside la belleza sino en los ojos que la ven?
Recuerdo la secuencia entre Jane Burnham y Ricky Fitts en American Beauty (1999):
Jane: ¿Eso es un funeral?
Ricky: Sí. ¿Has conocido a alguien que haya muerto?
Jane: No, ¿y tú?
Ricky: No. Pero sí vi a una vagabunda que murió congelada. La vi tumbada en la acera. parecía muy triste. tengo a la vagabunda grabada en el vídeo.
Jane: ¿Por qué grabaste eso?
Ricky: Porque era asombroso.
Jane: ¿Qué tenía de asombroso?
Ricky: Cuando ves algo así es como si Dios te mirase a los ojos por un instante. Y, si estas atento, puedes devolverle la mirada.
Jane: ¿Y qué ves?
Ricky: Belleza.
LA MUERTE EN SORGO ROJO
La ostentosa parafernalia de los funerales en tiempos de paz y bonanza, contrastante con el humilde funeral en el sorgo que los insufribles tiempos de guerra provocaron; más distante aun del macabro espectáculo de los cuerpos esparcidos en pedazos luego de la batalla, desmembrados y desgarrados por las jaurías de perros, tan lejano del perturbador pozo de los niños que no tenían edad para ser enterrados; dan muestra de la particular forma en que se aborda la muerte en la sociedad china del siglo XX, donde milenios de tradición se encuentran de golpe con la "modernidad" de las revoluciones con granadas y ametralladoras.
No obstante, al final concluimos que la muerte es justa y nos iguala. "En una noche de tormenta", nos narra Mo Yan, "un rayo abrió una fosa común en la que estaban enterrados comunistas, nacionalistas, labriegos, japoneses y soldados colaboracionistas —se la llamaba Tumba de todas las Almas—, esparciendo en una superficie de diez metros huesos cubiertos de podredumbre, que quedaron lavados por la lluvia y adquirieron un tétrico color blanco."
Debo resaltar que de entre las múltiples muertes descritas con la misma crudeza y naturalidad con que describe la vida, me quedo con los últimos momentos de la abuela mal herida, una fantástica transición que ni siquiera voy a contaminar con mi comentario y que mejor transcribo literalmente:
"Escucha la música del universo que, uno tras otro, producen los tallos del sorgo rojo. Mira las plantas y, a través de su visión borrosa, esos tallos se vuelven maravillosa e inefablemente bellos, grotescos y especiales: empiezan a gemir, a retorcerse, a gritar, a entrelazarse a su alrededor; por un instante parecen demonios y, de inmediato, buenos amigos y a los ojos de la abuela se retuercen como serpientes. Después, de pronto, se abren en espigas y ella no tiene palabras para describir aquel fulgor. Son rojos y verdes, negros y blancos, azules y verdes; ríen de todo corazón, lloran sin consuelo. Sus lágrimas son gotas de lluvia que caen en la ribera desolada del corazón de la abuela.
El cielo azul brilla a través de los tallos de sorgo. El cielo está tan alto y, a la vez, tan bajo. La abuela siente que el cielo y la tierra, el hombre y el sorgo están abrazados, refugiados bajo un dosel gigantesco. Las nubes blancas rozan las espigas de sorgo y su cara, haciendo resonar los bordes ásperos. La sombra acompaña el paso tranquilo de las nubes por el cielo. Una bandada de tórtolas baja y se posa sobre las espigas; su arrullo despierta a la abuela, que pronto distingue sus formas. Los ojos rojos de las tórtolas, tan grandes como semillas de sorgo, están fijos en ella. Les sonríe con verdadero afecto y ellas le devuelven la sonrisa, advirtiendo el amor ardiente por la vida de alguien que se niega a abandonarla. ¡Bonitas mías!, grita. ¡No quiero dejaros! Las tórtolas picotean deprisa las semillas de sorgo en respuesta a ese grito callado. Una a una tragan las semillas que han arrancado y sus buches se expanden poco a poco; sus plumas comienzan a abrirse como los pétalos bajo el viento y la lluvia.
¡Las tórtolas! Tranquilamente posadas en los restos de las plantas de sorgo, arrancadas de sus nidos por las tormentas de la guerra, las tórtolas observaban a la abuela como si llorasen su muerte cercana.
Los ojos de la abuela se fijaron una vez más en las tórtolas que, al emprender el vuelo, produjeron una melodía familiar. Se remontaron en el cielo inmenso y azul, llenándolo con su aleteo. La abuela comenzó a elevarse flotando, para unirse a ellas, desplegando sus alas recién brotadas, para describir círculos, ingrávida, por encima de la tierra negra y los tallos de sorgo. Mira con melancolía las ruinas de su aldea, allá abajo, junto al río tortuoso, entre las sendas y veredas que se cruzan; su mirada barre la escena caótica de proyectiles que perforan el cielo y de apiñadas criaturas que, en las encrucijadas, vacilan entre la vida y la muerte. Por última vez huele el aroma del vino de sorgo y el olor acre de la sangre tibia. Una escena que nunca había presenciado se dibuja en su mente: en medio de una ráfaga de ametralladora, cientos de aldeanos vecinos, con sus ropas destrozadas, yacen en el campo de sorgo con los brazos y las piernas agitados en una danza macabra...
El último hilo que la une a la humanidad está a punto de cortarse; toda sus melancolías, todos sus dolores, ansiedades y desalientos caen al suelo, golpeando el sorgo como una lluvia de granizo y se hunden en la tierra negra para arraigar y dar la vida al fruto amargo de las generaciones futuras.
La abuela ha conseguido su liberación. Se aleja volando con las tórtolas. Sus pensamientos, encogidos, no ocupan más espacio que el de un puño y están henchidos de alegría, paz, tibieza, bienestar y armonía. Se siente feliz. Con devoción genuina dice:
—¡Cielo! Mi Cielo..."
EL AMOR EN SORGO ROJO
"¿Qué es el amor? Cada uno tiene su propia respuesta. Pero esta emoción demoníaca ha domado a más hombres valientes y a más niñas bonitas y listas de los que se puedan contar. Con la base de la romántica historia del abuelo, los amores tempestuosos de mi padre y el desierto incoloro de mis propias experiencias amorosas, he elaborado un esquema del amor que se aplica tan sólo a tres generaciones de mi familia.
El primer ingrediente del amor —fanatismo— se compone de un sufrimiento desgarrador: un líquido semejante a la savia del pino mana del corazón herido y la sangre del sufrimiento fluye del estómago, atraviesa las entrañas y los intestinos y sale del cuerpo en forma de heces de la consistencia del alquitrán. El segundo ingrediente —crueldad— se compone de crítica despiadada: cada integrante de la pareja enamorada quiere desollar vivo al otro, física y psicológicamente, espiritual y materialmente. Surge la necesidad de destrozar las venas, los músculos y todos los órganos internos palpitantes, incluido el corazón, ya sea negro o rojo. Después se tiran a la cabeza los respectivos corazones, que chocan y se rompen en pedazos. El tercer ingrediente —frigidez— se compone de un silencio largo y pesado. Las emociones heladas hacen que la persona en amores se convierta en una estaca de hielo, primero helada en el aire, después en la nieve, a continuación en las aguas gélidas de un río y, por fin, en un congelador moderno, donde está junto a la carne de cerdo y al pescado congelado. De modo que las caras de las personas que están enamoradas de verdad se cubren de hielo blanquecino y la temperatura de su cuerpo es de veinticinco grados. Los dientes les castañetean con tal violencia que no pueden hablar: querrían hacerlo, pero ya no pueden, aunque los demás piensen que fingen que son mudos.
Y así es que el amor fanático, cruel, frígido es sencillamente una sangría interna, desollarse vivos y fingirse mudos. Un círculo vicioso.
El proceso del amor es el proceso de la sangre que se convierte en heces de color del alquitrán; la expresión del amor son dos personas cuya carne y cuya sangre se confunden cuando están juntos y el resultado del amor son dos estacas heladas de ojos inexpresivos y fijos."
¿Podíamos esperar una descripción menos cruel del amor, si viene del mismo Mo Yan que cuenta que "el aire se llenó del olor de la sangre coagulada y los pedazos de los cuerpos granizaron sobre los asistentes como tiernas expresiones de amor"?
LA DEMOCRACIA EN SORGO ROJO
Un par de críticas intervenciones le valieron a Cinco Penas para convertirse en mi personaje favorito:
"¡Ni del Partido comunista ni del Kuomintang! ¡Los odio a los dos! ¡Lo que yo digo es que China necesita un emperador! He leído la Novela de tres reinos y Los bandidos de los pantanos cuando era joven y lo tengo todo muy claro: las luchas van y vienen, largos períodos de división preceden a la unidad y largos períodos de unidad preceden a la división, pero el país siempre cae en las manos de un emperador. El país es la familia del emperador, la familia es el país del emperador.
Por eso él gobierna con todo su corazón. Pero si un partido político está en el poder, cada uno tiene su propia idea: el abuelito dice que hace demasiado frío, la abuelita se queja de que hace mucho calor y todo se fastidia."
LOS ANTEPASADOS EN SORGO ROJO
Una constante en el libro es la forma en que el narrador venera a sus antepasados y se avergüenza de la gente de su propia generación, a los que considera siluetas pálidas en comparación con sus ancestros. En algún momento se dirige a su abuela expresando que "comparado contigo, creo que soy como un piojo marchito que ha pasado hambre durante tres largos años". Hacia el final del libro, durante su visita a las tumbas de sus ancestros, alucina con que la abuela segunda emerge de su tumba y lo reprende:
"Tú no eres mi verdadero nieto. ¡Mírate en el espejo! ¡Nieto —dice la abuela segunda con magnanimidad—, vuelve a tu tierra! Estás perdido si no lo haces. Sé que no quieres, sé que tienes miedo a las moscas, miedo a las nubes de mosquitos, miedo a las serpientes sin patas que se deslizan por el suelo húmedo en que crece el sorgo. Tú reverencias a los héroes y desprecias a los villanos, pero ¿quién entre nosotros no es 'el más heroico y el más cobarde'? Ahora estás ante mí y percibo ese olor de conejo que traes de la ciudad. Rápido, métete en el río Negro y remójate tres días y tres noches... ¡Lo que me preocupa es que, cuando el barbo del río beba ese tufo que saldrá de tu cuerpo, puedan crecerle a él orejas de conejo!"
Quizá la postura de Mo Yan hacia su régimen sea más crítica de lo que nosotros pensamos. Comparar a la gente de las ciudades chinas de hoy con conejos timoratos, no deja de ser una crítica sutil al resultado de décadas de gobierno revolucionario de ideales progresistas. Mo Yan parece decirnos que en cambio van para atrás.
Es curioso que luego de contar con detalles un misterioso episodio de posesión demoníaca donde una criatura maligna habla a través del cuerpo muerto de la abuela segunda: el narrador se confiese en una condición semejante de extravío y ausencia de autocontrol: "Lo que me asusta es que mis ojos, también, tendrán una mirada semejante de inteligencia; que mi boca, también, dirá palabras que otros han repetido, repitiendo a su vez las de otros," ¿Se puede hacer de eso una lectura alusiva a la pérdida de la voz por una sociedad sin más opinión que la oficial, una en la que el escritor decide adoptar un seudónimo que significa "No hables"?
Finalmente, Mo Yan protesta por la tendencia a la extinción del sorgo rojo, reemplazado por el sorgo híbrido, al que considera impostor, falso, contaminante y odioso; una metáfora de las dos razas, una a la que corresponden sus ancestros venerables, otra en la que clasifica a sus contemporáneos despreciables.
"Dios, cuánto desprecio al sorgo híbrido.
Parece que el sorgo híbrido no madurase jamás. Sus ojos de color gris verdoso jamás se ven totalmente abiertos. Estoy de pie delante de la tumba de la abuela segunda y miro a estos infames hijoputas, unos altos, otros bajos, que ocupan el dominio del sorgo rojo. Llevan el nombre del sorgo, pero están privados de sus tallos altos y rectos; llevan el nombre del sorgo, pero están privados del color del sorgo. Les falta el espíritu y el aspecto del sorgo. Contaminan el aire puro del municipio de Gaomi Noreste con sus caras oscuras, opacas, ambiguas, largas, estrechas.
Verme rodeado de sorgo híbrido despierta en mí una fuerte sensación de extravío.
Rodeado por el sorgo híbrido, cuyas hojas que semejan serpientes se entrelazan en torno a mi cuerpo, cuyo invasivo verde oscuro envenena mis pensamientos, siento que me atan cadenas de las que no puedo librarme; jadeo y gimo y, como no puedo liberarme de mis sufrimientos, me hundo en las profundidades de la desesperación."
Parece que también en nuestro lado del mundo, nuestras generaciones indolentes, apáticas, grises y de tratos virtuales distantes e impersonales, no resultan exentas del mismo juicio que Mo Yan hace de los suyos en su propia tierra. Acaso nuestros ancestros también nos reclamarían que ignoremos o releguemos al olvido su legado. Quizá debamos hacer nuestra la reflexión final de Sorgo rojo y el juicio de los que nos precedieron al entregar sus cuerpos al suelo del que nosotros emergemos como frutos amargos:
"Los fantasmas de mi familia me envían un mensaje para que vea la salida del laberinto:
Tú, muchacho lastimoso, frágil, suspicaz, obcecadamente retorcido, que tienes el alma hechizada por un vino venenoso, baja al río Negro y remójate en sus aguas tres días y tres noches —recuerda, ni un día más ni un día menos— para limpiar tu cuerpo y tu alma. Después puedes volver al mundo real."
Excelente post, Henry, que logra capturar el espíritu de la novela con fidelidad.
ResponderEliminarMuchas gracias Chent, me parecía que un libro que disfruté tanto, merecía una entrada a manera de resumen ;)
ResponderEliminarHenry muy buen resumen del mejor libro que llevamos en este año (aunque no es que la tuviera tan difícil, compitiendo con los anteriores).
ResponderEliminarEn lo Personal me gusto mucho Sorgo Rojo y a pesar de ser tan sangriento y salvaje esta lleno de belleza y eso lo hace interesante, como bien dices en tu post, para mi gusto quedo debiendo la conclusión de algunas historias y es una de las pocas cosas que puedo reclamar del libro, pues el narrador lo plantea como la historia de 3 generaciones de su familia y en realidad solo cuenta la vida de la primera,(el abuelo y las 3 abuelas) con unas breves pinceladas de sus padres y absolutamente nada sobre él, me hubiera gustado más conocer la historia de Bella y Douguan, como en realidad llegaron a ser pareja, como enfrentaron ellos la ocupación japonesa, como tuvieron hijos etc. Y a pesar de que como dices no tiene reparo en revelar el final de un personaje mientras aun no termina de desarrollar su historia (lo cual agradezco, por que sino me hubiera mantenido en una gran zozobra pensando que morían en cualquier momento Douguan, Yu y Bella), no dice nunca el verdadero fin del comandante Yu me quede con muchas ganas de saber como y cuando muere.
Un interesante artículo que nos hace comprender la China del libro, con un enfoque evolutivo e histórico similar al mío con los asquenazís
ResponderEliminarhttp://www.theamericanconservative.com/articles/how-social-darwinism-made-modern-china-248/
Muchas gracias por tu comentario Stephanie!
ResponderEliminarY muchas gracias Chent, por el artículo que nos compartes. Sin duda el despegue económico chino, sus raíces, implicaciones y consecuencias, dan abundante material para interesantes debates.
Quizás el enfoque aplicado por Gregory Cochran y Henry Harpending a la comunidad de judía ashkenazi (el aislamiento judío y el refinamiento evolutivo de la etnia luego de siglos de persecución culminantes en el holocausto), es similar al caso chino en lo referente a la ausencia de uniones inter-raciales por muchas generaciones, pero difiere por cuanto el detonante del reciente boom en China parece ser la combinación de un sistema social, cultural, político y económico con el elemento insoslayable de su vasta densidad poblacional; lo que supone una competencia atroz para cada chino que emerge de entre el resto y progresa sustancialmente sólo si supera en el intento a una gran cantidad de competidores muy aptos.
Saludos, nos vemos en el club!
Una vez más me tardo en contestar, confieso que no cumplí con el plazo en tiempo pero tenía muchos deseos de terminar el libro, por lo que aproveché que hoy desperté a las 6 am y me embarqué en una jornada ininterrumpida de Sorgo Rojo hasta que terminé. No quería leer este post sin haber terminado el libro. Me gustó mucho el libro, coincido que la belleza del libro uno y dos es impactante, tanto que opaca un poco el resto del libro, que no llega a ser tan cautivador. En lo personal el final me quedó a deber, quizá sea un tema personal que tengo con los finales que casi nunca llego a sentir que son merecedores del libro, y en este caso pienso lo mismo. No me gustó que hubo tantos personajes nuevos, que aunque eran interesantes, hubiese preferido que se dedicara a hacer cierres en los últimos capítulos. La parte de la muerte de la abuela segunda me gustó mucho, y la sentí una de las partes más representativas de la influencia del realismo mágico en Mo Yan. Definitivamente me gustaría volver a leer algo de Mo Yan, he quedado complacida con su estilo y su técnica narrativa.
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