martes, 28 de febrero de 2017

De recuerdos de infancia y sonrisas etruscas

Hay recuerdos de la infancia que solo nos llegan en sensaciones, como cuando tenemos un sueño que se siente tan real que no podemos distinguir si efectivamente sucedió o no; luego en mitad del día nos golpea una vaga imagen o sentimiento y entonces recordamos que tuvimos ese sueño. Estos recuerdos de la infancia que de alguna manera trascienden de su tiempo son escasos, siempre he pensado que aquellos que sobreviven al paso incansable del tiempo, algún cambio debieron haber producido en el interior de una persona, algo que fuera tan hondo como para que de todos esos años de vida, sean precisamente esos instantes los que lograron llegar al presente.
Uno de los recuerdos más o menos intactos que conservo de mi infancia, algunas veces en sensaciones y otras en imágenes, es la enfermedad y muerte de mi abuelo paterno. Mi abuelo murió de cáncer de pulmón cuando yo tenía 9 años. Era la persona más malcriada y auténtica que he conocido (aunque no sé si con mi corta edad este sería el término correcto), pero de alguna manera siempre me he sentido bien conectada con él. Por lo que me han contado, la vida de mi abuelo fue una vida dura, de esas en las que uno crece sin padre y la madre considera la disciplina como su única manera de sacar adelante a sus hijos. Entiendo que se emancipó joven, era contador y si algo recuerdo de él es que era sumamente ordenado, cualidad que muy lastimosamente, no heredé. Fue un papá muy duro con sus hijos pues, al haber sido criado con disciplina, era la manera en que demostraba su amor. Todo esto lo sé de oídas, historias que me ha contado mi papi o algún otro familiar; sin embargo, hay cosas que recuerdo de él que son de mi experiencia propia. Lo que sí sé es que debe haber sido una gran persona, para que aun no estando ya, siempre salga alguna historia de él en las reuniones familiares, sus frases célebres que ahora hasta los que no lo conocieron repiten.
Lo que yo recuerdo de mi abuelo poco tiene que ver con la dureza de su carácter, puede que tenga que ver con que ya estaba enfermo, aunque si recuerdo una vez que nos regañó a mis primos y a mí por andar traveseando en la cocina, ya que solíamos llegar a la casa de mis abuelos y preparar “brebajes” atrás del lavadero, el reto era ir a sacar ingredientes sin que mi abuelo nos regañara… quizás si era un poco cascarrabias, pero también lo recuerdo llegando a mi casa y asomándose por la ventana a la hora del almuerzo, llegaba con su maleta en su carrito verde que mantenía siempre nítido y que ahora maneja mi papi; pero lo que más recuerdo de sus llegadas era el inconfundible olor a cigarro, incluso cuando ya estaba muy enfermo, era un olor tan impregnado que aun ahora que regaño a mi papi por fumar, no me deja de producir cierto confort, para mí el olor a cigarro tiene una paternalidad como ningún otro olor puede tener. Fueron dos generaciones muy diferentes la de mi papá y la de mi abuelo, pero si hay algo que le puedo agradecer a éste último, es el papá tan maravilloso que me dio, porque aunque lo crió con dureza, no hay ser más tierno y amoroso que mi papá.
La sonrisa etrusca tocó fibras muy sensibles para mí, el contraste del abuelo con el hijo, la ternura que el abuelo solo le muestra al nieto, las tres generaciones conviviendo con lo doloroso que es un cáncer, Brunettino entendiéndolo todo sin entender nada. Considero que quizás mi abuelo sintió conmigo lo que sentía Salvatore por Brunettino y quizás de ahí viene esa conexión que sin haberlo tenido tanto tiempo en vida yo no puedo explicar. Me encantó al final la parte de Brunettino con la manta del abuelo, porque recuerdo cuando regresamos a la casa de mi abuelo cuando él ya había muerto y llegamos a su cuarto a sacar sus cosas y recuerdo su olor por todo el lugar, las cosas materiales que dejó significaban más mientras más amor les había puesto él en vida, como un álbum de fotografías de sus viajes que aún conservo.
Mi abuelo murió un 15 de octubre de 1998, uno de mis recuerdos más exactos de mi infancia es cuando mis papás me dijeron de su muerte, recuerdo la sensación de vacío que dejó en el espacio que ocupaba  y recuerdo los ojos de mis papás hablando con su mirada mientras nos daban la noticia a mis hermanos y a mí, tratando de ocultarles y a la vez explicarles a tres niños un dolor que va más allá de cualquier palabra. “Hoy no van a ir al colegio” nos dijo mi mamá, “¿Se murió mi abuelito?” preguntó mi hermana con las primeras señas del llanto mientras mi mami ya complementaba la frase que había dejado a medias y que en cualquier otra ocasión hubiera hecho feliz a un niño, “…porque su abuelito ya está en el cielo”. Fue mi primera pérdida en la vida, fue la primera vez que me recuerdo enfrentándome al dolor, tan así fue que como ya quería ser escritora de pequeña, uno de los escritos que conservo de mi niñez es uno que se titula “Es tan difícil decirte adiós” y es para mi abuelito.
Como decía, este libro tocó fibras muy sensibles, quizás porque Zío Roncone se fue de una manera tan parecida a la de mi abuelito, quizás porque como Brunettino de él solo tengo olores y sensaciones y un cariño profundo que nunca le llegué a expresar. Mi abuelo materno por el otro lado, murió unos días antes de que mi hermana mayor naciera y años antes de que yo lo hiciera; sin embargo, ella siempre se ha sentido conectada a él así como yo me siento con el papá de mi papá, comento esto porque si bien este libro me acordó más a mi abuelito paterno por la historia, todos los abuelitos son parte importante de la vida de un niño y por ello no quiero terminar de escribir esto sin hacer mención a mis dos abuelas, que tengo la gran bendición de tener y disfrutar, tan distintas entre ellas y aun así tan necesarias en mi vida. Estas dos abuelas que han sido abuelo también para que yo no sienta que me hicieron falta, una tan alegre y que a pesar de sus años está más llena de vida que yo, la fiestera que toda la gente conoce y quiere, con su pelito blanco, sus deditos arrugados y más recientemente emperijoyados, la que venció al cáncer con pura actitud; la otra, la coqueta con su pelito pintado, con su paso más cansado, pero tan sensible, la que cada vez que me dice que me quiere se pone a llorar de puro amor, la que le gusta andar de compras y a la que de solo verla quisiera protegerla con abrazos.
Como dije, no conocí a mi abuelito como hubiera querido, pero espero que si de algún modo le pudieran llegar mis palabras, que si de alguna forma el aún me puede ver y de alguna manera sentirse orgulloso de mí, que su sonrisa sea satisfecha como la de los etruscos.

José Luis Sampedro, notas biográficas

Y llegamos al final de febrero, al final del mes en que bajo la viñeta "Amor" y de la mano de un abuelo italiano, hablamos del amor en el Club de la Buena Estrella.

Quiero darles las gracias primero por haber votado por mi propuesta y segundo por haberse animado a leer el libro, gracias también por haber compartido tantas cosas de sus pensamientos, sentimientos y anécdotas familiares en este mes. Para mí ha sido una alegría muy grande poder compartir con ustedes un libro tan querido y que nos haya hecho ir más que a un sitio de emociones como en sube y baja, hacia ese sitio donde los recuerdos afloran ya sea para reír, para sentir nostalgia, rabia o incluso para llorar.

En el último día del mes les dejo los datos biográficos de Sampedro (muchos de ellos los conocimos en la primera reunión del mes).

Resumir 96 años sería difícil tratándose de cualquier vida. Resumir 96 años sobre una tan completa y diversa como la de José Luis Sampedro es una tarea para expertos.

Por mi parte, sintiéndome una simple mortal que se maravilla con cada cosa que va conociendo de una persona con tanta luz y que a la vez se siente privilegiada por estar viva y tener como referente a personas que se interesan -aún en estos tiempos- más por el ser que por el tener y viven en consecuencia, para que quede registrada aquí en el blog del Club de la Buena Estrella, me he tomado la libertad de elegir algunos acontecimientos de la vida de José Luis Sampedro y que le marcaron, como él mismo lo diría, de forma "perenne y definitiva" desde la más corta infancia hasta su muerte el 8 de abril de 2013. 

Agradezco la oportunidad de haber sido moderadora de su libro "La sonrisa etrusca" en este febrero de 2017 y espero que en el futuro sigamos teniendo grandes encuentros y ¡felices lecturas!

  
"José Luis Sampedro (JLS) es economista de formación por casualidad (era la única carrera que se estudiaba por la tarde), ha sido catedrático de Estructura Económica, senador y asesor del Banco Exterior, y es académico de la Real.

Empezó a escribir de forma perseverante a los 20 años, pero hasta los 64 no fue admitido en lo que él llama “la órbita literaria” o “la nómina oficial de escritores”. Sus primeras novelas, del 37, no vieron la luz hasta el 92 (55 años de espera). Mientras, publicaba novelas, piezas dramáticas y ensayos, cada nueve años, aproximadamente, sin mayor pena ni gloria, sin esperarla tal vez."

Palabras de Olga de Lucas, su compañera hasta el fin, 
en una entrevista concedida al periódico El Mundo en enero de 2004 

José Luis Sampedro
96 años en breve


Barcelona 1917
Nace en Barcelona. La variedad de influencias que recibe serán fundamentales en su obra: su padre nació en La Habana, su abuelo en Manila, su madre en Argelia y su abuela en Lugano, Suiza italiana.

Tánger 1918-1924 
Traslado familiar a Tánger. "Aunque bajo la soberanía del sultán, estaba administrada por varios países y tenía un estatuto internacional, con una población de origen muy variado".
Allí residirá hasta los 13 años. "El más antiguo de mis recuerdos data del patio de recreo del colegio del Sagrado Corazón, regido por padres franciscanos". En Tánger nacieron sus hermanos Carlos y Carmen.

La infancia de Sampedro se desarrolló, pues, en la “zona internacional de Tánger”, un protectorado ejercido por varios países. Él mismo afirmó en su libro El río que nos lleva que “el haber pasado mi infancia en Tánger ha sido para mí un inmenso regalo del destino, perenne en mis raíces y marcándome definitivamente”. Destacaba el carácter internacional de la ciudad con una gran diversidad de personas, culturas y religiones, lo que le enseñó a respetar y comprender “lo diferente”, a educarse en la tolerancia.

“Aquel Tánger de los años veinte, donde transcurrió mi infancia, era ciudad internacional, en la que convivían en igualdad todos los países”.






Aranjuez, un lugar mágico 1924
Cuando  tenía 13 años a su padre, que era el director del hospital español en Tánger, lo trasladaron a Aranjuez (Madrid). Según sus propias palabras, un lugar mágico que él ha descrito con profusión en algunas de sus novelas, y donde vivió su adolescencia.   
Afirmó hasta su muerte que en ese tiempo nació su deseo de ser escritor y no tanto por lo que hubiése escrito en aquella época, sino por los libros que descubrió y que le dejaron fascinado como el de la escritora sueca Selma Lagerlöf, La saga de Gösta Berling. «Me dejó tan impresionado, que Gösta Berlin, el protagonista, y sus amigos, que eran los Caballeros de Ekeby, sustituyeron para mí por bastante tiempo a D’Artagnan y los tres mosqueteros».       

En palabras de Olga de Lucas: "Él siempre dijo que el hombre nació en Barcelona, pero que el escritor nació en Arajuez.  Aranjuez él lo definía como su paraíso de Edén. Aunque al principio lo pasó un poco mal porque al llegar allá añoraba la población multiétnica de Tánger"




La guerra civil 1936-1939
Llega la guerra. Sampedro es un hijo de la derecha educado ("en casa se leía el ABC") y, por entonces, entiende que el socialismo implicaba ¡anarquía! Es movilizado por el Ejército republicano. Después se incorpora al llamado Ejército nacional. Pasa la guerra en Melilla, Cataluña, Guadalajara y Huete (Cuenca). Estas convulsiones las calma con la escritura de poesía. "Lo más grato en esos momentos fue encontrarme con mi padre (...), desengañado con los acontecimientos con más fundamento que yo mismo". 


Madrid 1940
Funcionario de Aduanas en Melilla. Pide traslado a Madrid, donde realiza sus estudios de Ciencias Económicas, consiguiendo la Licenciatura con Premio Extraordinario en 1947. Al acabar la guerra, escribe su primera novela, La estatua de Adolfo Espejo que no será publicada hasta 1994.

1944
Comienza a estudiar Económicas. Boda con Isabel Pellicer.


1946
Nace su hija Isabel.


1947
Termina la carrera y es nombrado profesor encargado. Escribe "La sombra de los días".


1948
Entra en el Servicio de Estudios del Banco Exterior de España. Escribe su primera obra de teatro "La paloma de cartón".


Economista 1951
Asesor del Ministro de Comercio. Escribe sus dos primeras obras de economía: "Principios prácticos de localización industrial" y "Efectos de la unidad económica europea".


1955-1958
Catedrático de Estructura Económica, puesto que ocupará hasta 1969. Compagina esta actividad con la de economista en el Banco Exterior, donde se ocupa de crear un servicio de estudios. Continúa en el banco como asesor hasta 1969, alcanzando el nivel de subdirector general. Escribe "Un sitio para vivir" (teatro). Publica "Realidad económica y análisis estructural" y "El futuro europeo de España".


Novelista

1961
Publica "El río que nos lleva".


1965-66
Publica "Perfiles económicos de las regiones españolas" y "Las fuerzas económicas de nuestro tiempo". Al ser expulsados de la universidad los profesores Aranguren y Tierno Galván, se une a ellos, junto con otros profesores, para crear el Centro de Estudios e Investigaciones (CEISA) que sería cerrado por el Gobierno tres años después.


1968
Es designado "Ann Howard Shaw Lecturer" en la universidad norteamericana "Bryn Mawr College".


Profesor emigrante

1969-70
Ante las deportaciones de catedráticos de la Universidad de Madrid, decide aceptar un puesto de "Visiting Professor" en las universidades inglesas de Salford y Liverpool. A su vuelta pide la excedencia en la Universidad de Madrid y publica "El caballo desnudo", una sátira que le permitirá desahogar sus frustraciones ante la situación del país.


1971-1975
Regresa al Ministerio de Hacienda como asesor económico de la Dirección General de Aduanas. Imparte cursos en la Escuela Diplomática, el Instituto de Estudios Fiscales y en la Universidad Autónoma de Barcelona. Durante este periodo escribe "Conciencia del subdesarrollo" y "La inflación en versión completa".


1976
Vuelve al Banco Exterior como economista asesor.


Político

1977
Senador por designación real en las primeras Cortes democráticas. Vicepresidente de la Fundación Banco Exterior.


1980
Nace Miguel, su único nieto, el cual inspirará su obra más leída, "La sonrisa etrusca".


1981
Publica "Octubre, octubre", una extensa novela que le había ocupado veinte años de trabajo, y que él mismo ha calificado como "su testamento vital".


1984
Retorna a la Dirección General de Aduanas, donde le llega la jubilación.


Reconocimiento literario

1985
Publica "La sonrisa etrusca", la novela que le proporciona una popularidad absoluta.


1986
El apogeo, sin embargo, coincide con la trágica noticia de la muerte de su esposa.


1990
Elegido miembro de la Real Academia Española. Su heterodoxo discurso de ingreso, "Desde la frontera" tiene mucho que ver con el tema de su obra "La vieja sirena", publicada ese mismo año, que es un canto a la vida, al amor y a la tolerancia.


1992-1995
En 1993 publica "Real Sitio", una declaración de amor a la ciudad que despertó su vocación literaria. Cierra así una trilogía llamada "Los círculos del tiempo", junto con "Octubre, octubre" y "La vieja sirena". Tras una grave enfermedad cardíaca sufrida durante una estancia en Nueva York, en la que estuvo al borde de la muerte, publica el relato "Monte Sinaí" donde narra su experiencia en un hospital neoyorquino.


1996-2001
Su novela más reciente, "El amante lesbiano" publicada en el año 2000, acapara la atención de la crítica que la considera un grito contra todas las formas de opresión de las diversas opciones sexuales desde la libertad alcanzada a los 83 años.


En la sala de espera

Tras "El amante lesbiano", José Luis Sampedro, también se instaló en la sala de espera de su cardiólogo. Afortunadamente, la espera es larga y muy bien aprovechada: le ha dado tiempo a volverse a casar, a doctorarse nuevamente, esta vez Honoris Causa por la Universidad de Sevilla, a seguir impartiendo conferencias y a publicar los siguientes títulos:

2002
El mercado y la globalización. Un ensayo divulgativo ilustrado por Sequeiros acerca de los mecanismo del mercado y la mal llamada Globalización.


2003
Los mongoles en Bagdad. Un grito contra la tecnobarbarie de la guerra de Irak.


2005
Escribir es vivir (en colaboración con Olga Lucas). Un ciclo de conferencias sobre su obra impartidas por él y convertidas en autobiografía narrada por Olga Lucas.


2006
Conversaciones con Carlos Taibo sobre política, mercado y convivencia. Como su mismo título indica, un ensayo divulgativo acerca de temas de actualidad en forma de diálogo con el profesor Carlos Taibo.


2006
La senda del drago. Novela fruto de su preocupación por la preservación de la naturaleza frente a la codicia y de su amor por la isla de Tenerife.


2008
La Ciencia y la Vida,  con Valentín Fuster y Olga Lucas. Conversaciones con el cardiólogo Dr. Fuster sobre la salud y el papel del individuo en nuestra sociedad recogidas por Olga Lucas en un libro inclasificable de clara intención divulgativa.


2008
La balada del agua. Un diálogo entre los cuatro elementos escrito para la Tribuna del Agua de la Exposición de Zaragoza.


2009
Economía humanista, algo más que cifras. Artículos de economía desde 1947 recopilados por Olga Lucas, seleccionados y prologados por Carlos Berzosa.
2003
Se casa en Alhama de Aragón (Zaragoza) con la escritora, poetisa y traductora Olga Lucas. Desde hacía tiempo pasaba parte del año en Tenerife, una tierra cuyos símbolos, el drago y el Teide, le sirvieron para componer La senda del drago.  

2011
Ejerció su humanismo crítico acerca de la decadencia moral y social de occidente, del neoliberalismo y las brutalidades del capitalismo. En referencia a esto, puso su grano de arena en las protestas en España de mayo de 2011 escribiendo el prólogo a la edición española del libro ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel.  

8 de abril de 2013
Falleció en Madrid, a los 96 años de edad.

Distinciones

2005 recibió, entre otras distinciones, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2005), la Medalla de Honor de la Universidad Complutense (2008), el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2010) por sus «múltiples aportaciones al pensamiento humano», la Orden de las Artes y las Letras de España (2010) por «su sobresaliente trayectoria literaria y por su pensamiento comprometido con los problemas de su tiempo», el Premio Nacional de las Letras (2011) y el Premio Escritor Gallego Universal (2012).


Fue doctor honoris causa por las universidades de Sevilla y Alcalá, profesor visitante en las universidades inglesas de Salford y Liverpool y Ann Howard Shaw Lecturer en la universidad norteamericana Bryn Mawr College. En 1977 fue nombrado senador por designación real, llegando a ser presidente de la Comisión de Medio Ambiente del Senado.

2012
Homenaje de la Universidad Complutense de Madrid, donde primero fue alumno y luego catedrático de economía por décadas, titulada: La escritura que nos lleva.

Es una exposición que la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla realizó en junio de 2012 (meses antes de su muerte), para conocer la vida y obras del en ese momento último Premio Nacional de las Letras Españolas, y además de hacerlo de su propia mano. Y es que pese a que solo unos pocos privilegiados tuvieron la oportunidad de recorrer la muestra junto al autor y escuchar sus explicaciones y comentarios, la exposición permitió conocer a través de sus propios manuscritos, correcciones y comentarios impresos, cómo Sampedro ha trabajado en sus obras literarias, desde sus primeros escritos de 1935, sus obras teatrales de juventud o sus primeros cuentos hasta su Cuarteto para un solista, publicado el pasado año, pasando por supuesto por sus obras de plenitud como La sonrisa etrusca, Octubre, octubre, La vieja sirena o El amante lesbiano.

Así los visitantes conocieron los folios mecanografiados de las cuatro versiones de Octubre, octubre los que apilados medían 126 centímetros, y comprobaron, por ejemplo, cómo Sampedro creaba una biografía completa para cada uno de los personajes que aparecen en sus libros, por intrascendente que sea su papel, ya que "solo sabiendo lo que han vivido antes puedo saber cómo reaccionarán cuando entran en mis obras". También vieron las mil y una correcciones que de su puño y letra se añaden a los originales mecanografiados, o cómo ha conservado las cartas que sus lectores le han enviado. O incluso las fotografías, recortes de periódicos o utensilios que le han inspirado.

La exposición no es el único regalo que la organización de la II Semana Complutense de las Letras ha hecho a Sampedro. Una edición no venal de 300 ejemplares, titulada José Luis Sampedro en mil y una lenguas, en la que tres fragmentos de textos del autor son traducidos a 40 lenguas, es otro regalo maravilloso.

Portadas

 Novelas














Historias/novela cortas















Teatro












No ficción
 





















































Biografía/ Memorias
















Otros géneros
























2017
Homenajes en su centenario
El 2 de febrero, Penguin Random House quizo homenajear a José Luis Sampedro en el centenario de su nacimiento recuperando el texto "La balada del agua" obsequiándoselo a sus fieles lectores. Un hermoso texto sobre la naturaleza y el ser humano. (Información sobre el texto aquí).

«Destruir el mundo en que vivimos es destruir la casa en que habitamos», solía decir José Luis Sampedro. Y es que la preocupación por los problemas medioambientales y la sostenibilidad del planeta fue constante a lo largo de toda su vida y de su obra.
Para la celebración de su centenario se organizó también la muestra bibliográfica "Las lecturas de José Luis Sampedro: Amo los libros pero no me gusta coleccionarlos", que se puede visitar hasta el 16 de abril en la antesala del Salón de Lectura.

Asimismo se celebró una lectura pública de sus escritos, en la que los participantes elegieron algún fragmento de no más de 280 palabras que les haya impactado especialmente de la obra de Sampedro.

Distintos institutos y bibliotecas municipales llevaron también a cabo homenajes y conferencias sobre su figura, destacando la dilatada labor docente que desarrolló y su cercanía con los alumnos.
 


José Luis Sampedro, 
nuestro escritor del mes en febrero de 2017

martes, 14 de febrero de 2017

Toda una vida, José Luis Sampedro | Olga Lucas

"Enamorarse es amar las coincidencias, y amar, enamorarse de las diferencias"
Jorge Bucay – Silvia Salinas, Amarse con los ojos abiertos, 2002


En este 14 de febrero, fecha que da sustento a todo un mes relacionado al tema del amor y la amistad y que es la razón por la cual bajo la viñeta "Amor" en el Club leemos siempre un libro referente al tema, les comparto esta entrevista a José Luis Sampedro y Olga Lucas, su compañera hasta el final de sus días, en la que a dos voces nos cuentan cómo se conocieron y cómo empezó su historia.


 
Extractos de una entrevista para el periódico El Mundo (ES) publicada en enero de 2004 
P/Elena Pita, fotografía de Chema Conesa

Utiliza José Luis Sampedro (Barcelona, 1917) una imagen de campo para ilustrar su andar con la poeta Olga Lucas (Toulouse, 1947). Le llama la “teoría de los bueyes: ¿nunca has visto dos bueyes tirando de un carro? Van los dos casi tumbados el uno contra el otro, formando una especie de pirámide. Pues así es como andamos nosotros: yo me apoyo en ella, y ella, en mí”.

Bueyes. “No sé otros escritores”, dice Olga, “pero a nosotros nos va muy bien compartir, tal vez porque somos normalitos. A José Luis se le suponen los defectos de los escritores, las rarezas, pero él se ha ganado el pan con otros trabajos, no se ha pasado la vida en el café Gijón (un ejemplo) llorando sus desgracias o celebrando sus éxitos. No, él se levantaba tempranito a escribir, no ha ido por ahí de artista”.
 
Tiene Olga Lucas al hablar un notable acento que ni los expertos en fonética aciertan a ubicar, entre francés sureño y magiar, o puede incluso confundirse con checo, porque tomen nota de sus lenguas progresivas: castellano materno a la vez que francés, luego habló checo y húngaro, y ruso en las escuelas; con 15 años era intérprete oficial del Gobierno de Budapest, y es capaz de traducir literatura de los cuatro idiomas al castellano. 

Imagínenlo paciente, con esa cara que se le pone cuando calla y escucha, apretando sus labios finos en una sonrisa sempiterna y tierna, cargada de sabiduría. ¿Fue ese silencio, que los dos tan bien conocen, decisivo para la complicidad que les une? “Yo no diría que el factor que nos unió inicialmente fuera literario, no: fue simplemente humano”, dice él. “Creo que yo le interesaba más como persona que como escritor, pero una vez creado el deseo de aproximación, la comunidad por la literatura se revela muy importante. Si Olga fuera una mujer que no leyera, por ejemplo, a mí me faltaría comunicación. Compartirlo es un factor muy positivo”.
 
De cómo sucedieron los hechos hay varias versiones, todas del año 1997. La de Olga es la oficial. Y, cuente, cuente, le pido. “¡Pero si no hago más que hablar yo!”. Olga Lucas se enamoró de José Luis Sampedro en la televisión, en un programa de hace al menos 25 años, en blanco y negro, sintió que era el hombre de su vida y tuvo pena de que no fuera real, sino un ser de aquella “órbita literaria” que salía en la tele. “Pero yo tengo la cabeza bien amueblada, no hice ninguna tontería de esas como escribirle, acercarme a él o... No, nada. Lo mantuve en mi mente como un amor imposible, un referente como lo han sido también Saramago o Benedetti, entrañables”.

Sabido es que el autor de La sonrisa etrusca visita todos los años las Termas Pallarés, en Alhama de Aragón, “sólo falté el año en que mi mujer murió”. Y hete aquí que Olga Lucas, casualmente, también visitaba el balneario, con un grupo de amigas, también todos los años, pero éstas en temporada baja: nunca habían coincidido. Hasta que un año, el 1997, principios de septiembre, por circunstancias de la vida las amigas adelantaron su cita con las aguas sulfurosas, y el escritor la retrasó. Así que cuando ella llega a Pallarés, ella siempre renegando de los viejos pobladores de aquella casa, diciendo ay si estuviera aquí (el ilustre) Sampedro otra cosa sería, ella llega y las amigas: ¿tú no querías ver a Sampedro en el balneario? Pues ahí lo tienes.

Pasaban los días y en aquella tertulia de viejas amigas se estableció una especie de apuesta, a ver si Olga se atrevía a hablarle, a ver, pero él se presentaba en los lugares comunes parapetado detrás de un libro; no sería ella, de educación tan prusiana, quien se atreviera a romper la paz del escritor. Si así iba, parapetado, sería que nada quería del resto. (“Y mientras, yo en la higuera, claro”, intromisión de JLS en el relato de la versión oficial). 

Pero una noche, sí, una noche ella llegó la primera a la antesala de la cena, en aquellos salones de techo altísimo, oscuros, solitarios, y él, el segundo, enfundado en su libro. Entonces Olga musitó: “Voy a cambiarme de lugar para no darle la espalda, ya que somos aquí los dos únicos habitantes”. Y él, inmediatamente, “no, no, el que se cambia de sitio soy yo”. Cerró el libro y se pusieron a hablar. La invitó a cenar, pero ella declinó, tenía cita con sus amigas. Quedaron en verse la noche siguiente, y la siguiente más, y pasearon, tomaron café, conversaron; fueron solo tres días, pero cuando Olga regresó a su casa de Valencia ya tenía una carta y un ramo de flores esperándola. Era el comienzo de algo grande. 

Y la otra, ¿la otra versión? Sampedro ha tejido una de esas fantasías que tanto le gustan, y cuenta que “todo fue una operación de estrategia. Ella y sus amigas se pasean por el balneario con walkie-talkies: águila negra llamando a nube verde, la pieza sale del hotel y se acerca al parque; tortuga a delfín azul, ahora se sienta frente al lago... Al final, ella se hace la encontradiza”. Y aquello se convierte en un cuento de hadas: al cabo de un año de viajes, teléfonos, visitas, “la cosa se fue estrechando y decidimos vivir juntos”.

Coincidiendo con la jubilación anticipada de Olga, funcionaria hasta entonces de la Generalitat valenciana, porque tiene una minusvalía invisible del 70%, que nadie podría adivinar, bajo ese aspecto saludable de matrona polaca, su aire ario, tez blanca, enorme estructura, pelo y ojos ceniza. “No se ve pero estamos muy fastidiados”, dice él. “Así que juntos lo llevamos mejor, estupendamente”. Bueyes.  


Usos o manías del escritor, como la de no utilizar el ordenador, “porque la facilidad de corregir que da perjudica el estilo, que cuanto menos correcto y menos bello, más personal es”, dice Sampedro. “Mi valor primario es la autenticidad, detrás de esas líneas hay un ser humano. Para mí es fundamental creerme lo que escribo, que no es lo que vivo sino al revés: yo invento una vida en el papel y me identifico con ella. He sido partisano en Calabria, y lesbiano, y sirena: uno es todos los personajes que inventa”. También Olga escribe primordialmente a mano, “porque a la velocidad de la mano me expreso mejor”. 

¿Y los lugares de trabajo, también los comparten?. JLS: “Tenemos sillas diferentes”. Olga: “El problema es que somos muy nómadas, cuando nos juntamos, como los papeles de los dos no cabían en una sola casa, nos quedamos con las dos, para vivir a medias entre Madrid y Valencia. Y encima ahora hemos decidido pasar los inviernos en Tenerife, porque él se pone malito de tanto frío que hace. Y a lo que íbamos: juntarse con un escritor es la mejor manera de dejar de escribir. Yo siempre dije que nunca me casaría ni con un escritor, ni con un político, ni con un académico, y aquí me tienes: con los tres en uno. 

Dicen quienes han leído y opinado sobre la poética de Olga Lucas que tiene esta escritora un sentido erótico extraordinario que se vislumbra en sus versos íntimos, De andar por casa, como titula uno de sus poemarios; que se vislumbra y contagia. “Deseable que lo tenga”, dice Sampedro: “porque quien no lo tiene está perdido”. Y ella: “Tú barres para casa”.   

En este momento preciso, la escritora se levanta y se ausenta unos minutos. Aprovecha él para hablar con más franqueza aún, evitándole tal vez ese rubor del que ella ha huido, dejándonos a solas: “Yo no me esperaba esta suerte a mis años. Cuando enviudé, quedé reventado. Me fui recuperando con el nieto (como el partisano de La sonrisa etrusca), con la hija, con la casa nueva, porque tuve que mudarme, no lo soportaba; pero llevaba una vida muy vegetativa. Encontrar a alguien como Olga era impensable, y fue decisivo, fundamental: una suerte tremenda, espero que también para ella. Yo no hubiera escrito mis tres últimos libros sin Olga, a ella se los debo”. Y en esto, que ella entra, cargada de más fuerza: “¿Lo ves?, lo que yo te decía, ¿tú crees que merece la pena sacrificar esto por unas chuminadas? (de nuevo, referencia a sus poemas)”.   

Comparten una vida austera, tal es el espíritu que les une, desnuda de los lujos que pudieran permitirse con sus ingresos. El único, confiesan, alquilar un coche con chófer de vez en cuando, cuando no encuentran la fuerza de subirse a un tren o un avión. Los bueyes. Una Navidad, cuentan divertidos, quisieron jugar a ser ricos por cinco días, y allá que se fueron a un lugar que conocían, un hotel, maravilloso. Pero el hotel lo habían reconvertido, haciéndolo de “superlujo”. Total: que se sintieron incómodos y volvieron antes de tiempo, ni cinco días lo soportaron. Vida la suya presidida por una máxima existencial a su modo: “Siento, luego existo”. 

Hay aún otro componente fundamental en las vidas de estos dos escritores que también comparten sin haberlo querido, porque les fue dado por la suerte de su nacimiento, cosmopolita, trotamundos. En el caso de Olga, “un desarraigo”. En el de José Luis, “un multiarraigo” 

Una de las más bellas cosas entre las bellísimas cosas que JLS regala a sus lectores son esas novelas “como cartas de amor, como un mensaje de socorro”. ¿A quién le escribe, José Luis Sampedro? “Algunos libros están dedicados con nombres y apellidos. Otros son como mensajes de náufrago lanzados al mar dentro de una botella”. ¿Y Olga Lucas, a quién le escribe? “A quien me quiera oír; bueno, ahora le escribo a él, siempre”. 

Las últimas obras publicadas de J. L. Sampedro y Olga Lucas son “El río que nos lleva” (Destino) y “Cuentos para ciegos” (Instituto de Estudios Modernistas).

Y para el tema que atañe a esta fecha, creo con esto basta... Pero si alguien quiere leer la entrevista completa, puede hacerlo aquí.