Como todo septiembre, mes de la patria, el libro programado en el Club de la Buena Estrella es de un salvadoreño. Este año leeremos dos, pero como vamos a la mitad del mes, recién terminamos el primero: "La sirvienta y el luchador" de Horacio Castellanos Moya. No pude asistir a la última reunión para hablar de este libro y fue una lástima porque me hubiera gustado comentar sobre él. Solo puedo decir que a mí sí me gustó; el principio es nauseabundo, uno de los que más asco me ha dado, es muy crudo (creo que tengo problemas con mis gustos, el de Llorente también me pareció bueno aunque es perturbador), pero es entretenido y se lee bastante rápido. En particular me pareció genial el hecho que mencionara justo los dos colegios donde estudié (se que es una ridiculez, pero eso me hace sentirlo más cercano) aunque fuera solo porque "iban pasando cerca". Sí, lo reconozco, se le pasa la mano con las coincidencias, llega un punto en que es demasiado inverosímil que todos los personajes estén conectados y que todo pase en dos días, pero igual me sigue gustando, no es lo mejor que he leído, pero esta muy lejos de ser lo peor; del 1 al 10 le doy 7.5.
Gracias al club he tenido la oportunidad de conocer escritores salvadoreños, algo que yo no consumía como lectora individual y todos los que he leído sin excepción me han gustado, unos más que otros, pero es muy grato darme cuenta cuanto talento hay en nuestro país, algo que nos cuesta reconocer o mejor dicho algo de lo que yo no tenía conciencia y que ahora con propiedad puedo afirmar que sí hay, pero además, con la novela de Castellanos Moya caí en cuenta (soy medio lenta para captar las cosas) que no solo hay buenos escritores, sino que hay una gran variedad; que no solo existen poetas, escritores de la guerra o un género en particular, el país cuenta con suficiente talento para: generar una novela negra que recrea los tugurios más bajos de México como "Los héroes tienen sueño", presentar un pueblito de Guatemala con unos personajes psicológicamente complicados como la "Noy" y Andrew de "Corazón Ladino", plasmar mediante las fichas de la lotería, una historia de encuentros y desencuentros en medio de montañas y las bombas de la guerra como lo hace "Camino de hormigas", producir un libro capaz de hacernos ver a San Salvador como una especie de "Tierra del Nunca Jamás" dónde los niños pueden volar, caminar en el mar y llegar desde el otro lado del océano en un barquito de vela para atender a la invitación de una nota en una botella como el bellísimo "La habitación al fondo de la casa", enfrentar al lector con una tragedia que nos recuerda una historia sangrienta, que al margen del bando en el que creamos o incluso si no creemos en ninguno, no podemos negar que es nuestra como lo hace el libro "Noviembre" o hacer sentir la incomodidad, el asco y la repugnancia que produce "La sirvienta y el luchador"; y si no sigo con la lista es por mi desconocimiento, pero estoy segura que deben haber muchos más.
En mis años de primaria me enseñaron escritores salvadoreños, en especial poetas, pero los veía muy lejanos, como ese bisabuelo que murió antes que uno naciera y que no cabe la menor duda que existió pero solo se conoce mediante una foto que al verla no produce mayor sentimiento, debe ser que la edad no era la indicada para apreciar la importancia y el talento de esas figuras, en bachillerato no recuerdo que haya habido mucha literatura salvadoreña (fue una lástima porque con la excelente maestra de Letras que tuve, hubiera sido un deleite), y por una dejadez de mi parte al no investigar, pasé mucho tiempo pensando que El Salvador "tuvo buenos poetas" y que todos los demás países "tienen buenos escritores" o por lo menos famosos, pero ahora gracias al club se que no es así, se que México puede tener a Octavio Paz, Nicaragua a Gioconda Belli, China a Mo Yan y un largo etc. pero nosotros tenemos a Menjívar Ochoa, Yolanda Consuegra, Huezo Mixco, Jorge Galán y al controversial y hasta incómodo Castellanos Moya y otro largo etc. también, y que muchos de los salvadoreños son tan buenos y hasta mejores que los escritores de otros países.
Una vez que asistí a ver una obra en el teatro, una de las actrices contó una anécdota, dijo que su hija estaba en primaria y le pidió una hoja volante dónde anunciaban la obra en la que ella actuaba en ese momento para llevarla al colegio, cuando ella le preguntó para qué la quería, la niña le respondió que para enseñársela a sus compañeros, porque un niño le dijo: "en El Salvador no hay actrices" y ella muy molesta le respondió: "sí hay, mi mamá es actriz y es salvadoreña" y quería mostrar la hoja volante para señalar el nombre de su mamá y que le creyeran, eso la hizo sentir llena de orgullo; pues ahora cuando alguien diga "en El Salvador no hay escritores" responderé parecido a esa niña y diré: "sí hay, yo he leído varios y gracias al club le he estrechado la mano a más de uno", le mostraré un brochure o el blog del Club de la Buena Estrella señalándolos con nombre y apellido y eso me dará más orgullo de ser salvadoreña que los desfiles del 15 de septiembre.