jueves, 1 de febrero de 2018

Una historia de Ángela Pinto, 9



Amigos del Club de la Buena Estrella, avanzamos con el bellísimo relato de nuestra amiga Ángela Pinto. Espero que disfruten mucho su historia que va tal cual ella me la ha enviado, salvo pequeñísimos y casi imperceptibles cambios en la puntuación y correcciones menores hechas debido a que el español no es su lengua materna. 

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MUJER

Capítulo 9


Por Lana Ruz

Gracias a mi madre


Como en las películas, me encontré a las ocho de la mañana, sentada en el banquito de un parque, cerca de la dirección que días antes una voz de mujer me había dado… una mujer que yo creí la madre de unos niños en busca de niñera. Había tocado el timbre, nada, la puerta cerrada… en fin, una vecina me dijo que era sábado y eso estaba abierto de lunes a viernes.

Vaya, eso sí que no me lo esperaba, ¿y ahora qué? tenía algo de hambre, así que me encaminé en busca de un bar, no tenía mucho dinero y todavía necesitaba adonde dormir. Ví un cartel en un portón, entré y pagué para un cuarto, me acosté un rato ya que con ese continuo tran tran del tren no había  podido casi cerrar ojo…

El lunes me vestí y fuí caminando. Ahora sí la puerta estaba abierta. Subí unas gradas y entré hacia un pequeño corredor donde había una pequeña oficina. Me presenté y sí, se acordaba de mi nombre, así que no me fue difícil obtener el trabajo: tenía que cuidar a unos niños que iban a la playa de vacaciones, y naturalmente iba a ayudar, puesto que eran ocho niños pequeños que no eran hermanos sino que los padres no podían cuidarlos en esos dos meses y los dejaban en una guardería.

Al término de los dos meses, me pidieron que me quedara y la idea de cuidar niños tan pequeños me preocupó, no me sentía preparada, era mejor niños de edad escolar, y volví al lugar donde me buscarían otro trabajo y tuve suerte, esta vez fue en una montaña, para sustituir a una chica que se iba a casar.

En el convento, la monja Gertrudis decía que en el mundo de afuera había solo maldad… bueno, ¿y si probara algo de esa maldad? claro que trabajando como baby sitter era casi como estar en el convento… así que decidí cambiar de trabajo. Busqué un convento donde alquilaban camas para dormir. Pagando una módica suma, se podía dormir y desayunar. Eso hice y fue así como conocí a una chica con quién nos hicimos amigas, y la que al cabo de un tiempo me propuso alquilar juntas un cuarto en alguna zona de la ciudad que no fuera cara. Su asistente social le ofreció trabajo en un supermercado y fuimos las dos: a las seis de la mañana había que tomar el bus para empezar temprano y ya en la tarde regresábamos casi a las ocho. En fin, había que trabajar, para pagar el alquiler, para comer, vestirse…

Luego apliqué a un anuncio como maestra en una escuela. El teléfono que dí era de la portera que me dió el recado y yo no recordaba a quien corresponder, así que perdí la ocasión… pero igual me llamaron de la oficina de reparto de llamadas internacionales, donde había hecho un examen en francés, pero era un trabajo temporal, así que preferí quedarme como cajera en el supermercado. 

Después vino el invierno y yo no tenía ropa para el frío, así que le escribí a mi hermana para que le pidiera a mi madre el abrigo de piel que había dejado, y la respuesta fue: “¡se acuerda de tener una madre solo cuando la necesita!”

¡Creo que una ducha fría me hubiera hecho menos daño! Aguanté como pude y me compré lo que pude.

Seguía muy introvertida, no lograba hacer amistades ya que al rato nos cambiaban de sucursal y terminé por sentirme sola y traté de convencer a mi hermana menor de venir al Nord.

Un día, mi amiga me invitó a salir con dos muchachos que ella había conocido. Ella sabía lo que hacía ¿y yo? ingenua o tonta, no sé, en realidad no sabía nada de nada. Fuimos a una feria, donde había mucha gente y todo fue bien. La semana siguiente fuimos al cine, y días después uno de estos muchachos me dijo que íbamos a visitar a su tía. Me pareció algo raro, pero fue quizás ingenuidad o miedo. Él era  guardia especial, de los que tienen que ser altos, más de un metro ochenta. Cerró la puerta con llave… yo podía gritar, tirarle una silla… fue  ingenuidad, ya que no sabía nada de nada, fue miedo, no sé, en fin...

Mi amiga cambió de trabajo. Una vez más, con el apoyo de su asistente social, pudo alquilar un apartamentito y obtener la custodia de su hijita (era madre soltera). La ayudé en lo que pude, pero habíamos tenido problemas con la venida de mi hermana y dejamos de vernos. Mi hermana y yo quedamos en el viejo edificio, en otro cuarto donde se había muerto una anciana, dejando algo de muebles… por suerte no estaba cuando se la llevaron pero se sentía el olor a muerte, así que empecé a buscar un apartamentito para nosotras dos.

Un día, uno de los empleados me instó a apoyar la huelga para una mejoría salarial. Lo hice, pero la patrona fue más astuta y hábil. Simplemente cerraron las puertas por unos días, así que cuando volví me encontre casi sin trabajo, por eso mejor olvidé el asunto de la huelga sin saber que ya estaba tachada y tendría algún problema en futuro.

Mi vida no estaba mejor que antes, es más, pasaba trabajando y entre mi hermana y yo podíamos alquilar. Encontré algo aceptable, dejé pagado dos meses mientras la dueña terminaba de hacer reparaciones.

Un domingo, cansada y medio desesperada, me fui a dar una vuelta a la plaza principal. Llevé a la hija de mi amiga a pasear un rato y que viera las palomas que bajaban en tropel a comer maíz o lo que se les daba. La plaza estaba abarrotada de gente y de palomas. Traté de sentarme en una columna, pero a esa chiquilla le encantó subir y bajar y yo le daba la mano. Pasamos así al menos cuarenta minutos, ni me había fijado en ese guapo muchacho que al final me habló, felicitándome por tener tanta paciencia con mi hija: “no es mi hija" -le dije- , “es hija de una amiga”.

Y ese fue el inicio de otro gran lío… me pidió el teléfono, pensé que no me iba a hablar, pero sí me habló, me buscó, no me dejaba en paz, me venía a traer al trabajo, me acompañaba a casa, quiso conocer el apartamento todavía sin terminar y… bueno…

Un día, una secretaria de no sé donde me preguntó por teléfono si yo era su esposa y le contesté que no, que era solo una amiga… era la verdad. Él no se enojó por eso, pero perdió la posibilidad de tener un muy buen trabajo, y cuando le ofrecieron otro pero en otra ciudad, me pidió de seguirlo, acepté… renuncié a mi trabajo y me busqué uno en la nueva ciudad. Perdí todo lo que había pagado en anticipo para el apartamento, y el adelanto para poder comprar un carro.

El nuevo trabajo no salió como pensaba y tuve que dejarlo, no fue nada fácil encontrar otro, pero lo logré, no me faltaban ganas de trabajar… entré como secretaria en un restorán elegante en un castillo a la orilla del río, que atravesaba toda la cudad… sus celos tontos y estúpidos me dejaron boquiabierta… me obligó a dejarlo y otra vez me encontré en apuros…

Me presenté en un gran almacén. Meses después, me vieron en el parqueo con él y sus padres… mentí al decir que era mi primo y me sacaron… era una mentirilla, pero ¿cómo iba a decir que vivíamos juntos? En esos tiempos todo eso era difícil de contar y él poco a poco me había ido contando su historia: había dejado embarazada a su novia, discutieron y la dejó, y para colmo se acostó con la mejor amiga de ella, dejándola también embarazada… solo que los parientes de esta última lo obligaron a casarse… así que tenía un hijo y también estaba casado… tuvo que aprender a no ser violento y conmigo se portaba de lo lindo, pero eso duró poco.

Una vez me gritó, me asusté, y el día siguiente me tomé un par de pastillas para dormir, boté las demás y dejé el bote vacío en la mesita, al verlo se preocupó y me obligó a vomitar…

Al  cumplir un año juntos, dijo que era la primera vez que duraba tanto con una mujer… pero ya se había vuelto extraño, me di cuenta que salía con otra, llegaba tarde, el domingo desaparecía y me dejaba sola a cuidar su perro… en agosto vinieron sus padres, fuimos de viaje, compramos chocolates y quesos.

Para Navidad vinieron otra vez, yo seguía trabajando y era el último día antes de las vacaciones… de repente empezó a nevar y en pocas horas se puso todo blanco y suave… no tenía botas, le hablé que me viniera a traer y me contestó que estaba ocupado: ¿me quedo aquí? Pensé… sola, sin nada, sin cama… no podía, me fui caminando bajo la nieve y hundiendo los pies en el suave y delicado manto blanco…

Al día siguiente solo perdí el conocimiento y no supe que pasó hasta un par de días después al levantarme e ir al comedor donde me saludaron con un aplauso y mucho cariño… él y sus padres se habían  asustado.

Un tiempito después me di cuenta que no podía seguir así y le dije que me iba, solo el tiempo de encontrar adonde vivir… otra vez sin casa, bueno tenía trabajo… me costó encontrar algo decente…al norte tenían mucha aversión, antipatía hacia los del sur, pero por suerte mi trabajo les daba confianza. 

Me dolía cambiarme por si él regresara… se había ido a su casa por unos días, para enfrentarse al tribunal, que al final decretó fin a su matrimonio, pero cuando yo hablé por teléfono sentí otra voz femenina además de la de su madre y no pude dejar de pensar que lo más seguro era que esa era la de la madre de su hijo… en fin, a su regreso yo abordé el asunto: “Proba un año, -le dije-, yo te voy a esperar".

Así que me quedé sola y en otra zona, pasando otra vez de casa al trabajo y del trabajo a casa… muy infeliz para hacer más amistades, a pesar de estar en un ambiente laboral muy bonito, con gente muy educada, dispuesta a comprenderme… 

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