sábado, 31 de agosto de 2013

Yo no vi lo que vio el perro

Mis conclusiones personales sobre la lectura de Lo que vio el perro y otras aventuras, de Malcolm Gladwell

PARTE I

Malcolm Gladwell nació en Inglaterra (de padre inglés y madre jamaiquina), creció y estudió en Canadá y hoy en día da conferencias en América Latina y Europa. Pero el contenido de Lo que vio el perro y otras aventuras es sobre temas y productos esencialmente gringos, con un enfoque, razonamiento y conclusiones típicamente gringos, y un estilo de redacción inequívocamente gringo. Empero, todo eso es perfectamente comprensible, pues su libro es una selección de las que Gladwell considera sus “mejores columnas” desde 1996 en el New Yorker, un medio gringo.

Gladwell escribe sobre cualquier cosa, sobre todo si se trata de algo extraído de “la gente del medio”, los “genios menores” que hacen tareas, inventan cosas y resuelven problemas menos complejos que la teoría de la relatividad o el argumento ontológico, pero que tienen un efecto real fácilmente perceptible en la vida cotidiana. “¿Que no parece interesante? Pues ¡que caray!, tendrá que serlo; y aunque no lo sea, debo creer que en última instancia me conducirá a algo que si lo sea. El lector juzgará si es el caso”, dice Gladwell. 

Pues bien, leí el prólogo viendo crecer mi curiosidad  y entusiasmo por los temas que el autor enumeraba en líneas puntuales e interesantes. Y así mismo inicié la lectura. A continuación doy mis impresiones de algunas de las columnas leídas, el “juicio” del lector.

EL VENDEDOR AMBULANTE, RON POPEIL Y LA CONQUISTA DE LA COCINA ESTADOUNIDENSE.

Y llegó, prematura, la decepción. Este artículo repleto de cosas muy destacables como el valor de las ideas, la libre iniciativa, el emprendedurismo y la perseverancia, termina convirtiéndose en apenas un gran anuncio publicitario del odioso sistema de ventas por televisión, cúspide de la cultura de alienación, manipulación y explotación de personas, hoy en día reducidos al trágico mote de consumidores. 

La  frase de Gladwell:

“Se cuenta que en cierta ocasión, el sobrino de Nathan, Archie Morris, vendió en una tarde artículo tras artículo a un hombre bien vestido. Al final del día, Archie miró al hombre alejarse. Éste se detuvo a mirar dentro de la bolsa antes de arrojarla entera en una papelera cercana. Eso es un vendedor.”

Gladwell no me dice nada bueno de sí mismo cuando considera que un embustero manipulador de la calaña de Archie Morris es un vendedor. El tipo estafado que le compró la bolsa de embustes a Archie no quedaría invitado a comprar de nuevo. Las mejores relaciones de negocios no son las que se basan en un acto de alienación o en un engaño que vive hasta que se descubre, sino las que se construyen a largo plazo, con la venta de un producto bueno, un servicio oportuno, amable y honesto y, por supuesto, un precio justo; cuando se consigue un cliente y no un incauto.

EL ENIGMA DEL KÉTCHUP. HOY EN DÍA HAY DOCENAS DE MOSTAZAS. ¿POR QUÉ EL KÉTCHUP SIGUE SIENDO EL MISMO DE SIEMPRE?

De esta historia rescato la idea de que no hay una sola receta perfecta sino muchas recetas perfectas. Fin.

No me gusta el kétchup. He de reconocer que es un condimento muy útil para “remendar” el sabor de una comida mediocre, pero tampoco se puede negar que es la mejor manera de joder el sabor de una buena comida. La salsa kétchup es un producto que encaja perfecto con el estilo atropellado de vida en los Estados Unidos, donde nadie tiene tiempo ni ganas de hacer una comida que tome más de dos minutos preparar. Compran alimentos congelados, los meten en el microondas, los ponen en un plato, los embadurnan de kétchup (el remiendo del sabor)… y a comer. La kétchup es también, claro que sí, el acompañante esencial de los productos de comida rápida. Y sin embargo les dejo una pregunta aberrante que pondrá en evidencia las aun abismales diferencias existentes entre gringos y latinoamericanos en cuanto a gustos culinarios… ¿a ver cuántos salvadoreños nos pasaríamos unas pupusas con kétchup en lugar de la tradicional salsa de tomate?

Entonces, cuando Gladwell me dice que el éxito de la salsa kétchup radica en que Heinz logró un sabor universal porque estimula todo el espectro de sensación de las papilas gustativas debido a que resume en uno solo todos los sabores existentes (salado, dulce, ácido, amargo y umami), a mí no me sabe a nada. Heinz removió el benzoato y puso el vinagre. Lo demás no parece un plan, sino una casualidad poco replicable, y a eso se debe que los intentos por mejorar la mostaza no funcionen del mismo modo. Además, no creo que sólo por su origen chino y su amalgama final en Estados Unidos, Elizabeth Rozin tenga razón cuando dice que la kétchup es “la única verdadera expresión culinaria del crisol de culturas”. ¿Dónde quedaría el chocolate mesoamericano mezclado con azúcar de Bengala y leche de vacas suizas? :D

Es cierto que el kétchup se ha hecho muy popular en todos los países, y puede tenerse como un indicador económico. Pero tan sólo en Estados Unidos la tasa de penetración en los hogares es del 97%, y cada gringo se consume tres envases de kétchup al año. Y entonces uno pudiera inferir que quizá el verdadero éxito de Heinz no se deba solo a que su sabor sea aceptable, sino a que su consumo es inducido y prácticamente impuesto desde edades tempranas. De hecho, Heinz vendió su ketchup como “alivio y bendición para la mamá y las otras mujeres de la casa”. Y en eso tiene mucha razón Gladwell cuando dice que la kétchup es ese sabor familiar almacenado en la zona de comodidad del individuo, a donde siempre retornará de manera programática para refugiarse de nuevos y extraños sabores.  

VOLANDO SE VA. CÓMO NASSIM TALEB CONVIRTIÓ LA INEVITABILIDAD DEL DESASTRE EN UNA ESTRATEGIA DE INVERSIÓN

Wall Street, Gordon Gekko, Bud Fox, Nassim Taleb o Victor Niederhoffer. Las historias sobre la bolsa de valores guardan entre sí un parecido tan pasmoso que los nombres son prácticamente intercambiables. 

De esta historia rescato la metáfora del cisne negro. Que no hayas visto uno no significa que no exista. La fatalidad puede estar doblando la esquina en el tránsito de un camino que parece seguro y orientado al éxito. No descubre nada, sin embargo. No es nada que los que trabajamos en proyectos de ingeniería no conozcamos en el contexto de la ley de Murphy y la premisa de preparar estrategias, matrices de riesgo, planes de contingencias y mitigación para el peor escenario posible. 

De ahí en más, es otra historia de cazador y presa en los negocios, pero con ese ingrediente particular que dan las simbiosis de supervivencia donde los negocios también se hacen con el enemigo, al que es mejor tener cerca para conocer y anticipar sus movimientos. En esa categoría caen los personajes de Nassim Taleb y Victor Niederhoffer, aunque ninguno de los dos me parece admirable ni mucho menos imitable. Niederhoffer queda retratado como un materialista lanzado, hueco y petulante que rinde culto a la astucia, a la sagacidad y a la fiereza en el mundo de las especulaciones de compra-venta de acciones y opciones en la bolsa de valores. Nassim Taleb queda reducido a un intelectual de las probabilidades, un armadillo timorato y paranoico obsesionado con la fatalidad y que prefiere desangrarse poco a poco antes que morir de golpe.

Y una vez más, Gladwell destaca (como con culto reverencial) la que yo considero una escala miserable de valores de estos sujetos obsesionados con su retorcida concepción de éxito:

“La clave no está en tener ideas, sino en tener la receta para manejarlas —continúa Taleb—. No necesitamos moralismos. Necesitamos un conjunto de trucos, un protocolo que estipule precisamente lo que debe hacerse en cada situación.”

COLORES REALES. EL TINTE PARA EL PELO Y LA HISTORIA OCULTA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE POSGUERRA

Entiendo bien que en otras épocas las mujeres debieron ganarse a pulso derechos tan primarios e importantes como el voto, y que su cruzada también incluía otras pequeñas batallas que también contribuyeron a cimentar otros derechos individuales que no por banales dejaban de ser importantes. El tinte en el pelo es uno de ellos. Hoy día nadie cuestiona que una mujer está en libertad de pintarse el pelo a su antojo. Pero todavía no hace mucho eso no era posible sin tener que pasar por el juicio de ser estereotipada como actriz o puta. Hasta ahí todo bien.

Sin embargo, Gladwell trata el asunto de la causa individual enmarcándolo en la forma de publicidad psicológica que llevó a la población estadounidense a la difusión y aceptación de la práctica sin señalamientos. Y esa publicidad es nuevamente cuestionable por sus implicaciones éticas, ya que las campañas publicitarias de “¿Lo hace o no lo hace?” y “Porque yo lo valgo”, sentaron la base de una cultura de superficialidad fantasiosa, banal y enfermiza del manejo de la imagen.

Las campañas de Shirley Polykoff fueron una sensación en 1956, como demuestran las cartas remitidas a Clairol. «Gracias por cambiar mi vida», reza una, difundida por la empresa y usada como tema para una reunión nacional de ventas. «Mi novio, Harold, y yo llevábamos saliendo cinco años, pero él nunca quiso poner una fecha para la boda. Esto me ponía muy nerviosa. Tengo veintiocho años y mi madre no dejaba de decirme que pronto sería muy tarde para mí». Entonces, decía la autora de esta carta, vio un anuncio de Clairol en el metro, se tiñó el pelo de rubio «y ahora estoy en las Bermudas de luna de miel con Harold».

¿Era cierto ese testimonial que suena tan falso? Pues…

“En su fiesta de jubilación, en 1973, Shirley Polykoff recordó a los ejecutivos de Clairol y de Foote, Cone y Belding la avalancha de correo que les había inundado después de sus primeras campañas: «¿Os acordáis de aquella chica que escribió para contar que había acabado de luna de miel en las Bermudas nada más teñirse de rubia?». 
Todos se acordaban. 
«Pues —dijo ella, con lo que sólo cabe calificar como el más dulce de los orgullos— eso lo escribí yo»”.

Me deja sin palabras, pero en realidad, ahí no termina todo. Las prácticas inducidas por la publicidad, como se empezó a concebir en esos tiempos, no tiene el más mínimo respeto por la salud del consumidor. El objetivo es vender a como dé lugar.

Cita del libro Lo que vio el perro y otras aventuras, sobre una de las mujeres que impulsaron esta "revolución":

“Herta tenía gracia, paz interior, cultura —dice Herbert Krugman, que trabajó estrechamente con Herzog en aquellos años—. También tenía una enorme perspicacia. Alka-Seltzer era un cliente nuestro que buscaba nuevos enfoques para su próximo anuncio. Ella dijo: “Se ve una mano echando una pastilla de Alka-Seltzer en un vaso de agua. ¿Por qué la mano no echa dos pastillas? Se duplicarían las ventas”. Eso fue exactamente lo que pasó. Herta era la eminencia gris. Todo el mundo la adoraba.”

¿Tendrá idea Herta Herzog de cuantos casos de cálculos renales, úlcera péptica y sangrado estomacal hay asociados al consumo libre e indiscriminado (y estimulado por propaganda que incita a duplicar la dosis) de ácido acetilsalicílico, llámese en este caso específico, Alka Seltzer?

EL ERROR DE JOHN ROCK. LO QUE EL INVENTOR DE LA PÍLDORA ANTICONCEPTIVA NO SABÍA DE LA SALUD FEMENINA

¿Que el error del inventor católico de la píldora anticonceptiva fue no venderla como un medicamento para prevenir el cáncer de endometrio y de mama, evitando lograr con eso la venia de la iglesia?  Gladwell se pasa. En realidad no sé sus motivos, pero por momentos hasta me parece que sus artículos siempre desembocan en publicidad descarada para algo o alguien. Como en este caso, donde parece terminar en alabar el medicamento a base de progestina en que trabajan Malcolm Pike, Darcy Spicer y John Daniels, en Balance Pharmaceuticals, una nueva empresa que fabrica fármacos tendientes al equilibrio.

No soy religioso, pero me molesta particularmente esta frase de Malcolm Gladwell sobre el otrora fervoroso John Rock: 

“Le preguntaron cuál había sido la parte más satisfactoria de su vida. «Ésta que vivo ahora —contestó, increíblemente, el inventor de la píldora, sentado junto al fuego con una camisa impecablemente blanca y su sempiterna corbata, mientras leía El origen, una biografía ficticia de Darwin escrita por Irving Stone—. Con frecuencia pienso: “¡Dios!, qué suerte la mía”. No tengo ninguna responsabilidad y sí todo lo que quiero. Tomo una dosis de ecuanimidad cada veinte minutos. Me niego a llevarme malos ratos por menudencias».”

¿Increíblemente? ¿A Malcolm Gladwell no le cabe en la cabeza que no toda la gente quiere atención mediática, fama y “éxito” a la gringa?

LO QUE VIO EL PERRO. CÉSAR MILLÁN Y LOS MOVIMIENTOS DEL ADIESTRAMIENTO

Sólo diré que esperaba más del artículo que le dio el nombre al libro. Pero no es otra cosa que una lección de lenguaje corporal. Todo mundo sabe que George Bush es un pésimo orador que se balancea como un metrónomo. Lo de Cesar Millán, como las demás historias, me generaba otras expectativas, sobre todo por la supuesta perspectiva alternativa que Malcolm Gladwell ofreció en el prólogo.

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En conclusión, no me importa si Malcolm Gladwell habla con aires de gurú sobre todas esas trivialidades que sostiene "como un jarrón de Tiffany". Personalmente no creo que vuelva a leer nada de su autoría. Como pasa con los libros de superación espiritual de Paulo Coelho, creo que los libros de superación materialista de Malcolm Gladwell también entran en esa categoría de libros que uno debe leer alguna vez para poder decir con propiedad que no valen la pena. Y dado que el tipo es un best seller al que muchos consideran uno de los 50 pensadores más sobresalientes en la actualidad, está visto que tendré múltiples oportunidades de decir que lo he leído y que me parece que es una mierda. ^^


lunes, 19 de agosto de 2013

Malcolm Gladwell, datos biográficos

Malcolm Gladwell (1963) es un periodista canadiense, autor de bestsellers y orador. Desde 1996 es parte del staff permanente de escritores de The New Yorker (revista semanal estadounidense que publica críticas, ensayos y reportajes de investigación y ficción) y en 1999 ganó el respetado premio National Magazine Award por su perfil sobre Ron Popeil, inventor estadounidense y personalidad del marketing. 

Gladwell ha escrito cuatro libros. Tres de ellos, "The Tipping Point: How Little Things Make a Big Difference," (La clave del éxito, 2000), "Blink: The Power of Thinking Without Thinking" (Inteligencia intuitiva: ¿Por qué sabemos la verdad en dos segundos?, 2005), y "Outliers: The Story of Success" (Fueras de serie: Porqué unas personas tienen éxito y otras no, 2008) , fueron número uno en la lista de bestsellers del New York Times. El más reciente, "What the Dog Saw" (Lo que vio el perro y otras aventuras, 2009), es una compilación de artículos y trabajos suyos publicados en The New Yorker. En 2005, Gladwell fue nombrado una de las 100 personas más influyentes de la revista Time. 

Antes de entrar a The New Yorker, entre 1987 y 1996, fue reportero del Washington Post, diario para el que cubrió negocios y ciencia y al cual luego representó como jefe de redacción en la ciudad de Nueva York. Gladwell se graduó del Trinity College de la Universidad de Toronto con un grado en historia. Nació en Fareham, Hampshire, Inglaterra, se crió en el lado rural de Ontario, Canadá y actualmente vive en Nueva York. 

En la carrera de Gladwell destacan numerosos reconocimientos, entre ellos que en 2011 se ubicó en la posición número diez de la lista "Top 50 Thinkers", de los 50 pensadores de negocios más importantes del mundo, mientras que en 2010 la revista Foreign Policy hizo lo propio nombrándolo uno de los "Top 100 Global Thinkers", en el puesto #68.

Cosmopolita de nacimiento
Como hijo de un profesor inglés de matemáticas e ingeniería, y de una psicoterapeuta de origen jamaicano, Gladwell viene con una carga multicultural desde sus orígenes. Este periodista y orador nació en el Reino Unido, pero a los seis años cruzó el Atlántico para asentarse en Canadá junto a su familia. En este país su padre se desempeñó como profesor de la Universidad de Waterloo. 

Fue en Canadá donde Gladwell desarrolló su interés por la lectura, utilizando como escenario las oficinas de su padre en la universidad, donde, desde que tenía tan sólo 11 años, pasaba gran parte de su tiempo investigando y leyendo en las bibliotecas del campus de Waterloo.

A su vez, el mismo Gladwell ha señalado que su madre fue su modelo a seguir como escritora, y probablemente la que despertó su interés por el análisis de la sociedad.

Personalidad de alta competencia
El éxito es uno de los temas frente al cual Malcolm Gladwell más le gusta teorizar. “Outliers: The Story of Success” (Fuera de Serie: Porqué unas personas tienen éxito y otras no), uno de sus best sellers, donde analiza las razones del éxito a través de la historia de alumnos de excelencia, es un ejemplo de aquello.

Su interés respecto del éxito y cómo obtenerlo, más allá del análisis teórico, también va de la mano de su historia como deportista durante su vida escolar.

Malcolm Gladwell se dedicó al atletismo durante su adolescencia, un deporte más bien individualista y de alta competencia, donde se especializó en la prueba de medio fondo, de los 1,500 metros planos.

Gladwell obtuvo el primer lugar en esta prueba en 1978 en Kingston, Ontario, representando a su colegio Ontario High School, cuando tenía 14 años.

Historia y periodismo
Malcolm Gladwell se graduó del Trinity College de la Universidad de Toronto con un grado en historia. Y previo a aquello estudió en el National Journalism Center en Washington D.C., Estados Unidos.

A pesar del interés de Gladwell por la lectura desde pequeño, sus notas en la universidad no eran para nada destacadas, por lo que al graduarse no fue opción seguir estudiando. Así, decidió en una primera instancia dedicarse a la publicidad, área que le fue esquiva. Así, al no conseguir trabajo en agencias de publicidad, aceptó un puesto de periodista en Estados Unidos, país donde se radicaría. Su primer empleo fue en The American Spectator, ubicado en el estado de Indiana. Luego migró al Washington Post, donde se desempeñó entre 1987 y 1996, desarrollando su pluma como periodista de negocios y ciencias.

Sin duda que el gran salto en su carrera como periodista fue precisamente en 1996, cuando dejó Washington D.C., y se mudó a Nueva York, para sumarse al equipo de la revista semanal The New Yorker, uno de los medios norteamericanos de mayor exposición, el cual le permitió alcanzar popularidad a nivel nacional en Estados Unidos. En el New Yorker los artículos de Malcolm Gladwell se hicieron muy populares, permitiéndole hacerse un nombre.

Los más famosos son The Tipping Point y The Coolhunt, ambos escritos durante el mismo año que ingresó a trabajar a la revista norteamericana, y los cuales fueron la inspiración para el desarrollo de su primer libro. En estos años, Gladwell se concentró en el análisis de los fenómenos sociales, temas que generarían gran interés en la audiencia.

Un hombre de Best Sellers
Luego de alcanzar gran popularidad con sus artículos como periodista de The New Yorker, este analista de fenómenos sociales fue un paso más allá y lanzó su primer libro en el 2000: “The Tipping Point: How Little Things Make a Big Difference", (La clave del éxito).

El libro no sólo fue popular entre el público estadounidense, que ya lo seguía por su trabajo en The New Yorker. El primer libro de Gladwell se transformó en best seller a nivel internacional.

Así, después del éxito del libro sobre cómo obtener el éxito, vinieron otros. "Blink: The Power of Thinking Without Thinking” (Inteligencia intuitiva: ¿por qué sabemos la verdad en dos segundos?, 2005), y “Outliers: The Story of Success” (Fueras de serie: Por qué unas personas tienen éxito y otras no, 2008) , y “What the Dog Saw” (Lo que vio el perro y otras aventuras, 2009), los cuales corrieron la misma suerte que el primer ejemplar.

La pluma incisiva, que busca describir qué hay detrás de los diferentes fenómenos sociales, parece ser el secreto de Malcolm Gladwell, transformándolo en éxito de ventas. “The Tipping Point: How Little Things Make a Big Difference,“ (La clave del éxito) fue un negocio redondo para Malcolm Gladwell desde antes de su lanzamiento. El periodista y orador recibió US$1 millón por parte de la editorial como avance. Y la apuesta fue correcta, ya que se transformó rápidamente en un best seller. Quizás este es un ejemplo de éxito, tema sobre el cual Malcolm Gladwell teoriza en su primer libro y también en los que escribiría después.

Respecto del éxito, en “The Tipping Point”, Gladwell concluye que hay un punto de inflexión a partir del cual un producto se convierte en un fenómeno de masas, pasando por la moda, programas infantiles y el cigarrillo. Donde la conclusión es que estos se expanden como epidemias sociales. Algo así como lo que ha sucedido con sus libros y charlas a nivel global.

En otro de sus libros, “Outliers”, Malcolm Gladwell habla del éxito de las personas, a través del cual popularizó su teoría de las 10.000 horas, que señala que una persona necesita 10 mil horas de práctica para alcanzar la maestría en cualquier área, para lo cual pone como ejemplo la vida de Bill Gates, quien se inició en los computadores a los 13 años.

What the dog saw, publicado en 2009, corresponde al libro más reciente de Malcolm Gladwell, el cual a diferencia de sus obras anteriores, corresponde a una recopilación de artículos del periodista durante su tiempo en The New Yorker, correspondientes a sus piezas favoritas desde que se integró al equipo de la revista.

Se trata de 19 artículos, ordenados en tres categorías, la primera reúne historias sobre lo que Gladwell denomina “genios menores”, la segunda respecto de cómo factores étnicos y experiencias de vida influyen en el éxito, y la tercera reúne ensayos sobre los prejuicios.

Su segundo libro, “Blink”, escrito en 2005, tuvo como inspiración su frondosa cabellera que lo caracteriza. Y es que, el autor señala que una vez que dejó crecer su pelo comenzó a recibir más partes policiales por exceso de velocidad, así como a ser revisado en los aeropuertos.

Situaciones que lo hicieron escribir respecto de cómo los rasgos físicos son determinantes en la toma de decisiones de las personas. Sin embargo, no lo ve desde el punto de vista negativo, ya que según el autor muchas veces las decisiones precipitadas son correctas y que otras de mucho análisis llevan al error.

El fenómeno de la salsa de tomates
Más allá de sus best seller, lo que catapultó a Malcolm Gladwell a nivel global fue su oratoria, siendo su charla sobre la salsa de tomates la más recordada.

En una exposición de 20 minutos, Gladwell muestra a través de la estrategia de la salsa de espagueti Prego (que le permitió superar a su competidora Ragú en los 80), el concepto de segmentación horizontal. En términos simples, propone que la oferta de una variedad de productos, antes que la de un único producto, es clave para el éxito: ofrecer lo que las personas quieren consumir, y no lo que el productor quiere.

Es decir, no existe la salsa perfecta, sino las salsas perfectas, dado que las necesidades y gustos son variados y no únicos o universales.

Al mismo tiempo, en esta exposición que lo hizo visible a nivel mundial, Gladwell establece que no hay que preguntarle a las personas qué es lo que esperan de un producto, porque la gente no sabe o no quiere decirlo. Simplemente hay que mostrarle las alternativas, y esperar su reacción frente a ellas.

Todo esto a través de la experiencia de Prego y sus ahora diferentes variedades de salsas de tomate, que la transformaron en la número uno de EEUU.

La prohibición del fútbol americano
En 2009 Malcolm Gladwell comparó el fútbol americano con las peleas de perro, generando una gran polémica. Pero eso no lo detuvo de hacer pública su opinión sobre este deporte tan popular en EEUU, el cual el escritor incluso cree debiera estar prohibido.

Los serios riesgos para la salud que produce en los jugadores de este deporte, como consecuencia de los reiterados golpes que reciben en la cabeza, y el abandono que ellos sufren una vez que terminan su vida en los campos de juego, son motivos suficientes para que Gladwell proponga prohibirlo como debate universitario.

“La idea de justificar la explotación y mutilación de los atletas, porque ellos consiguen dinero para sus universidades es una noción un poco espantosa”, dijo el escritor con motivo de la promoción de un debate realizado a comienzos de mes en Nueva York, respecto de este deporte.

En la instancia, Malcolm Gladwell no dejó de señalar su opinión con respecto al fútbol americano, y lo nocivo que lo encuentra para la sociedad. El tema es contingente, ya que en el último tiempo dos ex jugadores de fútbol americano se han suicidado.

sábado, 17 de agosto de 2013

3 opciones una autora (libro opcional septiembre)

Queridos/as que emoción, este es mi primer post en el blog. Como bien saben los quiero mucho. Dicho esto y con todo respeto, no me voy a complicar en los argumentos o datos. Todo está en Wikipedia. Si les faltó algo lo encuentran en Google, de lo contrario no busquen más, ¡no existe! ¡Yo no les voy a dar paja!

Como toda opinión humana el argumento es subjetivo. Esto es muy simple. Desde que comencé a leer a Amélie Nothomb no he podido parar. La propongo porque me gusta mucho la vida de la autora, la cual plasma en cada libro. 


Los libros de Nothomb se dividen en dos categorías: Los autobiográficos y la ficción. Propongo los siguientes: 


Una forma de vida / publicada por Anagrama en 2012
Todo empieza cuando Amélie Nothomb recibe una carta de uno de sus lectores (Nothomb es famosa por responder a todas cuantas cartas recibe), un soldado norteamericano, Melvin Mapple, que le escribe desde Irak. Mapple contrae una enfermedad, común entre los soldados. El protagonista absoluto es el cuerpo. Un cuerpo distinto, repudiado, que, para sobrevivir, alumbrará una nueva identidad, Scherezade (No, no es la gata de nuestra querida Directora Ejecutiva), con la que el yo desdoblado de Mapple iniciará una suerte de idilio. 

Metafísica de los tubos / publicada por Anagrama en 2001 / La ficción queridos, la ficción!!!!
La protagonista es un bebé, un ser auto proclamado Dios que tras comer chocolate funda su existencia en la obtención del placer. El inicio parece interesante: un planteamiento extraño, un bebé que no se queja, al que sus propios padres denominan “La Planta”, partes ingeniosas e ideas absurdas.


Ni de Eva ni de Adán publicada por Anagrama en 2009
Amélie Nothomb se sube en Tokio a la montaña rusa de una hilarante educación sentimental en brazos del muy delgado y muy oriental Rinri, un ávido lector que sueña con entrar en la orden del Temple. Amélie, decidida a aprender japonés enseñando francés a los autóctonos, conoce a Rinri en un bar. Pero, pocos días después, la relación entre maestra y alumno dará paso a una hermosa historia de amor. 

viernes, 16 de agosto de 2013

Malcolm Gladwell, Lo que vio el perro y otras aventuras

"You don't start at the top if you want to find the story. You start in the middle, because it's the people in the middle who do the actual work in the world"(Malcolm Gladwell)

Lo que vio el perro y otras aventuras salió finalmente a la venta en formato digital en español este 5 de Agosto. Justo a tiempo para la segunda lectura del octavo mes de 2013 en el Club de La Buena Estrella.

What the dog saw and other adventures, recomendación de Chent para la viñeta opcional de No ficción, es la obra más reciente de Malcolm Gladwell, el periodista del New Yorker. El ensayo está dividido en tres partes. En la primera, Gladwell analiza lo que él denomina "genios menores" como Ron Popeil, considerado un maestro de la cocina estadounidense. En la segunda, expone teorías relativas a cómo influyen los factores étnicos y experiencias de vida en su éxito; mientras que en la tercera, analiza los prejuicios que se hacen sobre las personas para determinar si son malos, inteligentes, o si son capaces de realizar las tareas que se les asignarán.

FICHA

Mes: Agosto
Viñeta: Opcional/No Ficción
Título: Lo que vio el perro: y otras aventuras
Autor: Malcolm Gladwell
Nacionalidad: Británica, Canadiense
Traducido por: Pedro Cifuentes Huertas
Editor: Taurus, 2010
ISBN: 8430607552, 9788430607556
Nº de páginas: 432


DIVISIÓN DE LAS LECTURAS

22/Agosto/2013
  • Biografía de Malcolm Gladwell
  • Prólogo
  • Primera parte
    • Obsesos, pioneros y otras variedades del genio menor
    • El vendedor ambulante. Ron Popeil y la conquista de la cocina estadounidense
    • El enigma del ‘ketchup’. Hoy en día hay docenas de mostazas. ¿Por qué el ‘ketchup’ sigue siendo el mismo de siempre?
    • Volando se va. Cómo Nassim Taleb convirtió la inevitabilidad del desastre en una estrategia de inversión
    • Colores reales. El tinte para el pelo y la historia oculta de los Estados Unidos de posguerra
    • El error de John Rock. Lo que el inventor de la píldora anticonceptiva no sabía de la salud femenina
    • Lo que vio el perro. César Millán y los movimientos del adiestramiento
  • Segunda parte
    • Teorías, predicciones y diagnósticos
    • Secretos a voces. Enron, la inteligencia y los riesgos del exceso de información
    • Murray valía un millón de dólares. Por qué hay problemas más fáciles de resolver que de gestionar
Página 111 en archivo PDF
Posición 2738 en el Kindle (48%)

29/Agosto/2013 
  • Continuación de la segunda parte
    • Un problema de imagen. Monografías, fuerza aérea y los límites de la vista
    • Algo prestado. ¿Debería arruinarte la vida una acusación de plagio?
    • Líneas de puntos. La reforma de la inteligencia militar y sus paradojas
    • El arte del fracaso. Por qué unas personas se ahogan y otras son presa del pánico
    • ‘Blowup’. ¿A quién se puede culpar de un desastre como la explosión del ‘Challenger’? A nadie (y deberíamos acostumbrarnos)
  • Tercera parte
    • Personalidad, carácter e inteligencia
    • Maduración tardía. ¿Por qué asociamos genialidad con precocidad?
    • Probabilidades de éxito. ¿A quién elegimos cuando no sabemos a quién elegir?
    • Mentes peligrosas. El perfil criminológico, simplificado
    • El mito del talento. ¿Están sobrevalorados los listos?
    • La red del chico nuevo. ¿Qué nos dicen realmente las entrevistas de trabajo?
    • «Peleones». Lo que los pitbulls pueden enseñarnos sobre la delincuencia
    • Agradecimientos
    • Sobre el autor
    • Notas  
Página 228 en archivo PDF
Posición 5621 en el Kindle (99%)

SINOPSIS
¿Por qué existen docenas de variedades de mostaza pero sólo una de ketchup? ¿Se puede culpar a alguien por la explosión del Challenger? ¿Podemos atrapar a un criminal a partir de su perfil psicológico? ¿Por qué asociamos precocidad con genialidad? Gladwell reúne aquí por primera vez sus mejores reportajes para la revista The New Yorker. Con una mirada siempre curiosa, investiga en las vidas de la pionera del mercado para el tinte capilar y del inventor del centro comercial. Penetra en los secretos de César Millán, el «encantador de perros», que puede calmar animales salvajes con solo tocarlos. Indaga en la tenaz supervivencia del papel, se pregunta si vivimos en una sociedad que sobrevalora a las personas inteligentes y desvela el secreto mejor guardado de las entrevistas de trabajo: ¿qué se puede saber de un extraño tras una hora de conversación?

RESEÑAS
«Un libro magnífico que reúne el estilo de escritura que ha hecho de Gladwell la extraordinaria figura que es hoy.»
The Guardian

«Gladwell es probablemente el mejor exponente de la reciente tendencia de libros que intentan revelarnos los secretos de nuestro complejo mundo a través del prisma de las ciencias sociales.»
Financial Times

«Algunos capítulos de Lo que vio el perro son obras maestras del arte del ensayo.»
The New York Times




SOBRE EL AUTOR

Malcolm Gladwell (1963) escribe habitualmente desde 1996 para la revista The New Yorker. Es autor de Inteligencia intuitiva (Punto de Lectura, 2006), La clave del éxito (The Tipping Point, Taurus, 2007) y Fuera de serie (Punto de Lectura 2010), que han ocupado, todos ellos, primeros puestos en las listas internacionales de ventas. Antes de unirse a The New Yorker, trabajó como reportero para The Washington Post cubriendo las secciones de Negocios y Ciencia. En ese mismo rotativo dirigió la oficina en Nueva York.

jueves, 15 de agosto de 2013

La contadora de películas, comentario resumen de Stephanie

Hola a todos: 

Como no podré llegar a las reuniones por un tiempo, les envío mi comentario para este día (sorry porque está bien largo, pero no había comentado nada de este libro).

Stephanie Miranda

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LA CONTADORA DE PELÍCULAS

Inicié la lectura del libro de Agosto después de un mes de Julio sumamente pesado, y me llamó la atención el tema, pues el cine, junto al teatro, es una de las cosas que más me gustan. Saber además que la historia estaba ambientada en las minas chilenas me gustó más, por mi bien conocido agrado por ese país. 

El libro se lee rápido y no sólo porque es corto, sino porque las páginas pasan sin que uno se dé cuenta. De entrada la historia me gustó mucho y me hizo recordar esas películas que se veían los domingos, en aquellos tiempos cuando yo era pequeña y no había cable. Sin esas referencias no podría haber entendido cómo es una abuela al estilo Sara García, quién era Miguel Aceves Mejía o por qué el vestido de lunares era tan importante para la caracterización de la violetera de Sara Montiel. Con las referencias de Hollywood fue menos fácil, aunque sí logré identificar a la perfección a Ben Hur y algunas estrellas gringas a las que se hacía mención. 

Desde mi punto de vista, divido el libro en dos partes: la etapa de la familia sin la madre y la etapa de la familia sin el padre, ya que creo que el destino de los 5 hermanos fue definido por la ausencia de estas figuras claves en la vida de cualquiera. 

Sé que vivimos en tiempos modernos, donde las familias de un solo padre (por lo general la madre) ya no son nada raro, y no digo que tengan que serlo ni que están mal, pero a riesgo de parecer anticuada o moralista creo que ambas figuras son importantes. Nuestra sociedad está acostumbrada a darle la máxima importancia al rol de la madre y a "ningunear" la figura del padre como si éste no fuera necesario más que para el mero hecho de procrear. En mi opinión, ambos tienen la misma importancia. Siempre he pensado, por ejemplo, que nuestro problema de maras se originó en gran medida por la desintegración familiar, hijos criados sólo con uno de los padres o, peor aún, con ninguno, dejándolos al cuidado de abuelos, tíos o incluso vecinos.

Esa fue una de las cosas que me pareció original en el libro: era un hogar disfuncional donde el que se quedó con los hijos fue el padre, cuando lo más "normal" es que sea la madre la abandonada. El escritor nos deja claro que esos casos también pasan, quizá hasta más frecuentemente de lo que podríamos creer. 

Este abandono marca a la familia. Imagino la vergüenza del padre, quien debe haberse sentido el ser más humillado del mundo, engañado y abandonado por una "pizpireta" como él le decía, y tal como más de un comentario malintencionado en la cola del pan lo dejó claro. Creo que una traición de este tipo debe herir lo más profundo de la hombría (aunque volvemos a los tabúes, pues para una mujer también debe ser igualmente difícil y humillante). Esto me recordó un poco al primer esposo anciano de Adriana, del libro "El último judío", quien prefirió callar la vergüenza de ser golpeado por su joven esposa, antes que reconocerlo en público para que ella fuera castigada. Del mismo modo, el padre de Margarita debió querer morirse de la pena. Y no lo justifico, pero hasta cierto punto entiendo su entrega al alcohol. El abandono también afectó a los hijos: el mayor empezó a tartamudear cuando la madre se fue y la hija se vuelve una especie de "marimacho" que hasta "mea parada". Pero dentro de todo esto, destaco la manera en que el padre, con todo y su pena, supo mantener el respeto y la disciplina dentro de la familia. Criar cuatro hijos varones adolescentes puede ser una pesadilla para cualquier padre y si a esto le sumamos su incapacidad y postración a una silla, es una tarea titánica. Pero claro, vivían en un tiempo donde el respeto a los padres era un mandamiento. No creo que le hubiera ido igual en estos tiempos, pero al margen de eso, el padre mantenía el orden de la casa y era muy justo, muy demócrata. Tomaba en cuenta la opinión de sus hijos pero también sabía cómo y cuándo imponer la suya con un "he dicho" que no dejaba la menor duda de quien mandaba en casa. 

Me gusta mucho ademas que la familia de María Margarita no es machista. En sus recuerdos de su madre, Margarita nos cuenta de una mujer que tenía voz y voto en casa, capaz de impedir que le pusieran nombres descabellados a sus hijos, reclamando ausencias del padre, etc. Otro aspecto no machista que me gustó, es que a pesar de ser una familia de cinco hombres y una mujer, ésta no era la esclava de sus hermanos y de su padre. Todos tenían asignadas sus tareas y debían cumplirlas. Ademas, la niña tuvo exactamente la misma oportunidad de competir para ser la enviada oficial de la familia al cine. Todos esos detalles le permitían a la familia funcionar bien, derribando un viejo mito en el cual se cree que un hombre no puede hacerse cargo de su casa y de sus hijos completamente solo. 

La relación de María Margarita con el cine es mágica desde el momento en que gira la cabeza para ver la luz que sale por la ventanilla, cuando ella conoce su verdadero amor. Y qué más se puede decir si todo esta en el libro, la manera en que graba cada uno de los episodios, los gestos que practica y su lectura de la revista de cine. Toda esa parte me llenó de una emoción y admiración que me hizo pensar que Margarita terminaría siendo una actriz de teatro, saldría del pueblo y tendría una vida mejor lejos de la mina, un poco parecido a lo que le pasa a Toto en la película de Giuseppe Tornatore, "Cinema paradiso" (la cual vi por uno de los posts sobre "La contadora de películas" donde la mencionaban). Pero en ese momento, cuando mi emoción por el futuro de la niña estaba al máximo, sentí como que el escritor me agarraba del pelo y me arrastraba a la realidad de una sola vez. ¿Cómo puede en tan pocas páginas contar una historia de fantasía y realidad tan cruda a la vez? 

Creo que ese es el mayor logro que yo veo en Rivera Letelier. Sentí que solo había parpadeado y de repente ya estaba leyendo otra cosa: la violación, la rabia, la impotencia y el descuido de una niña. ¡Cómo se les ocurre mandar a una niña de 12 años a una función a solas con un viejo? Yo no dejaba de pensar que eso no hubiese ocurrido si la mamá hubiera estado con ella. Se podría pensar también que el descuidado es el hermano que prefirió ir a jugar fútbol, pero no lo veo así. Los hermanos no son responsables de sus otros hermanos, son los padres los que deben de cuidar a sus hijos y con todo y lo que admiro al padre de Margarita, en esto si falló. 

De ahí en adelante, sentía que el escritor me golpeaba una y otra vez con esa realidad: la violación, el hermano mayor matando al violador (reacción propia de cualquier hermano), la llegada de la televisión que ponía fin a su maravilloso oficio y finalmente la muerte del padre, la destrucción total de la familia a partir de ahí. Me llenó de profunda tristeza ver cómo los hermanos se separaban sin rumbo uno a uno; y la manera en que, para sobrevivir, Hada Del Cine pasó de ser la niña con carácter que no se dejaba manosear por nadie en el cine, a ser la amante del administrador. Y entendí que todo estaba perdido cuando aquella niña que decía "¿por qué conformarse con ser luciérnaga, pudiendo ser estrella?", confiesa tenerle cariño a su amante y piensa que él es una buena persona a pesar de que la golpea. Cuando se ha llegado a perder el amor propio de esa manera cuesta mucho recuperarlo, tanto que Hada Del Cine no fue capaz de salir de su pueblo, prefirió quedarse segura en la casa donde siempre había vivido, ahí donde fue feliz, incapacitada para buscar en otro lugar su vida y conformándose a vivir a través de los recuerdos, como una sombra más en un pueblo fantasma.

Lo único que me pareció noble de esta última parte fue la lealtad del hermano mayor, que ni siquiera en prisión confesó porqué había matado al prestamista, queriendo con su silencio quizá reparar el error de no haber estado con ella esa tarde para defenderla.

La última parte del regreso de la mamá me pareció tal como ella la describe: un pedazo que se le había quedado y que puso al final por no saber donde ubicarlo. No es que no tuviera relevancia. Es que ella regresó demasiado tarde. Hay errores que no se pueden reparar de ninguna manera, y este es uno.

Para finalizar, en un principio me molestó el giro que tomó el libro. Confieso que me hubiera gustado un final feliz, pero luego entendí que la vida es así, las circunstancias y la realidad hacen que se ahoguen los sueños. Yo también he visto como familias de la vida real se desarman con la muerte de una de las cabezas y ya no vuelven a ser nunca las mismas; y los que una vez fueron hermanos y primos unidos, pueden llegar a ser simples desconocidos. El escritor no hizo más que plasmar esa cruda verdad en su libro. Tomando en cuenta esto, concluyo que el primer libro de Agosto sí me gustó.

Felices lecturas.

martes, 13 de agosto de 2013

Hernán Rivera Letelier con el Club de la Buena Estrella

A finales de 2010, el escritor chileno Hernán Rivera Letelier hizo otra visita al país para la presentación de su libro "El arte de la resurrección", invitado por Grupo Santillana. Esta presentación la hizo en el almacén Sanborns de Multiplaza y en la cual estuvimos presentes los miembros del Club de la Buena Estrella. Ese día compré mi libro y le pedí al autor que me lo autografiara. La gente de Santillana nos tomó fotos y me regalaron esta impresión.



A pesar de ser un hombre serio, de pocas palabras y un tanto taciturno, tuvimos oportunidad de conversar durante un tiempo largo con él ya que había poco público. 

Tuve ocasión de entregarle una copia de la entrevista que Rafael Menjívar Ochoa le hizo a principios de 2002 cuando vino traído por la editorial Planeta y la Embajada de Chile, y además nos contó algunas curiosidades de su trabajo como escritor y de la influencia de la biblia en su escritura. 

Ojalá tengamos la oportunidad de recibirlo nuevamente en El Salvador con más de su obra.

lunes, 12 de agosto de 2013

La duda es medicinal


El 18 de abril de 2009, el escritor salvadoreño Rafael Menjívar Ochoa, publicó en su blog "Tribulaciones y asteriscos" una entrevista que le hizo a Hernán Rivera Letelier durante una visita del escritor chileno a El Salvador. Transcribo el post tal cual, y además lo pueden encontrar aquí:

A finales de 2001, quizá a principios de 2002, vino a El Salvador el novelista chileno Hernán Rivera Letelier, traído por Planeta y la embajada de Chile. En ese entonces era yo coordinador de letras de Concultura y me encargué de la organización de un par de eventos, una conferencia de prensa y qué sé yo. Le hice también una entrevista a Rivera Letelier y se la pasé a la gente de Vértice, pero no se publicó; el editor era nuevo, tenía otras prioridades y vaya a saber. La pongo por aquí con todo y presentación, porque dice cosas bien interesantes. Hay algunos textos suyos en este link.

Nacido en 1950, Hernán Rivera Letelier publicó en 1994 la novela La Reina Isabel cantaba rancheras. Un año después era uno de los escritores chilenos más reconocidos y vendidos en el exterior, y comenzaba una serie de publicaciones en francés, italiano, turco, griego, alemán y portugués. Hasta ahora ha publicado otras cuatro novelas: Himno del ángel parado en una pata, Fatamorgana de amor con banda de música, Los trenes se van al purgatorio y Santa María de las flores negras, con igual éxito que la primera.

Hasta que lo tocó la notoriedad, Rivera Letelier trabajaba como minero del salitre en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, quizá el más árido del mundo. La prensa ha puesto énfasis en este hecho: el minero que de pronto se convierte en escritor y salta a la fama con su primer libro. Pero basta con leer algunas de sus páginas para darse cuenta de que su obra sólo puede ser la de alguien que durante años se ha dedicado a las letras, como en efecto ha ocurrido, y que ser minero es incidental ante una vocación avasalladora.

Hace unas semanas estuvo en El Salvador, con el patrocinio de la Embajada de Chile y CONCULTURA, y todas las preguntas de la prensa y de los que conocían sus libros giraron alrededor de lo mismo: cómo un minero pudo escribir novelas tan buenas e intensas, si la Biblia fue el único libro que había en la casa de su niñez; cuáles eran las fuentes de su inspiración, cómo se inició en el oficio de la escritura, etcétera.

A la hora de hacer la presente entrevista, Rivera Letelier se veía cansado, y mucho de su cansancio quizá se debiera al hecho de contestar las mismas preguntas, más o menos en las mismas palabras. El tema de la plática entonces era obvio: ¿qué piensa un entrevistado tan asiduo acerca de sus entrevistadores?

La notoriedad trae la carga de los periodistas. Imagino que hay preguntas que te hacen constantemente, y que no te gusta contestar.
La pregunta que más hacen es: “¿En qué se inspira para escribir?” Es horrenda. La otra es: “¿Cómo empezó a escribir?” Claro, al principio vale, pero cuando ya has contado cómo comenzaste a escribir en todos los diarios de tu país y de otros países, y llevas ocho años contestándolo, dan ganas de mandar a la mierda a los periodistas que se sientan delante de ti y te sueltan: “Cuénteme, ¿cómo empezó a escribir?” No es que me dé bronca; es que ya la he contestado millones de veces.

Se habla con extrañeza de que un minero del salitre se haya puesto a escribir y tuviera éxito. Más bien se percibe a un escritor que se preparó para escribir durante años, y que se ganaba la vida como minero del salitre.
Ésa es una continuación de la pregunta anterior. La gente dice: “El minero que escribe”, y no ve que se trata de un escritor que fue minero. Escribo desde 1972; la gente recién comenzó a conocerme en 1995. Ese tiempo fue de trabajo, de adquirir el oficio, de aprender. Siempre fue escribir sin pensar en publicar y convertirme en esto que llaman “un escritor consagrado”. Escribes porque eso es lo tuyo.

Un dato “curioso” que se menciona en tus entrevistas es que el único libro que había en tu casa durante tu niñez era la Biblia, pero se cita como una carencia, no como una ventaja o como una influencia literaria.
Es mi gran influencia. Los críticos aún no la notan. Es una de esas influencias que realmente abren, la influencia que forma la base para lo que uno escribe. Es un poco la teoría del iceberg de Hemingway: la obra es la punta del iceberg, lo que el público puede observar, pero para que exista debe haber una masa enorme debajo del agua, que la sostenga.

Esa masa enorme es lo que no aparece en la obra, y está impregnada de la mejor influencia. Creo que la Biblia está allí. Sin haber leído la Biblia no hubiera podido transformarme en escritor. No leí la Biblia en forma religiosa o dogmática; la leí como el más grande libro de aventuras, de cuentos, de alegorías, de leyendas, de poesía incluso. Por eso me sirvió tanto para la literatura, aunque no para creer en Dios.

Da la impresión de que en tu caso existen dos escritores: uno, el que escribe obras llenas de amor y sordidez; otro, una imagen un tanto simplista de ese escritor.
Hay una imagen armada por las entrevistas, en la que el periodista no se concentra en la obra sino que necesita al escritor como personaje, lo exótico que resulta que un minero del salitre se haya convertido en best-seller. El noventa por ciento de los que me entrevistan le dedican un noventa por ciento de atención al personaje y un diez por ciento a la obra.
Al principio me molestaba más de lo que me molesta hoy, pero llegué a una conclusión: creo en mi obra, porque trabajo mucho, soy muy autocrítico, muy exigente. No me conformo con la primera o segunda o cuarta versión de un capítulo o de un párrafo o de la novela entera. Si es necesario la puedo revisar setenta veces siete, como dice la Biblia.
Lo que el artista quiere es que su obra llegue al mayor público posible, y para eso tengo que justificar la imagen que me han forjado los periodistas, y lo hago. Sé que el lector que llegue a mis libros por lo exótico del personaje no se va a decepcionar, y allí se va a enterar de que los periodistas están fuera de foco. Para llegar a la obra, el personaje escritor funciona. Para algunos escritores, no para todos.

La notoriedad también trae un ritmo de actividades extenuante: viajes, presentaciones, etcétera. ¿Qué relación tiene con la literatura en sí?
Con la literatura en sí, ninguna. Pero con lo que te acabo de decir, del escritor que quiere llegar a más lectores, todo, y hay que hacer este sacrificio inmenso que son estos viajes para promocionar la obra. Claro, se puede decir que lo haces exclusivamente por ventas, y no tienen que creer que uno es sincero cuando dice: “Sí, me importa vender más, pero lo que me importa es que me lean más.” Y a mí lo que me importa es que me lean más, por eso acepto estos viajes en los que se puede llegar a la extenuación. Es sembrar para cosechar más lectores.

¿Por qué es un sacrificio inmenso?
Lo es para algunos escritores, los que estamos convencidos de que lo nuestro es escribir. Sólo eso: escribir.
Vivo en Antofagasta, a mil kilómetros de la capital de Chile. A mi editorial, Planeta, le interesaría mucho que estuviera en Santiago, porque le sale muy caro que cada vez que tengo que ir a Santiago deba pagarme avión, hotel, viáticos. En Antofagasta ni siquiera hago vida social, porque lo mío es escribir. Mis colegas me dicen: “Mira de lo que te pierdes por no estar en Santiago, los grandes conciertos, las grandes exposiciones, Van Gogh, Picasso.” Y yo les digo: “Bueno, mirémoslo por el que para mí es el lado positivo. Mientras tú estás viendo una exposición, yo estoy escribiendo. Mientras tú estás escuchando un gran concierto, yo estoy borrando. Mientras tú estás en un recital de poesía, yo estoy reescribiendo. Y cuando tú estás sentándote a escribir, yo ya me gané el premio.”

Una idea frecuente, incluso entre escritores profesionales, es que la inspiración y el talento son suficientes, y que la técnica puede llegar a matar la obra.
Se me acaba de ocurrir algo, y creo que allí está el meollo. Si a alguien la técnica o el oficio le mata el talento, es porque no tenía mucho talento. Si tienes talento para escribir, ese mismo talento te va a salvar de que la técnica te trague, de que crezca sobre ti como planta carnívora. Si tienes talento, sabes que la técnica te sirve, pero también hasta dónde te sirve. Si la naturaleza, Dios o lo que sea te dio sensibilidad artística, no te sirve absolutamente de nada sin el aporte de la técnica, sin haber aprendido el oficio. Pero tampoco debieras entregarlo todo a la técnica, y eso un escritor de talento lo sabe.
Se me ocurre ahora también que el talento, al final, es esa intuición que te hace ser escritor. Eres escritor porque tienes una intuición especial, y es la que te hace ver que la técnica y el oficio son importantes, y también te ayuda a mantenerlos con la rienda bien firme, para que no se te desboquen.
Es similar a lo que ocurre con los escritores que dicen que hay que escribir como se habla; eso es una barbaridad. Si yo tratara de hablar como escribo me oiría ridículo; si escribiera como hablo, mi escritura sería muy pobre.
En el idioma español, al hablar, usamos entre mil quinientas y dos mil palabras, y hay personas que no usan más de quinientas. El idioma español tiene cerca de ochenta mil palabras, imagínate. Si utilizáramos entre quinientas y dos mil palabras para escribir, nuestra escritura sería muy pobre; habría setenta y ocho mil palabras sin usar. Para decir una cosa con esta pobreza de palabras daríamos vueltas como perro persiguiendo su cola, apenas para graficar lo que queremos decir, sin ver que entre las setenta y ocho mil que no usamos hay una que dice exactamente lo que estamos pensando. Es ridículo que algunos escritores abominen de los diccionarios. Los miran por debajo del ala y dicen que es un cementerio de palabras.
Convengamos en que es un cementerio de palabras. Allí está ese ser mágico que puede darle el “Levántate y anda” a esas palabras. Un escritor que rechaza el diccionario es como un carpintero que sólo tiene un martillo, un serrucho y un par de clavos para hacer un mueble, y que rechaza una caja de herramientas que le servirá para que su mueble le quede mucho mejor.
En lo que hay que tener cuidado, y aquí es donde entra el talento, es en que hay que saber utilizar esa herramienta, porque es un arma de doble filo. Mientras más herramientas tengas, si no las sabes utilizar, más fácil es que se vuelvan en tu contra. Y para saber utilizar esas herramientas hay que estudiar mucho.
Volvemos a lo mismo: la técnica y el oficio se hacen a base de trabajo, nada más. Siempre les digo a los estudiantes, cuando me invitan a las universidades y a los colegios, que primero está el trabajo y después, tal vez, el éxito, y que en la única parte en que “éxito” viene antes de “trabajo” es en el diccionario. En la vida no.

También está la urgencia por publicar.
Es un pecado grave, del que después se arrepienten muchos. Pero están los que sienten urgencia por publicar por ingenuidad y están los otros, los mercaderes de esta cosa del arte. Quieren publicar rápido para vender, para hacerse conocidos como poetas, para que su vecina lo conozca como poeta, para que su amiguita lo conozca como escritor.

Lo de la vecina hasta sería una causa noble...
Bueno, sí. Si se consigue a la vecina está bien, pero va llegar hasta allí, que no aspire a más.
A mi casa llega mucha gente a mostrarme sus poemas, sus cuentos, sus novelas incluso, y les pregunto: “¿Usted quiere escribir o ser escritor?” Parece lo mismo, pero no lo es. El noventa por ciento, lamentablemente, quiere ser escritor. Están encandilados con esa cosa de la fama. Ven a los escritores viajando, qué sé yo, aparecer en la tele, dar entrevistas... Los que toman la literatura como un medio difícilmente van a llegar. En cambio los otros, los que quieren escribir, para los que la literatura es un fin, algún día llegarán. Y si no llegan tampoco les importa mucho: escriben y punto, y lo que les interesa es eso. Escribir ya es un privilegio.

¿Cuál es la pregunta que te hubiera gustado que te hiciera un periodista, y que no te ha hecho?
¿Qué opina de la duda? Me hubiera gustado que me la hicieran, porque pienso mucho en la duda. Dudo mucho. Creo en la duda, y dudo de las cosas en las que creo. Nadie tiene a Dios agarrado por las barbas, y abomino de los que creen tener la verdad en las manos. La duda es medicinal.

domingo, 11 de agosto de 2013

El escritor que fue minero


Encontré esta entrevista que le hicieron a Hernán Rivera Letelier el 23 de marzo de 2010 por haber sido galardonado con el Premio Alfaguara de ese mismo año. La comparto completa:

 ENTREVISTA: XIII Premio Alfaguara HERNÁN RIVERA LETELIER Novelista

"Porque no fui un resentido, ahora no soy un soberbio de mierda"

DANIEL VERDÚ - Madrid - 23/03/2010

Sus viejos compañeros de la mina de sal todavía no lo sabían ayer. Demasiadas entrevistas que atender. Seguro que lo celebrarán hoy en el café en el que Hernán Rivera Letelier (Talca, 1950) pasa las horas pensando y escribiendo cada día. El ganador del XIII Premio Alfaguara de Novela por El arte de la resurrección entregó 30 años de su vida a las minas del desierto de Atacama, en la Pampa chilena. El trabajo de día y la vocación de noche. Lo aprendió todo leyendo a "los maestros" y escribiendo a escondidas de sus rudos compañeros, que hubieran visto lo que hacía como algo de "señoritas o maricones". En aquella época, Rivera pasaba hambre. Por eso mandó su primer poema a un concurso de la radio cuyo premio era una cena: ganó. Ayer, más de 40 años después, volvió a lograrlo. Y aunque sigue considerándose un escritor proletario, la recompensa (129.279 euros) dará esta vez para bastante más que una cena.

Pregunta. De la mina al Premio Alfaguara, pasando por la Orden de las Artes francesa. ¿Cómo lo ha logrado?

Respuesta. Pura perseverancia y constancia. Viví 45 años en el desierto, de los cuales trabajé 30 de minero. Pero mientras estaba en la mina, escribía y leía. Ahora soy un poeta que hace novela.

P. ¿Cuándo se dio cuenta de que era escritor?

R. A los 18 años. Me fui un tiempo a recorrer el país con una mochila al hombro y durante esos cuatro años descubrí que me gustaba y que podía.

P. ¿Cómo aprendió a hacerlo?

R. Soy autodidacta ciento por ciento. Lo poco y nada que sé ha sido leyendo a los maestros: muchos poetas chilenos y García Márquez, Vargas Llosa, Borges...

P. Dice que empezó a escribir por hambre.

R. Sí, es literal. El primer poema que escribí fue de noche en una playa porque escuché en la radio que había un concurso de poesía. El premio que daban era una cena en un hotel y yo tenía mucha hambre. Así que escribí y gané aquella cena. [Risas].

P. ¿A quién le dio a leer sus primeros textos cuando estaba en la mina?

R. Ahí no le mostraba a nadie lo que hacía. Mis compañeros eran recios machos. Y la poesía, para ellos era cosa de señoritas o maricones.

P. ¿Nadie sabía que escribía?

R. No. Hasta que gané el primer premio y salí en el periódico.

P. ¿Cómo eran las condiciones de trabajo en la mina?

R. Es el desierto más cabrón del mundo. Con una temperatura durante el día de más de 46 grados que bajaba por la noche hasta 10 grados. Tenía un sueldo miserable y un trabajo a flor de tierra y viento. Era muy duro.

P. ¿Se sintió explotado? ¿Guarda algún resentimiento?

R. Nunca he sido un resentido social. Yo recuerdo mi infancia en el desierto como la mejor del mundo. Creo que porque no fui un resentido social ahora no soy un soberbio de mierda.

P. ¿Cómo influyó el desierto en su lenguaje y su obra?

R. Ha sido fundamental. Porque me enseñó a descubrirme a mí mismo y a estar solo. No puedo estar sin una dosis de soledad al día, y eso sólo lo enseña el desierto.

P. ¿Mantiene contacto con sus compañeros de entonces?

R. Vivo en un puerto a 80 kilómetros de la mina y siempre vienen a verme los viejos de entonces al café donde me siento cada día. Ahí conversamos. Ellos se emocionan con mi éxito, lo sienten como suyo propio porque, en el fondo, estoy contando la historia de sus vidas.

P. ¿Se han enterado ya del premio?

R. No. No he soltado todavía el teléfono. Tengo la oreja como una coliflor.

P. La historia de esta novela también parece la suya.

R. Sí, mucho. Aunque es una novela que transcurre en los años treinta y cuarenta y yo no había nacido, en el personaje hay bastante de mi vida. Cuando yo era niño, por ejemplo, salía a predicar a la calle con mi padre, que era pastor evangélico. Era analfabeto, pero cuando predicaba hacía llorar.

P. ¿Por qué siempre aparecen las prostitutas en sus novelas?

R. Las prostitutas afloran solas, llegan sin que yo las llame. Fueron fundamentales en la Pampa. Su labor social fue impagable. Sin el aporte social de estas hembras, la conquista de ese desierto hubiera sido doblemente dura. Ellas eran el único oasis para los mineros.

P. ¿Se considera un escritor proletario?

R. Sí, creo que lo soy.

P. Su vida ya no lo es.

R. Pero sigo siendo un obrero de la literatura. Ya no debo nada y mis niños no andan con zapatos rotos. Pero sigo siendo amigo de mis amigos, el mismo.

P. ¿Qué hará con el premio?

R. Lo primero que hay que hacer con la plata es contarla y luego gastarla.

P. Nació cerca de la zona donde ocurrió el terremoto hace 20 días. ¿Cómo lo ha vivido?

R. Yo ahora estoy en el norte, así que poco. Pero he vivido otros. Hay una cosa que me impresiona: antes la gente se arrodillaba a rezarle a Dios, ahora lo que hace la gente es aferrarse al teléfono móvil. Pero el resultado es el mismo: ni Dios ni los teléfonos responden.

jueves, 8 de agosto de 2013

Hernán Rivera Letelier, datos biográficos

Hernán Rivera Letelier (Talca, Chile, 11 de julio de 1950) es un escritor chileno, conocido principalmente por sus novelas ambientadas en la pampa salitrera.

Biografía

Aunque nació en Talca, se crió y vivió hasta la edad de 11 años en la oficina salitrera Humberstone, en el norte de Chile. Fue allí, en las salitreras de Humberstone, de María Elena y de Pedro de Valdivia, donde Rivera hizo sus estudios escolares.

Debido al cierre de Humberstone, sus padres se trasladaron con sus cinco hijos a Antofagasta, donde a las dos semanas de llegar murió su madre, víctima de la picadura de una araña de los rincones. 

La familia decidió volver a las salitreras: "Los hermanos menores de Hernán se fueron con las hermanas casadas de vuelta a una salitrera, pero el 'tímido rebelde o rebelde tímido' —según su propia definición— se negó a partir y decidió quedarse solo en la ciudad, viviendo en una suerte de ruca instalada en el patio de una iglesia evangélica. El padre, que trabajaba en una mina y regresaba cada 15 días, lo comprendió y dejó que buscara su rumbo".

Hernán se ganaba la vida vendiendo diarios; le alcanzaba para comer e incluso para ir al cine: "Como en Algorta no me dejaban ir, aquí me hice un cinéfilo crónico. Los miércoles daban las rotativas: entraba a las dos de la tarde y no salía hasta la una de la mañana para ver tres veces las tres películas. Como a las seis hablaba con el portero, salía a comprar pan y mortadela y me metía de nuevo al cine". 

Después de tres años de vivir en Antofagasta volvió a la pampa a trabajar en la salitrera María Elena, donde fue mensajero de la empresa Anglo Lautaro (hoy Soquimich) y, después, al cumplir los 18, entró a un taller eléctrico.

A los 19 años, tomó su mochila y viajó durante tres años por Chile, Perú, Bolivia, Ecuador y Argentina. "Fue en este viaje donde decidí convertirme en el mejor escritor del mundo", dirá años más tarde. De regreso a la pampa en 1973, comenzó a trabajar en la mina Mantos Blancos y después como operario en la oficina salitrera Pedro de Valdivia; paralelamente, estudió en la escuela nocturna para completar la enseñanza básica.

En un principio cultivó la poesía, género en el que logró algunas distinciones. Como cuentista también tuvo cierta notoriedad. En su narrativa recrea la vida en la pampa salitrera, especialmente en las oficinas del interior de Antofagasta y de Tocopilla. En sus novelas aparecen los obreros pampinos, sus amores, la vida en los prostíbulos iquiqueños de comienzos del siglo XX, las bandas de música, todo en el tono nostálgico y luminoso del paisaje nortino, en medio del desierto de Atacama.

Pero habrá de pasar más de una década de aquel memorable viaje en que tomó la decisión de consagrarse a la literatura antes de poder publicar su primer libro: en 1988 sale Poemas y pomadas, "autoedición de 500 ejemplares que vendía puerta a puerta, en los bares y los cafés", y en 1990 Cuentos breves y cuescos de brevas (1990).

Su prosa se caracteriza por su fuerza y originalidad expresiva, logrando credibilidad en sus personajes y en sus atmósferas. Sus obras más notables son Los trenes se van al purgatorio, Fatamorgana de amor con banda de música, Himno del ángel parado en una pata y La reina Isabel cantaba rancheras, que obtuvo un notable éxito en su versión teatral a mediados de la década de 1990.

Esta ultima obra lo catapultó a la fama y le granjeó sus primeros premios importantes (antes, escribiendo poesía, había ganado 26 galardones en concursos menores): el del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, más una mención en el Municipal de Santiago. Desde entonces, este libro se ha convertido en una de las obras literarias de más vasta difusión de la narrativa chilena reciente. El mismo Rivera Letelier diría en 2000 que desde que publicó La Reina Isabel cantaba rancheras la vida le "dio una vuelta de carnero". "Me he convertido en el hombre más feliz del mundo; hago lo que me gusta, vivo de eso y lo gozo. No he cambiado mi forma de vivir ni mis amigos, pero me siento más seguro de mí mismo, ya no tengo que preocuparme de que no voy a tener pan para mis hijos mañana".

Su siguiente novela, Himno del ángel parado en una pata (1996), volvió a recibir el premio del citado Consejo, consolidándolo como escritor. La lista de galardones y distinciones ha ido creciendo a medida que el escritor ha ido editando sus nuevos libros. El primer sello que publicó sus novelas fue Planeta, pero a partir de 2006 Rivera Letelier saca sus libros en las editoriales del Grupo Santillana —que han reeditado todas las novelas aparecidas anteriormente en Planeta—, particularmente en Alfaguara y Punto de Lectura.

Algunas novelas suyas han sido adaptadas al teatro (La Reina Isabel cantaba rancheras tiene varias adaptaciones, una de ellas con la participación del mismo Rivera Letelier) y traducidas a varios idiomas, particularmente al alemán, francés e inglés.

Está casado desde 1974 con María Soledad Pérez, a quien conoció cuando trabajaba en la mina de cobre Mantos Blancos. "Ella se enamoró de mí cuando me vio a través de una ventana, bailando rock and roll". El matrimonio tiene cinco hijos.

Cuando se le ha preguntado porqué empezó a escribir, en alguna ocasión ha dicho que "por hambre". Lo que sucedió fue que en los años de su viaje juvenil, que lo llevó por Chile y el Cono Sur, en realidad pasaba hambre. Y una noche, escuchando la radio con un amigo, se enteraron de que un concurso de poesía prometía como premio una cena para dos. "Cuando escuché la palabra comida me bajaron las musas y dije 'yo puedo hacer un poema'. Nunca había escrito nada ni había tenido un libro de poesía en mis manos (salvo los versos de los libros del colegio), pero tuve la convicción absoluta de que podía hacer un poema y que me iba a ganar esa cena"; agarró entonces el cuaderno donde pegaba fotos y postales del viaje, que lo tenía guardado en la mochila y se sentó a escribir su primer poema, "inspirado en una pololita que había dejado en la pampa". "Me salieron cuatro páginas; al día siguiente lo fuimos a dejar a la radio". Efectivamente, ganó el concurso, lo que no dejó de ser una suerte, porque gracias a él salió a la superficie su vocación de escritor o "contador de historias", como prefiere autonombrarse, vocación que lo ha convertido en uno de los autores más leídos en Chile.

Rivera Letelier es agnóstico. Al respecto dice: "Yo tuve una infancia muy religiosa. Mis padres eran evangélicos y pasaban en la iglesia rezando, orando y cantando. Llegó un momento en que dejé de creer en todo eso", y bromea, refiriéndose a su éxito como escritor: "Yo no creo en Dios, pero creo que Dios cree en mí".

Sus novelas y el cine

Varios de sus libros han despertado el interés de productores y directores, pero la mayoría no se han concretado. Así ha sucedido con Los trenes se van al Purgatorio (2000), que debería haber rodado Jorge López, o Santa María de las flores negras (2002), de la que tenía que hacerse cargo Marcelo Ferrari. La adaptación de La contadora de películas (2009) está en manos de Walter Salles, pero su futuro es incierto.

Fatamorgana de amor con banda de música (1998) parecía destinada a seguir la misma suerte después de que su guionista y productor inicial, Bernard Giraudeau, falleciera en 2010. Sin embargo, el actor y productor belga Hubert Toint decidió concretar el proyecto como un homenaje a Giraudeau, del que era amigo. La película, dirigida por él, se rodó entre marzo y mayo de 2013 en Chile, en la zona donde estuvo la salitrera Humberstone, y está protagonizada por la belga Marie Gillain en el papel de la pianista Golondrina del Rosario y el chileno Eduardo Paxeco como el trompetista Bello Sandalio.

Obras
  • Poemas y pomadas, Editorial Eléctrica Chilena, Santiago, 1987
  • Cuentos breves y cuescos de brevas, microcuentos, Ediciones del Taller de Literatura Recital, Antofagasta, 1990
  • La reina Isabel cantaba rancheras, Planeta, 1994
  • Himno del ángel parado en una pata, Planeta, 1996
  • Fatamorgana de amor con banda de música, Planeta, 1998
  • Donde mueren los valientes, relatos, Editorial Sudamericana, 1999 (reeditado por Punto de Lectura en 2007)
  • Los trenes se van al Purgatorio, Planeta, 2000
  • Santa María de las flores negras, Planeta, 2002
  • Canción para caminar sobre las aguas, Planeta, 2004
  • Romance del duende que me escribe las novelas, Planeta, 2005
  • El fantasista, Alfaguara, 2006
  • Mi nombre es Malarrosa, Alfaguara, 2008
  • La contadora de películas, Alfaguara, 2009
  • El arte de la resurrección, Alfaguara, 2010
  • El escritor de epitafios, Alfaguara, 2011
  • Historia de amor con hombre bailando, Alfaguara, 2013

Premios y distinciones
  • Premio del Consejo Nacional de Libro 1994 en la categoría obra inédita por La reina Isabel cantaba rancheras
  • Premio del Consejo Nacional de Libro 1996 en la categoría obra inédita por Himno del ángel parado en una pata
  • Premio José Nuez Martín 2001 (Chile) por Los trenes se van al purgatorio
  • Finalista del Premio Altazor 2000 con Donde mueren los valientes
  • Finalista del Premio Altazor 2001 con Los trenes se van al purgatorio
  • Premio Arzobispo Juan de San Clemente 2001 (España) por Fatamorgana de amor con banda de música
  • Caballero de la Orden de las Artes y Letras, 2001 (Francia)
  • Finalista del Premio Altazor 2003 con Santa María de las flores negras
  • Premio Alfaguara de Novela 2010 por El arte de la resurrección
  • Premio al Mérito Literario Internacional Andrés Sabella 2012 (Feria Internacional del Libro Zicosur Antofagasta)