domingo, 29 de abril de 2018

Antología CBE: La Habitación




Rigoberta Rosaura de Miraflores, 
que sin darme cuenta te encontré pintando con crayones en la Habitación.
-a.e
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Entraron apresuradamente a la misma habitación que nadie podía visitar. Ya habían sido varías las reprimendas que el abuelo de Max le había dado al pobre chico por intentar entrar al enorme cuarto; donde ahora él y su amiga Lily se encontraban. Los niños se miraban intensamente, como si trataran de expresar por algún medio el éxtasis de haber podido entrar al maldito lugar. La habitación amplia, extraña, estaba hecha totalmente de roble. En sus paredes laterales habían decenas de cuadros colgados místicamente, parecían que flotaban. En algunos estaban los trazos de James Ensor, caras extrañas, figuras mortecinas, bribones desfigurados. En otros los pincelazos de Goya, rituales ignotos, brujas en algarabía, oscuridad irónica. Max y Lily sentían la pesadumbre etérea e infinita de las pinturas. 

Los pequeños lentamente, y tomados de las manos, comenzaron a internarse en la habitación. Los cuadros parecían terminarse, dejando a los demonios y desquiciados atrás. En el seto final, dos amantes: una mujer hermosa, totalmente roja, y un hombre de gran barba, totalmente azul, separados por once letras que evocaban: ABRAKADABRA. Todo ello, pintado tristemente, sobre la madera del lugar. Lily y Max, ignorando a los amantes, se acercaron más a la pared embotados por la composición fonética de aquellas letras combinadas. ¿Qué es eso Max? - vibró la voz de Lily. No lo sé - respondió el niño a secas. ¿Es por esto que tu abuelo no quería que entráramos aquí? - y Max respondió con una caricia en la mano de la niña. 

Las once letras eran hechizantes. La sensación que provocaba la formulación verbal de la palabra atrapaba la lengua y seducía el oído. Salgamos de aquí - musitó Max. ¿Estas bromeando? - si por Eva entró el pecado, por Lily se conocerá que aquello no fue por curiosidad - Nos quedamos. ¿Entiendes? Nos quedamos. Max solo guardó silencio ante la sentencia de la niña. ¿Y si decimos en voz alta lo que ahí esta escrito? - Lily, no lo hagas… por favor, no lo hagas - dijo Max angustiado, mientras la chica solo sonrió al cobarde. ABRAKADABRA - dijo la niña sin ningún rasgo de inocencia. Max comenzó a notar una ligera oscilación en la estructura del fantasmagórico lugar. Los cuadros se empezaron a expandir hasta parecer que reventarían en miles de partículas seráficas. En la habitación, unas pisadas se escucharon sobre el piso de roble. El Macho Cabrio, el mismo que Goya elogia en su Aquelarre, se manifestó ante los chicos, y al fondo payasos, bufones, arlequines, pajarracos, esqueletos y los maniáticos de Ensor escoltaban al cornudo. 

Al estar reunidos frente a la niños, el séquito infernal hizo una reverencia. Max parecía que iba a desfallecer en cualquier instante. ¿Para que son esas letras? - Max no podía creer que Lily le dirigiera la palabra al de enormes cuernos. Es la fórmula del hechicero. «Las cosas serán conforme la palabra» - respondió el Cabrillo Negro. ¿Cuál es tu nombre? - le preguntó Lily, que parecía disfrutar a la bestia sombría. Baphomet, mi Señora - respondió el chivo, que junto a los extraños seres que le acompañaban se plasmó nuevamente en su respectiva dimensión. 

Max estaba anulado. Aquellas sombras infinitas habían rasgado su finita humanidad. La niña lo notó. Ella se acercó a él, natural y placentera, tocó su pecho, jugó con sus manos y le dijo - ¿Max, que es lo que quieres? Oíste lo que dijo Baphomet, «Las cosas serán conforme la palabra». El calor del ligero cuerpo de Lily se impregnó en la piel del muchacho. ¿Tu que quieres Lily? - preguntó Max, que estaba perdido en la locura de la niña. ¿Yo? Yo quiero ser Diosa - Entonces dilo… - ABRAKADABRA. 

De las entrañas de la pequeña llegaron los ecos ancestrales, las voces de la feminidad. Luna, noche, tierra, hablaban. El cuerpo de la niña se deformó hasta que la perfección de los eones. Ahora, quien antes era Lily, es Innana, Ishtar, Astarté, Afrodita, Venus. Paganismo divino en su cuerpo, lujuria sagrada en su rostro. Cara de gato, Bats. Cosmos por piel, Nuit. Luna por corona, Isis. Brazos eternos, Kali. Reina del cielo, Izanami. Es la diosa - alabó Max, quien miraba la sucesión de transmutaciones en su amiga. Lily, tu, eres las diosas - y Max adoró saciado. Los cambios estaban por terminar. Sangre inicio a bañar el cuerpo transfigurado de la niña, para así terminar cubierta con sensualidad en los atuendos de Albión, y Niume, la dama que alguna vez fue azul, roja se presentó. La bruja-diosa, esa fue la imagen que Lily alcanzó. Max desde la espesura del corazón, con ansia y apetito dijo - Yo, te quiero a ti Lily. Solo a ti, Niume. ABRAKADABRA. Baphomet apareció con daga en mano y con un corte limpio traspasó el cuerpo de Max. Niume se postró junto al cadáver del pequeño sacrificado. Le peino el desordenado cabello. Le besó los dedos de las infantiles manos y le dijo: - Porque para la noche el día. Para la luna el sol. Para la bruja el Mago, y para ser Mago hay que nacer y morir eternamente. 

Un sonido interrumpió el sepelio. Alguien se acercaba a la habitación prohibida. La puerta se abrió pausadamente, el tiempo se detuvo y un hombre azul de barbas largas apareció en la recamará. Era Max. Era Merlin. Era el Mago. Este caminó hasta Niume mientras las entidades en los cuadros se arrodillaban a su paso. La Bruja y el Mago se encontraron con la mirada, después de haberse ausentado de ella tanto tiempo. Aquella palabra que los había separado, ahora los había vuelto a unir. 

De pronto, la pareja de hierofantes escuchó pequeños y continuos pasos violentos que venían desde el pasillo afuera de la recámara prohibida. El Mago y la Bruja no podían dejarse ver por nadie. Buscaron donde esconderse mientras la puerta se empezaba a abrir, y en todo el lugar solo había espacios separados por una palabra que les permitiría resguardase del ojo mortal. La pareja se despidió en la cortante amargura del silencio y se escondieron en las paredes de la habitación. Cada uno de los amantes se estampó a los lados de la onces letras, en los bordes de la palabra. El Mago y la Bruja vieron que un niño y una niña eran los que habían irrumpido la habitación, y pensaron que a lo mejor los pequeños podrían ayudar a resolver el misterio de la palabra sagrada, el enigma del ABRAKADABRA.

Alex
Escobar Blanco

domingo, 22 de abril de 2018

Antología CBE: La vuelta al mundo, en una cocina.




En caso de que alguien se olvide, 
y que nadie me mantenga en su mente,
en caso de que alguien se olvide 
porque ha pasado ya mucho tiempo,
por los viejos tiempos amigos, tomaremos una copa
y brindaremos ¡por los viejos tiempos!
aunque haya pasado ya mucho tiempo...


Hay personas que tienen la suerte de viajar por el mundo y, por decirlo de alguna manera, "comer en diferentes idiomas", así se les ha refinado el paladar, amplían su mundo culinario, conocen ingredientes exóticos, comen cosas insospechadas y sin desmerecer jamás lo propio, un día se saben -gastronómicamente hablando-  ¡ciudadanos del mundo!

En mi caso no ha sido así precisamente, sí he viajado y eso me ha abierto la mente para atreverme a probar "casi de todo". Pero además de eso, ha querido la vida llevarme por caminos que propiciaron vivir con gente de muchos países y cocinar así en la cocina de mi casa "en diferentes idiomas".

Las mejores y entrañables recetas de cocina de abuelas, madres, padres y tíos; salieron a la luz en todos estos años, esa comida de cada casa cuyo toque principal es ese aire a domingos en familia donde se forma nuestro recetario personal de mayor valor. Menos mal teníamos la suficiente pasión y energía para cocinar, comer, compartir, hacer sobremesa y, por supuesto, para la correspondiente y posterior recogida y lavada de platos. 

Escalivada de la Clara, atún de la Jeannire, pasta fresca de la Dani, Osobuco de la María-Jo, pan blanco de Hannes, arroz chaufa de las mamás del comedor en Lima, los florones de Loly en Segovia, el pionono de la madre, las galletas de Anne, el pollo de la nona, lasagnas para una buena causa, pizza, pie, fajitas, tacos, baleadas, arroz millonario, tostadas... ¡en fin!

Me considero una persona afortunada, porque más allá de mis sueños he podido conocer el mundo tanto viajando como sin moverme de mi propia casa, y he cocinado y comido más rico de lo que nunca imaginé: España, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Perú, Bolivia, Colombia, Estados Unidos, México, Suecia, Suiza, Bélgica, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Ecuador, Argentina, Brasil, Chile, Costa de Marfil, Túnez, Barcelona, País Vasco... inolvidable fiesta de olores y sabores, en una misma mesa.

En nombre esos tiempos, y los que vienen, inicio este blog donde habrá recetas de entonces, de lo que vamos cocinando hoy y de lo que haremos en mi nuevo proyecto culinario donde con alma, vida y sabor vamos a aprender un poco de cocina y de pequeños rituales como esos que domingo a domingo crea la identidad culinaria de cada familia.

La cocina es un trabajo duro, cansado, de horas y horas de pie, pero para quiénes tenemos ese hormigueo en nuestras manos y ese latido interno que nos impulsa a cocinar, vale la pena cada minuto invertido en lo que luego degustamos con las personas que amamos.

Así que hoy levanto mi copa y como esa canción escocesa que se entona en tantos países en la noche vieja, y que fue utilizada tan mágicamente en uno de los capítulos de mi serie favorita de todos los tiempos "Sex & The City", propongo que brindemos amigas y amigos ¡por los viejos tiempos!

 ¡Auld Lang Syne!


María Ofelia

Zúniga 


Nota: Post tomado del blog personal de María Ofelia Zúniga.

domingo, 15 de abril de 2018

Las altas montañas de Portugal, Yann Martel.



"¿Existe recompensa mayor que la vida?" - Yann Martel.


Un cordial saludo a todos, estimados amigos. Llegamos a la mitad del mes de abril, (valga hacer extensiva la disculpa por el retraso en esta entrada), y hemos dado ya por iniciada la lectura del libro correspondiente a este mes: Las altas montañas de Portugal del autor canadiense Yann Martel. 

Si el mes recién pasado lo dedicábamos a un clásico que ha ganado ese mote superando la prueba del tiempo, esta vez saltamos al otro extremo del espectro y le damos la oportunidad a una Novedad Literaria como se llama la respectiva viñeta.

Las altas montañas de Portugal fue publicado por primera vez en inglés el 2 de febrero de 2016 precedido de una gran anticipación por tratarse de la primera publicación del autor en cuatro años, como también la primera después de haber cobrado gran notoriedad con la adaptación cinematográfica de su libro La vida de Pi en 2012.


SINOPSIS

En Lisboa, en 1904, un joven llamado Tomás descubre una vieja revista. En ella se alude a la existencia de un objeto extraordinario que, si lo encontrara, podría redefinir la historia. Viaja en uno de los primeros automóviles de Europa en busca de ese extraño tesoro. Treinta y cinco años más tarde, una investigadora portuguesa dedicada a las novelas de Agatha Christie se encuentra inmersa en el centro de un misterio que la lleva a las pesquisas de Tomás. Cincuenta años después, un senador canadiense se refugia en su pueblo ancestral en el norte de Portugal, en duelo por la pérdida de su amada esposa. Sin embargo, llega con un compañero inusual: un chimpancé. Allí vuelve a aparecer el caso de Tomás, con unas conclusiones inesperadas.


FICHA DEL LIBRO

Mes: Abril.

Viñeta: Novedad literaria.

Libro: Las Altas Montañas de Portugal.

Autor: Yann Martel.

Nacionalidad: Canadiense.

Año: 2016.

Total de páginas: 336.

Editorial: Malpaso.

Idioma original: Inglés.

Traductora: Julia Osuna.

Género: Narrativa contemporánea.

ISBN: 9788416665297


DIVISIÓN DE LAS LECTURAS


Jueves, 12 de abril de 2018
Jueves, 19 de abril de 2018
Jueves, 26 de abril de 2018
Biografía del autor.
Final de la primera parte.
“Sin Casa”
Final de la segunda parte.

“A Casa”
Final del libro.
Final de la tercera parte.
“En Casa”
Página 115 del PDF
Página 188 del PDF.
Página 290 del PDF.
39%
65%
100%



SOBRE EL AUTOR

Yann Martel es un escritor canadiense que nació en Salamanca (España) en 1963 debido al trabajo de su padre, diplomático del Gobierno de Canadá en aquella fecha. Por esta razón, creció entre varios países como Costa Rica, Francia o México, hasta establecerse finalmente en Canadá.
Estudió Filosofía en la Universidad Trent de Peterborough (Ontario) y allí es donde comenzó a escribir. Sus primeros pininos los hizo con relatos cortos y obras de teatro, algunos de ellos publicados entre finales de los 80 y principios de los 90. Ha trabajado como profesor de Literatura comparada en la Universidad Libre de Berlín.
Sus primeros libros vieron la luz en 1993, Seven Stories y La historia de la familia Roccamatio de Helsinki, aunque la fama mundial le llegaría con La vida de Pi. El libro se hizo con varios reconocimientos como el Premio Boeke (2003), el Booker de ficción (2002) o el Premio Commonwealth para ficción (2002). Además, su adaptación al cine por el director Ang Lee se hizo con cuatro estatuillas en los Premios de la Academia de las Artes Cinematográficas en 2012.

FUENTES

http://www.lecturalia.com/autor/686/yann-martel

http://quelibroleo.com/las-altas-montanas-de-portugal


Las altas montañas de Portugal es una recomendación de Marlon Hernández.

sábado, 14 de abril de 2018

Antología CBE: Las Aventuras de Billy Dólar (Fragmento)




¿Quién es más libre, el viento o el dinero? ¡Vaya cosa, unas horas en el fango me están poniendo existencial! Y es que de manera fortuita y repentina me he visto librado de toda bolsa, cartera o billetera; atrás quedaron el sudor y el terrible olor del zapato de aquel torpe adolescente, o la incomodidad de estar hecho un rollito en medio de las tetas de la sexagenaria desconfiada, ¡y qué decir del indigno y oscuro escondite al que una vez fui sometido, el más perturbador y vergonzoso de todos aquellos en los que estuve!
La verdad es que ha sido un alivio que la súbita ventisca me arrancara de las manos del pobre borracho que ni siquiera sabía qué hacer conmigo. Parecía no reconocerme. Intentaba estabilizar su postura y abría bien los ojos mientras me extendía. Y me miraba y me miraba como tratando de identificar mi denominación. Ojo, que me he referido a mi denominación, porque mi valor es un asunto aparte. No pocas veces me han usado para adquirir cosas sobrevaloradas, verdadero humo, pero también en otras tantas he servido para pagar por auténticos invaluables. Y en ambos casos me he sentido como una unidad de medida variable y desigual, injusta y terriblemente cruel.
Lo cierto es que no decido yo. Incluso ahora que estoy adherido al suelo fangoso donde la ventisca me dejó, no sé bien si soy verdaderamente libre. Está claro que en este preciso momento no estoy subyugado a las manos ni a la voluntad de nadie y, por consecuencia, tampoco me rige la absurdidad del enorme, complejo y vertiginoso sistema de consumo que esclaviza a todos. Mi prisión actual, en cambio, es apenas barro. Y me pregunto cuánto valgo en este momento en que estoy fuera del control de aquellos que reconocen en mí un valor nominal, al tiempo que me confieren otros valores antojadizos. El caso es que aquí, olvidado en el lodo, no valgo nada. Y la nada es libre. El concepto de “algo” como contraparte de “nada” es la primera forma de valoración, la más primitiva. Y la asignación de valor inevitablemente implica atadura. Basta con repasar las cosas que valen algo en nuestras vidas para constatar que estamos poderosamente atados a ellas. Ser libre me sabe a nada. Quizá en el fondo, como todos,  tan solo deseo encontrarme ataduras felices.
En cuanto al viento, ¿qué sé yo? Apenas entiendo que una corriente ha sido mi vehículo de escape. Ya antes me han usado para comprar viento. Y si el viento vale algo para alguien, quizá éste no sea tan libre después de todo. Lo atrapan los que usan la energía eólica, lo dirigen los acalorados urgidos de refresco, lo musicalizan los encantadores de ratones y lo endiosan los poetas melancólicos. “Todas las hojas son del viento”, canta un flaco desde el sur. “Viento, amárranos”, responde otro flaco desde el norte. Parece que el viento tiene muchas ataduras.
¡Ah, las ataduras! Recuerdo que una vez, en la cartera de un cambista en la frontera de Las Chinamas, le conté a un Euro acerca del día que fui al estadio Cuscatlán. Entré de cambio en la bolsa de la camisa azul de un aficionado que me hizo vibrar cuando cantó emocionado su himno nacional. Desde aquella bolsa sentí su corazón hinchado de orgullo, la pasión con que vivía cada jugada, su júbilo desmedido cuando su selección anotó un gol, su creciente angustia cuando el equipo contrario se les vino encima y la enorme decepción que lo aplastó cuando el rival terminó ganando el partido.
Entonces Puente, que así se apellidaba el Euro, y que aun teniendo un valor de cambio parecido al mío nunca me trató como a su igual, me contó que estuvo ahí cuando el portero de la selección de El Salvador aceptó dinero a cambio de perder un partido con un marcador decidido en ese arreglo. Poco después de presenciar ese pacto de Judas, Euro Puente fue a parar a un casino en Santa Ana, adonde lo llevó otro seleccionado salvadoreño que recibió tajada en la misma operación amañada.
Eso ocurrió el mismo año en que yo me enamoré perdidamente de Isabel, una libra esterlina de Jersey que desprendía mucha clase y gran refinamiento, y que encima me hacía padecer con su hermoso gesto despectivo y un acento tan sexy que yo prácticamente imploraba sus desplantes. ¡Estaba hasta crujiente de tan nueva! En vano intenté irme pegadito a ella cuando el cambista la sacó de su billetera y la vendió a un coleccionista con barba y bigotes recortados a la antigua, quien con dificultad intentaba ocultar su entusiasmo imponiéndose un gesto adusto y aires de importante. Estaba visto que nuestros destinos, el de Isabel y el mío, serían muy distintos. Ella iría a parar a un elegante muestrario donde solo unas pocas personas, todas muy elegantes y valorativas, la verían y admirarían sin jamás tocarla ni deteriorarla. Yo, que para entonces ya tenía algunas arrugas, circularía muchísimo más y daría tantas vueltas como un trompo antes de terminar en este barrial.
¡Pero perdónenme, por favor! ¡Qué modales los míos! Permítanme presentarme: Mi nombre es Alexander Hamilton Dollar, conocido por muchos como “Ten Bucks”. Yo, sin embargo, prefiero que me llamen por mi apodo favorito, Billy Dólar.
Nací en Fort Worth, Texas, en la Oficina de Grabado e Impresión del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de Norteamérica, en Agosto de 2009. Casi de inmediato, fui enviado a El Salvador, un pequeño país centroamericano con una maltrecha economía dolarizada desde  2001. De tal suerte que hablo español y eso me gusta. De hecho, en mi propia versión del diminutivo agringado, me gusta pensar que “Billy” viene de la palabra castellana “billete”.
Como imaginarán, no siempre fui un desgastado papel moneda varado en el lodo. He circulado mucho y he pasado por todo tipo de manos, ni buenas ni malas, tan solo humanas. Me he visto en manos maravillosas e inesperadamente desprendidas, y también he estado en otras tanto más sucias que mi fango de hoy; esta paradójica superficie, tan pegajosa como libre, desde la cual hoy les ofrezco mi historia.
(...)

Henry
Andino

viernes, 6 de abril de 2018

Antología CBE: Monstruo








Antes de las maldiciones de un tiempo olvidado, de las abominaciones del principio de una historia y de los diabolismos que envuelven al progreso, es el corazón, localizado entre el lenguaje, la mirada y un vacío; el primer gran tratado de teratología de la humanidad. Wendy es una Gorgona contemporánea, y nos advierte que antes de pretender conocernos -gnōthi seauton- es imperante dudar y cuidar de uno mismo -epimeleia heautou-; porque los monstruos acechan.

- a.e
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¿Qué se sentirá estar muerto por dentro?
¿odiarte tanto que empezás a odiar a todos a tu alrededor?
he ahí el monstruo, ese que conozco de toda la vida, 
el que siempre gritó y amenazó porque tenía todo el poder, 
el que podría contestar esas y otras preguntas,
ese monstruo que está muerto en vida y que se ha sabido así siempre.

Ese que intentó disimular por tanto tiempo pero ya no puede.
Ese monstruo que mata todo a su alrededor, porque es lo único que sabe hacer.
La destrucción es su naturaleza, no se le puede pedir más.
Alguna vez lo creí vivo, y abogué por él, 
le creí y hasta lo quise,
pero el tiempo me fue mostrando lo equivocada que estaba.

¿Cómo puede cualquiera creerle? cuando en su cara se ve la muerte.
Y ahí está, 
más muerto que nunca,
frente a mi, mostrándose por primera vez tal cual es, 
dejando ver la oscuridad de su rostro,
el odio en su mirada,
el veneno en su voz,
la ira en sus movimientos.

Y ahora que lo veo, 
no entiendo como nunca lo vi.


Wendy

Alas