Rigoberta Rosaura de Miraflores,
que sin darme cuenta te encontré pintando con crayones en la Habitación.
-a.e
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Entraron apresuradamente a la misma habitación que nadie podía visitar. Ya habían sido varías las reprimendas que el abuelo de Max le había dado al pobre chico por intentar entrar al enorme cuarto; donde ahora él y su amiga Lily se encontraban. Los niños se miraban intensamente, como si trataran de expresar por algún medio el éxtasis de haber podido entrar al maldito lugar. La habitación amplia, extraña, estaba hecha totalmente de roble. En sus paredes laterales habían decenas de cuadros colgados místicamente, parecían que flotaban. En algunos estaban los trazos de James Ensor, caras extrañas, figuras mortecinas, bribones desfigurados. En otros los pincelazos de Goya, rituales ignotos, brujas en algarabía, oscuridad irónica. Max y Lily sentían la pesadumbre etérea e infinita de las pinturas.
Los pequeños lentamente, y tomados de las manos, comenzaron a internarse en la habitación. Los cuadros parecían terminarse, dejando a los demonios y desquiciados atrás. En el seto final, dos amantes: una mujer hermosa, totalmente roja, y un hombre de gran barba, totalmente azul, separados por once letras que evocaban: ABRAKADABRA. Todo ello, pintado tristemente, sobre la madera del lugar. Lily y Max, ignorando a los amantes, se acercaron más a la pared embotados por la composición fonética de aquellas letras combinadas. ¿Qué es eso Max? - vibró la voz de Lily. No lo sé - respondió el niño a secas. ¿Es por esto que tu abuelo no quería que entráramos aquí? - y Max respondió con una caricia en la mano de la niña.
Las once letras eran hechizantes. La sensación que provocaba la formulación verbal de la palabra atrapaba la lengua y seducía el oído. Salgamos de aquí - musitó Max. ¿Estas bromeando? - si por Eva entró el pecado, por Lily se conocerá que aquello no fue por curiosidad - Nos quedamos. ¿Entiendes? Nos quedamos. Max solo guardó silencio ante la sentencia de la niña. ¿Y si decimos en voz alta lo que ahí esta escrito? - Lily, no lo hagas… por favor, no lo hagas - dijo Max angustiado, mientras la chica solo sonrió al cobarde. ABRAKADABRA - dijo la niña sin ningún rasgo de inocencia. Max comenzó a notar una ligera oscilación en la estructura del fantasmagórico lugar. Los cuadros se empezaron a expandir hasta parecer que reventarían en miles de partículas seráficas. En la habitación, unas pisadas se escucharon sobre el piso de roble. El Macho Cabrio, el mismo que Goya elogia en su Aquelarre, se manifestó ante los chicos, y al fondo payasos, bufones, arlequines, pajarracos, esqueletos y los maniáticos de Ensor escoltaban al cornudo.
Al estar reunidos frente a la niños, el séquito infernal hizo una reverencia. Max parecía que iba a desfallecer en cualquier instante. ¿Para que son esas letras? - Max no podía creer que Lily le dirigiera la palabra al de enormes cuernos. Es la fórmula del hechicero. «Las cosas serán conforme la palabra» - respondió el Cabrillo Negro. ¿Cuál es tu nombre? - le preguntó Lily, que parecía disfrutar a la bestia sombría. Baphomet, mi Señora - respondió el chivo, que junto a los extraños seres que le acompañaban se plasmó nuevamente en su respectiva dimensión.
Max estaba anulado. Aquellas sombras infinitas habían rasgado su finita humanidad. La niña lo notó. Ella se acercó a él, natural y placentera, tocó su pecho, jugó con sus manos y le dijo - ¿Max, que es lo que quieres? Oíste lo que dijo Baphomet, «Las cosas serán conforme la palabra». El calor del ligero cuerpo de Lily se impregnó en la piel del muchacho. ¿Tu que quieres Lily? - preguntó Max, que estaba perdido en la locura de la niña. ¿Yo? Yo quiero ser Diosa - Entonces dilo… - ABRAKADABRA.
De las entrañas de la pequeña llegaron los ecos ancestrales, las voces de la feminidad. Luna, noche, tierra, hablaban. El cuerpo de la niña se deformó hasta que la perfección de los eones. Ahora, quien antes era Lily, es Innana, Ishtar, Astarté, Afrodita, Venus. Paganismo divino en su cuerpo, lujuria sagrada en su rostro. Cara de gato, Bats. Cosmos por piel, Nuit. Luna por corona, Isis. Brazos eternos, Kali. Reina del cielo, Izanami. Es la diosa - alabó Max, quien miraba la sucesión de transmutaciones en su amiga. Lily, tu, eres las diosas - y Max adoró saciado. Los cambios estaban por terminar. Sangre inicio a bañar el cuerpo transfigurado de la niña, para así terminar cubierta con sensualidad en los atuendos de Albión, y Niume, la dama que alguna vez fue azul, roja se presentó. La bruja-diosa, esa fue la imagen que Lily alcanzó. Max desde la espesura del corazón, con ansia y apetito dijo - Yo, te quiero a ti Lily. Solo a ti, Niume. ABRAKADABRA. Baphomet apareció con daga en mano y con un corte limpio traspasó el cuerpo de Max. Niume se postró junto al cadáver del pequeño sacrificado. Le peino el desordenado cabello. Le besó los dedos de las infantiles manos y le dijo: - Porque para la noche el día. Para la luna el sol. Para la bruja el Mago, y para ser Mago hay que nacer y morir eternamente.
Un sonido interrumpió el sepelio. Alguien se acercaba a la habitación prohibida. La puerta se abrió pausadamente, el tiempo se detuvo y un hombre azul de barbas largas apareció en la recamará. Era Max. Era Merlin. Era el Mago. Este caminó hasta Niume mientras las entidades en los cuadros se arrodillaban a su paso. La Bruja y el Mago se encontraron con la mirada, después de haberse ausentado de ella tanto tiempo. Aquella palabra que los había separado, ahora los había vuelto a unir.
De pronto, la pareja de hierofantes escuchó pequeños y continuos pasos violentos que venían desde el pasillo afuera de la recámara prohibida. El Mago y la Bruja no podían dejarse ver por nadie. Buscaron donde esconderse mientras la puerta se empezaba a abrir, y en todo el lugar solo había espacios separados por una palabra que les permitiría resguardase del ojo mortal. La pareja se despidió en la cortante amargura del silencio y se escondieron en las paredes de la habitación. Cada uno de los amantes se estampó a los lados de la onces letras, en los bordes de la palabra. El Mago y la Bruja vieron que un niño y una niña eran los que habían irrumpido la habitación, y pensaron que a lo mejor los pequeños podrían ayudar a resolver el misterio de la palabra sagrada, el enigma del ABRAKADABRA.
Alex
Escobar Blanco