sábado, 28 de febrero de 2015

El amante, comentario personal

A punto de terminar el mes de febrero y habiendo completado nuestra segunda lectura programada para 2015, debo reconocer que una viñeta que no me generaba demasiadas expectativas, trajo consigo un libro que resultó ser de esos que uno se pregunta por qué diablos no había leído antes.

Por supuesto, al interior del club hay diversas opiniones sobre El Amante de Marguerite Duras, que -como suele pasar con la inmensa mayoría de los buenos libros- gustó mucho o no gustó nada. Así, sin medias tintas.

El primer obstáculo para que algunos disfruten el libro, radica en la naturaleza perturbadora de la historia de una adolescente involucrada sexualmente con un hombre mayor. El malestar de algunos es comprensible, por supuesto. Se asemeja bastante al rechazo que hace unos tres años provocó en algunos miembros del club el relato de pedofilia narrado por Vladimir Nabokov en Lolita, que incluso hizo que varios desistieran de su lectura. Personalmente soy un convencido de que leer un libro o ver una película sobre violaciones, asesinatos  o cualquier otra forma de violencia, no significa que uno apruebe nada de eso; además, es innegable que las mejores historias vienen de todos esos dramas personales que tan habitualmente consumimos en el cine, la televisión, la música e incluso la literatura. Más allá de nuestros credos y valores, así son las historias humanas. Sin embargo, entiendo y respeto las opiniones y decisiones de quienes eligen sus lecturas y entretenimiento pasando un filtro de selección, no sé si más rigorista, pero seguramente diferente del mío.

Una segunda descolocación para algunos ocurre a causa de las valoraciones personales sobre sensualidad, erotismo y pornografía. ¿En dónde se clasificaría El amante? ¿Aplica para nuestra viñeta de Romance/Erotismo?

Las preguntas me resultan inevitables, 1) por la manera en que el tema del sexo es abordado por la Duras (sus relatos sobre el amante chino son intensos, pero escasos y tardíos, pasada la primera cuarta parte del libro y despúes de muchas páginas de relatos familiares e introspecciones de la autora); 2) por el matiz que tambíen puedo darle por mi decisión personal de leer Trópico de Cáncer de Henry Miller (pues como sabrán, estoy leyendo mi propuesta derrotada para esta viñeta luego de finalizar El amante); y 3) por la consabida moda que se ha suscitado en torno a las 50 sombras de Grey, ese bestseller que está causando que su descomunal y aún creciente cifra de lectores inusuales ahora opinen sobre sexo y erotismo con chapa de conocedores y expertos (y quizá uno de estos días yo mismo le pierda el amor a un par de horas de mi existencia y las dedique a leer a esta señora británica para tratar de entender de qué va tanto revuelo y alboroto).

Volviendo a las preguntas planteadas, encontré un comentario del antropólogo Desmond Morris, de septiembre de 1987 en The Illustrated Naked Ape: A Zoologist's Study of the Human Animal. Revisión de Janet Dunaif-Hattis, donde manifiesta que el erotismo es más un comportamiento cultural que sexual, que no es posible definir como erótico todo lo relacionado con la sexualidad y con el acto sexual físico, como tampoco descontextualizarlo de las fases personales y sociales previas al sexo, sin importar si llegan a concretarse en un acto físico o no. El rango de cobertura del adjetivo erótico se supedita a la escala valorativa de cada uno. Puede haber erotismo en un desnudo artístico, en una pintura o en una escultura, pero también en una mirada profunda y sostenida en un momento inesperado, en un roce casi sin querer, en un timbre de voz, en un color, un olor o una textura. La frontera con la pornografía se rebasa cuando el acto sexual se concreta, pero ese límite tampoco es demasiado claro. La pornografía abarca todo contenido, literario, visual o audio visual que represente actos sexuales o actos eróticos con el único fin de provocar la excitación sexual del receptor. En cambio, el erotismo puro consiste en poner escenas sensuales e incluso sexuales al servicio de una historia (como los efectos especiales en los géneros de acción y ciencia ficción, que sin embargo no son la historia en si misma). En ese contexto, el sexo explícito también puede ser erótico.

Como se ve, si la definición de erotismo es tan amplia como las interpretaciones del arte abstracto, y si la frontera con lo pornográfico tampoco está delineada con demasiada claridad, desprendemos que la clasificación de literatura erótica tampoco será demasiado estricta ni delimitada. Es así como el amplio espectro abarcado por nuestra viñeta del mes de febrero, va desde los escritos del Marqués de Sade (Justine; Juliette; La philosophie dans le boudoir) hasta los de Marguerite Duras (El amante, Ojos azules pelo negro), pasando por Pauline Reage (Histoire d'O), Vladimir Nabokov (Lolita), Emmanuelle Arsan (Emmanuelle), Henry Miller (Trópico de cáncer, Trópico de capricornio, Sexus, Plexus, Nexus), D.H. Lawrence (El amante de Lady Chatterly), entre muchos otros.

Menos escabroso que los dos anteriores, un tercer obstáculo para llevar esta lectura a feliz término, fue el estilo narrativo que algunos en el club sintieron demasiado cortado. A mí, en cambio, me gustó bastante. En mi opinión, Marguerite Duras cuenta sus vivencias en el tono de la mujer mayor que recuerda. No olvidemos que al escribir estas memorias en clave de novela, la autora había cumplido 70 años de edad. ¿Ha tenido alguna vez el amigo lector el privilegio de escuchar a una persona de esa edad contar alguna anécdota de su vida temprana? Ritmo pausado y frases cortas y contundentes, ¿no es cierto? Bueno, cuando uno consigue imprimir ese tono y ritmo a la lectura de El amante, lo que parecía cortado deja de ser molesto y hasta se vuelve placentero. Aunque está claro que es posible que la nostalgia de abuelos sea lo que me traiciona el juicio.

De la historia

La mayoría de comentarios que uno encuentra, resumen El amante de una manera demasiado simple: "Trata de una adolescente de origen francés que vive en Indochina y cuya familia está arruinada. Ella se hace amante de un chino adinerado y mantiene una relación con él a lo largo de un año y medio."

La sinopsis en las ediciones en cuya portada aparece la fotografía de la autora a sus 16 años dice: 

"Marguerite Duras, adolescente, en el período que ella reconstruye en este libro. Marguerite Duras se convierte de la noche a la mañana, con El amante, en una autora solicitada por todos los públicos. Y, además, recibe poco después, en noviembre de 1984, el prestigioso Premio Goncourt. A todos emociona sin duda esta narración autobiográfica en la que la autora expresa, con la intensidad del deseo, esa historia de amor entre una adolescente de quince años y un rico comerciante chino de veintiséis. Esa jovencita bellísima pero pobre que vive en Indochina, no es otra que la propia escritora, quien hoy recuerda las relaciones apasionadas de intensos amor y odio que desgarraron a su familia y, de pronto, grabaron prematuramente en su rostro los implacables surcos de la madurez. Pocas personas —y en particular mujeres— permanecerán inmunes a la contagiosa pasión que emana de este libro."

El amante es una novela de corte autobiográfico que aborda muchos temas y tiene varias capas. Cada lector dará su atención a uno o a varios de ellos según sus propias experiencias y puntos de vista. Hay para elegir: La relación madre-hija, la relación con sus hermanos, la maldad personificada en el hermano mayor, la preferencia de la madre por ese hijo problema, la colonia francesa en Vietnam, el racismo y las diferencias económicas, la moral europea de los años 20 y 30, la prisión de las tradiciones milenarias chinas, las personalidades decididas y desinhibidas, las personalidades débiles y apocadas, el sexo como mecanismo de escape, la precocidad, el control, la actitud como una forma de belleza y el hecho de que el amor, como la felicidad, no siempre se viven de manera consciente. Y la lista sigue.

Del estilo
Tal como dije antes, al leer me parece que escucho el relato de boca de una persona de edad, a un ritmo lento pero contundente. Creo que en la narración hay belleza lírica y profundidad desde el mero principio:

"Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde."

Percibo en el relato un tono a veces rebelde, que en otras es triste y melancólico, como cuando la autora habla de los escasos momentos alegres de su madre:

"Esta elevación de la casa sobre el suelo permite lavarla con grandes cubos de agua, regarla por entero como un huerto. Todas las sillas están encima de la mesa, toda la casa chorrea, el piano del saloncito tiene las patas en el agua. El agua desciende por las escalinatas, invade el patio hacia las cocinas. Los criados jovencitos se sienten felices, estamos todos juntos, con ellos, se riega, y después el suelo se enjabona con jabón de Marsella. Todo el mundo va descalzo, la madre también. La madre ríe. La madre no tiene nada que decir en contra de nada."

Golpea al lector la descripción de la hora en que la depresión acentúa el comportamiento ausente de su madre, esa forma de demencia que niega el recuerdo y la razón:

"He tenido la suerte de tener una madre desesperada por un desespero tan puro que incluso la dicha de vivir, por intensa que fuera, a veces, no llegaba a distraerla por completo."

Me gustó mucho la parte de la narración de su viaje en el barco, son probablemente los momentos más emotivos del libro, los de la toma de conciencia del verdadero sentimiento.

"Cuando la hora de la partida se acercaba, el barco lanzó tres llamadas de sirena, muy largas, de una intensidad terrible, se propalaron por toda la ciudad y el cielo, por encima del puerto, se tiñó de negro. Entonces, los remolcadores se acercaron al barco y lo arrastraron hacia el tramo central del río. Una vez hecho esto, los remolcadores soltaron amarras y regresaron al puerto. Entonces, el barco, una vez más, dijo adiós, lanzó de nuevo sus mugidos terribles y tan misteriosamente tristes que hacían llorar a la gente, no sólo a la del viaje, la que se separaba, sino también a la que había ido a mirar, la que estaba allí sin ninguna razón precisa y que no tenía a nadie en quien pensar."

Y remontando a un momento más temprano de la historia, me encantó su descripción de la belleza inocente de su compañera de colegio, la metáfora de la harina:

"El cuerpo de Hélène Lagonelle es torpe, aún inocente, qué dulzura la de su piel, como la de ciertos frutos, está a punto de no ser percibida, un poco ilusoria, es demasiado. Hélène Lagonelle inspira deseos de matarla, incita al maravilloso sueño de matarla con sus propias manos. Lleva sus formas de flor de harina sin ninguna sabiduría, las exhibe para que sean amasadas por las manos, para que la boca las coma, sin retenerlas, sin conocerlas, sin conocer tampoco su fabuloso poder. Me gustaría comer los senos de Hélène Lagonelle como él come mis senos en la habitación de la ciudad china donde cada tarde voy a profundizar en el conocimiento de Dios. Ser devorada por esos senos de flor de harina que son los suyos."

En síntesis, he disfrutado mucho esta lectura, encontré frases que considero memorables, y pienso que es un libro altamente subrayable. Coincido además con Amélie Nothomb, cuando dice de Marguerite Duras que habla en un tono sagrado.

De los personajes
Una joven asombrosamente precoz para su lugar y tiempo, empoderada de su cuerpo y de su vida; un chino acomodado, apocado y sin voluntad propia, llorón hasta el hartazgo; una madre distante, hasta ausente, derrotada por la vida; un hermano mayor cruel y despiadado, y sin embargo inútil y vulnerable; un hermano menor enmudecido y tembloroso, amenazado por el mayor y abandonado por su madre; una atractiva compañera cuya belleza y desnudez inmodesta contrastan con su prevaleciente inocencia, descrita de tal forma que hasta hace sospechar de algún deseo lésbico de Marguerite. Son personajes extremos, pero me parece que todos convencen, que todos cobran vida y se hacen creíbles mientras desarrollan en el libro el rol que desempeñaron en la vida de Marguerite.

Valoración personal
Más allá de que no haya unanimidad como club, a mí me pareció un libro excelente y muy recomendable, que si bien es cierto me parece erótico, creo que goza de bastantes más argumentos y razones para leerlo. Le doy cuatro y media estrellas de cinco posibles.

lunes, 16 de febrero de 2015

Marguerite Duras, biografía

Marguerite Duras 
 Seudónimo de Marguerite Germaine Marie Donnadieu
(1914-1996)


Sobre la lápida de Marguerite Duras en el cementerio de Montparnasse hay una pequeña planta, un montón de pastillas blancas diseminadas a lo largo de la sobria piedra gris, dos flores y dos letras grabadas: M.D. También son dos las imágenes que podrían ilustrar el proceso desaforado de su existencia: la evocación de la preciosa niña cargada de erotismo que viajaba en un transbordador por el río Mekong con un sombrero de fieltro y los labios pintados de rojo oscuro y, justo en el otro extremo, la mujer con el rostro y el cuerpo devastados por el alcohol, vestida con una falda recta y chaleco sobre un jersey de cuello alto que, después de cuatro curas de desintoxicación, entró en un coma de cinco meses. Marguerite Duras saltó en un instante del principio al final de su vida pero, en la breve duración de ese instante, hizo lo que quería hacer: écrire. Escribir.

Escribía y amaba lo que escribía hasta la obsesión. Ella misma se preguntaba qué era aquella necesidad mortal que había conseguido que viviera en un mundo paralelo al de los demás y que fuera existiendo cada vez menos porque todo, su esencia, se lo entregaba a la escritura devoradora. A los quince años le dijo a su madre que lo único que quería hacer en la vida era narrar y se preguntaba sinceramente qué hacía con su tiempo la gente que no escribía porque ella había llegado a pasar por el tamiz de la literatura incluso los recuerdos más dolorosos. Una de las manifestaciones más desgarradoras contra el nazismo aparece en su texto El Dolor en el que describe su impaciencia cuando, desde las ventanas de su casa en la rue Saint-Benoît, contempla apoyada en las persianas cómo la gente pasea y ella quiere gritar que en el interior de aquella habitación un hombre, su marido, ha regresado vivo del horror de los campos de concentración alemanes y que, a pesar de tener el cuello tan delgado que se puede rodear con una sola mano, todo lo que debe tomar es caldo en cucharillas de café porque su estómago se desgarraría con el peso de cualquier otro alimento.

Nació en 1914, el día 4 de abril, cerca de Saigón, en la Indochina francesa (lo que es hoy Vietnam del Sur). "No puedo pensar en mi infancia sin pensar en el agua. Mi país natal es una patria de agua", diría M.D. Era la primera niña de cinco hermanos, dos de ellos, Pierre y Paul, hijos del matrimonio y los otros dos, Jean y Jacques, hijos del padre con una esposa anterior que había muerto en Hanoi. Su padre, profesor de matemáticas, tuvo que ser repatriado a Francia cuando ella tenía sólo cuatro años a causa de unas fiebres infecciosas y jamás regresó a Indochina. Murió después de haber comprado una casa cerca del pequeño pueblo francés de Duras donde quería pasar el siguiente verano con toda su familia y que serviría, sin que él llegara a saberlo, para reemplazar en el futuro su propio apellido. Esta muerte dejó a la familia en una situación económica mucho más precaria y comenzaron a llegar las estrecheces. Los hijos crecieron como vagabundos por la selva, casi tomando un aspecto indígena y todo lo que podía hacer la madre para conservar su deseado y privilegiado aspecto occidental era alimentarlos con comida traída directamente desde Francia, comida que ellos aborrecían y que no aceptaban.

Marie Legrand, la madre de Marguerite, luchó contra la pobreza con todas sus fuerzas. Se aferró a sus posesiones, a su tierra que debía salvar continuamente del mar y del viento si quería que algo creciese de ella, mientras iba descubriendo el extraño atractivo de aquella niña que no se vestía como las demás, que tenía una manera propia de hacer las cosas y que podría resultar fascinante para los hombres. Marguerite conoció a su amante chino y ser ricos se convirtió entonces en una auténtica obsesión. Con el tiempo, la escritora consideraría que el dinero no cambiaba nada porque siempre conservaría "una maldita mentalidad de pobre". Para ella la pobreza al nacer era hereditaria y perpetua. No se podía curar.

En 1932 regresó a Francia. Estudió Derecho, Matemáticas y Ciencias Políticas. Trabajó como secretaria en el ministerio de las Colonias de 1935 a 1941.

Se casó en 1939 con Robert Antelme. Tuvo un hijo que murió en 1942. Ese mismo año Duras conoció a Dionys Mascolo, que terminó siendo su amante, y con el que tuvo otro hijo. Durante la Segunda Guerra Mundial, ambos participaron en la Resistencia francesa. Su grupo cayó tras una emboscada, Marguerite logró escapar ayudada por François Mitterrand, pero Robert Antelme fue apresado y enviado a un campo de concentración el 1 de junio de 1944.

Militante del Partido Comunista Francés, que abandonó pronto, Marguerite Duras también fue deportada a Alemania. Pero una vez terminada la guerra se diluyó en la escritura y el alcohol.

En 1945, pese a su deseo de divorciarse, cuando Robert regresó, en penosas condiciones, del campo de Dachau, ella se quedó con él para cuidarlo, hecho que relatará en su novela tardía El dolor (La douleur). No obstante, hay que tener ciertas reservas respecto a la veracidad completa de su relato, pues se trata de "su verdad", de ir al "taller de la memoria" suya. Se divorció en 1946. Militó en el Partido comunista del que fue expulsada en 1955.

Cualquier lector de Un dique contra el Pacífico o de El amante descubrirá que estos primeros datos de su biografía le son ya familiares. Porque leer los libros de Marguerite Duras implica leerla también a ella. En un verdadero acto de vivisección literaria, extraía su propio dolor, lo matizaba con el bálsamo de la escritura y luego lo entregaba a un lector que debía descubrir que aquello que leía en su obra no era simplemente el relato de la subsistencia vital de una escritora, sino de la evolución individual de cada uno de sus personajes que no eran sino un reflejo novelado de lo ocurrido realmente a miles de seres humanos a lo largo del siglo XX. Marguerite Duras ofrece en sus libros una descripción de diferentes momentos cruciales en diferentes lugares del mundo tan fidedigna como la de cualquier historiador, pero con un añadido importante: ella muestra el sufrimiento, la esperanza y la compasión de los legítimos protagonistas de la historia.

Su primer libro fue rechazado por la editorial Gallimard, pero siguió escribiendo y una vez terminada su siguiente obra, Les impudents, amenazó con suicidarse si no lograba que la publicaran. En 1943 entró en la resistencia mientras su querido hermano Paul, que había continuado junto a su madre en Saigón, moría de una bronconeumonía por falta de medicamentos. El dolor se le hizo insoportable y lo reflejó en La vida tranquila, el libro que estaba escribiendo y que Gallimard publicó en 1944. De esta manera Marguerite Duras obtuvo por fin el reconocimiento que esperaba, pero no pudo disfrutarlo porque la Gestapo detuvo a su marido en el apartamento de su hermana en la rue Dupin. En ese momento M.D. se propuso no escribir y no volvió a editar nada hasta 1950. Ella, que había amenazado con el suicidio si no llegaba a publicar, de repente se daba cuenta de lo nimio de la literatura comparado con el dolor de la realidad.

Literatura y realidad… Dos nociones difícilmente separables en esta autora que atrapa y devora porque su narración rezuma autenticidad y siempre es complicado renunciar al encanto de algo auténtico. En 1950 apareció su primer éxito literario, Un dique contra el Pacífico, y a partir de entonces fueron publicándose obras memorables como Los caballitos de Tarquinia (1953) que narra la experiencia de unas vacaciones en Italia, Días enteros en las ramas (1954), Moderato Cantabile (1958), Hiroshima mon amour (1959) que se convertiría en la famosa película de Alain Resnais y El arrebato de Lol V. Stein (1964), novela con la que alcanzó el apogeo de su actividad creadora. Según sus propias palabras en una entrevista concedida a la televisión francesa, escribir El arrebato de Lol V. Stein resultó especialmente complicado: "Escribir siempre es duro, pero en aquella ocasión tenía más miedo que de costumbre. Era la primera vez después de mucho tiempo que escribía sin nada de alcohol y tenía miedo de escribir cualquier cosa". 

Por supuesto, no creó cualquier cosa. Creó un personaje desposeído de sí mismo que ve en un baile cómo la persona a la que ama se está enamorando de otra y eso hace que ella quede relegada a un plano de casi inexistencia. Creó un personaje tan desesperado y, al mismo tiempo, tan adorable que muchos años después la autora declararía que lamentaba no haber sido ella misma Lol V. Stein. Porque la había concebido, lo había escrito todo sobre ella, la había creado, pero no había sido Lol y por lo tanto sentía "ese duelo que he llevado toda mi vida por no ser Lol V. Stein".

En su siguiente novela, El Vicecónsul (1965), el protagonista sale al balcón de su casa en Lahore y dispara al aire. No dispara a los transeúntes ni a las palomas. "Dispara contra el dolor, la desgracia y contra el millón de niños que iban a morir de hambre en los próximos cuatro meses." Después vinieron La amante inglesa (1967), El amor (1971), El amante (1984), El dolor (1985), Emily L., La vida material… 

Escuchaba con atención las declaraciones que ella misma había hecho en 1964 y 1965 acerca de sus libros El arrebato de Lol V. Stein y de El vicecónsul respectivamente y asentía con frecuencia haciendo diversos comentarios. "Cada libro supone para el autor su propio asesinato. Siempre hay una depresión posterior que se manifiesta a través de algo físico". Una mujer pequeña, sentada en un sillón, vestida con una falda marrón, un jersey del mismo color y un pañuelo oscuro ocultando el cuello, que hablaba de literatura con tranquilidad y que adoraba a sus personajes hasta el llanto. Una autora que se preguntaba cómo era posible escribir porque en un principio no había nada y de pronto había una página escrita: "No puedo explicarlo y creo que no hay ningún escritor que se libre de esta ignorancia". 

"Fue esa tarde cuando Léo me besó en la boca. Lo hizo por sorpresa. Experimenté una repulsión verdaderamente indescriptible...". Así escribe Marguerite Duras su encuentro con el que sería el protagonista de El amante. Y también, "A los 18 años envejecí. No sé si a todo el mundo le ocurre lo mismo...ese envejecimiento fue brutal", decía Duras, dando prueba de que la autora francesa no escribió una sola línea que no hubiese vivido.

Con El amante (1984) obtuvo el Premio Goncourt. Es una novela más accesible (y seguramente no la mejor de ellas) pero que alcanzó un éxito mundial, con más de tres millones de ejemplares, y fue traducida a cuarenta idiomas. Retoma ahí un recuerdo de adolescencia y lo elabora de manera novelesca. Lo volvió a tomar muy bien enL'Amant de la Chine du Nord, de 1991.

Marguerite Duras, para quien escribir era "aullar sin ruido" y confesar, "borrar huellas". A eso se dedicó con vehemencia toda su vida la escritora francesa, que hoy, tras mucho dolor y sinceridad, es un clásico de la literatura universal. El amante deslumbró por la sinceridad que derramó Duras al relatar su intimidad y sexualidad en la compleja relación que mantuvo con Léo, el comerciante chino al que conoció en un transbordador que cruzaba el río Mekong, cuando ella tenía quince años y él veintiséis. Convirtió su vida en su propio material literario. Al morir, dejó tras ella 19 películas y más de 50 textos entre novelas, relatos, obras de teatro y guiones. 

La propia vida de la escritora es una novela sobre la que ella ha escrito incesantemente. La destrucción, el amor, la alienación social, son palabras clave en la vida de Marguerite Duras que se detectan en toda su obra. Una historia tormentosa, de soledad y escritura, de palabras y de silencios, de deseos fulgurantes también. Un personaje ineludible, en la vida de Marguerite Duras: su madre. El desamor maternal marcó toda su vida e hizo de ella un personaje controvertido en el que se entremezclaban las exigencias del corazón y los caprichos del cuerpo; impetuosa y obstinada, tuvo tantos detractores como seguidores de sus obras.

Es difícil definir su personalidad: iracunda o dulce, genial o narcisista, pero hay que creerla cuando asegura: "Yo soy una escritora, no vale la pena decir nada más". De hecho, C'est tout, de 1995, fue su último texto.


Para que el mundo sea soportable, es necesario exorcizar las obsesiones, pero la escritura puede, tanto esconderlas como develarlas. Entonces Duras tantea, repite una y otra vez, busca la palabra justa, "prueba" escribir, como se prueba amar aún sabiendo que nunca se logrará totalmente. Marguerite decía: "Escribir es tratar de saber lo que uno escribiría si uno escribiera". Sus novelas se ordenan alrededor de una explosión central, un instante de violencia que da paso al discurso: Hiroshima y el amor, la muerte y el deseo psíquico simbólicamente entremezclados "Destruir, dice ella". Y esta frase se asemeja a la música,vuelve siempre, es la variación infinita sobre un tema, es letanía y celebración, control y desenfreno. Se han recuperado recientemente escritos de juventud muy importantes, como los Cuadernos de guerra y otros textos, en 2006, y unas entrevistas italianas en 2012.

Sus primeros relatos aparecieron en la revista Les temps modernes, fueron considerados de tono existencialista pero luego, ya en los años 50, se la calificó como la figura del Nouveau roman. Fue guionista de Hiroshima, mon amour, el gran éxito de Alain Resnais, y dirigió India Song y Noche negra en Calcuta. Toda su obra lleva su carne como nutriente y todo su universo sensitivo, por eso terminó exhausta y con varios comas etílicos. Su escritura depurada hasta el máximo, lírica, muy sintética y llena de música es un sello inconfundible de la autora de El amante de la China del Norte, El amor, Escribir, Los ojos azules pelo negro, El arrebato de Lol V.Stein o Emily L, entre otros títulos. Libros que están todos ellos en la editorial Tusquets, que acaba de reeditar su obra. Marguerite Duras pasó los últimos años de su vida, hasta su muerte en 1996, con Yann Andrea, su último amante, compañero, cocinero y chófer, 40 años menor que ella y homosexual. "Todos los hombres son homosexuales en potencia, solo les falta saberlo", escribió Duras. En la actualidad, la obra completa de esta escritora forma parte del catálogo de la prestigiosa colección de La Pléiade, de Gallimard, donde están los clásicos.

Falleció el 3 de marzo de 1996 en París, debido al cáncer de esófago que padecía desde hacía tiempo.

martes, 10 de febrero de 2015

Dos cuentos de Marguerite Duras




El último cliente de la noche

por Marguerite Duras


La carretera atravesaba la Auvernia y el Cantal. Habíamos salido de Saint-Tropez por la tarde, y condujimos hasta entrada la noche. No recuerdo exactamente qué año era, fue en pleno verano. Le conocía desde principios de año.

Le había encontrado en un baile al que había ido sola. Es otra historia. Quiso parar antes del amanecer en Aurillac. El telegrama había llegado con retraso, había sido enviado a París, y luego reenviado de París a Saint-Tropez. El entierro debía tener lugar al día siguiente, a última hora de la tarde. Hicimos el amor en el hotel «Aurillac», y luego volvimos a hacerlo. Por la mañana lo hicimos de nuevo. Creo que fue allí, durante este viaje, cuando el deseo se esclareció en mi cabeza. Por él. Creo. Pero, estoy menos segura. Pero por él, sin duda, sí, desde el momento que se unía a mí en este deseo. Pero él, como otro, como el último cliente de la noche. 

Apenas dormimos, y reemprendimos el viaje muy pronto. Era una carretera muy bonita y terrible, interminable, con curvas cada cien metros. Sí, fue durante este viaje. Esto nunca se ha vuelto a repetir en mi vida. El lugar ya estaba allí. Sobre el cuerpo. En estas habitaciones de hotel. Sobre las orillas arenosas del río. El lugar era oscuro. Estaba también en los castillos, en sus muros. En la crueldad de las cacerías. De los hombres. En el miedo. En los bosques. En el desierto de las alamedas. De los estanques. Del cielo. 

Tomamos una habitación al borde del río. Volvimos a hacer el amor. No podíamos hablarnos más. Bebíamos. En la sangre fría, golpeaba. El rostro. Y ciertos lugares del cuerpo. No podíamos acercarnos ya el uno al otro sin tener miedo, sin temblar. Me llevó hasta lo alto del parque, a la entrada del castillo. Estaban los de Pompas Fúnebres, los guardianes del castillo, el ama de mi madre y mi hermano mayor. A mi madre no la habían metido todavía en el ataúd. Todo el mundo me esperaba. Mi madre. Besé la frente helada. 

Mi hermano lloraba. En la iglesia de Onzain éramos tres, los guardianes se habían quedado en el castillo. Yo pensaba en este hombre que me esperaba en el hotel al borde del río. No me daban pena, ni la mujer muerta ni el hombre que lloraba, su hijo. Nunca más he tenido. Después vino la cita con el notario. Consentí a las disposiciones testamentarias de mi madre, me desheredé.

Él me esperaba en el parque. Dormimos en este hotel al borde del Loira. Después, nos quedamos varios días junto al río, dando vueltas por allí. Permanecimos en la habitación hasta entrada la tarde. Bebíamos. Salíamos para beber. Volvíamos a la habitación. Luego, volvíamos a salir por la noche. Buscábamos cafés abiertos. Era la locura. No podíamos marcharnos del bar, de este lugar. De lo que buscábamos, no se hablaba. A veces, teníamos miedo. Sentíamos una profunda pena. Llorábamos. La palabra no se pronunciaba. Lamentábamos no amarnos. Ya no sabíamos nada. 

Existía sólo lo que se decía. Sabíamos que esto no volvería a ocurrir en nuestra vida, pero de esto no se decía nada, ni que éramos los mismos frente a esta disposición de nuestro deseo. Esto siguió siendo la locura durante todo el invierno. Después, fue menos grave, una historia de amor. Posteriormente aún escribí Moderato Cantabile.

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El cortador de agua 

Era un día de verano, hace unos años, en un pueblo del este de Francia, tres años tal vez, o cuatro años, por la tarde. Un empleado de las Aguas vino a cortar el agua de una gente que estaba un poco marginada, que era un poco diferente de los demás, digamos atrasada. Vivía en una estación desalojada -el T.G.V. pasaba por la región- que el municipio les había dejado. El hombre hacía pequeños trabajos en casa de la gente del pueblo. Y debían contar con el auxilio de la alcaldía. Tenían dos hijos, de cuatro años y de un año y medio.

Por delante de su casa, muy cerca, pasaba esta línea del T.G.V. Eran personas que no podían pagar su recibo de gas ni de electricidad, ni de agua. Vivían en una gran pobreza. Y un día, apareció un hombre para cortar el agua en la estación donde vivían. Él vio a la mujer silenciosa. El marido no estaba allí. La mujer un poco atrasada con un niño de cuatro años y uno pequeño de un año y medio.

El empleado aparentemente era un hombre como todos los hombres. A este hombre le llamé el Cortador del agua. Él vio que era pleno verano. Sabía que era un verano muy caluroso, puesto que lo vivía. Vio al niño de un año y medio. Se le había ordenado que cortara el agua, y lo hizo. Respetó su empleo del tiempo: cortó el agua. Dejó a la mujer sin agua para bañar a los niños, y para darles de beber.

La misma noche, esta mujer y su marido cogieron a los dos niños con ellos y fueron a arrojarse sobre los raíles del T.G.V.; que pasaba por delante de la estación desalojada. Murieron juntos. Sólo tuvieron que andar. Arrojarse. Mantener a los niños tranquilos. Adormecerlos quizá con canciones.

El tren se detuvo, dicen.

Ésta es la historia.

El empleado habló. Dijo que había ido a cortar el agua. No dijo que había visto al niño, que el niño estaba allí con su madre. Dijo que ella no se había defendido, que no le había pedido que no cortara el agua. Esto es lo que se sabe.

Cojo este relato que acabo de hacer, y de pronto oigo mi voz. Ella no hizo nada, no se defendió. Así es. Se debe saber por el empleado de las aguas. Él no tenía motivo para hacerlo, puesto que ella no le pidió que lo hiciera. ¿Es esto lo que se ha de comprender? Es una historia que enloquece.

Prosigo. Intento ver. Ella no dijo al empleado de las aguas que había los dos niños, puesto que los veía, a los dos niños, ni que el verano era caluroso, puesto que estaba allí, en el verano caluroso. Ella dejó marchar al Cortador del agua. Se quedó sola con los niños, un momento, y luego se fue al pueblo. Se fue a una taberna que conocía. No sé si la patrona habló. Lo que se sabe es que no habló de la muerte. Tal vez le contó la historia, pero no le dijo que quería matarse, matar a sus dos niños y a su marido y matarse ella.

Los periodistas, al no saber lo que ella había dicho a la patrona del café, no señalaron este suceso. Entiendo por «suceso» el instante en que esta mujer salió de su casa con sus dos hijos, después de haber decidido la muerte de toda la familia, con una finalidad que se ignora, de hacer algo o de decir algo, que ella tenía que hacer o decir antes de morir.

Aquí, restablezco el silencio de la historia, entre el momento del corte del agua y el momento en que ella volvió del café. Es decir que restablezco la literatura con su silencio profundo. Es lo que me hace avanzar; es lo que me hace penetrar en la historia, sin esto, me quedo fuera. Ella habría podido esperar a su marido y anunciarle la noticia de la muerte que había decidido. Pero no. Se fue al pueblo, allá abajo, a esta taberna.

Si esta mujer se hubiera explicado, no me habría interesado. Christine Villemin, que no es capaz de alinear dos frases, me apasiona, porque tiene lo que esta mujer también tiene: la violencia insondable. Hay un comportamiento instintivo, que uno puede tratar de explorar, que se puede traducir en silencio. Traducir en silencio un comportamiento masculino es mucho más difícil, mucho más falso, porque los hombres no son el silencio. En tiempos remotos, desde hace milenios, el silencio es las mujeres. Luego, la literatura es las mujeres. Se hable en ésta de ellas o la hagan, es ellas.

Luego, esta mujer de la que se creía que no hablaría, porque no hablaba jamás, debió hablar. No debió hablar de su decisión. No. Debió decir una cosa en su lugar, en lugar de su decisión y que para ella era el equivalente y seguiría siendo el equivalente para toda la gente que se enterara de la historia. Tal vez era una frase sobre el calor. Se habría vuelto sagrada.

Es en estos momentos cuando el lenguaje alcanza su poder último. Dijera lo que dijera a la patrona de la taberna, sus palabras lo decían todo. Estas tres palabras, las últimas que precedían a la ejecución de la muerte eran el equivalente del silencio de esta gente durante su vida. Estas palabras nadie las retuvo.

Esto ocurre todos los días así en la vida, en el momento de una partida, de una muerte, de un suicidio que la gente no sospecha. La gente olvida lo que se ha dicho, y lo que ha precedido y habría debido alarmarla.

Los cuatro juntos fueron a arrojarse sobre los raíles del T.G.V. delante de la estación, cada uno con un niño en los brazos, y esperaron el tren. El Cortador del agua no tuvo ninguna molestia.

Añado a la historia del Cortador del agua, que esta mujer -que decían atrasada- por lo menos sabía algo de manera definitiva: es que nunca podría contar ya, al igual que nunca había podido, con alguien para que la sacara de allí donde estaba con su familia. Que estaba abandonada por todos, por toda la sociedad, y que sólo le quedaba una cosa por hacer, y era morir. Ella lo sabía. Es un conocimiento terrible, muy grave, muy profundo que tenía. Luego, incluso sobre el atraso de esta mujer, a partir de este suicidio, habría que insistir, si se hablara de ella alguna vez, lo que no sucederá jamás.

Sin duda, es aquí donde su memoria se evoca por última vez. Iba a decir su nombre, pero no lo conozco.

El asunto ha sido archivado.

Queda en la cabeza la sed fresca y viva de un niño en el verano demasiado caluroso a unas horas de la muerte, y la vuelta en redondo de la joven madre atrasada esperando la hora.

domingo, 1 de febrero de 2015

Marguerite Duras, El amante


Creo que siempre o casi siempre en la infancia la madre representa a la locura. Nuestras madres siempre permanecen como las personas más locas y extrañas que jamás hemos conocido”  ―Marguerite Duras


Y llegamos al mes de la viñeta Romance/Erotismo, donde leeremos "El amante" de Marguerite Duras.

Hay que reconocer que este libro salió mejor votado por todos los miembros del club, gracias a que Amélie Nothomb la menciona en Ni de Eva ni de Adán, en donde deja entrever que es considerada por ella como una gran escritora que debería ser leída y tomada en cuenta y que, por esas mismas razones, sostiene con Rinri una conversación muy amena sobre Hiroshima mon amour. Sin embargo, Marguerite Duras no solo es una escritora admirada por la Nothomb, sino que en sus novelas se logra reconocer su poderoso impacto y su innegable influencia.

Nos encontramos ante una escritora que no solo tiene muchísimo talento, sino que vivió una vida que le proporcionó cualquier cantidad de insumos para nutrir sus novelas con vivencias increíbles y plenas. Su literatura nace de su propia historia, envuelta en los años de la colonización francesa de Indochina.

Es interesante destacar, que Marguerite Duras escribió esta novela, que obtuvo en Francia el Premio Goncourt, contando casi setenta años (1984), lo que provocó una serie de interrogantes sobre ella misma, desde el punto de vista de una mujer que tuvo una vida amorosa envuelta en el dolor y la pérdida. La novela, ha sido traducida a 43 lenguas, tiene tintes eróticos, y fue llevada al cine por Jean-Jacques Annaud con el título de El amante.

Espero que nos acompañen a leer esta apasionante historia.

¡Felices lecturas!


FICHA DEL LIBRO

Viñeta:                       Febrero | Romance/Erotismo
Libro:                         El amante
Autora:                       Marguerite Duras
Nacionalidad:            Francesa
Año:                          1984
Total páginas:           136
Titulo original:          L'Amant de Marguerite Duras
Traducción:               Ana Maria Moix
Primera impresión:   Barcelona 1984
Primera
reimpresión:              México 1988
Primera edición en
libro electrónico
(ePub):                       Marzo de 2012







DIVISIÓN DE LECTURAS

Jueves 5 de Febrero
33% en versión electrónica

Jueves 12 de Febrero
66% en versión electrónica

Jueves 19 de Febrero
100% en versión electrónica

Jueves 26 de Febrero
Película


SINOPSIS

El amante de Marguerite Duras es un clásico de la literatura francesa. Es una novela con base autobiográfica donde la autora rememora su iniciación al deseo, al amor y al odio, tres sentimientos potentes que recorren la obra desde el principio hasta el final. Y ese despertar a la madurez llega demasiado pronto, como muy bien se expresa en la primera página con esta bellísima frase: "Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde  […] A los dieciocho años envejecí."

La historia transcurre en Indochina cuando era colonia francesa a principios del siglo XX. La protagonista y a la vez autora es una adolescente de quince años de familia francesa, aunque nacida en Indochina, que comienza una extraña relación con un rico comerciante chino de veintiséis años. Sin embargo, esta relación no es el único hilo temático, pues tiene mucho peso en la historia la relación tormentosa entre la joven y su rara familia formada por su madre a veces enferma, a veces medio loca, su hermano mayor violento y cruel y su hermano pequeño débil y temeroso. Ella pasa con relativa facilidad del amor al odio hacia los miembros de su familia y pronto, muy pronto descubre que ha de huir, que ha de emanciparse de su familia y sobre todo de la pobreza extrema en la que viven;  ella convierte en un escape de la miseria su relación con el chino. Las respectivas familias no entienden e incluso rechazan la relación por diferentes motivos mientras que los amantes siguen viéndose a escondidas, se dejan llevar por una fuerte atracción sexual más que amorosa, al menos por parte de la adolescente.


SOBRE LA AUTORA


(1914/04/04 - 1996/03/03)

Marguerite Duras, es un seudónimo de Margueritte Donnadieu. Fue una novelista, dramaturga, guionista y directora de cine francesa. 

Nació el 4 de abril de 1914 en Saigón (hoy Ciudad Ho Chi Minh). Después de cursar el bachillerato, con 18 años se traslada a París para estudiar Derecho, disciplina en la que se licenció en 1932.

Dos años después comenzó a trabajar como funcionaria en el ministerio de las Colonias en el que permaneció hasta 1941. 

Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportada a Alemania en su calidad de miembro de la "Resistencia". De ese tiempo afirmaba haber salvado la vida al compañero de la misma red de resistencia, el ex presidente François Mitterrand, a quien siempre apoyó. Después de 1945, trabajó como periodista y defendió con entusiasmo el movimiento feminista. Su primera novela importante, Un dique contra el Pacífico (1950), narra la vida de una familia francesa empobrecida en Indochina. Otras novelas destacadas son Moderato cantabile (1958) y la semi autobiográfica El amante (1984), con la que obtuvo ese mismo año el Premio Goncourt, ­el galardón literario más prestigioso de su país, y se convirtió en un auténtico best-seller mundial, siendo adaptada para el cine por el director Jean-Jacques Annaud. 

En 1960 fue guionista de la película de Alain Resnais Hiroshima mon amour. En sus inicios estuvo influenciada por el Existencialismo, aunque no tardó en desarrollar las formas del nouveau roman. Entre sus películas cabe destacar India Song (1975).

Marguerite Duras falleció el 3 de marzo de 1996 en París, debido al cáncer que padecía desde hacía tiempo.