lunes, 31 de marzo de 2014

Opinión personal sobre Anna Karénina


Definitivamente Tólstoi es un grande, he disfrutado mucho la lectura y quedo realmente sorprendida cuando puedo leer cosas, que a mi me resultarían aburridas como los proyectos de gobierno de Karenin sin que eso me cause problema. 

Ya en algún comentario se había dicho que el nombre del libro no le hace justicia, Anna no es la única protagonista, ni siquiera es la más interesante, sino que su historia de "amor" es solo una más de las que componen este maravilloso libro.

Desde mi punto de vista Tólstoi nos pinta una Sociedad Rusa hipócrita pero sobre todo egoísta, es sorprendente como cada uno de los personajes cree ser el centro del universo, pensando única y exclusivamente en lo que les afecta a ellos y manejando códigos de honor absurdos que solo son un justificante para sus acciones reprobables y algunas veces ridículas.

Exceptuando un personaje (o quizás dos) todos son narcisistas a los que solo les importa su vida y sus intereses, muy cultos, sí, pero arrogantes y superfluos, desde los carismáticos Levin y Kitty hasta los no tan agradables y a veces repulsivos Anna y Vronsky. Recordando un poco el libro de enero que no me quedo tiempo de comentar, me permitiré describir a Levin, Kitty, Anna, Vronsky, Dolly y Oblonsky según Stephanie. 

Levin y Kitty (los que unidos mejoran): Me imagino que no solo a mi me ha pasado, pero en muchos momentos, éstos parecen los verdaderos protagonistas, la de ellos, es una verdadera historia de amor en todas sus dimensiones, ese entendimiento del uno hacia el otro (lo de las iniciales, es lo mas conmovedor que he leído en el libro hasta ahora), esa certeza de unidad al grado de no saber donde acaba uno e inicia el otro, esa manera de complementarse que vas más allá de la belleza de ella o el dinero de él, hacen que su historia sobresalga por mucho; para mí, como pareja ellos sobresalen de una manera que separados no lograrían, ya que por su lado Levin, es inestable, prejuicioso, depresivo y uno de los personajes más (o quizás el más) egoístas, él vive pensando en él y únicamente en él, Kitty es buena y un dechado de virtudes en la medida que él la quiere a su lado, es un buen patrón en la medida en que su hacienda producirá más, hasta es capaz de apoderarse de la desgracia de su hermano como si la enfermedad de éste, no es más que un mensaje de los dioses para recordarle a él su propia mortalidad, no se puede negar que en esencia es bueno pero demasiado narcisista. Kitty a su vez sale un poco más airosa de la situación, es decidida y muy inteligente, pero enormemente orgullosa y caprichosa, nada que por su edad y educación no sea perdonable, pero,  igual que la mayoría es egoísta. 

Anna y Vronsky (los que unidos empeoran): Así como juntos Levin y Kitty son una pareja excepcional, Anna y Vronsky unidos dejan en evidencia los defectos que por separado no se les notaba tanto, son tal para cual, ambos son egoístas, mentirosos y tienen una característica que particularmente a mi me desagrada mucho, y es la de no asumir responsabilidades y esperar que otros les arreglen la vida.

Esos pensamientos e ideas, inestables y cambiantes que en Levin me molestan, pero se los disculpo y que unido a Kitty no se los noto, en Anna y Vronsky simplemente no los soporto.
Curiosamente separados eran personajes imponentes, carismáticos, llamativos, él, un militar galán, guapo y valiente por el que suspiran todas, al quién incluso yo nunca culpe del dolor de Kitty y mucho menos del de Levin, para mí,todo fue una mala interpretación de la madre de Kitty, movida por ese afán de casar a su hija, la cual, al ser soltera constituía la última asignatura pendiente para graduarse de buena madre ante la sociedad, ya que al parecer una vez casadas, no eran problema de ella como quedó en claro al ignorar totalmente el sufrimiento de Dolly, pareciera que el único lo suficientemente sabio para notar al verdadero Vronsky era el príncipe Scherbatski.
Anna era la mujer de mundo, la bella, la refinada, la madre abnegada que estaba preocupada porque nunca había dejado a su hijo solo (amor maternal que le duró, lo que tardó en viajar de San Petersburgo a Moscú y ver a Vronsky), la buena samaritana que llegaba a arreglar el problema familiar de su hermano.

Una vez unidos por la pasión (porque no creo que sea amor), sus peores defectos empezaron a salir a la vista, egoístas (incluso entre ellos), mentirosos, irrespetuosos y completamente descarados y no por la infidelidad en sí, sino por sus actitudes, la infidelidad podría haber sido una historia de amor tan rica y apasionante que el lector buscaría recursos para justificarla, pero como no es amor, no hace más que hacerlos repulsivos por lo menos para mi y por hechos muy concretos como los siguientes:

Vronsky el mantenido, pasó de ser un prometedor militar a uno mediocre, sin futuro, al cual no le alcanzaba el dinero por el pequeño detalle que su madre dejó de darle su mesada en castigo por su escandalosa vida, atrevimiento que al muy "digno" conde enojó mucho. Yo opino que, cuando uno no quiere que se metan en su vida es porque la puede costear y responder por ella, se podría decir que era la costumbre de la época, quizás, pero Levin tenía la misma edad y era perfectamente capaz, de responder por su vida y defender sus proyectos

Anna la descarada, de ella no me molesta tanto lo infiel, lo mentirosa, el descaro que tiene para culpar a Karenin de su desgracia, como lo mala madre que es, según ella lo que más ama son sus hijos, pero los sentimientos hacia ellos se rigen en la medida de su conveniencia o su humor, cuando su matrimonio esta "bien" ama tanto a su hijo que le duele dejarlo solo, cuando quería a Vrosnky ya no le importaba tanto, cuando pensó que había perdido a su amante, la hija de éste no le importaba, parecía incluso que Karenin la quería más, ella no se preocupaba ni por darle pecho, y la excusa era que su esposo se lo había prohibido porque estaba débil y claro en esto sí lo obedece, pero cuando le pidió literalmente que no metiera a su amante en casa, ignoró la instrucción con el mayor descaro, luego cuando huye con Vronsky entonces sí, la niña es la luz de sus ojos y de su otro hijo ya no se acuerda, de repente extraña a su hijo y ya la niña no es de su interés, ¿qué clase de madre no sabe cuantos dientes tiene su hija?; en fin esa actitud camaleónica hacia sus hijos hace que para mí la Karénina no tenga salvación, ¿si no se es congruente con el amor de madre con qué se puede ser?

Karenin, Anna y Vronsky los inútiles, me molestó mucho la falta de decisión de los tres, esperando que de una manera mágica se resolviera todo, el primero esperando que la locura de su esposa pasara, y los otros dos esperando que Karenin le pusiera final, como si él fuera el responsable de todo, mostrando de nuevo poca personalidad que tienen, tuvo que ser Oblonsky el que llegara a solucionar lo que los protagonistas del triangulo no se atrevían o realmente no querían hacer.

Dolly y Oblonsky (los que no se debieron unir): éstos son el agua y el aceite, Levin y Kitty se complementan para bien, Anna y Vronsky se complementan para mal, pero se complementan, éstos en cambio no tienen nada que ver el uno con el otro; Oblonsky es exactamente igual que Anna o incluso peor, mentiroso, descarado, con la idea que todo se arreglará de una manera mágica, no se hace cargo de sus responsabilidades, no piensa mucho en sus hijos, pero eso sí, extremadamente encantador, logrando solo con su presencia animar toda una fiesta, y además tiene la suerte de ser hombre y por lo tanto se le permite hacer cosas por las que a Anna se le condena (eso sigue casi igual en nuestros días), Dolly en cambio es el único personaje que no es egoísta, ella piensa en su familia, ella piensa en sus hijos, le preocupa el dolor de su hermana Kitty (a pesar que pareciera que el dolor de ella no le importa mucho a su familia paterna), le preocupa Levin, y le preocupa el problema de su amiga Anna, es la única que no se permite pensar solo en ella a cada momento, creo que solo puedo expresar "Menuda Dolly". 
Tan distintos son estos personajes, que no pude encontrar una sola imagen de la última adaptación al cine del libro, donde aparecieran juntos, ¿Por algo sera, no?

Lastimosamente no he terminado el libro, razón por la cual, es probable que algunos personajes aún no estén del todo desarrollados y mi percepción quede corta.

También quisiera agregar que hasta éste momento, no he visto ninguna adaptación cinematográfica, pero mientras buscaba las imágenes extraídas de la última película del 2012, me encontré con críticas bastantes duras, en cuanto a que dicha adaptación no le hacía justicia al libro y me llamó la atención, una en especial que decía que Keira Knightley (Anna) tenía una muy mala participación, ya que la historia no parecía de amor, sino un mero capricho de nobles y que Anna parecía una histérica egoísta, si es así, creo que la adaptación debe ser muy buena por que es como yo veo esa historia dentro del libro, pero no es común que el personaje que le da el nombre a una historia, no sea noble, bueno puro y una heroína capaz de sacrificarse por los demás, puede que por eso no haya gustado.

Repito que esta solo es una irresponsable opinión basada en una crítica de Internet, me gustaría saber la opinión de los que si han visto cualquiera de las películas de Anna Karenina. 




miércoles, 19 de marzo de 2014

Víctor Gallego, traductor de Anna Karénina



"Después de un libro como “Anna Karénina” no es fácil encontrar un proyecto que te seduzca"

Víctor Gallego Ballestero recibió en junio de 2012, el premio “La literatura rusa en España”, de la Fundación Yeltsin, por su traducción del ruso al español de la novela “Anna Karénina” de León Tolstoi.
Graduado en el Instituto del idioma ruso “Alejandro Pushkin”, Gallego lleva 12 años traduciendo obras de la literatura rusa al español. “Quise traducir al español ‘Anna Karénina’ en cuanto inicié mis estudios del ruso”, confesó él ganador tras la solemne ceremonia de entrega del premio que se celebró en la embajada de Rusia en Madrid.
Gallego releyó infinitas veces la novela de Tolstoi y se daba plena cuenta de lo difícil que sería traducir para lectores hispanohablantes esta magnífica historia de amor. Tardó dos años en preparar su versión para la editorial Alba y dijo que es una experiencia valiosísima que le hará falta en el futuro.

En septiembre de ese mismo año, la Agencia de Información Internacional de Rusia "RIA Novosti" le hizo una entrevista muy interesante sobre su trabajo como traductor de la obra rusa, la cual se las transcribo a continuación:





Desde hace más de dos décadas usted traduce obras maestras de la literatura rusa. ¿El premio “Read Russia” por la traducción al español de “Anna Karénina” fue el primer reconocimiento por su devota labor?
No hay muchos premios de traducción en España. Desde hace tres años, creo, la Fundación Pushkin y el Centro Yeltsin han instituido el premio “La Literatura Rusa en España”. Es el único dedicado específicamente a premiar una traducción literaria del ruso al español. Hace dos años lo ganó Marta Rebón por su versión de “Vida y destino” de Grossman  y el año pasado Fernando Otero por “El peregrino en su patria” de Leskov. Este año el jurado tuvo la gentileza de concedérmelo a mí por “Anna Karénina”. Es el único reconocimiento que he recibido por mi labor, antes del premio Read Russia. Pero lo más importante es el reconocimiento de algunos críticos y la fidelidad de muchos lectores, que han comprado mis versiones de los clásicos rusos.
En cualquier caso, no se traduce por la esperanza de recibir reconocimientos, sino por vocación, por devoción, por amor: amor a unos escritores y a unos textos que uno aspira a difundir y dar a conocer.
Aparte de los grandes clásicos rusos como Tolstói, Chéjov, Pushkin, usted también tradujo las cartas de Bulgákov a Stalin y trabajos de Florenski. ¿Cómo elige lo que le gustaría traducir?
Las Cartas de Bulgákov a Stalin fue la primera traducción mía que se publicó. Aún estudiaba en la Universidad cuando la preparé. Por lo común, cuando uno inicia su labor de traducción, no suele tener opción de elegir los libros que traduce. Para mi fortuna, yo casi desde el principio he podido hacerlo, y no sólo eso, sino que he podido seleccionar los textos y hacer las introducciones.
De las traducciones de las que me siento más satisfecho destacaría mi edición de los Cuentos de Chéjov y de los Relatos de Tolstói, que no sólo traduje, sino que seleccioné dentro de la vasta obra de estos dos grandes escritores. Elijo –he elegido- los libros que me gustan, que me conmueven, que me fascinan. A veces son obras universalmente conocidas, como es el caso de “Anna Karénina”; en otras, se trata de libros menos famosos pero que igualmente han sacudido mi conciencia, como la correspondencia de Florenski, el viaje de Ilf y Petrov a los Estados Unidos o las memorias de Lev Razgón,  un libro por el que siento una predilección especial.
¿Tiene interés por traducir literatura contemporánea rusa? En su opinión, ¿hoy día hay escritores, cuyo trabajo puede representar dignamente la cultura rusa?
No he traducido mucha literatura contemporánea. Mi labor se ha centrado más en la traducción de los clásicos. ¿Por qué? Porque son autores con los que siento mayor afinidad, mayor proximidad y sintonía, a pesar de que están más alejados en el tiempo.
En general, mi campo de acción ha sido el periodo que va de Pushkin a Bunin, en mi opinión el más glorioso de cualquier literatura y de cualquier época. No obstante, estoy seguro de que hay autores capaces de representar dignamente las letras rusas, lo que sucede es que es difícil competir con Tolstói o con Turguénev, pero no sólo para los escritores de Rusia, sino de cualquier otro país.
Algunos críticos literarios opinan que entre los grandes autores rusos y del mundo hispanohablante hay mucho en común. ¿Está usted de acuerdo?¿Se puede decir, por ejemplo, que García Márquez es un escritor de la misma envergadura que Tolstói?
Creo que hay una diferencia fundamental entre la gran literatura rusa y la literatura en lengua española; a saber, en los autores rusos lo más importante es lo que se dice, y entre los hispanohablantes cómo se dice lo que se dice. Es decir, en el ámbito hispano se advierte una mayor preocupación por el estilo y entre los rusos por el tema. Siempre me acuerdo, a propósito de esta cuestión, del comentario de Pushkin a un párrafo de Buffon sobre los caballos, ampuloso, recargado, grandilocuente: “Ah, ¿por qué no decir simplemente caballo?” Muchas veces, a los escritores en castellano, les cuesta decir simplemente caballo.
En mi opinión, García Márquez, un escritor al que admiro, no es comparable a Tolstói, por ejemplo.  Pero yo soy un enamorado de la literatura rusa y supongo que no soy imparcial. Por otro lado, la literatura no es una ciencia, y a la hora de valorar la obra de un escritor influyen muchos factores externos: la compenetración con el autor, el interés por los temas tratados, el tono, el estilo…
¿A qué se debe su amor por la literatura rusa?
Como traté de explicar en la ceremonia de recepción del premio Read Russia, mi relación con la literatura rusa fue la de un flechazo. Yo estudiaba Biología en la Universidad Autónoma de Madrid y al mismo tiempo empecé a leer a los clásicos rusos en traducciones. Quedé tan fascinado y deslumbrado por esas obras que decidí aparcar mis estudios de ciencias y ponerme a estudiar ruso en la universidad. Aun recuerdo la impresión imborrable que me causó “La sala número seis” de Chéjov.
Mi amor por la literatura rusa, como todos los amores, supongo, es inexplicable. En mi caso, no me puedo imaginar la vida sin ese puñado de autores.: Pushkin, Gógol, Turguénev, Dostoievski, Tolstói, Chéjov.
¿Hasta que punto la literatura clásica rusa responde a las aspiraciones espirituales del lector hispanohablante, es afín a su psicología y mentalidad?
La gran literatura –Shakespeare, Cervantes, Homero- transmite siempre valores universales, a pesar de la ambientación concreta en un tiempo y en un lugar. En ese sentido, creo que la gran literatura rusa responde a las aspiraciones espirituales no solo del lector hispanohablante, sino de cualquier otro lector.
¿Qué proyectos tiene en mente? ¿Está traduciendo ahora algún otro libro de la literatura rusa?
Después de traducir “Anna Karénina” quedé literalmente agotado. Fueron dos años muy duros de trabajo, de meditación sobre el texto. Solo la dificultad de traducir la famosa frase con que se abre la novela da una idea de lo arduo de la tarea. La verdad es que no he vuelto a traducir nada.
Por otro lado, después de un libro como “Anna Karénina” no es fácil encontrar un proyecto que te seduzca. “Anna Karenina” ha sido el libro que siempre he querido traducir. En ese sentido, ese trabajo ha colmado todas mis aspiraciones de traductor.
¿Qué es la traducción: oficio o arte?
Creo que la traducción es una mezcla de las dos cosas, arte y oficio. También se necesitan paciencia, dedicación y amor por lo que se hace. Creo que es importante una sensibilidad grande por los idiomas, por la literatura, por las ideas, pero la práctica siempre ayuda. Un buen traductor necesita un conocimiento profundo de las dos lenguas –de la que traduce y a la que traduce-, y, sobre todo, un gran respeto y amor por la obra que traduce. No puede permitirse descuidos, faltas de atención, negligencias.
En mi caso, a veces casi creía sentir la presencia de Tolstói a mis espaldas, haciéndome reproches:  “Ese epíteto no te ha quedado bien. Esa frase la tienes que retocar”. Cuando uno ama una obra literaria y se embarca en su traducción esa presión, la de no defraudar al autor al que tanto se respeta y admira, es lo que más le ayuda a intentar superarse y a buscar siempre la mejor manera de trasladar su estilo, sus razones y sus verdades.
*Por Anush Janbabyan, RIA Novosti

jueves, 13 de marzo de 2014

León Tolstói, Biografía

Amigos, les comparto una biografía de León Tolstói que encontré por ahí en la página Biografías y Vidas. Me parece de suma importancia conocer los detalles de la vida de este gran autor ruso, para entender mejor su obra y ubicarnos en el momento histórico en el cual fue escrita Anna Karénina.

(Liev Nikoláievich Tolstói; Yasnaia Poliana, 1828 - Astapovo, 1910) Escritor y ruso. Hijo del noble propietario y de la acaudalada princesa María Volkonski, Tolstói viviría siempre escindido entre esos dos espacios simbólicos que son la gran urbe y el campo, pues si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban brillar en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el lugar del laborioso alumbramiento de sus preclaros sueños literarios.

El muchacho quedó precozmente huérfano, porque su madre falleció a los dos años de haberlo concebido y su padre murió en 1837. Pero el hecho de que después pasara a vivir con dos tías suyas no influyó en su educación, que estuvo durante todo este tiempo al cuidado de varios preceptores masculinos no demasiado exigentes con el joven aristócrata.

En 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se matriculó en la Facultad de Letras, carrera que abandonó para cursar Derecho. Estos cambios, no obstante, hicieron que mejorasen muy poco sus pésimos rendimientos académicos y probablemente no hubiera coronado nunca con éxito su instrucción de no haber atendido sus examinadores al alto rango de su familia.

Además, según cuenta el propio Tolstoi en Adolescencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante ciudad de San Petersburgo.

Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las populosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una profunda sacudida ante el espectáculo del dolor y la miseria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artillería.

El enfrentamiento contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble consecuencia de descubrirle la propia temeridad y desprecio de la muerte y de darle a conocer un paisaje impresionante que guardará para siempre en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, aquellos monumentales lugares grabaron en su ánimo una nueva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo.

Al estallar la guerra de Crimea en 1853, pidió ser destinado al frente, donde dio muestras de gran arrojo y ganó cierta reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada toleró con impaciencia la ineptitud de los generales y el a menudo baldío heroísmo de los soldados, de modo que pidió su retiro y, tras descansar una breve temporada en el campo, decidió consagrarse por entero a la tarea de escribir.

Lampiño en su época de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta, la estampa que se hizo más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ya anciano, con las luengas y pobladas barbas blancas reposando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos alucinados. Pero esta emblemática imagen de patriarca terminó por adoptarla en su excéntrica vejez tras arduas batallas para reformar la vida social de su patria, empresa ésta jalonada en demasiadas ocasiones por inapelables derrotas.

Durante algún tiempo viajó por Francia, Alemania y Suiza, y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas didácticos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era completamente gratuita, los alumnos podían entrar y salir de clase a su antojo y jamás, por ningún motivo, se procedía al más mínimo castigo. La escuela estaba ubicada en una casa próxima a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento.

Pronto fue imitada por otras, pero su peligrosa novedad, junto a los ataques del escritor contra la censura y a su reivindicación de la libertad de palabra para todos, incluso para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno que a los pocos años mandó cerrarla. Era uno de los primeros reveses de su proyecto reformador y uno de los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, aunque no sería el único. Sus discrepancias con la Iglesia Ortodoxa también se hicieron notorias al negar abiertamente su parafernalia litúrgica, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos ambientes con olor a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.

Además, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de violencia era contraria a la enseñanza de Cristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no sólo de los militares sino del propio zar. Incluso sus propios siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre a Tostói, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.

A pesar de ser persona acostumbrada a meditar sobre la muerte, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acaecido el 20 de septiembre de 1860, le produjo una extraordinaria conmoción y, al año siguiente, se estableció definitivamente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante esposa Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su vida y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento ideal para un hombre abismado en sus propias fantasías.

Sofía era entonces una inocente muchacha de dieciocho años, deslumbrada por aquel experimentado joven de treinta y cuatro que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además, con imprudente sinceridad, quiso que conociese al detalle sus anteriores locuras y le entregó el diario de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella que le daría trece hijos, no titubeó ni un momento y aceptó enamorada la proposición de unir sus vidas, contrato que, salvando períodos tormentosos, habría de durar casi medio siglo.

Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y felices años de matrimonio, Tolstói gozó de condiciones óptimas para escribir su asombroso fresco histórico titulado Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, en la que se recrean nada menos que las vidas de quinientos personajes. El abultado manuscrito fue pacientemente copiado siete veces por la esposa a medida que el escritor corregía; también era ella quien se ocupaba de la educación de los hijos, de presentar a las niñas en sociedad y de cuidar del patrimonio familiar.

La construcción de este monumento literario le reportó inmediatamente fama en Rusia y en Europa, porque fue traducido enseguida a todas las lenguas cultas e influyó notablemente en la narrativa posterior, pero el místico patriarca juzgó siempre que gozar halagadamente de esta celebridad era una nueva forma de pecado, una manera indigna de complacerse en la vanidad y en la soberbia.

Guerra y paz había comenzado a publicarse por entregas en la revista El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869. Muchas fueron después las obras notables que salieron de su prolífica pluma y cuya obra completa puede llenar casi un centenar de volúmenes. La principal de ellas es Anna Karénina (1875-1876), donde se relata una febril pasión adúltera, pero también son impresionantes: La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimonio, y la que es acaso más patética de todas: La muerte de Iván Ilich (1885).

Al igual que algunos de sus personajes, el final de Tolstói tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años compartiendo casi todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la pobreza, trabajando como zapatero durante varias horas al día y repartiendo limosna. Muy distanciado de su familia, que no podía comprender estas extravagancias, se abstenía de fumar y de beber alcohol, se alimentaba de vegetales y dormía en un duro catre.

Por último, concibió la idea de terminar sus días en un retiro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticiamente en la sola compañía de su acólito el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la ciudad para seguir los pasos del íntegro novelista. Tras explicar sus razones en una carta a su esposa, partió en la madrugada del 10 de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros.

Durante algunos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 Tolstói fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo obligó a detenerse y a buscar refugio en la casa del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados solícitos de la familia de éste. Sofía llegó antes de que falleciera, pero no quiso turbar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta después del final. Le dijeron, aunque no sabemos si la anciana pudo encontrar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que su últimas palabras habían sido: "Amo a muchos."

En cierto modo, la biografía de León Tolstói constituye una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y a menudo cruel que lo rodeaba, por lo que consagró toda su vida a la búsqueda dramática del compromiso más sincero y honesto que podía establecer con ella. Aristócrata refinado y opulento, acabó por definirse paradójicamante como anarquista cristiano, provocando el desconcierto entre los de su clase; creyente convencido de la verdad del Evangelio, mantuvo abiertos enfrentamientos con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no obtuvo el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revolucionarios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las más altas virtudes; y, en fin, discutible y discutido pensador social, nadie le niega hoy haber dado a la imprenta una obra literaria inmensa, una de las mayores de todos los tiempos, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran realidad plásticamente en los lujosos salones y en los campos de batalla, en las ilusiones irreductibles y en los furiosos tormentos del asendereado corazón humano.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Anna Karénina, un comentario personal


Llevo casi la mitad del libro leído, pero creo oportuno hacer un alto a la lectura para compartirles mis primeras impresiones sobre Anna Karénina.

Ya había comentado que, en un principio, el libro me decepcionó un poco porque lo consideré bastante sencillo. No se si injustamente, pero al compararlo con el trabajo de Dostoyevski -como referencia a la escritura rusa de la época-, esperaba algo más elaborado, de carácter más filosófico y de contenido más enmarañado. A eso también hay que sumarle que me chocó el tono “burlón” con que percibía al narrador omnisciente y sentía que no estaba a la altura de mis expectativas. A mi favor tengo que admitir que es mi primera experiencia leyendo a Tolstoi y que no tenía ni idea de cómo era su narrativa. 

Afortunadamente para mi, y ya que se le han asignado dos meses a esta lectura, poco a poco mi desencanto fue mermado. Coincido con lo que leí en algún blog, donde decía que esta novela es “un trabajo artesanal elaborado por un maestro”. Y es que he sentido como Tolstoi, de una forma magistral, va armando a sus personajes de manera pausada, sin prisas, sin grandilocuencias, pero con una perfección asombrosa. Así, resulta sencillo conocer a los personajes poco a poco y sentir simpatía o rechazo por ellos. Sentirse ahí en el campo segando a su lado, o bailando en un salón elegante y glamuroso.

Parece que la sencillez es el ingrediente perfecto para contar esta historia que tiene de todo: Amor, intriga, infidelidad, deseo, pasión, historia, filosofía, y mucha introspección en cada uno de sus personajes. Y luego está el tema de la vigencia. Casi todos los problemas que Tolstoi retrata, son nuestra cotidianidad, así que por supuesto que uno logra conectarse de inmediato y vivir las emociones que conllevan. 

Otro lío con el que me topé fue el tema de la traducción, ya que esta traducción que estamos leyendo está hecha para un lector contemporáneo. En un principio, habría preferido leerla en una traducción que se ajustara más al uso del lenguaje de la época, sin embargo, ahora ya no me molesta y hasta me agrada. Me hace sentir a gusto con el manejo de las palabras que hace este traductor que hizo un trabajo directamente del ruso. 

Sobre el contenido hay tanta tela que cortar, que este post se quedaría inmensamente corto aunque lo extendiera mucho más. La vida de Anna Karénina y su personaje son tan poco atractivos, que estoy más interesada en seguir la historia de amor de Levin y sus líos con el manejo de su hacienda. Son más interesantes las consideraciones que se hacen sobre el tema de la educación de la mujer, sobre el trato con los campesinos, la relación entre los campesinos y su trabajo, y algo que me llamó mucho la atención, es la visión que se tiene sobre el trabajo burocrático. El siguiente párrafo en particular refleja este punto:

“Alekséi Aleksándrovich tenía un rasgo característico, que había contribuido a su encumbramiento en no menor medida que su persistente ambición, su discreción, su probidad y su confianza en sí mismo; a saber, su desprecio del papeleo oficial, su limitación de la correspondencia, su sentido de la economía y su tendencia a tratar los asuntos directamente, en la medida de lo posible.”

¿Igualito a nuestros funcionarios?

Y así, estoy segura que van a ir saliendo a colación otros temas. Ojalá que mañana los comentemos.

Saludos y como siempre…

¡Felices lecturas!