sábado, 20 de enero de 2018

Rendición o la rendición de la Literatura







No tuve que terminar de leer 'Rendición' para estar seguro de que resultaría ser un libro detestable. Mi desagrado nada tiene que ver con la carencia de cualidades literarias que logran hacer de cualquier texto algo soportable; cosa que parece encontrar una explicación, como ya lo ha señalado Marlon, en la fabricación de escritos que solo buscan aplacar el apetito de la mezquindad editorial. La treta de ALFAGUARA fue hacernos devolver lo que nunca nos entregó.

Loriga con su libro convirtió al pesimismo en un escape romántico hacia una forma de trascendencia trágica, a tal punto de hacer llegar al texto al ideal moderno: donde el pesimismo es el nuevo optimismo. La calificación de "obra kafkiana y orwelliana" de 'Rendición' solo busca hacer de las similitudes un soporte para asegurar que el espíritu del libro es el mismo que el de sus supuestos predecesores. Y con ello nos queda claro que aún se mantiene imperante la costumbre de pensar a partir la similitud y no desde la diferencia; cosa que nos ha llevado a asegurar que Jesucristo es un Krishna y que el hombre corre la suerte de ser mono.  

El pesimismo de Loriga busca re-introducir la inevitabilidad del caos, la inoperancia de las políticas de izquierda, la imposibilidad de transformar la relación entre el hombre y el trabajo y el fracaso de la institución, en otras palabras: 'Rendición' critica la modernidad, tanto como lo hicieron en su tiempo Kafka, Huxley, Orwell, Lovecraft, Wilde, Camus, Dostoyevski, Chesterton, Borges o Roque Dalton; pero lo que no hicieron estos fue huir, con fachada de héroe trágico, hacia un refugio demasiado melodramático que raya en lo patético. 

'El Proceso' de Kafka concluye con: 

Pero las manos de uno de los hombres aferraban ya su garganta, mientras que el otro le clavaba el cuchillo en el corazón, retorciéndolo dos veces. Con ojos vidriosos aún pudo ver cómo, ante él, los dos hombres, mejilla con mejilla, observaban la decisión.
––¡Como a un perro! ––dijo él: era como si la vergüenza debiera sobrevivirle. 


En Kafka el pesimismo y la tragedia se depositan en la responsabilidad, la culpa y la vergüenza. Este es el estado definitivo de un sujeto que atraviesa un proceso en el cual se ha vertido y se ha visto transformado en el momento que toma consciencia de su imposibilidad e insignificancia para entender y acceder a la Ley. Pero del oscuro texto emerge un destello de luz, ya que con la incursión de la muerte del sujeto se apertura el cuestionamiento de una Ley que queda desenmascarada al no ser lo suficiente para nombrar la culpa de su procesado; y ya Jehová se había quedado sin respuesta para Job, Jesucristo sigue crucificado mientras Pilato se termina de secar las manos y el silencio después de los juicios Estalinistas aún continua. 

Sin importar la familiaridad que nos pueda evocar con Kafka, las cosas son distintas en el libro de Loriga. La historia, contrariamente a la insistencia de los comentarios de sus jueces, ha logrado que las cualidades bonachonas de su héroe se moralicen como efecto del contraste de un fondo frívolo, presuntuoso y superficial que encarna el mundo que este tiene que afrontar. A partir de ese momento la historia solo puede tener una solución, y por defecto el texto se torna desagradable y sardónico.


En ese momento me di por vencido, y de la suerte que corrieron los demás en ese nuevo mundo poco puedo contar. Imagino que les iría de maravilla y que gente como yo, sin fe en el futuro, fuimos siempre el enemigo.

Una cosa es segura. En lo que a mí respecta, habían vencido. 

Sólo deseé, antes de que se nublase lo visible y lo invisible, lo transparente y lo más secreto, que mis hijos verdaderos estuvieran también de su lado, y no del mío. 

Uno tiene que saber cuándo su tiempo ya ha pasado. 

Y aprender a admirar otras victorias. 


La prevalencia de la melancolía en el héroe de Loriga hace de su muerte un recurso emocional barato para hacer que el pesimismo sea el optimismo que defiende la falta de acción, de responsabilidad y pasividad militante; y que lleva, inevitablemente, a instaurar la locura, el tedio y la queja como último ideal del hombre. 

En 'Rendición' parece morir la literatura y el arte en manos de una acomodada  contemporaneidad que suprime su capacidad natural de constituir beligerancia y revolución a través de la subversión de las palabras, los usos de lenguaje y la construcción de narrativas. La literatura, como arte, es el enemigo del optimismo patético que celebra nuestro tiempo y es la maldad de las victorias del aburrimiento de nuestro siglo y su indiferencia. En 'Rendición' no solo queda marcada la derrota de un autor, quién se rindió como escritor al entregarnos un pesimismo inofensivo y simpático con el cual es posible dar discursos memorables, secarse las lágrimas, recordar el ayer y sonreír para la foto del obituario, también emerge la horrenda amenaza de que la literatura puede morir, y que no estamos lejos del tiempo en que todos nuestros libros tengan plasmado en la portada: "Ganador del premio ALFAGUARA".


1 comentario :

  1. Mirá, yo tampoco disfruté mucho este libro. Debo rescatarle algunas frases que sí me gustaron, pero la valoración general no fue muy buena. Tampoco es que me hubiera hecho demasiadas expectativas. Los premios Alfaguara últimamente nos han quedado a deber, pero, puesi, año nuevo, calendarización nueva... uno quisiera algo mejor elaborado.
    Luego están las expectativas que te genera la "publicidad" escrita en la contraprotada... en fin. Tela que cortar... gracias por tu post.

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